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Rematerializaciones urgentes. Sobre "Hora Zero 70. Materiales para una nueva época"

Rematerializaciones urgentes. Sobre "Hora Zero 70. Materiales para una nueva época"
Ana Lia Orézzoli

La edición y la recepción de “Hora Zero 70. Materiales para una nueva época” (Taller Editorial La Balanza, 2020), funcionan como un recordatorio de cuestiones más o menos obvias. La primera y más evidente, los cincuenta años transcurridos desde la publicación del manifiesto Palabras urgentes, que sin duda conserva su carácter de hito histórico para la poesía peruana y latinoamericana, y que continúa abriendo preguntas sobre la realización de sus postulados y sobre la eficacia o incluso validez de su carácter de operativo cultural. La segunda cuestión, para quienes siguen el proceso de la poesía peruana y atienden a sus desagregados, quiebres y ramificaciones, podría ser otra dimensión del manifiesto Palabras urgentes, que fue la de servir de antesala discursiva a la colección de poemas impresa extraoficialmente en los talleres de La Cantuta.

Desde el verano de 1970 mucho se ha dicho sobre la brecha entre el manifiesto firmado por Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel y la poesía -los textos poéticos- en los que se presentan como “RESPONSABLES” el citado par junto a Mario Luna, Jorge Nájar, Julio Polar y José Carlos Rodríguez, juntos, seis jóvenes entonces inéditos.1 Para resumir la cuestión, me apoyo en lo que la profesora Marcela Valencia denomina la escisión entre discurso político y discurso poético, y de manera más puntillosa, al contraste entre la tensión histórica, dramática y depresiva de los textos poéticos y el sesgo vitalista de un manifiesto que trasunta iconoclasia, fervor marxista y eclecticismo estético. 2

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Una tercera cuestión es menos evidente, o debería decir, menos frecuente en nuestra forma de conversar localmente la producción literaria en general, y poética en particular. Tiene que ver con el proceso editorial en una reedición.

Las reediciones pueden tener motivaciones específicas y eventualmente convergentes: devolver a la circulación y renovar la lectoría de un determinado cuerpo de textos, hacer justicia a una edición corta o deficiente, enmarcar los textos en un nuevo ejercicio crítico o investigativo, inscribir en la cultura pública una conmemoración, homenajear a un autor, entre otras. Las reediciones facsimilares particularmente pueden asociarse a la voluntad de poner en relieve aspectos que (escandalosamente) son dejados de lado en la formación de las y los lectores, como son la materialidad del libro y en última instancia, la información de la página, que se atienden apenas en casos inescapables como son textos que explícitamente juegan con la forma y disposición de las cajas y las líneas, por no profundizar ya en aquellas que descubren su propia extensión y sus motivos en la tecnología de la impresión y en el código tipográfico. Peor aún que dejados de lado, acusados estos aspectos radicalmente materialistas, de sensibilidad, de disfuerzo elitista o de desviación fetichista.

La carpeta toda, impresa y publicada por el Taller editorial La Balanza, así como el breve texto incluido en el dossier Materiales Urgentes explícita las razones de la apuesta por el facsimilar, pero son por ahora los detalles del proceso técnico los que se roban el protagonismo en esta reedición. La atención a aspectos como la textura, la tinta y la identidad de la disposición de contenido con la diagramación de los ejemplares originales -que no deberían extrañarnos si atendemos a La Balanza como proyecto- podrían generar un espejismo acerca de la recreación de “experiencia del lector” como propósito de esta carpeta. No creo que sea irrelevante la “experiencia del lector”, pero sí creo que el término experiencia en nuestros días parece atrapado en lo sensitivo más inmediato despojado de la densidad que podría suponer pensar en el lector o lectora como sujetos históricos y no como meros agentes que habilitan el consumo como horizonte social de intercambio.

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A partir de esto último quiero poner en juego una cuarta cuestión, en la que me será útil referirme a esta reedición como documento y archivo. No son simples palabras para producir una distinción más. Las propongo como una capa material de lo que está reunido en esta carpeta: la revista original HORA ZERO 70, las páginas de revistas y los carteles reproducidos en el dossier, además de las tarjetas de los recitales que tenemos como sueltos en el sobre. El editor, Luis Alberto Castillo, invita a considerar este conjunto y sus cualidades facsimilares y de réplica como habilitadores de nuevas posibilidades de interpretación de lo textual.3 Aquí ya hay un señalamiento del documento. Anota también el editor que con esta réplica quiere hacer evidentes las dimensiones materiales y condiciones de producción de la poesía auroral horazeriana, así como invitar a revisar la disputa en el espacio público cultural que supuso la irrupción de Hora Zero, a cómo esta disputa tuvo como punto de partida la activación de un circuito que va de la impresión semiclandestina o extra curricular en La Cantuta, la distribución en quioscos, el buscapleito discursivo orientado a coetáneos o interlocutores con posiciones en los medios de comunicación (en la prensa escrita, principalmente).

