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Entrevista

"Soy una feminista del siglo pasado"

Una entrevista con Maruja Barrig

"Soy una feminista del siglo pasado"
Víctor Mendívil

Hoy hay una disputa muy fuerte respecto al género. Por un lado, el feminismo está en uno de sus momentos de más visibilidad a nivel global y también en nuestro país, con manifestaciones contra la violencia de género como el movimiento Ni Una Menos. Por otro lado, tenemos manifestaciones de grupos fundamentalistas como Con Mis Hijos No Te Metas. ¿Cómo ves este escenario?

La clave es una mirada global. Tendemos a mirarnos a nosotros mismos e imaginamos que el pastor Rosas o que el cardenal Cipriani son un fenómeno único peruano. De lo que se trata es de mirar de qué forma el género se convierte en un significante en disputa a nivel mundial. Encontré un video en el que el Papa Francisco hablaba del género en los mismos términos que el cardenal Cipriani; diciendo que el género es una ideología que busca destruir la familia, que es una postura intelectual que viene de afuera y que lo que intenta es colonizarnos. El tema de género estuvo presente también en debates en el parlamento italiano contra la ministra de Educación, lo mismo contra la ministra Parodi en Colombia -una ministra de Educación públicamente lesbiana-, y además, en el Plebiscito por la Paz también en Colombia, donde las posturas contrarias al género eran las posturas contrarias a la paz. Es un fenómeno global, de la misma manera que Ni Una Menos o las marchas en contra de la violencia de género. La marcha del 8 de marzo, la huelga de mujeres en España, Ni Una Menos en Argentina, han sido abrumadoras. Y las reacciones a eso tienen un punto central que es: "Esto está yendo demasiado lejos, hay que disciplinar a las mujeres".

Ambos fenómenos son simultáneos y responden uno al otro. No es casual que los primeros discursos sobre esta supuesta ideología de género ocurran a mitad de los noventa, justo después de conferencias como El Cairo y Beijing, donde se consiguieron logros importantes para las mujeres en la política pública internacional. Lo de "poner a las mujeres en su sitio" es una cuestión clave a mirar.

Además a nivel doméstico es bien interesante. Si uno lee las noticias sobre feminicidios en los periódicos la razón recurrente es "ella ya no quería seguir con él". Antes tú leías un relato de celos o que "la encontró con el amante", pero ahora el relato es que ella ya no quería seguir más con el abusador y el abusador trata de ponerla en su lugar, es decir "¿Cómo se te ocurre que me vas a dejar? ¿Cómo se te ocurre que no vas a seguir conmigo?". Y creo que en el gesto desesperado de estas mujeres que son asesinadas lo que se pone de manifiesto es algo nuevo que se ha gestado a lo largo de estas dos décadas, que es "no puedo seguir amarrada a un hombre que abusa de mí, que me pega, tengo derecho a ser respetada".

Podríamos verlo como una reacción al espacio ganado por las mujeres.

Hay una pregunta que me hago siempre cuando converso sobre esto: ¿siempre ha existido esta violencia y antes no se conocía porque no se denunciaba o porque no se sensibilizaba, o es que ahora ha aumentado? Yo no tengo respuesta para eso. Evidentemente hay una mayor sensibilidad de los medios para denunciar una situación de ese tipo. Ayer vi un video de un hombre que le tira una patada horrorosa a una mujer en una fiesta del Colegio de Abogados de Sullana; la mujer es la pareja del decano y el hombre parece que es el hijastro. Y lo que recoge la grabación son las voces de los hombres que están mirando esto y lo que dicen es "¿Qué le pasa a este bestia?". Hay una reacción de parte de otros hombres, no te voy a decir que abiertamente a favor de la mujer golpeada, pero sí en contra de la agresión.

¿Eso significa una mayor conciencia, una censura a este tipo de conductas?

No sé, creo que juega lo políticamente correcto. Si tú haces una encuesta sobre permisividad ante la violencia, los hombres te van a decir: "No, está pésimo pegarle a una mujer". Pero igual puede ser que el mismo hombre catanee a su mujer en la noche. Es complejo medir la tolerancia frente a la violencia cuando ya hay una cierta percepción de que aquello está mal, que está sancionado por la sociedad.

Otro video que causó polémica hace algunos meses es el de esta chica en una discoteca en Santa Anita, que había tomado y prácticamente inconsciente fue violada públicamente, fue filmada y había un público que se reía. Hay mucha más impunidad de la que tu refieres en la otra escena. Es pasmoso que alguien se detenga a filmar una violación.

Tu lectura es una lectura de que eso es una violación y también la mía porque, evidentemente, una chica que está intoxicada no puede dar consentimiento. Pero no necesariamente para los espectadores eso es una violación, sino simplemente un acto sexual.

