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Los conservadores

El temperamento conservador: Una sensibilidad fracturada*

El temperamento conservador: Una sensibilidad fracturada*
Neonun | Collage de Ivo Urrunaga

En recuerdo y gratitud a César Ramos (1963-2017)

El pensamiento, o talante, conservador tiene una gran matriz que llamo ‘orden tutelar’, de la cual salen sus modelos de autoridad, dispositivos tutelares que señalan que los garantes del orden social y político son las fuerzas armadas y la iglesia católica.1 Si bien esto es más que evidente en la historia política latinoamericana, y con algunos matices sigue vigente hasta hoy, la cuestión de la autoridad generalmente ha sido poco tomada en cuenta en nuestras ciencias sociales, a diferencia del poder.

Las razones de este descuido son múltiples. Ahora me interesa señalar que autoridad y poder son considerados sinónimos, casi términos intercambiables. Una confusión muy propia de los razonamientos estructurales que pretenden explicar la realidad a partir de 'lógicas subyacentes' o, en un reduccionismo atenuado, de los 'poderes fácticos', donde la realidad de todos los días no pasa de ser una engañosa apariencia. El asunto es que lo definitorio de la autoridad es su carácter visible. No puede sustraerse al universo de los símbolos. Por ejemplo, la embajada norteamericana puede ser un elemento muy poderoso, o el gremio de grandes empresarios, por mencionar un par de entidades que típicamente pasan por ‘poderes fácticos’. Pero su espacio es el de la fuerza, antes que el de la autoridad, esto es, de la comunicación, o el reconocimiento, como a veces se le llama. Las disputas por la autoridad se ubican en el terreno de las comunicaciones, de los gestos que abren nuevos significados o que los clausuran.

Las formas de celebrar asambleas o realizar mítines y movilizaciones parten de símbolos con una gran capacidad de condensación. Pueden ser materialmente explícitos, como es el caso de los chalecos amarillos en Francia, o los paraguas en Hong Kong, como pueden ser reacciones contra puntuales denuncias de corrupción como en Beirut o San Juan, en Puerto Rico. O reacciones ante medidas económicas que son experimentadas como ‘la gota que rebalsa el vaso’, como en Quito y Santiago.

Si bien en Ecuador se trató de una reacción ante una súbita supresión de subsidios a los combustibles, el aspecto más destacado fue la presencia de movimientos apelando a una identidad étnica; en el escenario chileno el detonante fue un leve aumento de los pasajes en metro. Lo que empezó como una protesta de escolares, en cuestión de días se convirtió en una crisis nacional. Lo común de estos casos es una búsqueda más o menos explícita de nuevos modos de autoridad.

Para las concepciones platónicas del poder, compartidas tanto por los neoliberales como la izquierda ‘jardinera’ -según la feliz imagen propuesta por Zygmunt Bauman-2 sería difícil entender qué ‘ideología’ está simbolizada en un paraguas o en un chaleco amarillo. Siempre en busca de una 'lógica oculta' que ordena las cosas, a esta forma de pensar no le queda más que la perplejidad sobre la relación entre la supresión del subsidio a los combustibles y las identidades étnicas, o la aparente desproporción entre un alza mínima del pasaje y pedir la renuncia de un presidente.

En esta ocasión quiero proponer una distinción al interior de la matriz señalada y algunos cambios importantes en estrategias político-culturales. Es el paso de vanguardias/élites que se asumieron siempre estar un paso adelante y por encima del resto del mundo social, a un mundo donde la tortuga de Zenón es inalcanzable para Aquiles. El mundo de las costumbres que cotidianamente reelaboran la realidad, de una manera lenta pero constante, siempre resulta inalcanzable al Aquiles de las ideas lógicamente estructuradas. En diversos escenarios actuales, los movimientos políticos parecen más bien un homenaje a la paradoja de Zenón. La velocidad de las vanguardias o las alturas de las élites tienen un rasgo en común: su discurso ‘nunca acierta’.

La ciudad y la cultura moderna: vanguardias y élites

La aparición de la ciudad moderna tuvo distintos tonos e intensidades en cada región. En el Perú, el siglo XX trajo singularidades que merecen ser destacadas. La más importante se refiere a un horizonte cultural donde el surgimiento de ideales de modernización propios de las economías de mercado coincide en el tiempo con la aparición del horizonte arqueológico como parte de la imaginación nacional. Destacaron tanto los encantos de la luz artificial y los vehículos motorizados como la aparición de una realidad mucho más antigua en el hasta entonces ‘país de los incas’. En su sensibilidad más inmediata, el pensamiento conservador entendió este proceso en términos dicotómicos: indios y criollos como naciones aparte,3 aunque elaboró una ideología del mestizaje, que justamente sirvió como un valioso elemento de autoridad. Pero lo más interesante estuvo en el terreno de las vanguardias artísticas y políticas.

