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Cultura

Posteo en instagram, luego existo

Una entrevista con Martín Rodríguez Gaona

Posteo en instagram, luego existo
Tapa del libro de Martín Rodríguez-Gaona, publicado por la editorial Páginas de Espuma. Fotografía: La Plebe

La poesía es un oficio ingrato, escuché decir a un poeta de los noventas. Además, es un trabajo que requiere dedicación para su ideación, producción y lectura. Algunos poetas suelen acompañarse del silencio o la meditación, algunos esperan la epifanía, mientras que otros van en busca del éxtasis. En los últimos años, la búsqueda parece haberse trasladado a plataformas como Instagram, Facebook y Youtube, donde prima la inmediatez y la interacción potencial con millones de lectores virtuales. Allí se fue acuñando una forma de expresión casi indesligable del afán de protagonismo característico de las redes sociales. Luna Miguel, Marwan, Irene X o Elvira Sastre, son algunos de los nombres de estos poetas nativos digitales o millenials cuya performance en línea se aparta de la lógica de la trascendencia literaria y pone entre paréntesis la profundización en el trabajo escritural y en el lenguaje, su materia. Martín Rodríguez-Gaona -poeta, traductor y crítico peruano radicado en España- puso atención en el pantallazo y emprendió la tarea de deshilvanar las expresiones escritas de este grupo de jóvenes que han hecho de las ventas su mejor argumento para reclamar un lugar en la ciudad letrada global. Conversamos con Martín sobre su libro “La lira de las masas. Internet y la ciudad letrada: una aproximación a la poesía”, con el que ganó en 2018 el X Premio Málaga de Ensayo.

José Carlos Picón: “La lira de las masas” es un título que bien podría haberse usado para un volumen de poesía popular obrera. Pero las masas a las que te refieres son las de la popularidad que propician las nuevas tecnologías. ¿Qué es lo que distingue esta forma de escribir y de presentar textos poéticos?

Martín Rodríguez-Gaona: El auge de una escritura electrónica y masiva que intenta proyectarse a lo poético representa la eclosión de una vanguardia populista, amparada en la revolución tecnológica que consolidó la globalización. Esta manifestación, que ha generado un nuevo tipo de público y va consolidando lenguajes transmediales, ya no puede ser elitista, rupturista, experimental, utópica o centrada exclusivamente en el libro impreso. La radicalidad del fenómeno cuestiona nociones como la calidad o la trascendencia de las obras. Esta es la particularidad que la separa de escrituras y propuestas del siglo XX.

JCP: Lejos de desacreditar este discurso nuevo lo aceptas y lo valoras como una forma de expresión.

MRG: Acepto y analizo ese discurso, pero no avalo todas sus manifestaciones. La obra de los poetas nativos digitales es muy amplia y variada, por una cuestión de mero crecimiento demográfico, aunque ha tenido repercusión mediática e internacional en nuestro idioma sólo aquella más comercial y simplificada, precisamente la que se apoya decididamente en lo extra literario: la autorrepresentación iconográfica, los nichos comerciales de generación y género, su dependencia de los valores de la industria del entretenimiento, etc. En breve, la visibilidad y el éxito se reservan para quienes aceptan ser parte de lo que Vargas Llosa llama la civilización del espectáculo.

JCP: ¿Qué caracteriza a esta nueva escritura que se desenvuelve en soportes digitales?

MRG: Algunas categorías fundamentales serían: la inmediatez, la interactividad y la la oralidad electrónica, un concepto clave definido por los peruanos Juan Biondi y Eduardo Zapata. También la naturaleza transmedial de sus manifestaciones, integradora de distintos lenguajes, la autorrepresentación y la extimidad virtual, vivir de cara a lo público; el liderazgo femenino en las comunidades poéticas, la aceptación de lo efímero y, finalmente, la voluntad del propio autor en convertirse a sí mismo en un espectáculo y una marca.

JCP: Hay mucho de eslogan en estas escrituras ¿no?

MRG: Eso sucede en la poesía pop tardoadolescente, la más exitosa a nivel comercial, y responde a diversos factores, como la brevedad inherente a formatos como Facebook, Twitter o Instagram, el culto a la personalidad derivado de la interacción entre celebridades y sus seguidores, como la mayor aceptación de quienes son carismáticos o atractivos iconográficamente, pero sentimentales y sencillos en su discurso. Finalmente, la propia superficialidad y la erosión de la memoria cultural que propugna internet a través de la hegemonía de la hiperactualidad.