Ciertamente estamos en una cultura donde una mujer en ese estado en un espacio público se interpreta como una invitación de acceso a su cuerpo. Eso se ha puesto en debate a raíz de las denuncias en redes sociales, que muestran diferentes grados de transgresión de las fronteras de autonomía de las mujeres. No faltan los cuestionamientos sobre dónde empieza una violación. ¿Cómo se entiende el concepto de consentimiento?

Nosotras tenemos una legislación en esos términos bastante importante que reconoce, por ejemplo, que dentro del matrimonio existe violación. Y si bien no conozco ningún caso de alguna esposa que vaya y diga "mi esposo me ha violado" -imagino que eso puede generar risotadas en la comisaría- pero en los hechos es tal, si tú no das el consentimiento en el 'lecho conyugal', ¿no es cierto?

Volviendo al tema de la centralidad que ha cobrado el género en la agenda política, hay un fenómeno de expansión del feminismo. Ahora en las universidades hay colectivos de mujeres jóvenes feministas.

En los noventa, que fueron años complicados, el feminismo aquí y en la mayoría de países de América Latina se canalizó a través de las ONG; la carta importante de avance para los derechos de las mujeres se dio gracias a su influencia, pero también a la agenda que usó, que fue una agenda de la cooperación internacional. No hago ningún juicio de valor, simplemente describo una situación. Reconozco los aportes de ONG como Demus, Flora Tristán, Manuela Ramos, y al mismo tiempo creo que eso restringió bastante algunas de las inquietudes de las mujeres que se pretendían feministas, pero no encontraban los espacios para la militancia. El tema de los centros, como se les decía en mi época a las ONG, generó polémica en su momento. Entonces, si en los noventa en la universidad tú no encontrabas lo que hay ahora, una de las razones es porque existían centros feministas, pero que eran centros de trabajo que no habían logrado desarrollar una estrategia para el voluntariado, y lo que hay ahora tiene, creo yo, la espontaneidad del voluntariado y las redes sociales.

Es un tema generacional, porque en nuestra generación todas nos conocíamos a través de las conferencias internacionales y había mucha circulación de ideas porque venían de los libros. Entonces ¿libros de quién leías más? Yo por lo menos de las bolivianas y de las chilenas, pero ahora por internet tú puedes bajar completo un libro sobre feminismo escrito en cualquier parte del planeta. Lo que quiero decir es, primero, que hay una abundancia de ideas, y segundo, que la velocidad con la que viajan las ideas a través de las redes te genera una efervescencia feminista. Y también te genera una efervescencia anti-feminista, como se puede ver en las redes.

Lo otro -que a mí me encanta- son estas expresiones como las de esas chicas que se desnudan en eventos, que se desnudaron en Dublin, que se desnudaron frente a Berlusconi. Cada época tiene su manera de expresarse y estas marchas de mujeres con tambores y disfraces, el gallinazo de Cristina Planas, son cosas nuevas que van apareciendo, que son fantásticas. Además, hay una expansión porque la clase media en este país creció y el feminismo fue creciendo con ella, porque la clase media de mi época, del siglo pasado -porque yo soy una feminista del siglo pasado- era un feminismo circunscrito a ciertos grupos casi territoriales, de barrio. Ahora es una expresión amplísima, lo cual también es fantástico.

Archivo Herman Schwarz

Maruja Barrig, en su época de directora del semanario La Calle, retratada por Herman Schwarz en el Bar Pilsen, 1979.</em>

Y pensando en este nuevo momento de disputa en los contenidos de género, ¿cómo ves el rol del feminismo en la política peruana?

Mira, así como en broma te digo "soy una feminista del siglo pasado", también soy "pre - Butler" y las que activamos en los setentas, ochentas, no activamos alrededor de igualdad de género porque la palabra género se utilizaba más antropológicamente o sociológicamente. Activamos alrededor de los derechos de las mujeres. Fue un feminismo con compromisos, por lo menos en mi caso, compromisos más amplios que solamente las mujeres -y eso ha sido motivo de largas disputas, desencuentros, en términos de estrategia-.

Yo estoy ahora releyendo los nuevos textos de Fraser y la construcción de un feminismo del 99% porque su argumento es: "hemos hecho un feminismo para el 1%". Y hemos hablado del techo de cristal para las mujeres que apuestan por un crecimiento individual y por sus ambiciones totalmente legítimas, pero que no están mirando a ese otro 99%. Lo que ella dice es que nosotras, las del siglo pasado, quisimos hacer un feminismo que abarcara cambios sociales más profundos. Creo que la disputa por el poder entre hombres y mujeres es algo que no debería perderse de vista y creo que lo hemos perdido de vista muchas veces. Y lo que dice Fraser es que, a partir del género, hubo una tendencia a mirar lo cultural y la diversidad dentro de los cambios culturales y no ya a seguir mirando los cambios de relaciones de poder entre hombres y mujeres y la forma como este poder desigual se refleja en toda la sociedad. Ahí tú puedes empatar a Silvia Federici, por ejemplo. Tu cuerpo es finalmente el campo de batalla mundial. Tú no puedes entender Con Mis Hijos No Te Metas si no entiendes que existe una disputa por el control del cuerpo de las mujeres; yo a veces pienso: "treinta años de feminismo y no hemos logrado despenalizar el aborto".