A diferencia de lo que pretendía el discurso conservador, el Perú como una homogénea síntesis mestiza, las vanguardias propusieron una suerte de mutua alimentación entre el discurso moderno ‘recién llegado’ y los saberes establecidos en las culturas populares. Probablemente la revista “Amauta” fundada por Mariátegui representó de manera ejemplar esta confluencia entre una república de ciudadanos modernos con ideales revolucionarios y lo que podríamos llamar las legitimidades antiguas, las que persistieron pese a todos los esfuerzos de evangelización.4

Si hoy en día apareciera una revista con ese nombre, difícilmente estaría asociada con una mirada dirigida a los acontecimientos e ideas de actualidad. Si el nombre es andino, tendría que estar referido a una particularidad, sea 'la cosmovisión andina', la 'epistemología otra' o la 'poscolonialidad, por supuesto. Pensamientos del atardecer, en suma. Lo más opuesto al alma matinal. En mi opinión, el punto de vista de Mariátegui en este sentido era claramente perspectivista, en la acepción nietzscheana:5 la realidad consistía en reunir perspectivas que parecían ser mutuamente ajenas e incorporarlas a un discurso de vanguardia, revolucionario.

Esta confluencia de modernidad política y legitimidades antiguas no tuvo lugar solamente en el Perú. México fue otro escenario de elaboraciones culturales y políticas similares, aunque con el enorme factor a favor de los años revolucionarios de entonces. Una reciente exposición en el Museo de Arte de Lima mostró como Ciudad de México, Buenos Aires y Lima fueron centros de irradiación de estas vanguardias culturales y con dimensión política en los años veinte del siglo pasado.6 En la actualidad, Ciudad de México y Buenos Aires siguen en el mapa cultural. La pregunta inescapable es ¿qué pasó con Lima? ¿Por qué dejó de aparecer en el mapa de las vanguardias?

Los primeros años de la década del 30 fueron el punto de partida de una Edad Media cultural y política que duró cuarenta años, incluyendo el cierre de la Universidad de San Marcos por Sánchez Cerro en 1932, hasta 1935. La vanguardia política y cultural prácticamente desapareció. Su lugar fue ocupado por un pensamiento propiamente reaccionario que hizo gala de un hispanismo desvergonzado y de un tradicionalismo impostado, que es de la máxima importancia para la comprensión del temperamento, que no pensamiento, de la derecha política.

En esto los conservadores ‘históricos’ del siglo XIX como Bartolomé Herrera no cuentan mucho. No hubo una escuela de pensamiento conservador que fuera una especie de hilo conductor ideológico desde la fundación de la República y que cristalizara finalmente en los años treinta del siglo pasado. Si tal hubiera sido el caso hoy tendríamos una sociedad de costumbres conservadoras y creencias tímidamente liberales. Más bien ahora tenemos costumbres que están varios pasos más adelante de las creencias. En mi opinión esta sería la tarea política central en la actualidad: traducir las costumbres reales de la vida diaria en discursos que permitan ampliar sus alcances. Dicho de otro modo, la formación un conjunto de creencias que guarden sintonía con lo que ya se está haciendo.

La historia como pasado o como prolongación de trayectorias

Propongo esta interpretación: los hallazgos arqueológicos en la costa y en especial los realizados por Tello en Chavín sentaron las bases para imaginar de una manera completamente distinta el pasado peruano. En el territorio peruano habían florecido varias sociedades y estados (hasta ahora mal llamadas ‘culturas’) con sofisticados niveles de organización que difícilmente podían asociarse a la ‘barbarie’, un término entonces usado para referirse a organizaciones sociales muy precarias. No se ha reparado aún en la tremenda complicación que esto representó para elaborar un discurso conservador. En todas partes, ni se diga del caso europeo, la piedra angular del pensamiento conservador es reivindicar la antigüedad, la ‘tradición’. Se supone que conservan lo antiguo porque la continuidad en sí misma es algo valioso. Pero el horizonte arqueológico cambió de raíz el sentido de la temporalidad. Puso en cuestión el relato fundacional del mestizaje, que imaginaba la colectividad peruana como un afortunado encuentro de nobles incas y conquistadores, y establecía un corte drástico entre un antes y un después. El saber arqueológico sentó las bases para entender la colectividad que formamos en términos de continuidades y que se hacen cada vez más extensas con el hallazgo de los restos en Caral, al norte de Lima. El punto clave es que esos cinco mil o más años de historia no son en primer lugar un pasado histórico, sino una continuidad. Está hecha de distintos momentos de conjunción entre voluntades políticas y conocimiento, como lo muestran las obras de ingeniería de regadío y de caminos que han soportado muy bien la prueba de los siglos.

