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Libros

Fragmentos de tiempos paralelos

Sobre "Cuaderno de los días reunidos" por Tilsa Otta

Fragmentos de tiempos paralelos
Taller Editorial La Balanza

Cuaderno de los días reunidos está compuesto de 31 textos escritos por 31 escritores de diversas nacionalidades —convocados por la escritora peruana Tilsa Otta—, los cuales han recibido una serie de instrucciones para crear, de forma conjunta, un relato colectivo que transcurre durante los 31 días del mes de diciembre. Escrito a modo de un diario íntimo, cada uno de los escritores toma un día y sigue las pautas planteadas por Otta, por ejemplo, elegir siempre los mismos nombres para referirse a sus amigos, amigas, pareja, mascota, etc. Eso asegura que a lo largo de todo el libro las reglas de juego pongan sobre el tablero a una determinada cantidad de personajes, como si fueran actores de una larga jornada en 31 variaciones, lo que mantiene la tensión desde la primera hasta la última página.

Es un libro que se disfruta leyéndolo, pero también pensándolo, es decir que se disfruta tanto por la solvencia de la prosa, como por la idea que lo sostiene: la de una escritora invisible que se imagina cómo hacer un libro. Y es que lo interesante está en esa otra escritura invisible que hace posible que todo se ensamble, al modo de una obra polifónica, colectiva, que termina creando la ilusión de una extraña continuidad. Pese a estos simulacros de autoría que parecen articular una voz continua, los nombres de los 31 autores aparecen —casi ocultos detrás de la solapa final— acreditados con el día que les corresponde, lo que impide que se pierda la naturaleza colectiva del proyecto.

Hay varias referencias que uno puede asociar al método que encontramos en Cuaderno de los días reunidos. Por ejemplo, podemos recordar los poemas esquema del artista Dan Graham, que establecían una serie de datos metatextuales para la producción de poemas, tales como las secciones —título, primer verso, segundo verso, etc.—, la cantidad de palabras o el tamaño de la hoja en la que debían ser escritos, de modo que el poema era entendido como una estructura que podía ser no solo replicada, sino encomendada a distintos poetas o editores. En esa línea están también las instrucciones de inspiración zen como las de Fluxus, usadas tanto para eventos musicales, performáticos o puramente imaginarios. De igual manera las propuestas del arte relacional que implican un trabajo colaborativo, coautoral, entre el artista y el público, en cuya interacción realizan la obra. Podemos incluso pensar en el collage en la música, el sample, la multi-autoría en la canción pop contemporánea; o quizá en algunas excepciones inclasificables como la de aquel disco llamado Manafon de David Sylvian, armado de fragmentos de improvisaciones encargadas a artistas ubicados en diversas partes del mundo. Y, por supuesto, nos remite también al concepto mismo del Internet, las redes sociales y las dinámicas de escritura colectiva a las que se ha entregado la literatura a través de ellas.

Acaso lo que más resuena al pensar en el libro es la relación de Otta con el cine y su ya amplio trabajo de cortometrajes y mediometrajes. De algún modo Cuaderno de los días reunidos puede leerse también como el trabajo de una directora que elabora una película sin guion, solo con pautas y secuencias establecidas para que en ellas acontezca lo no previsto, lo sorpresivo, lo espontáneo. Pero se trata de un libro y no de una película, y como tal su naturaleza está en las páginas y en los textos que se articulan por un marco temporal a la manera de un gran relato polifónico fragmentario. Por momentos, como si estuviéramos frente a una proliferante colección de sueños cotidianos.

9-243-1 Foto: Taller Editorial La Balanza

El título Cuaderno de los días reunidos podría entenderse como un cuaderno compuesto de fragmentos de tiempos paralelos. La secuencia temporal prevista permite generar esa ilusión de que se despliega una trama, de que algo avanza. Y eso que avanza son precisamente las relaciones de tensión, contradicción, sorpresa, que se van generando en la medida que los textos empiezan a cargarse de más sentidos y empezamos a generar asociaciones (insólitas) entre las historias.

Un aspecto particularmente especial son los personajes. Se trata de una colección de individuos solitarios, que parecen siempre estar lejos de algo, perdiendo algo: quizás por la naturaleza del formato diario, que es un espacio para la confidencia, para el hablar a solas y que por lo mismo, como se señala en la nota final, no deberíamos estar leyendo.

Hay, por lo demás, un tono melancólico en el libro, que contrasta con el tono casi celebratorio con el que se presentan las instrucciones y con el ritmo trepidante de las entradas en el diario. Cito aquí algunos pasajes que no solo parecen escritos por ‘el mismo autor’, sino que conviven en una misma atmósfera:

4 diciembre «He aprendido de ti que todo es un collage, no hay belleza en estado puro».

8 diciembre «desde el momento en que descubrí que tu nombre existe, / lo hice pan para cada uno de mis días».

17 diciembre «he fallado como hombre de lógica y sospecho que solo me queda el amor».

22 de diciembre «todo lo que es impersonal me importa y me llena de vida».

Finalmente Cuaderno de los días reunidos anima a pensar (y recordar) que el ejercicio literario puede alcanzar siempre nuevas fronteras (espaciales, temporales); que el relato colectivo permite abrir otro tipo de relaciones, de interpretaciones, de subjetividades. Que es posible desde la escritura hacer frente a la necesidad de un ‘nosotros’. De ahí que estas prácticas sean una forma de hacer comunidad desde la literatura, de convertir las afinidades en un continuo acto creativo.

Otta, Tilsa. "Cuaderno de los días reunidos". Taller Editorial La Balanza, 2022

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