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Los conservadores

Manos duras e invisibles

Libre mercado, liberalismo y conservadurismo en la Historia del Perú

Manos duras e invisibles
Clepsidra vacunomanual | Collage de Ivo Urrunaga

Primeros liberales: Preocupación por la inclusión, límites de fe

El 28 de julio de 1821, el mismo día que San Martín declaraba la Independencia del Perú,* La Gaceta* publicaba lo siguiente: “¡Gracias a Dios que ya no pertenecemos a semejante nación! La religión va a refugiarse en nuestros países, esto sólo bastaría para justificar la Independencia que proclamamos hoy…”. Era un alivio haberse separado de esa irreverente España liberal, secularizadora y promotora del matrimonio civil, la abolición de festividades católicas, etc.1 Incluso los liberales peruanos tomaron distancia de esas posiciones.

Lo que sí mostraron esos primeros liberales fue determinación por tratar de asegurar la legitimidad de la naciente república. Ante las difíciles circunstancias (conflictos por límites territoriales, Estado en bancarrota, etc.), plantearon fórmulas inclusivas que permitieran el sufragio y la elección de electores analfabetos en parroquias indígenas.2 Ello hizo posible que fueran elegidos al congreso representantes de apellidos quechuas: Justo Sahuaraura, José Domingo Choquehuanca, Mariano García Pumacahua e Ignacio Quispe Ninavilca. Estos apellidos pronto desaparecerán del Congreso.3

Este primer liberalismo tuvo menos éxito en lo económico, pues entre los caudillos de la época predominaba una tendencia nacionalista.

A mediados del siglo XIX, se va dando un giro gradual entre los liberales y la clase política en general. El Estado y las elites se irán reconstituyendo, mejorando la infraestructura y el aparato estatal, lo que permitió en 1854 prescindir del tributo indígena. Al mismo tiempo, se intensificaban los conflictos por las tierras en los Andes. El tema de la inclusión política de los indígenas (cada vez menos política y más simbólica) fue progresivamente dejado de lado. La preocupación por consolidar la civilidad y valores republicanos se mantuvo como un vaso comunicante entre liberales de inicios de la república y posteriores como Manuel Pardo.4 En todo caso, en la segunda mitad del siglo XIX, el énfasis se trasladó al “progreso”. Después de la Guerra del Pacífico, predominó el positivismo, en no pocos con sesgo racista.

El liberalismo político, inclusivo a favor de las mayorías indígenas, devendría en contestatario en la segunda mitad del siglo XIX. Dos figuras claves, Juan Bustamante, fundador de la Sociedad Amiga de los Indios, quien terminó cruelmente asesinado al sumarse a una rebelión indígena en Puno; y Manuel González Prada, cuyo liberalismo anticlerical se transformaría en anarquismo.

Consideradas otras vertientes, más alejadas aún de la política oficial, fueron mujeres defensoras de sus derechos, y contra la influencia “perniciosa” de la Iglesia Católica: Mercedes Cabello y Clorinda Matto de Turner.5Ésta última, también indigenista.

Primera constante: el conservadurismo social

Una constante en el pensamiento liberal peruano del siglo XIX fue su tibio anticlericalismo (cuando lo hubo). Es decir, tibieza frente a la jerarquía eclesial y sus prerrogativas, así como sus disposiciones sobre la familia, el matrimonio y las relaciones de género. Por supuesto, salvo destacadas excepciones, como Francisco de Paula González Vigil y el ya mencionado González Prada.

En otros países como Colombia y México, los liberales tuvieron una posición más marcadamente anticlerical. No tuvimos a un Melchor Ocampo o un Benito Juárez, quienes en México desamortizaron y nacionalizaron propiedades de la Iglesia Católica y aprobaron en 1853 una temprana ley sobre el matrimonio civil.