No es infrecuente que una sutil manera de ejercer el olvido sea pasar a primer plano otro recuerdo que ponga en hibernación la memoria de lo que puede ser perturbador en el presente. A ese particular dispositivo Freud lo llamó ‘recuerdos encubridores’.7 No son fantasías, ni meras invenciones; se recuerdan acontecimientos o procesos que efectivamente sucedieron para encubrir otros acontecimientos que pueden venir acompañados de emociones incómodas o dolorosas. El hispanismo desaforado y el gamonalismo no menos desvergonzado de los años treinta en adelante es en parte una reacción contra las vanguardias políticas de la época, el aprismo y el comunismo, pero diría que sobretodo funcionó en nuestra cultura pública como un recuerdo encubridor de continuidades que ponían directamente en cuestión ese mestizaje ideal inca-español. En la arquitectura incluso desaparece el más bien sobrio estilo republicano que es reemplazado por el estilo neo-colonial que pone como símbolo de prestigio los balcones coloniales estilizados, algo que todavía aparece en algunas construcciones.8

Probablemente esta configuración nos puede ayudar a entender la curiosa coexistencia entre diversas formas de discriminación anti india en las ciudades junto a la exaltación de un pasado presentado como ‘milenario’ a efectos de cultivar un atractivo turístico. Una sensibilidad fracturada, incapacitada para elaborar una dimensión integrada de la realidad. Es una debilidad prácticamente insalvable y que ha hecho de los recuerdos encubridores uno de los principales recursos para la elaboración ideológica.

Las vanguardias desaparecen de la escena tanto cultural como política, dejan de ser espacios de elaboración cultural y de novedad política. ¿Qué procesos de innovación ocuparon su lugar? El segundo gran cambio cultural del siglo pasado no provino de una nueva vanguardia. Se trató, y se trata de un proceso más amplio y que apareció antes que en el terreno de las ideas, en el terreno de las costumbres.

Del pasado épico a las creaciones cotidianas

Luego de ese momento de confluencia entre el horizonte arqueológico y las vanguardias artísticas y políticas y el entronizamiento de una fantasía colonial, de una antigüedad artificial para bloquear las continuidades históricas, se formó una estrategia de transformación político-cultural sustancialmente distinta.

Hasta ahora el gran ciclo de las migraciones internas ha sido entendido como un proceso de cambio social, a estas alturas imposible de negar. Las consecuencias en la elaboración de formas culturales y discursos políticos no han tenido empero una especial atención. La dificultad para una comprensión integral está en que las transformaciones tuvieron lugar en el terreno de los hábitos cotidianos antes que en el de las ideas. Las novedades en la vida social lentamente empezaron a dejar de ser un patrimonio de vanguardias o elites conservadoras. Nuevas costumbres trajeron consigo nuevas formas de reflexionar. Más que una nueva ideología apareció por así decir un nuevo lenguaje.9 En el lapso de dos generaciones, en la segunda mitad del siglo XX, se formó otra cultura y una nueva forma de elaborar ese punto de encuentro entre las necesidades y los deseos que usualmente llamamos política. Ahora sí había sitio para Vallejo en el Perú.

Un terreno de disputa fue el sentido social del tiempo ¿Quiénes eran los antecesores? ¿Los que eran parte de un pasado glorioso, inertes en monumentos y plazas? ¿o más bien quienes reivindicaban la continuidad de los antecesores en sus prácticas cotidianas? ¿Se trataba de un pasado quieto y controlado por el discurso de los historiadores y arqueólogos, las glorias del pasado para encubrir las miserias del presente? Unas miserias que se referían tanto a la pobreza como a la denigración cotidiana hacia quienes, en el siglo XX, no mostraban un especial interés en parecer occidentales decimonónicos. El ciclo de las migraciones internas generó una cultura que acaso por primera vez permeó al Perú entero. Una cultura distinguida por la continuidad y no por la repetición mecánica, la dimensión de una reelaboración constante, las generaciones que reciben la posta y continúan las creaciones.

