“Y ustedes verán la liberación que el Señor traerá”
En junio de 2018, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, acusado de construir un narco estado en su país y de recibir para su campaña electoral dinero del famoso narcotraficante “El Chapo”, se reunió con el vicepresidente Mike Pence y con el Secretario de Estado de los EEUU, Mike Pompeo, para discutir el futuro de las relaciones entre ambos países. Sin embargo, de lo que no se habló o no se informó lo suficiente fue sobre las conversaciones de Pence, Pompeo y Hernández con “un pequeño grupo de líderes evangélicos fundamentalistas… que pretendían persuadirlo de tomar decisiones de Estado basadas en sus interpretaciones literales de la Biblia”, como afirman las periodistas Giannina Segnini y Mónica Cordero en un artículo de agosto de este año.
Para Segnini y Cordero “Pence y Pompeo -ambos cristianos evangélicos- aprovecharon la visita oficial para convencer a Hernández de instaurar, en Honduras, los estudios bíblicos liderados por Capitol Ministries, una organización religiosa que los dos altos funcionarios del gobierno Trump patrocinan desde la Casa Blanca y que se dedica a evangelizar a ‘líderes políticos del mundo’ con el fin de que legislen según sus principios bíblicos”.
Como señala la periodista Mercedes Agüero, Capitol Ministries fue fundado en 1984 por Ralph Kim Drollinger, un exjugador profesional de basketball, con el objetivo de “hacer discípulos de Jesucristo en la arena política en todo el mundo”. La organización apunta a que los líderes políticos “puedan legislar según principios bíblicos”. Mike Pence es uno de los principales líderes de esta organización. Por eso no es extraño que, alentada por el propio Pence, exista la Oficina de la Fe y de la oportunidad de la Casa Blanca (OFCB) que reúne a importantes líderes evangélicos de EEUU. Hernández también se reunió con este grupo para discutir, entre otros puntos, el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, al que el gobierno de Honduras accedió en agosto de este año. No hay que olvidar que este punto fue una de las promesas que hizo Trump en su campaña de 2016. Según Segnini y Cordero, estos grupos evangélicos se han reunido con otros presidentes como Daniel Ortega de Nicaragua y Jimmy Morales de Guatemala.
De otro lado, el 23 de setiembre de este año, el presidente Juan Hernández asistió a la Reunión Global para Proteger la Libertad Religiosa, celebrada en la sede de las Naciones Unidas, presidida por el gobernante de Estados Unidos, Donald Trump. El presidente Trump en su discurso inaugural instó a todos los países del mundo a terminar "la persecución religiosa, y lamentó que la libertad de fe que tiene EE.UU. "no se ve en todo el mundo". También afirmó que "el 80 % de la población mundial vive en países donde la libertad religiosa está amenazada, restringida y prohibida” y que por lo tanto había que castigar “con cárcel a los asesinos de religiosos” y derogar todas las leyes que restringen la libertad religiosa, para proteger a los “vulnerables, a los indefensos, y a los oprimidos”. No está de más decir que a dicha reunión asistieron Pence y Pompeo, además de un conjunto de senadores norteamericanos (EFE:24/09/19). Sin embargo, como veremos más adelante, ese llamado no era por amor al chancho sino a los chicharrones.
Se puede decir que estamos frente a una nueva forma de “imperialismo” que combina la defensa del interés material del capitalismo con la necesidad de una “nueva teología”, algo que ya discutían años atrás intelectuales como Daniel Bell y Michael Novak, para ese mismo capitalismo que se había convertido en postindustrial y globalizado, amenazando sus propias bases teológicas y morales. Parafraseando a Francis Fukuyama en su libro “Identidad”, podemos decir que tanto el nacionalismo como el evangelismo (Fukuyama habla del islamismo) pueden considerarse un tipo de política de identidad, una suerte de talibán occidental.