En el Perú, la primera ley sobre matrimonio civil se aprobaría recién en las postrimerías del siglo XIX, en 1897, pero sólo para quienes no profesaban la religión católica. Su aprobación se concretó con la oposición de la jerarquía católica, además del propio presidente, Nicolás de Piérola. Lo curioso es que Piérola, a pesar de su profundo catolicismo y de estar casado, prácticamente convivió con otra persona desde la década de 1860 hasta su muerte. No fue sino hasta 1930 que se decretó la obligatoriedad del matrimonio civil.6

El conservadurismo social se resistió a los cambios profundos de Lima y otras ciudades del país. Entre mediados el siglo XIX e inicios del XX Lima se transforma por la cada vez más intensa migración interna. Al mismo tiempo, producto de las estrictas normas sociales, se mantuvo el bajo nivel de nupcialidad.7 Como consecuencia, en la capital, durante el siglo XIX y hasta inicios del XX, era más probable nacer fuera del matrimonio y ser considerado “ilegítimo”. En efecto, hasta 1915, el porcentaje de niños ilegítimos, en promedio, superaba el 50%. En 1931 llegaba a 45.6%.8

En su libro, “Ilegítimos. Los retoños ocultos de la oligarquía”, Omar Gonzáles y Carlos Guerrero presentan algunos casos al interior de familias de la élite durante la República Aristocrática. Citando a Francisco García Calderón, el autor señala que la “religión de autoridad y no de espíritu” terminó siendo la contraparte de una “flexibilidad moral”.9

Esa misma elite, estricta en la defensa de la “honra” de la familia y la devoción religiosa, alentaba firmemente un liberalismo de mercado que beneficiaba el modelo exportador de materias primas.

Segunda constante (con intermitencias): el librecambio

Mediados del siglo XIX constituye un punto de quiebre. Gracias al boom guanero, se reconstituyen del Estado, la elite limeña y la de algunas regiones. Asimismo, a pesar de que en el siglo XIX hubo una “tradición contra liberal” o crítica al librecambio10 (el joven Manuel Pardo de Estudios de la provincia de Jauja, por ejemplo), en la década de 1850 se irán imponiendo, a pesar de algunas fluctuaciones, los impulsores del laissez faire. Así, para el siglo XX, como manifestara Gootenberg, “el Perú se hizo legendario por tener la economía más abierta entre las más importantes de América Latina y uno de los regímenes políticos más cerrados”11

De este modo, en las décadas de 1930-60, mientras varios países de la región apostaban por la industrialización por sustitución de importaciones, el Perú terminaría tomando un camino distinto.12 Durante el gobierno del general Odría (1948-1956) la misión Klein consolidaría la línea liberalizadora del mercado. Como señala Gonzalo Portocarrero,13dadas las presiones de los exportadores y medios como La Prensa de Pedro Beltrán, el librecambio ya tenía ganada la batalla previamente.14

Así, según Thorp y Bertram, la economía peruana* "desde 1948 hasta fines de la década de 1960 fue un excelente ejemplo, en Latinoamérica, de aquel sueño de los economistas del desarrollo ortodoxo: un sistema orientado por las exportaciones (…) en el que la intervención y participación estatales eran mínimas”.*El capital extranjero entraba y sacaba sus beneficios prácticamente sin restricciones.15 El quiebre sería dado por el gobierno militar de Velasco.

Posteriormente, el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) desarrollaría las bases de una economía neoliberal. Reformaría el Estado, mínimo, más eficiente en acotadas funciones, y no empresario, al mismo tiempo que se abría y daba beneficios al capital extranjero, en un contexto de autoritarismo político.

Librecambio, exclusión política y centralismo

La República Aristocrática, que apostó por un modelo exportador, se inició con nuevas reglas políticas: la exclusión del derecho al sufragio a las mayorías analfabetas en 1896. Después de décadas, el proyecto conservador de Bartolomé Herrera y la Constitución de Huancayo lograba la victoria.