El terreno de los quehaceres cotidianos se convirtió en el gran espacio de la renovación. En este aspecto el valor de la obra antropológica de José María Arguedas es de una importancia central. La formación del Instituto de Estudios Peruanos bajo el impulso de José Matos Mar fue una manera intuitiva de reconocer que había una nueva realidad en formación. Su manera de observar y entender la realidad está muy atenta a cómo las creaciones son la manera natural de mantener la continuidad. En tiempos más recientes la infatigable tarea que desplegó César Ramos, antropólogo y animador cultural excepcional destacó que el terreno de las hazañas claramente está en el presente. Los espacios urbanos, en especial Lima, la ciudad capital, fueron el escenario de esta nueva manera de generar significados culturales y demandas políticas.

Esta preeminencia de los hábitos sobre las ideas, por lo general es vista como una oposición excluyente, usualmente con los términos formalidad/informalidad. Las leyes no pretenden ser formadoras de hábitos sino muchas veces descarnados instrumentos de coacción y de eficacia limitada por lo demás. Es decir, quienes las formulan ni siquiera creen en ellas. Las leyes como pretensión de ideales normativos prácticamente ha desaparecido. La extensión de los casos de corrupción en parte corresponden a una mayor presencia de los medios de comunicación que ya no pueden pasar por alto incluso situaciones de corrupción tradicionales, como las derivadas del nepotismo. Pero la otra parte del problema es que los ideales morales están en permanente reelaboración desde los procesos de formación de la opinión pública, no necesariamente monopolizados por los conglomerados de medios de comunicación.

A diferencia de la contraofensiva conservadora que liquidó las vanguardias culturales desde la crisis de 1930, hoy en día el temperamento conservador en varios sentido se halla a la defensiva, no obstante el manejo ya no digamos influyente sino caprichoso de los medios de comunicación tradicionales. Las continuidades adquieren más peso que las rupturas. Por eso la obsesión persecutoria con la memoria del gobierno militar de Velasco (1968-1975). Se trata del dispositivo más a la mano para entender la realidad en términos de rupturas. Pudo ser otro. Porque sobre todo interesa representar la realidad como una fractura, pues se trata de una elaboración cultural a la defensiva donde ya no hay espacio para imaginar una realidad homogénea bajo su control y hegemonía. Lo importante es encontrar un símbolo que pueda representar esa sensibilidad fracturada. Su tragedia es bien representada en el manejo que tuvieron del proceso de migración y de urbanización desde mediados del siglo pasado: su propio sistema de creencias en torno a la naturalidad de la servidumbre les impidió reconocer los gestos emergentes que aparecían por doquier y la contraparte fue hacerles creer que nada había cambiado, que sigan sintiéndose dueños de una realidad que cada vez menos les pertenece.10

Curiosa situación, históricamente las vanguardias enfatizaron e idealizaron los momentos de la ruptura y más bien los conservadores destacaron el valor de las cosas antiguas y su continuidad. En los tiempos actuales la continuidad, la persistencia de quienes ‘siguen siendo’ encarnan el espacio de solidez y consistencia para las transformaciones más profundas.

El temperamento conservador se preparó política y culturalmente para hacer frente al viejo topo de la revolución, en el mejor de los casos, en un ánimo persecutorio incluso de la manera más literal, incluyendo en no pocas ocasiones la destrucción de imprentas a comienzos de siglo y la quema de libros en los años sesenta.11 Desesperado buscaba a un enemigo que se escondía y que amenazaba las formas tutelares de ejercer la autoridad. Pero el desafío no estaba oculto en las profundidades, sino ahí, apenas un paso adelante, y ha resultado inalcanzable. Lo más probable es que la negación de esta nueva configuración sea la característica dominante del pensamiento conservador. Una búsqueda de enemigos, al estilo del anticomunismo de guerra fría del presidente brasileño Bolsonaro, cuando el problema está en realidad en su constante y creciente rezago. No pueden alcanzar a la tortuga. Solamente les queda el desconcierto ante las poderosas transformaciones hechas de la reunión de infinitas modestas tenacidades.


(*) Agradezco las observaciones y comentarios de Teresa Cabrera Espinoza y José Manuel Salas a versiones previas de este ensayo.

Footnotes

  1. El Orden Tutelar. Sobre las formas de autoridad en América Latina. Lima, Desco, 2010.

  2. “Legisladores e Intérpretes. Sobre la modernidad, la postmodernidad y los intelectuales” trad. Cast. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. En este libro Bauman dice que la relación de la intelectualidad frente a la política y la cultura se puede simbolizar en las figuras del jardinero y del guardabosque. El primero quiere moldear el terreno de acuerdo a una determinada idea y se imagina como indispensable, pues sin jardineros no hay jardines. El guardabosque, por el contrario, no quiere imponer una forma al bosque, preserva su crecimiento y está atento a cualquier peligro que lo pudiera erosionar. Los primeros consideran sus ideas como si fueran leyes; los segundos se limitan a interpretaciones respetuosas. Casi está demás decir que la izquierda en el Perú tiene una tenaz vocación por la jardinería, saben mejor que nadie lo que el pueblo necesita.

