9 FEB—ABR 2022

Tantas veces crisis

cover

Portada: Desencajado, nuestra versión Perú 2022 de La Décalcomanie de René Magritte (1966). Ilustración: @buenasuerte_estudio de @le_pench

CONTENIDO

Internacional
Un mundo que cambia de base 500 años después / Manolo Monereo PérezRusia-Ucrania: Las guerras detrás de la guerra / Leyla BartetEl conflicto en Ucrania como parte del nuevo orden mundial / Ana Teresa Gutiérrez Del CidPolítica exterior de América Latina frente a la guerra en Ucrania / Ariela Ruiz Caro
Tantas veces crisis
Los cuatro Castillo / Juan De la PuenteTanto va el cántaro al agua... / Eduardo BallónAutoritarismos versus derechos de las mujeres / Violeta Barrientos¿Qué une al Presidente con Vladimir Cerrón? / Alejandro Romero TovarLos conflictos sociales, ¿qué cambió? / Víctor Caballero MartínEl conflicto laboral en la agroindustria: vuelve la lucha de clases / Enrique Fernández-Maldonado MujicaSegunda reforma agraria, más allá de las palabras / Rodolfo MarquinaEl debate sobre la SUNEDU: conclusiones preliminares / Nicolás Lynch Gamero
Entrevista
Mirtha Vásquez: "El Presidente siempre sale con promesas y el país ya no da para promesas" / Carlos Noriega
Covid-19: Van dos años
Mirarse en el espejo / Ana María Guerrero¿Tiempo de olvidar o tiempo de reinventar? / Patricia SalasLas juventudes peruanas durante la pandemia de Covid-19 / Alejandra Dinegro MartínezDos años pandémicos (en precariedad institucional endémica) / Víctor Zamora
Cultura
¿Habemus Cinemateca? / Christian WienerMejores políticas culturales para una mejor sociedad / Joselyn CarriónDos textos de Roberto Miró Quesada / Mijail Mitrovic
Libros
"De la conversación nacen soluciones" / Guillermo NugentEl latido de la tierra y los sueños / Christian Elguera"Rumikuna del mar" en la poesía de Carolina O. Fernández / Miluska BenavidesCam girl & others poems de Fiorella Terrazas / Carolina Ortiz FernándezFragmentos de tiempos paralelos / Luis AlvaradoLima y los demás: una reciente guía de almas / Guillermo NugentHabitar el gerundio, liquidar el presente / Teresa Cabrera Espinoza

PRESENTACIÓN

Somos un país que no mira hacia afuera. Esta característica es una de las paradojas de la vida peruana: no miramos hacia afuera, pero tenemos más de tres millones de compatriotas que decidieron irse para tener un futuro mejor en otros países cercanos o lejanos como Argentina, Chile, EE.UU., Italia, España y Japón, Incluso los que viven afuera creo que también miran hacia adentro. En cierta manera es la repetición del vals Todos Vuelven escrito en los años treinta por César Miró; es decir, la nostalgia por una patria que todavía no es nuestra y que es lejana. Es, como dice una canción de Joaquín Sabina que, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. No hay que olvidar que el que 10% o más de peruanos vivan en el exterior nos hace un país de alta emigración. En lugar de atraer, expulsamos. No somos una sociedad con una población cosmopolita. Tampoco lo son las élites que hoy miran y vuelven a mirar a Miami como modelo de vida y sociedad.

Me he preguntado varias veces si esa característica se debe a que no hemos tenido, salvo la española y la afro, grandes masas de migrantes como sucedió en Argentina, Uruguay o Brasil. Nuestros inmigrantes son pocos. Apenas unos cuantos puñados con excepción de las migraciones de chinos y japoneses que llegaron el siglo antepasado en condiciones de semi esclavitud por lo que su influencia se dio más en la cocina, la música y en los espacios domésticos. Sin embargo, hoy día ese ensimismamiento, esa incapacidad de mirar hacia afuera empieza a romperse. El mundo, trágicamente, por cierto, nos da una vez más una oportunidad de mirarlo. La razón, la guerra en Ucrania tras la invasión rusa en febrero pasado que nos muestra el horror de la guerra, ese monstruo que pisa fuerte, como dice una canción. Sin embargo, si fuéramos más “atentos” con el mundo de afuera uno podría decir que esa guerra venía con toda su furia. Es un acontecimiento, afirma el político ruso Sergei Glazyev, que ocurre una vez cada siglo y que rompe épocas y cambia vidas.

