6
Pantallazos

La maternidad adolescente y el COVID-19

La maternidad adolescente y el COVID-19
Ivo Urrunaga | @ivoteou

En Perú, la maternidad adolescente se ha mantenido en una tasa similar durante los últimos 35 años. En 1991, 11.4% de las mujeres entre 15 y 19 años estaba embarazada o ya era madre; en 2018, 12.6%, según la ENDES. Estas cifras son más desalentadoras cuando se toma en cuenta que el gasto público para su prevención se duplicó entre 2012 y 2018, pasando de 10 a 25 millones de soles. Y es que se sabe que la maternidad adolescente es un fenómeno que contribuye a una mayor feminización de la pobreza, pudiendo tener efectos socioeconómicos y de salud sobre la madre y sus hijas e hijos.

Si ya estábamos mal, la pandemia nos deja peor. Aunque no hay cifras oficiales, según un reporte de Ojo Público, con datos del Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo del Ministerio de Salud, entre enero y setiembre se atendieron más de 33 mil partos de menores de edad en el Perú. Esta cifra sería 13.5% mayor que los registrados en el mismo periodo del 2019. En la misma línea, UNFPA estima un incremento entre 50 mil y 100 mil de los nacimientos no planificados para 2020-2021. ¿Por qué este incremento? Muchos mecanismos, pero principalmente tres complicados por la pandemia.

El primero es la falta de acceso a anticonceptivos y planificación sexual. Aún en el 2018, el mayor proveedor de métodos anticonceptivos modernos en el país seguía siendo el sector público, con un 52,3% de usuarias reportando recibir anticonceptivos (sobre todo DIU e implantes) de éste según la ENDES. De esta forma, el cierre de centros de salud a causa del COVID-19 sólo dificulta más el acceso a atención en temas de salud sexual y reproducción. Datos del MINSA estiman que las atenciones a adolescentes en planificación cayeron un 67% a nivel nacional en el primer semestre de 2020 en comparación con el mismo periodo del 2019. Además, las consultas ahora ya no son presenciales, sino telefónicas, lo cual podría entorpecer la comunicación con especialistas.

En segundo lugar, el estrés económico y ansiedad por la pandemia y las dificultades financieras pueden aumentar las acciones de violencia hacia las mujeres, que no son solo físicas, sino que también pueden ser psicológicas o sexuales. Aunque tampoco hay cifras oficiales, un reciente estudio realizado por Jorge Agüero 1 encuentra un aumento del 48% en el número de llamadas que recibió la Línea 100 del MIMP entre abril y julio de 2020. Según el MIMP, hasta fines de junio, la línea telefónica nacional de ayuda del ministerio había atendido a 17.000 llamadas sobre violencia y abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes; 513 por violaciones sexuales. Este aumento de la violencia, sobre todo hacia las más vulnerables, en potencia puede incrementar la cantidad de embarazos producidos durante la pandemia.

En tercer lugar, la falta de oportunidades económicas para las propias adolescentes y la formación de aspiraciones. La maternidad adolescente es un fenómeno social multidimensional: no toda la maternidad adolescente es no deseada. Según la ENDES, en el 2018, 26.6% de los alumbramientos de jóvenes menores de 19 años fueron deseados. Y, es que la relación entre maternidad adolescente y aspiraciones educativas no sólo va en una dirección. Antes se creía que la deserción escolar (y la consecuente disminución de ingresos futuros) era una consecuencia de la maternidad temprana. Ahora se sabe que la relación es más compleja y puede darse el caso contrario: como la adolescente no ve factibles ciertos proyectos de vida en su contexto, tiene menos motivación escolar y, por ello, queda embarazada.

Esta “decisión” está correlacionada con los ambientes en los cuales las adolescentes se desenvuelven y resulta problemática en dos contextos específicos: lugares rurales de la selva y en barrios urbanos-marginales de grandes ciudades de la costa. En el primero, la tasa de maternidad joven es muy alta y suelen estar muy normalizada. Incluso, en familias en situación de hacinamiento, el que la hija consiga una pareja es percibido como una ayuda económica. En el segundo caso, las tasas de maternidad no son tan altas, pero se han mantenido constantes pese a contar con acceso a mejores servicios públicos y un mayor acceso a anticonceptivos.

Se sabe que, en los últimos años, Perú ha enfrentado dificultades para disminuir su pobreza urbana. Entre el 2016 y el 2017, el número de personas en situación de pobreza monetaria se incrementó en 1 punto porcentual a nivel nacional, a pesar de que desde el 2004 había venido disminuyendo de manera sostenida. Este aumento fue mayor en las zonas urbanas y sobre todo en Lima Metropolitana, en donde el incremento interanual fue de 2,3 puntos porcentuales (INEI, 2018). Con la pandemia actual, se estima un aumento de la pobreza. Como consecuencia indirecta de ello, se truncarán los sueños de muchas jóvenes, quienes podrían preferir acelerar sus trayectorias de vida convirtiéndose en madres jóvenes.

Sin duda la pandemia trae enormes retos en temas de maternidad adolescente. Ahora ya no sólo es necesario tener un plan multisectorial para combatirla, también hay que monitorearla mejor, focalizar las estrategias y generar evidencia sobre qué políticas están funcionando para realizar los ajustes que se requieran. Pero, sobre todo, queda pendiente mejorar la igualdad de oportunidades en los barrios más vulnerables para mejorar las aspiraciones educativas y proyectos de vida futuros de las adolescentes.

Footnotes

  1. Jorge M. Agüero. COVID-19 and the rise of intimate partner violence, World Development, Volume 137, 2021 https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2020.105217.

siguiente artículo