Aquella reforma configuraría la política peruana hasta 1979, ampliando las distancias entre la “política oficial” y las mayorías, especialmente indígenas. Si en 1931 Lima constituía el 26% de la población electoral del país, en 1963 representaba el 39% (con 19% de la población total).16En ese año, en Apurimac, Huancavelica, Ayacucho, Puno y Cusco, su electorado no alcanzaban el 10% del total de habitantes.17

A la exclusión electoral se sumaría, como recurso con el surgimiento de los partidos de masas (APRA y Partido Comunista), la ilegalización de estos y la persecución de sus dirigentes. En los 60, cuando el APRA pudo competir de nuevo en elecciones, ya había dejado atrás varias de sus demandas iniciales, como la reforma agraria.

La exclusión política reforzó una tendencia al centralismo económico. El voto de la población rural, así como de departamentos de la sierra y selva se redujo drásticamente, pasando a ser irrelevante en algunos casos. Ello tendría un impacto en decisiones de políticas públicas. Como señalan Carlos Contreras, Rosemary Thorp y Maritza Paredes, “el resultado de todo el período que corre entre las décadas de 1920 y 1960 fue un continuo descuido institucional de la sierra, excepción hecha de los centros educativos y entidades encargadas (…) [del] orden”.18Los gobiernos autoritarios de Leguía y Odría habrían reforzado aún más el “centralismo del modelo”19

A fines de la violenta década perdida de los 80 y frente a la estatización de la banca durante el gobierno de García, una nueva opción liberal surgiría: el movimiento Libertad, liderado por Mario Vargas Llosa, que conformaría luego el FREDEMO. Pronto, con Fujimori en el poder, la mayoría de dichos liberales se decantaría a favor del proyecto autoritario y promotor del libre cambio.

Así, la mano (invisible) del libre mercado fue conducida, cada vez que fue necesario, por la mano dura de los gobiernos autoritarios. Paradojas liberales. En general, en la Historia del Perú ha predominado un conservadurismo de la mano con la defensa del libre cambio.

Liberalismos frente a fundamentalismos en el siglo XXI

Durante los años 60, en la Iglesia católica de América Latina empezaron a escucharse voces divergentes en materia social. La Teología de la Liberación y la opción preferencial por los pobres se extenderían sobre todo entre los jóvenes.

Años más tarde, Juan Pablo II aplicaría un cambio radical, de freno a aquellas tendencias. El nombramiento de Monseñor Cipriani como Arzobispo de Lima en 1999 no fue un hecho fortuito. Sentando las bases de lo que aquel Papa llamaría Nueva Evangelización, el entonces Monseñor Ratzinger haría un giro en la Doctrina Social de la Iglesia. Eran los tiempos de reacción frente a las Conferencias de El Cairo y Beijing, a las posiciones feministas, frente a los cuales se reacciona acuñando el término “ideología”20para aquella perspectiva de género.

Paulatinamente, las Iglesias evangélicas irán ganando terreno, configurando un nuevo conservadurismo religioso, acaso más radical que el católico. #ConMisHijosNoTeMetas es la expresión de esa tendencia, radicalmente “antigénero”.

Grupos políticos conservadores de la región, afines al liberalismo económico han tenido convenientes acercamientos a aquellas posiciones. Como hemos visto, en el Perú es sólo otra versión de la relación constante entre defensores de librecambio y conservadurismo social.

En América Latina ya existe una derecha que se muestra liberal no sólo en lo económico, son también frente a los derechos civiles (a favor del matrimonio igualitario, por ejemplo).21 Sin embargo, también hay países como Brasil o Perú donde persiste y predomina un liberalismo económico divorciado del liberalismo social, a la vez que ambiguo frente a la democracia liberal. Una “derecha tradicional” que, como Bolsonaro o el fujimorismo, levanta la bandera de la libertad económica al mismo tiempo que cuestionan las libertades sexuales y reproductivas de mujeres y los derechos de la comunidad LGTBI.

Frente a esas posturas, nuevos líderes que se han reconocido liberales (Alberto de Belaunde, Gino Costa, Salvado Del Solar) han asumido la lucha a favor de los derechos civiles, particularmente de aquellos grupos. El reto de este liberalismo consistirá en recuperar las tradiciones libertarias e inclusivas del liberalismo peruano y proponer un centro derecha, frente a la alternativa del libre cambio ortodoxo excluyente y socialmente conservador que ha predominado en nuestra Historia.