Archivo La Plebe

Archivo La Plebe</em>

JCP: En el ensayo mencionas cierto rasgo amateur en la poesía escrita por millenials y nativos digitales. ¿Es una forma de decir que los nuevos soportes democratizan la publicación de textos de corte poético, dando la sensación de que quien lo hace es ya un poeta?

MRG: Democratizar la poesía todavía es una meta, porque requiere promover la complejidad de la lectura tradicional, individual, concentrada y silenciosa. Es decir, fomentar la lectura y la escritura de poesía como expresión abstracta, formal e histórica, lo que, de otra parte, es la única manera de que el mercado editorial respete el patrimonio cultural de tradiciones independientes y consolidadas como la peruana. Lo que internet ha masificado es el interés por la poesía como evento y al poeta en su función social, representativa, pero sólo como un remedo del star system mediático.

JCP: Lo amateur ha estado también presente en otras subculturas, como el punk. ¿Encuentras alguna relación o paralelo?

MRG: Si la meta fuese la destrucción de la cultura, el no future, la poesía pop tardoadolescente puede ser más efectiva. Pero el gran matiz está en el contexto histórico, pues, a diferencia de dadá y el punk, estas manifestaciones, desde su aparente espontaneidad y neutralidad, son totalmente funcionales al sistema político y económico. Sabemos que otras estéticas juveniles fueron absorbidas, pero ahora ya nacen asimiladas.

JCP: También sostienes que lo que se hace más visible es el gesto y la pose por sobre la calidad literaria ¿Qué lo hace posible?

MRG: Esto responde al predominio iconográfico en internet, y a la voluntad de algunos poetas nativos digitales de crear una autorrepresentación que los constituya en una marca y les permita ser captados por el mercado. Este requerimiento de visibilidad propiciado por el entorno electrónico se transforma en una característica de la sensibilidad millennial, la normalización de la competitividad y de la espectacularidad. Asimilados y compartidos estos valores, la ambición formal y el trabajar con la tradición representan un lastre, pues dificultan la asimilación y la transmisión de las obras.

JCP: Es donde entra a tallar el mercado en este fenómeno… Se trata de poetas que tienen vendidos varios miles de ejemplares…

MRG: Desde este nuevo paradigma, relacionado también con los 15 minutos warholianos y los reality shows, el objetivo fundamental es convertirse en una celebridad: todo lo demás se torna secundario. Así, el ser un bestseller resulta más importante que la calidad de la escritura. Y esto se ha dado, aquí la novedad, incluso en un sector antes minoritario como la poesía. Como productos editoriales estos libros no difieren de otros firmados por YouTubers o personajes mediáticos. Pese a su caducidad inducida, son muy nocivos, pues marginan propuestas poéticas más solventes, de todas las generaciones, y, además, promueven una sensibilidad y unas prácticas incompatibles con la poesía entendida como patrimonio cultural.

Archivo La Plebe

Archivo La Plebe</em>

JCP: ¿Crees que de alguna manera la poesía escrita como arte, con profundidad y trabajo, llegó a su final?

MRG: Eso podría suceder sólo si la ciudad letrada continúa en su pasividad frente al fenómeno. Es decir, si escritores, periodistas, editores literarios y autoridades siguen avalando esta producción que pretende que la literatura sea, por definición, a nivel global, simplemente otra rama de la industria del entretenimiento. Esto es particularmente peligroso en países como Perú, en los que, pese a tener una gran tradición literaria, su industria editorial está aún en vías de consolidación.

JCP: En comparación con la poesía escrita y leída hace 40 o 50 años, ¿cómo se ha transformado el proceso de escritura y lectura dentro del fenómeno que exploras en “La lira de las masas”?

**MRG:**Me parece que una clave está en los lenguajes transmediales, en la posibilidad de explotarlos desde una sensibilidad plenamente poética. Es decir, un estudio y una actualización de ciertas prácticas de las vanguardias históricas, pero sin pretensiones ingenuamente experimentales o rupturistas, asumidas ya como una tradición, pero con un afán comunicativo, a la búsqueda de un público. En este punto, la tradición peruana tiene una gran ventaja, pues existen antecedentes en las propuestas interdisciplinarias de Eguren, Eielson, Luis Hernández e, incluso, en las prácticas comunitarias y publicitarias de Hora Zero. Pero, por supuesto, todo esto sería factible después de lo primordial: saber leer y escribir poesía.

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