El pueblo oprimido
Karen Armstrong, estudiosa de temas religiosos, ganadora del premio Príncipe Asturias en Ciencias y autora de varios libros sobre este tema, sostiene en uno de ellos, “Los Orígenes del Fundamentalismo en el judaísmo el cristianismo y el islam” (Edit. Tusquets: 2004) que estamos viviendo en una “era axial”, que consiste en que los cambios radicales que vivimos han hecho que “las viejas formas de la fe ya no surtan efecto…nada, ni siquiera la religión, volverá a ser igual (…) durante la época axial aparecieron las grandes confesiones que han guiado a los seres humanos en el mundo civilizado”. Según Armstrong, “Occidente ha desarrollado un tipo de civilización completamente diferente, sin precedentes, de modo que la respuesta religiosa también tenía que ser única”. Esa respuesta es el fundamentalismo, un movimiento “esencialmente del siglo XX” que se presenta como “reacción contra la cultura laica y científica que se ha establecido primero en los países occidentales, pero que desde entonces se ha establecido en otras partes del mundo”.
Si se revisa qué sucedió en el mundo religioso a inicios del siglo XIX en EE.UU podemos encontrar a los llamados cristianos seguidores del restauracionismo como los mormones, los Testigos de Jehová y los Estudiantes de la Biblia (hoy de moda en la Casa Blanca), que buscaban la pureza de la Iglesia. A inicios del siglo XX aparecieron los “fundamentalistas” que crearon un gran movimiento conservador que gracias a una enmienda constitucional, logró prohibir el alcohol y se convirtió en el frente de los luchadores contra el comunismo.
Hoy los “nuevos evangélicos fundamentalistas” han adoptado como una de sus estrategias y de sus argumentos principales considerar que los “cristianos” son víctimas de un Estado laico que los oprime, persigue e impide expresar sus creencias religiosas. El tema de la oración en las escuelas en EE.UU. es bastante ejemplificador al respecto. En 1962 la oración en las escuelas públicas fue prohibida como consecuencia de una sentencia de la Corte Suprema, que argumentaba que la enmienda primera de la Constitución obligaba a los funcionarios escolares a mantenerse neutrales en su tratamiento de la religión. Un Estado laico no podía promover y tener una religión ya que ello impedía que existan otras. En ese sentido, la religión, se argumentaba, era un tema del ámbito privado; eran esas características y su ubicación en la sociedad las que podían garantizar, a la vez, la libertad de expresión y el ejercicio de la fe. Tras más de cincuenta años de esta decisión judicial, los “cristianos” la siguen calificando como el día que “sacaron a Dios y a la oración de las escuelas”. Asimismo, consideran que esta prohibición es uno de los grandes hechos que ratifican la situación de opresión y persecución del “pueblo cristiano”. Son los mártires del siglo XXI.
La reacción católica, la nueva evangelización y los nuevos espacios de convergencia
Si bien muchos observadores han puesto énfasis en que el documento de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe (Aparecida, Brasil, 2007), ratifica el compromiso con los pobres, es importante señalar que, ese mismo documento redactado entonces por quien sería más tarde el Papa Francisco, llama a una nueva “misión” en la región. Llama, si cabe el término, a una suerte de re-evangelización en respuesta al avance evidente tanto de los evangélicos como de los pentecostales y neopentecostales.
Esta nueva “misión” o re-evangelización tiene lugar en el marco del largo período conservador que en la Iglesia católica representó el papado de Juan Pablo II (1978-2005). Originario de Polonia, ese Papa fue promotor del anticomunismo y de un cristianismo conservador “enemigo del laicismo y a favor de la abstinencia sexual”, como señala Gastón Pardo. También fue enemigo de la teología de la liberación y promotor y protector de grupos ultraconservadores como el Opus Dei, Sodalicio de Vida Cristiana, los Legionarios de Cristo, los Caballeros de Malta, entre otros. Pardo, en su artículo, menciona además algunos grupos internacionales protestantes, como Focus on the Family, creado en Estados Unidos, quienes colaboran en esta etapa con el activismo católico.