Footnotes

  1. Tomado de Bonilla, H., Metáfora y realidad de la Independencia en el Perú. Lima, IEP, 2001, p. 33.

  2. Del Águila, Alicia, La ciudadanía corporativa. Política, constituciones y sufragio en el Perú. Lima, PUCP, 2013. Se diseñaron fórmulas electorales “corporativas” (requisitos alternativos múltiples) y mecanismos de “discriminación” positiva a favor de los indígenas (exceptuarlos del requisito de saber leer y escribir).

  3. Idem, p. 96

  4. Ver McEvoy, Carmen, La Utopía republicana: ideales y realidades en la formación de la cultura política, 1871-1919. Lima, PUCP, 1997

  5. Cárdenas, Mónica, “El feminismo liberal en el Perú decimonónico: Manuel González Prada y la generación de escritoras de 1870”, Amerika, 7/2017.

  6. Sobre el matrimonio civil, ver Ramos, Carlos, Historia del Derecho Civil Peruano, siglo XIX y XX, t. V “Los signos del cambio”, Vol 2, Las Instituciones. Lima, PUCP, 2006.

  7. Del Águila, Alicia, “El amor en tiempos de cambio: ilegitimidad, etnicidad y ‘amatrimonialidad’ en Lima (1850-1920)”, en Rosas, Claudia ed., Mujeres y género en la Historia del Perú. Lima, PUCP, 2019, p. 285-286.

  8. Idem, p. 274-275. En 1908 Buenos Aires presentaba una tasa de ilegitimidad de apenas 14%; Santiago de Chile, 37% y México 35%. Fenómenos como las guerras elevaron las tasas de ilegitimidad (el caso extremo, Asunción, que llegó a más del 80%). En Lima encontramos un persistente alto nivel de ilegitimidad durante casi un siglo (1841-1931).

  9. Ilegítimos. Los retoños ocultos de la oligarquía. Lima, MN Editores, p. 90

  10. Gootenberg, Paul: Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú postcolonial, Lima, IEP, BCRP, p. 289.

  11. Idem, p.290

  12. A decir de Carlos Contreras, en el siglo XX, políticas de industrialización por sustitución de importaciones apenas se habrían dado “tímidamente en los años cincuenta, durante el gobierno de Manuel Prado, y más abiertamente, durante los setenta, en el gobierno militar (…)”. Contreras, Carlos, “Introducción”, Compendio de Historia Económica del Perú, t. 5, Lima BCRP, IEP, p. 12

  13. De Bustamante a Odría. El fracaso del Frente Democrático Nacional 1945-1950. Lima, Mosca Azul Editores, p.1983, p.195-196.

  14. En paralelo con una importante obra pública.

  15. Perú 1890-1977. Crecimiento y políticas en una economía abierta. Lima, Mosca Azul/Fundación Friedrich Ebert, Universidad del Pacífico, 1985, p.311

  16. Del Aguila, Alicia, “Participación electoral indígena y cuota nativa en el Perú: aportes para el debate”, en Del Aguila, A. y M. Suito Eds. Participación electoral indígena y cuota nativa en el Perú. Lima, JNE, IDEA, 2013, p. 31-32

  17. Idem, p. 29

  18. Contreras, Carlos, Rosemary Thorp y Martiza Paredes, “El enraizamiento de la desigualdad regional”, en Thorp, R. y M. Paredes, La etnicidad y la persistencia de la desigualdad. Lima, IEP, 2011, p.147.

  19. Idem., p. 146

  20. Sara Garbagnoli, “Against the Heresy of Inmanence: Vatican´s ´Gender´ as a New Rhetorical Device Against the Denaturalization of the Sexual Order. Religion & Gender, vol 6, N°2 (2016).

  21. En Chile, por ejemplo. Tomo esta observación de Max Cameron (conversación en IDEHPUCP, 2018).

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