Las universidades públicas peruanas según el Ránking QS
Situación y metas posibles
La empresa evaluadora británica Quacquarelli Symonds (QS) publica anualmente un ranking de las universidades latinoamericanas; el informe correspondiente al 2019 confirma la débil posición del Perú y el reto muy exigente que deben afrontar nuestras universidades públicas.
Considerando las 200 primeras universidades públicas y privadas de América Latina, apenas 8 son peruanas, mientras 66 son de Brasil, 28 de México, 26 de Argentina. Brasil es insuperable, le siguen, con menos de la mitad de menciones, México y Argentina.
Las peruanas referidas son encabezadas por la PUCP en el puesto 21, sigue la UPCH en el 70, la UNMSM en el 74, la UNI en el 128, la Pacífico en el rango 161 – 170 y luego la UNALM en el espacio de 171 al 180. La de Lima y la UPC comparten el tramo 181 – 190.
Las públicas en la región Andina
Con el ánimo de establecer una comparación más acotada puede seleccionarse la que llamaremos “Región Andina”, compuesta por Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Todos estos países participaron alguna vez del Pacto Andino o Comunidad Andina y se diferencian de Brasil y Argentina, países más grandes y con un PBI mayor.
Tampoco en este contexto el Perú se encuentra en ubicación preferente. Considerando las primeras 100 universidades públicas y privadas de la Sudamérica Andina, resulta que 35 son colombianas y 30 chilenas. Estos dos países constituyen un grupo aparte en los Andes. Perú no es precisamente el tercero, empata con Ecuador en 11 universidades; luego está Venezuela con 8 y cierra Bolivia con 5.
Mirando únicamente a las universidades públicas andinas, entre las 50 mejores Colombia tiene 17, Chile 14, Perú 7, Ecuador y Venezuela 5 cada una y Bolivia 2. En este mundo de las universidades públicas andinas, la UNMSM tiene el puesto 11, la UNI el 19, la UNALM el 26, la UNSA el 47, la UNSAAC, el 49 y la UNFV el 50; más adelante aparece la UNA – Puno.
Retraso peruano en ciencia y tecnología, número de investigadores y presión fiscal
Buscando datos que ayuden a explicar el retraso del Perú en el ámbito universitario, incluso en el marco reducido del área andina, cabe señalar que el porcentaje del PBI invertido en Investigación y Desarrollo, conforme al portal Index Mundi es en el Perú el más bajo de la subregión (0,15%), mientras según este cuadro Bolivia dedicaría el 0,16%, Colombia el 0,17%, Ecuador el 0,23% y Chile el 0,43%. En otras fuentes Chile aparece con menos del 0,40%, y el Perú con 0,12% y hasta 0,08% del PBI, caso del censo realizado por el CONCYTEC el 2016. En realidad, la información no parece ser precisa a nivel de los centésimos, pero el retraso peruano es indiscutible. Como estamos tan cerca del cero absoluto, el incremento de los fondos concursables y el aumento del presupuesto del CONCYTEC a partir del 2012, siendo porcentualmente muy significativas y en la práctica un valioso avance, resultan insuficientes para cambiar sustancialmente el posicionamiento del país.
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No por casualidad, para la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) el Perú ocupaba entre el 2013 y 2016 el último puesto en número de investigadores por cada mil integrantes de la PEA entre los países andinos con 0,20, apenas la quinta parte de una persona. Chile tenía 1,62, Ecuador 1,58, Colombia 0,63, Venezuela 0,72 y Bolivia 0,29. En este caso no le ganamos ni a Bolivia.
Es muy ilustrativo tomar en cuenta la presión tributaria, que determina la posibilidad real del Estado de atender políticas y estrategias, pues mide la intensidad con la que los contribuyentes aportan al presupuesto estatal. Resulta que para el año 2016 la presión fiscal peruana fue de 16,1% del PBI, mientras Chile obtenía el 20,4%, Colombia el 19,8%, Ecuador el 20,5% y Venezuela, era la única con una presión inferior: 14,4%. Bolivia, según esta fuente llegaba al 26,0%. Contundente resulta considerar la extremadamente débil recaudación fiscal, pues con ese 16,1% no hay manera de atender salud, educación o seguridad, ni las necesidades de competitividad y productividad que requieren invertir en personal altamente calificado, así como adaptación y creación de conocimientos para avanzar en diversificación productiva e incorporación de tecnologías contemporáneas.
Como se ve en las cifras mencionadas, el rápido crecimiento económico peruano, posible, entre el 2003 y el 2011, gracias a los precios extremadamente altos de los minerales que exportamos, no se expresó en una política de calidad universitaria, como tampoco se manifestó en términos de inversión en ciencia, tecnología e innovación, ni en capacidad del Estado para aplicar sus políticas. Prueba clarísima de ello es que siendo el PBI/pc del Perú muy semejante al de Colombia (según el Banco Mundial fue de 6571 US$ para el Perú y de 6408 para Colombia el 2017), todo indica que el país cafetero goza, pese a los años de conflicto armado, de una mejor conducción en el ámbito académico, entre otros. También es llamativo que Ecuador, con menos de 300 mil km², frente al millón doscientos mil peruanos y una posición que, para la percepción tradicional de los peruanos, es inferior a la nuestra, tiene sin embargo un PBI/pc muy cercano de 6273 US$ y se encuentra en un nivel semejante en cuanto a sus universidades.
