Qué república

Portada: Injusticias previas al bicentenario. Pintura acrílica sobre lienzo 60x40cm, por ness_is_sans_confirmed. Registro fotográfico: Juan Pablo Murrugarra.
CONTENIDO
PRESENTACIÓN
Con este sexto número de Quehacer (2da. Época) iniciamos lo que podríamos llamar una primera aproximación hacia nuestro bicentenario como república. Por eso hemos puesto como título a este número: Qué República. Así, como una pregunta, y sin un signo de exclamación o un paréntesis que podrían rebajar o sugerir su sentido. La idea es que el lector o lectora al responder a esta pregunta le de su propio sentido y significado a la palabra República. Queremos escaparnos de lo que llamamos el barroquismo patriótico que nos dice, con la mano sobre el pecho, lo que es o debe ser “nuestra patria”.
El apellido de nuestra República se lo tendrá que poner cada quien, como ya viene hoy sucediendo. Algunos hablan de república empresarial, otros de república lobista o informal, también de que somos una república sin ciudadanos o, en forma burlona, de unos ciudadanos sin república. Vivimos, pues, como diría el mexicano Octavio Paz, en una suerte de laberinto, sin saber hasta ahora cuál es nuestra identidad y qué nos diferencia, en tanto peruanos y peruanas, y en relación con las otras repúblicas, digamos, hermanas. Un buen ejemplo de este laberinto es la actual crisis política que tiene como expresión más visible la fragmentación y la división de los “partidos” situación que cruza todas las ideologías y grupos sociales. La mayoría de partidos han dejado de ser expresión tanto de representación política como de intereses sociales para convertirse en un refugio del oportunismo y del personalismo. Si la política representa y el mercado exhibe, hoy podemos decir que los políticos, salvo excepciones, no buscan representar sino más bien exhibirse. Así el mundo político aparece como un mercado en el que todo se vende y se compra. Por eso el Perú, además de ser una nación en formación como afirmara José Carlos Mariátegui, es también una suerte de rompecabezas difícil de armar porque carecemos de una imagen y de un futuro compartido que nos sirva como referencia.
A diferencia de México que se fundó como nación gracias a la Revolución (1910-1917), en el Perú no ha existido un proceso similar. Si la Revolución Mexicana le dio el contenido y resignificó su pasado y su independencia, en el Perú, por carecer de ese momento histórico capaz de resignificar nuestra independencia (no hay que olvidarnos que el proceso velasquista hablaba de una segunda independencia) seguimos preguntándonos qué hubiese pasado con nuestro país o cuán diferente sería hoy si el levantamiento de Tupac Amaru o la Rebelión del Cusco de los hermanos Angulo y Pumacahua (1814-15) o la de Francisco de Zela en Tacna años antes en 1811 hubiesen triunfado. Ello demuestra nuestra insatisfacción con la independencia de 1821 y con nuestra vida republicana. Por eso no me extraña que hoy seamos una marca comercial y que lo que más nos una sea un pasado prehispánico idealizado y convertido en una suerte de postal turística, nuestra gastronomía y, ahora último, el fútbol que nos permite decir, gritar “no nos ganan”. También nos preguntamos cómo celebrar nuestro bicentenario en medio de una pandemia y de una crisis económica que ha cambiado el presente y futuro del país; y con una democracia que se ha mostrado, como muchos de las y los políticos, escasa, precaria y corrupta.
En este número de Quehacer hablamos de la república empresarial, de la criolla, del racismo, de los indios y de los peruanos, de la identidad, de la mujer en un país en el cual el patriarcado y la violencia contra el diferente sigue vigente, del estado laico, entre otros temas. Publicamos una larga entrevista al exministro de Salud Víctor Zamora y varios artículos sobre el impacto que ha tenido la pandemia, por ejemplo, en la salud mental o en la educación. Ello incluye textos sobre lo que hoy pasa en el mundo de la cultura, en particular en el cine. Publicamos un texto inédito de Maruja Barrig recordando a ese gran intelectual que fue Carlos Franco y una entrevista de Hernán Maldonado a Martín Bergel en la que explora el pensamiento político de Mariátegui y Haya en los años 20, a propósito de su rol como antologador de una nueva reunión de textos de José Carlos Mariátegui. La sección internacional está dedicada a analizar lo que hoy sucede en Estados Unidos: las protestas en ese país, el racismo, Trump, las elecciones, la guerra fría contra China y lo que representa para la región que un estadounidense, además de la línea de Donald Trump, sea hoy el presidente del BID, rompiendo la larga tradición de que ese cargo fuera ocupado por un latinoamericano.
Hemos dicho ya que este país además de ser una nación en formación, es también una suerte de rompecabezas a la que se suma que no tenemos un “modelo” que nos permita ordenar las piezas. Los últimos acontecimientos vividos: la vacancia de Vizcarra, el ascenso y caída de Merino, la masiva protesta a nivel nacional, la presencia de las y los jóvenes en las calles, y la llegada de un nuevo Presidente, Francisco Sagasti, ratifica esta idea. Somos un país que se pregunta a casi 200 años de nuestra llamada independencia qué queremos y qué somos. O, mejor dicho, Qué República debemos construir colectivamente. Las multitudinarias protestas a lo largo y ancho del país, protagonizadas sobre todo por jóvenes en todas las regiones del país, nos dicen que la crisis ha tocado fondo y que, por lo tanto, estamos obligados no solo a pensar sino también a debatir tanto nuestro pasado como nuestro futuro. Un pueblo que no sabe de dónde viene no sabe a dónde va. Dicho con otras palabras: un país, una nación y un pueblo que no logra saber de dónde viene convierte al presente en una repetición, en un deja vu permanente. Hoy, luego de 20 años del gobierno de transición presidido por Valentín Paniagua, de elegir democráticamente a cuatro Presidentes y a cinco congresos, tenemos un Presidente elegido por el Congreso y un nuevo gabinete. Y si bien son contextos distintos, con actores diferentes, lo sucedido en estos días nos obliga a preguntarnos por qué repetimos hechos y situaciones que, si bien no son iguales, son similares. Vivimos un pasado que no pasa y que, finalmente, nos impide ver nuestro futuro que, con seguridad, tendrá que ser democrático, pero al mismo tiempo igualitario y de reconocimientos mutuos. Las y los jóvenes no tienen porque seguir viviendo en una estabilidad mediocre y en un mundo que “los mayores” han creado y reproducido más de una vez. El mejor homenaje a nuestro bicentenario es comenzar a cambiar nuestro país.
Finalmente quiero agradecer a todas y todos aquellos que han colaborado de manera entusiasta y solidaria en este número que, como hemos dicho, inicia una primera aproximación hacia el bicentenario. También debo señalar que esta edición sale con un poco retraso razón por lo cual pedimos disculpas a nuestros lectores, pero sobre todo a nuestros colaboradores que cumplieron puntualmente en enviarnos sus textos. Tanto el final de las elecciones en Estados Unidos como los últimos acontecimientos en el país motivaron este retraso por el cual reiteramos nuestras disculpas.
Alberto Adrianzén, director
<em style="font-size:.8rem">Enrique Polanco. “Tierra baldía. Homenaje a Guaman Poma"(2017)</em>
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Al comienzo del fin de la República Empresarial