En 2017 Graham Allison, un conocido académico norteamericano ligado a los estudios internacionales, a los temas de seguridad y también al Pentágono, es decir a la Secretaría de Defensa, publicó un libro donde se preguntaba si tanto EE.UU. como China podrían escapar a lo que se llama la Trampa de Tucídides en homenaje al historiador griego que se preguntaba si fue el ascenso de Atenas lo que hizo inevitable la guerra con Esparta. Allison, a su vez, muchos siglos después, se preguntaba si el ascenso de la China en un futuro cercano (la nueva Atenas) llevaría a EE.UU. (la vieja Esparta) a una guerra para dirimir la hegemonía o el poder de uno de los dos.

Es cierto que hoy no asistimos a una guerra entre EE.UU. y China como señala Allison, sin embargo, se puede decir que esta guerra en Ucrania es el prólogo de una futura guerra global entre una potencia emergente (China) y una potencia en decadencia (EE.UU.). Lo que está en disputa no es sólo el poder mundial sino también cuál será el nuevo orden internacional. La guerra y el ejercicio diplomático hay que entenderlos hoy día como parte de una política global que se despliega ante nuestros ojos y nos obliga a mirar hacia afuera. Una suerte de tentación cosmopolita en un país parroquial.

Por eso este número nueve de Quehacer lo abrimos con una sección dedicada a lo que llamamos la transición geopolítica que no sólo es el paso de un mundo unipolar que no respetó el derecho internacional y menos la paz, a otro que aparece como su contrario, sino también como afirma en su artículo Manolo Monereo: “El llamado Nuevo Siglo (norte) americano apenas duró 20 años (...) La gran potencia en declive perdió todas las guerras y vio cómo emergía una China difícil de catalogar según los criterios eurocéntricos dominantes. La globalización fue el gran proyecto político garantizado por una pax basada en el predominio militar indiscutible e indiscutido de los Estados Unidos”. El fantasma de la guerra, como sucedió a inicios del siglo pasado, vuelve. El signo de la transición geopolítica es el fin del dominio indiscutible de Occidente, lo que algunos definirían como el fin de la “colonialidad”.

También ponemos en debate el gobierno del profesor y Presidente Pedro Castillo, que bien puede ser definido como la emergencia de lo plebeyo y popular al mismo tiempo, que se despliega en un contexto sumamente difícil, como anota Eduardo Ballón autor de uno de los textos. Esas miradas se complementan con una entrevista a Mirtha Vásquez de Carlos Noriega, sobre su paso como presidenta del Congreso en los meses del gobierno de Transición y Emergencia de Francisco Sagasti y después como Presidenta del Consejo Ministros del gobierno de Pedro Castillo.

Del mismo modo, miramos algunas dimensiones de los dos años del COVID-19 en el país. Dos años duros, pero más para las y los escolares, jóvenes, las mujeres, los adultos mayores y los sectores empobrecidos por la crisis económica que vivimos y que con seguridad han cambiado tanto nuestra socialización como nuestra sociabilidad. Me pregunto si es posible regresar al mismo trato con los demás luego de estos dos años prácticamente de encierro.

En la sección cultura analizamos la ausencia de una cinemateca nacional pese a los múltiples pedidos y protestas de cineastas peruanos que muestran, como si fuera una metáfora, que, así como no miramos hacia afuera, tampoco miramos al otro. El desdén oficial por ella no solo muestra nuestro desinterés por el trabajo ajeno, sobre todo peruano, sino también por la imagen del otro debido a la cortedad de nuestra visión, que se detiene en las argollas o clichés culturales. También presentamos unos textos de ese gran intelectual que fue Roberto Miro Quesada, fundador del Movimiento Homosexual de la Lima (MOHL), que nos dejó hace varias décadas.

Queremos agradecer una vez más a todas y todos los que en este número han colaborado de manera gentil, generosa y desinteresada. Un dato curioso, la mayoría de colaboradores y colaboradoras se ha excedido en la extensión de sus artículos. Será, acaso, porque luego de dos años de encierro, de hablar poco con otros, de sentirnos en soledad, queremos hablar y mucho. A todas ellas y a ellos muchas gracias. Lean porque este número, como los anteriores, está bastante bueno.

Alberto Adrianzén M.

Director

empieza aquí