Esta coincidencia entre una nueva re-evangelización católica en un momento conservador y un crecimiento de un evangelismo fundamentalista, pentecostal y neopentecostal, creó las condiciones para la convergencia de un mismo discurso de católicos y “cristianos” conservadores y reaccionarios, basado en una moral igualmente conservadora y hasta puritana. Ejemplo de esta nueva convergencia es el movimiento “Con mis hijos no te metas”. La antigua polémica entre católicos y protestantes ?que pasó por un momento de encuentro y de promoción del ecumenismo? ha terminado desplazada por esta otra convergencia. Los mejores ejemplos son el combate de ambos sectores a la llamada “ideología de género” y su participación activa en las “Marchas Por la Vida”, que buscan “cristianizar” la sociedad y el país.
Por eso es importante redefinir a estos grupos como parte de un movimiento mayor, de carácter internacional, que podemos calificar de extremismo de derecha, conservador, tradicionalista y reaccionario; que va más allá del discurso religioso y que están propiciando un nuevo conservadurismo en los diversos ámbitos de la vida cultural, social, política y económica. Son los nuevos guardianes de la fe y de una moral profundamente conservadora.
Colofón
Al explicar qué se debe entender por posturas o corrientes pentecostales, José Luis César Guadalupe en su libro “Entre Dios y el César. El impacto político de los evangélicos en el Perú y América Latina” (2017), señala que algunos trabajos ubican “al pentecostalismo como el primer producto religioso no católico que ha desarrollado una propuesta de religiosidad popular y que ha logrado aceptación e impacto en la sensibilidad del poblador latinoamericano”. Esta idea me lleva a afirmar que estamos entrando a una época postcristiana, no solo por la aparición de una religiosidad popular distinta al catolicismo sino también porque esta nueva religiosidad popular implica una ruptura con las tradiciones católica y protestante, en un momento claramente conservador y de derecha. Es decir, vivimos un momento conservador que se expresa en una nueva religiosidad imperial. No es extraño que Donald Trump haya dicho: “En Estados Unidos no adoramos al gobierno, adoramos a Dios”.
Un ejemplo de este post cristianismo es la iglesia de los mormones, una religión “auténticamente norteamericana”, como diría Harold Bloom. Su nacimiento, como religión y pueblo, se pierde en el tiempo: antiguos cristianos “viajan” a lo que hoy es EEUU, llamada también la “tierra prometida”; Cristo los visita en América luego de su resurrección; pelean entre ellos y que antes de extinguirse como pueblo, uno logra escribir lo que siglos después será descubierto y “traducido” por su fundador en el siglo XIX, Joseph Smith: el libro de los mormones. El parecido con el mito de Estados Unidos como un país y pueblo “bendecido por dios”, con la misión universal de restaurar la “religión verdadera”, no es una simple coincidencia.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, como se conoce a los mormones, se considera como la única iglesia verdadera y la única restaurada por Jesús en sus últimos días. Su triunfo, en ese sentido, será el fin de la llamada “apostasía”, tema muy caro para las corrientes de los llamados cristianos seguidores del restauracionismo como son, además de los mormones, los Testigos de Jehová y los Estudiantes de la Biblia. Por eso afirmo que vivimos en un mundo post cristiano en el cual cada grupo inventa su propia historia, su propia teología y su propia religión, rompiendo con las tradiciones y las instituciones históricas, y uniéndose a una visión conservadora del mundo. Vivimos un momento conservador revestido o camuflado por la religión. Es, además, el mito que legitima el carácter religioso imperial de los EEUU. Es el mundo de Donald Trump, Mike Pence y Mike Pompeo. No por casualidad Mike Pence les ha dicho a los venezolanos: *“Venezolanos que aman la libertad: sepan que ustedes no están solos. Ustedes están con el apoyo y las oraciones del pueblo americano y de las naciones aquí reunidas. Mientras ustedes defienden la libertad, ustedes también van junto con la gracia del Autor de la Libertad, que dijo: ‘¡Coraje! ¡No tengan miedo! Y ustedes verán la liberación que el Señor traerá. Donde el Espíritu de Dios está, hay libertad”, *para luego añadir, como le gusta decir a Trump: “todas las opciones están en la mesa”. Solo queda decir amén.