Aquí nos aproximamos más claramente a la dimensión del archivo. Nos concentramos en el significado de la frase 'nueva época', antes que en lo que sugiere el nombre 'hora zero'. El dossier registra la recepción del manifiesto Palabras urgentes y las performances de sus firmantes y sus pares generacionales en el verano de 1970. ¿Qué está ocurriendo a fines de los años sesenta, en el verano de 1970? Veamos

Como hace notar la profesora Valencia, en ese momento, de veinte países de América Latina sólo ocho son conducidos por gobiernos no dictatoriales y en solo un par de años, con la caída de Allende y el Uruguay, la proporción empeora. La prolongada guerra fría, aplastadas las primaveras del este de un lado y paralizada por Vietnam del otro, actualizan la condición de “patio trasero” de nuestra región. Además, en el curso de una vida adulta, el Perú ha pasado de ser un país rural a una sociedad donde la proporción a favor de las ciudades es de 60-40. A ello se suma que el gobierno de la fuerza armada en el Perú, una excepción regional, realiza o intenta realizar algunos aspectos del programa de los partidos de masas postergados desde los años treinta. Hay reforma agraria en curso desde junio del 69, el anti-imperialismo que propugnó el Apra aparece reconfigurado como una salida diplomática del eje norteamericano en favor de Cuba y con el impulso al movimiento no alineado, el gobierno dictatorial propone la participación laboral en las unidades empresariales, legaliza al Partido Comunista pro soviético, contrata ex guerrilleros como funcionarios del gobierno y oficializa el quechua en la educación pública.

Para dar una idea y jugar con los estereotipos, imaginemos un 2020 en el que rompiéramos palitos con el gobierno de Trump, importáramos armamento de un país de medio oriente, declaráramos la oficialización de las lenguas amazónicas en las escuelas de Lima y el gobierno contratara a ex militantes del MRTA para programas sociales. Aclaro, por si hiciera falta, que no estoy haciendo equivalencias de significado, sino de prejuicio y prestigio en la escena pública. La reproducción facsimilar de los materiales de prensa -esta es la experiencia densa de lector a la que quiero apuntar- hace posible el contacto con este sentido de época: en las páginas de OIGA los poetas discuten sobre su oficio, el canon y la honestidad de las declaraciones de Hora Zero, a la par que un reportaje recoge el rumor de la intención del Ministerio de Educación de oficializar el quechua en las escuelas. Hora Zero y Estación reunida se acercan y se distancian entre una edición y otra de OIGA, y en la página al lado aparece la reforma agraria no en los icónicos carteles de Ruiz Durand, sino en el avisaje más vulgar de la propaganda del gobierno enunciando aspectos procedimentales del reparto de tierras y la inscripción de cooperativas, equiparando a gerentes y macheteros en el reparto.

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Son las marcas de un nuevo reparto de poder. Estos cambios incómodos producen efectos en el tablero social y generan un desfase en lo que se considera experiencia y lo que se considera porvenir, proyección, utopía. Hora Zero es en ese punto una expresión de ese desfase y es la vocación por hacerlo explícito y por hacer de ello una partida de nacimiento. Sí, hay una motivación generacional, pero también hay una situación específica de sus integrantes en esa generación de jóvenes hijos de las clases medias urbanas y provincianas: en términos de Tulio Mora, la inexistencia de sus regiones en el mapa literario, inexistencia que es resultado de una sistemática negación histórica que explican la dimensión del trauma que produjo la beligerancia discursiva de Palabras urgentes.4

Por aquí está el valor mayor de la reedición de este conjunto. Recoge todas las marcas, previstas e imprevistas de la operación cultural que siguió a la aparición del manifiesto. Y más que replicar ejemplares para mimar a un lector ávido de experiencias -bien por quienes lo viven así- creo que rematerializan documentos, constituyen archivo para un campo pendiente, que es la investigación y reconstrucción histórica de un momento determinante de nuestra sociedad, un quiebre histórico del que la poesía fue parte, pero dentro de un vasto concierto en el que voces, cuerpos e identidades que no participaban en el reparto de lo nacional en 150 años de vida independiente buscan inscribir su experiencia. Parecen una particularidad del campo cultural, pero no deberían extrañarnos y más bien deberíamos demandar más trabajo editorial en cuanto a reposiciones y rematerializaciones -facsimilares o no- del vasto archivo de nuestro pueblo, sus grupos teatrales, sus organizaciones sociales, sus expresiones sindicales en ese momento que se imaginó como una nueva época, y que de modo contradictorio sin duda lo fue.

Footnotes

  1. Solo Pimentel había dado a conocer algunos poemas previamente. Su trabajo aparece en el Nº16 de la Revista Haraui, de 1968, dirigida por Francisco Carrillo, y en Poesía joven del Perú (ediciones Zendal, 1969), una antología de 20 poetas preparada por Miguel Ángel Rodríguez, trece de ellos nacidos a lo largo de la década del 40, otros siete, en la del 30.

  2. Valencia Tsuchiya, Marcela. Jorge Pimentel, Hora Pero y el cambio de época en la poesía peruana. The Latino Press, primera edición, 2017. Instituto de Escritores Latinoamericanos, Hostos Community College/CUNY. Pp.68

  3. Castillo, Luis Alberto. Introducción. Dossier MATERIALES URGENTES. Carpeta HORA ZERO 70. Materiales para una nueva época. 2020.

  4. Mora, Tulio. Introducción. Hora Zero. Los broches mayores de sonido. Fondo editorial Cultura Peruana. Primera edición, 2009. Pp. 35

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