  3. Un escenario especialmente revelador de este temperamento conservador que se prolongó al menos hasta el último tercio del siglo pasado fue la discusión sobre el derecho al voto a quienes vivían excluidos de la escritura. Me ocupé de ello en “La nación casi aparte. El debate sobre el derecho al sufragio en la Asamblea Constituyente de 1979”. En: Nugent, Guillermo. “Errados y errantes. Modos de comunicación en la cultura peruana” Lima, Ed. La siniestra, 2017 pp.141-178

  4. Valga la aclaración, eso de ‘todos los esfuerzos’ no pasa de ser un giro retórico, pues si la expresión tuviera un valor literal habría no uno o una sino varios santos indios, como es obvio, Era una evangelización lo suficiente para asegurar la obediencia pero de manera que siempre se necesitara la vigilancia colonial. La presencia tutelar. Recordemos que las ‘extirpaciones de idolatrías’ estuvieron presentes más de un siglo después de la colonización y en territorios que corresponden a la actual región Lima, es decir no muy lejos del centro del poder colonial.

  5. “No hay más ver que el perspectivista, ni más 'conocer' que el perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a los que dejemos hablar acerca de una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos, con que sepamos mirar a una sola cosa, tanto más completo será el 'concepto' que nos hagamos de esa cosa, nuestra 'objetividad'. Pero eliminar por completo la voluntad, retirar todos y cada uno de los afectos, aun cuando fuéramos capaces de hacerlo: ¿qué supondría eso?, ¿no sería castrar el intelecto? Genealogía de la Moral en: F. Nietzsche, Obras Completas. Volumen IV. Escritos de Madurez II y Complementos a la edición Madrid, Ed Tecnos ,2016 p.530

  6. Véase: Beverley Adams y Natalia Majluf (editoras). “Redes de Vanguardia. Amauta y América Latina 1926-1930”. Lima, Asociación Museo de Arte de Lima, 2019

  7. “A tales recuerdos que adquieren su valor por representar en la memoria impresiones y pensamientos de épocas posteriores, cuyo contenido se haya enlazado al suyo por relaciones simbólicas les damos el nombre de recuerdos encubridores”.S. Freud Los Recuerdos Encubridores en: Obras Completas . Madrid, Ed. Biblioteca Nueva Cuarta Edición 1981 T.I p.337

  8. Una importante excepción fue el caso de la agrupación Espacio, establecida en Lima en 1947, animada por Luis Miro-Quesada,’Cartucho’. Entre 1949 y 1951 publicaron la revista del mismo nombre, entre otras cosas muy crítica del estilo neocolonial que entonces predominaba en la arquitectura.

  9. Dewey indicaba que algunos cambios sociales, especialmente en el terreno de las normas, podían ser mejor entendidos como procesos similares a la formación del lenguaje: “Los hombres no planearon el lenguaje, no tenían el propósito consciente de lograr objetivos sociales cuando empezaron a hablar ni tampoco principios gramaticales y fonéticos anteriores, por medio de los cuales regular sus esfuerzos para comunicarse entre sí, estas cosas vienen después del hecho y son debidas a él. El lenguaje nació de balbuceos sin inteligencia, de movimientos instintivos llamados gestos y de la presión ejercida por las circunstancias, pero sin embargo, una vez que empieza a existir, es lenguaje y funciona como tal, No actúa para perpetuar las fuerzas que lo produjeron, sino para modificarlas y darles una nueva dirección”(cursivas mías GN) John Dewey: Naturaleza Humana y Conducta. México, Fondo de Cultura Económica, 2014 p.93

  10. Planteamientos en torno a esta idea los presenté hace algunos años en “Elencos ingeniosos. Que todo parezca igual para que todo cambie” en: Perú hoy . Lima, Desco,pp.3-35

  11. Juan Mejía Baca: “Quema de libros. Perú 67” Lima, Ed. Juan Mejía Baca, 1980. El autor, conocido editor además, muestra con detalle y respaldo documental el secuestro y destrucción de libros en la aduana. Se trataba de libros de autores marxistas y eso era motivo suficiente. Sucedió durante el primer gobierno de Fernando Belaúnde. El Ministro responsable directo de la acción, Javier Alva Orlandini llegó a ser años después presidente del Tribunal Constitucional (2002-2005).

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