Tomar en cuenta los ránkings
Los rankings de universidades mundialmente reconocidos como Times Higher Education World University Rankings (THE), el Academic Ranking of World Universities (ARWU), o el QS World University Rankings (QS) son criticados con buenas razones, pues privilegian a las universidades de los Estados Unidos, al idioma inglés y a las universidades dedicadas a la investigación, especialmente en ciencias duras y tecnología (STEM, science, technology, engineering and mathematics).
Además, mientras el ranking de Shanghai Jiao Tong (ARWU) se construyó estrictamente en base a los premios Nobel y las citaciones de revistas arbitradas de ciencia y tecnología, el QS le da más importancia a la reputación institucional, tanto entre académicos como entre empleadores; ambas clasificaciones no son estrictamente comparables.
Pese a todo, las clasificaciones internacionales de universidades han llegado para quedarse, por lo menos en el horizonte previsible de los próximos lustros. No tenemos indicadores estandarizados que permitan construir otro tipo de clasificaciones, por ejemplo, donde la contribución a resolver problemas sociales como salud, educación y seguridad de la población no privilegiada o la vocación solidaria de sus políticas tenga un peso; entre tanto es razonable que midamos las universidades latinoamericanas y peruanas en estos términos.
Es pertinente recomendar que el Estado y las universidades públicas pongan especial empeño en dos indicadores: publicaciones indexadas y calidad de docentes y egresados, pues ambos criterios son tomados en cuenta por las tres clasificadoras más importantes. En primer lugar, debe generarse políticas para incrementar de manera sostenible el número de artículos publicados en revistas indexadas y también artículos presentados en conferencias académicas que cuenten con evaluación de pares, tanto mejor si figuran en los primeros dos cuartiles, es decir, con mayor número de citaciones.
En segundo lugar está la calidad de los docentes y egresados donde el máximo puntaje corresponde a los ganadores de premios Nobel y medalla Fields (en matemáticas); como son muy pocas las universidades que pueden ostentar semejantes galardones, el esfuerzo debe concentrarse en que los docentes y egresados tengan doctorados otorgados por las principales universidades del mundo, las denominadas “de clase mundial”; así mismo tienen importancia otros reconocimientos, entre ellos éxitos en la obtención de patentes que llegan al mercado.
Es preciso esforzarse en conservar y mejorar la reputación en el mundo académico y empresarial, lo cual supone estabilidad institucional, reconocida seriedad en la selección de docentes y estudiantes, y garantía de exigencia académica.
Igualmente es indispensable tomar en cuenta la empleabilidad de los egresados, lo que se mide en sueldos de los egresados durante los primeros años de carrera profesional y expectativas de posiciones relevantes. Así mismo es preciso fortalecer algo que en la actualidad es muy pequeño en términos porcentuales y que si existían a mediados del siglo pasado: Cantidad de alumnos y docentes de América Latina y de otras regiones del mundo atraídos por universidades peruanas. Por último, cuenta que el número de estudiantes por docente sea bajo.
Estrategia peruana
Deberíamos ser capaces de afrontar un gran esfuerzo compartido por la comunidad académica, el Estado, la empresa y en general la sociedad civil, para fortalecer a sus universidades y dentro de ellas principalmente a las públicas, que son patrimonio de todos los peruanos y por lo tanto tienen un directo compromiso con el desarrollo sostenible, lo que va mucho más allá de los rankings.
Se ha impuesto en América Latina la moda de impronta estadounidense de las universidades privadas con fines de lucro; pero no es cierto que sea el único modelo posible en el planeta. Alemania es una potencia en todos los sentidos que considera un derecho de la población acceder a educación superior de calidad y por eso la mayor parte de sus universidades son públicas y con costos de matrícula muy bajos. Refiriéndonos a las universidades públicas, tendría sentido que el Perú se proponga invertir en mejorarlas con un plan de fortalecimiento de la calidad de unos dos lustros que se renueve luego con metas más altas durante sucesivas generaciones.
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Solo asumiendo una línea de base, que por ahora tiene que ser la posición de las universidades públicas en los rankings internacionales reconocidos, puede plantearse metas cuantificables. Entre las universidades públicas de los andes en muy razonable proponerse la meta de alcanzar en dos lustros a colocar tres peruanas entre las 10 mejores y cinco entre las 30 mejores, lo que a escala de América Latina supondría posicionar esas cinco entre las 100 con mayor calidad, tal como ha propuesto la Asociación Nacional de Universidades Públicas del Perú – ANUPP, en comunicados públicos y documentos formales presentados al presidente de la república y otras autoridades. Como también ha propuesto ANUPP, lo apropiado es que el Estado, además de posicionar unas primeras cinco, se ocupe de fortalecer todas las universidades públicas sin excepción.
El Estado peruano ha creado medio centenar de universidades asumiendo la obligación de establecer políticas y otorgar financiamiento adecuado para que alcancen la mayor calidad posible y contribuyan al desarrollo sostenible a escala de sus localidades, regiones, macroregiones y el país en su conjunto; en cada uno de estos espacios las comunidades académicas de las universidades públicas tienen el deber de asumir un rol de vanguardia en la formación de personal graduado y postgraduado, adaptación y creación de conocimientos, despliegue de la diversidad cultural y construcción de ciudadanía.