Entonces, a mí me parece muy bien que se den todas las batallas alrededor de la identidad de género, de la orientación sexual, por el reconocimiento de la igualdad de derechos de la población LGBT, pero mi feminismo del siglo pasado me dice: "¡Wow, seguimos en lo mismo!", porque una trans es violada, es asesinada, es golpeada, no sólo porque sea trans sino porque es mujer y además transgresora. Y aunque hay ahora una enorme, y, me parece, jubilosa confluencia entre los feminismos de mujeres heterosexuales -sujetas al patriarcado como dirían mis amigas lesbianas- y el movimiento LGBT, debería permanecer una atención y una estrategia sobre cómo eliminas el control del cuerpo de las mujeres por otros, por los hombres, por la Iglesia, por el capital, porque como dice Silvia Federici: "también la reproducción del capital tiene que ver con las mujeres".

Segato dice que a la base de todos los poderes que se construyen en la sociedad está el cuerpo de una mujer y que la opresión de las mujeres por los hombres, que ha sido la primera forma de ejercicio de poder en la historia, se replica luego en otros ámbitos de la vida, en los procesos coloniales, en la opresión de "raza", en la acumulación económica. En ese sentido, surge la necesidad de los fundamentalismos de reforzar el patriarcado, con una agenda anti-género perfectamente alineada con el modelo neoliberal.

Yo creo que la lucha por un Estado laico al cual uno se dirige, yo mujer me dirijo, para que genere y garantice y proteja mis derechos, no debe abandonarse, sea cual sea el tinte que tenga ese Estado liberal, neoliberal… Esa es una de mis discrepancias con Segato, porque lo que ella dice en ese célebre artículo -que hago leer a mis alumnos entusiasmados con Segato- es, ojo, no reemplacemos un patriarcado de baja intensidad, refiriéndose a las poblaciones de grupos étnicos, por un machismo de alta intensidad, refiriéndose al del Estado. Yo al contrario creo que lo que hay que hacer es demandarle al Estado. Lo que están diciendo los grupos conservadores es precisamente "Estado no te metas", y lo que yo estoy diciendo: "Estado, métete". Al Estado le tengo que exigir mis derechos.

Y a propósito del tema de la familia cuando se discute el uso del tiempo, la solución que a veces se propone es que los hombres 'ayuden más en la casa', y no, la solución es que el Estado genere servicios que te permitan salir a trabajar si es que quieres salir a trabajar, la solución no es sólo que los hombres aprendan a ser más sensibles y 'ayuden'. Yo tengo todo el derecho del mundo a pedir al Estado que responda por eso y no que trate que esa situación de desigualdad se resuelva al interior de la familia y de la unidad doméstica. Porque al final ese desplazamiento de tareas va a las hijas. Yo no apostaría por hacer una campaña "hombre ayuda más a tu esposa en la cocina y en el lavado", sino "Estado apoya". Por otro lado, sí creo que hay que retomar la idea del cuerpo, y la reproducción como principal objeto de opresión. Creo que si no tienes el control, la autonomía, para decidir sobre tu cuerpo no hemos ido a ninguna parte y creo que eso es algo que no hemos logrado a pesar de todos los hechos, las leyes, las normas. Las leyes están para protegernos, pero al mismo tiempo también para debatir con ellas. Y a mí me asusta eso porque a veces somos victoriosas diciendo "se consiguió tal norma, se consiguió tal otra". Pero no nos damos cuenta de que la política pública o que el Estado puede engullir eso y devolvértelo de otra manera.

Me gustó mucho una reflexión de Jeannette Llaja hace poco cuando decía: "Bueno, si el SIS reporta que el año pasado hubo 400 mujeres menores de 14 años que tuvieron un hijo y la reacción es ‘¡Ah, el problema es el embarazo adolescente!’. ¡El problema no es el embarazo adolescente, el problema es que esas chicas han sido violadas!". Incluso la política pública a favor de que se reduzca el embarazo adolescente utiliza un lenguaje que oculta y distorsiona lo que existe en el fondo: esas chicas fueron violadas y sus vidas fueron destrozadas.

Eso nos habla de lo patriarcal que es el Estado. Frente a la postura de Segato, que descree del Estado, lo tuyo suena más bien a "despatriarcalicemos el Estado, apostemos por ahí". Qué difícil, ¿no? ¿Cómo hacemos eso?

No sé, eso ya es responsabilidad de ustedes las jóvenes.


* Maruja Barrig es escritora y activista feminista. Pertenece al núcleo fundador del grupo Mujeres por la Democracia (MUDE). Es docente de la Maestría de Género de la UNMSM. La entrevista se realizó en mayo de 2018.

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