El escritor y el mundo
Una nota sobre Tito Flores Galindo
Durante la posguerra, el marxismo desbordó la cultura del movimiento revolucionario. Todo desembocaba de una u otra manera en ésta, al punto que en las ciencias sociales y las humanidades se convirtió en el paradigma predominante. El precio de su conversión en doctrina fue encallar en un cientificismo próximo a una visión cuasi teleológica. La Unión Soviética había signado el horizonte de esa época, como el referente de la marcha insoslayable de la historia universal hacia el denominado socialismo realmente existente. Pero en todo escenario social este tipo de fuerzas coexiste con otras en resistencia.
Ese sería el caso de Alberto Flores Galindo (1949-1990), quien cultivó el marxismo entendiéndolo como una herramienta teórica y práctica para interpretar y transformar en todas sus dimensiones una formación social concreta. La suya fue una comprensión más próxima a un método que se recrea de modo constante en su aplicación al servicio de la lucha social de los heterogéneos sujetos populares.
En esa instancia, Flores Galindo piensa políticamente las cosas que escribe, porque reconoce en la teoría, como sugirió alguna vez el cubano Martínez Heredia, 1 un quehacer determinado por los objetivos prácticos de una coyuntura, de donde tiene que resurgir muchas veces recurriendo a lecturas ajenas a su propio canon. Eso sí, nunca como una reivindicación de cierto localismo o componente nacional, sino desde el reconocimiento de una teoría que parte de una condición más amplia a la cual vuelve reformulada desde experiencias puntuales. En el Perú de la segunda mitad del siglo XX, el interés de Flores Galindo por la historia implicó su necesaria revisión crítica y creativa: una sutura del pasado y el futuro que brinde solución a problemas de largo aliento, manifiestos hasta nuestro presente.
En su producción, ninguna manifestación humana pasó desapercibida, ni los sueños. De lo material al imaginario, sin olvidar lo concerniente al pensamiento, todo bajo una concepción unitaria, nunca de manera dispersa.
En rigor con lo anterior, el movimiento de su reflexión no parte de la academia o de una disciplina en particular, sino desde la política. La dedicación a la historia se convirtió poco a poco en un modo de intervención teórica, en un instrumento de imaginación creadora para la posibilidad de un proyecto socialista. Frente a la búsqueda de un equilibrio entre la universidad y la filiación de izquierda, vale la pena volver sobre su afinidad con el mundo impreso. A pesar de su prolífica colaboración en prensa y publicaciones de divulgación, mucha de su producción surgió de la polémica. De hecho, muchos de sus textos, incluso algunos libros, nacieron a partir de o para aquella. En reiteradas ocasiones se ha señalado que los principales interlocutores de su producción escrita fueron personas cercanas, con quienes compartía el espacio académico o la lucha política. Quizás, la palabra idónea sea amigos, en tanto el intercambio de ideas tejió lazos de compañerismo.2 No solo eso, varios de los medios impresos que lo cobijaron tuvieron una orientación o simpatía con la izquierda, así como una adscripción por fuera del claustro universitario. Nada de esto implica una ruptura radical entre esos dos mundos que en la práctica estaban superpuestos, empero si, una tensión constante con la política.
En consecuencia, la convicción por la escritura y la publicación debería interpretarse como parte de una táctica, antes que un intento por ampliar su auditorio más allá del recinto universitario. En esa dirección, Flores Galindo comparte una preocupación común con otros marxistas de su época: la cultura impresa como un modo de introducir una lectura para la posibilidad de un socialismo latinoamericano. En otras palabras, una participación en el debate teórico-político con implicaciones prácticas en la organización y acción de la izquierda, en su caso, peruana.
Alberto Flores Galindo junto a Fico Velarde, Rodrigo Montoya, Nelson Manrique e Yves Saint-Geours en Desco. Fuente: Repositorio Institucional PUCP</em>
En esas circunstancias tiene lugar su característica herejía: desde las izquierdas, pero siempre a contracorriente. Porque su marxismo heterodoxo se opuso a los abordajes estructuralistas y mecanicistas predominantes en esas décadas. En cambio, prestó atención a los sujetos sociales, la subjetividad y sus fueros internos. Este fue un rasgo presente desde muy temprano: en 1972, su tesis de bachiller sobre los obreros mineros de la Cerro de Pasco ya menciona una preocupación por las estructuras mentales, 3 que construirá un derrotero propio conforme avance con otras investigaciones.
De igual forma, el peso de la imaginación y lo cultural en su trabajo se vislumbra desde los primeros escritos sobre la nación, 4 así como en los dedicados a la sublevación de Túpac Amaru. 5 Textos esculpidos sobre papel, que datan de 1974, mientras cursaba su primer año de estudios en Francia. Antes de sucumbir al dogmatismo, Flores Galindo se apropió de una amplitud de corrientes, fuentes y tendencias teóricas, en diálogo con el legado de Marx. En un mismo movimiento, tomó una distancia crítica de la rigidez académica y la lealtad de su disciplina con las fuentes. En ese sentido, se impone la figura del escritor concebida por Sartre 6, de reacción libre y totalizadora contra la sociedad capitalista.
En esto último también guarda semejanza con otros marxistas de su época, quienes remaron contra su tiempo, en la perseverante faena de cambiarlo todo. Un acto revolucionario inagotable, en movimiento permanente, pero, por eso mismo, siempre fallido. De otra forma resulta incomprensible que Flores Galindo optara por la reescritura: el libro como algo igual de inacabado que la realidad a la cual uno pertenece. Una lucha no sólo contra la sociedad capitalista, sino también consigo mismo, enfrentando a la torre de marfil de la academia, al dogmatismo predominante en la izquierda, así como a la vida de clase media. Como el propio Sartre, un escritor donde la crítica y la autocrítica se encuentran.
Si buena parte de esto ha pasado atenuado al abordar a Flores Galindo se debe al papel que juega hoy en día la academia. Tras la caída del muro de Berlín, las ciencias sociales y las humanidades han doblegado al marxismo (¡hasta al propio Marx!). Su conversión en objeto de estudio tiene un costo distinto al dogmatismo de la posguerra, porque las cuestiones que abrió el marxismo han sido desplazadas por las preguntas que las disciplinas, muchas veces de forma independiente, realizan sobre aquel. Situar a Tito Flores en su espacio y tiempo pasa por reconstituir el nexo que parte de lo político hacia la elaboración histórica , y rara vez en la dirección inversa.
Footnotes
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Martínez Heredia, Fernando. (1967). “El ejercicio del pensar”. En: El Caimán Barbudo. N° 11 (enero): pp. 2-5 ↩
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Véase, Ramírez, Lía. (2011). ¿Se hace urgente recrear el pensamiento utópico? Reflexión en torno al libro de Carlos Aguirre y Charles Walker. Alberto Flores Galindo Utopía, historia y revolución. En: El ejercicio del pensar Nº 13 (agosto): pp. 47-56 ↩
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Véase, Cáceres, Eduardo. (1993). Introducción. En: Alberto Flores Galindo. Obras completas. Tomo I. pp.: XI- XXXVII. Lima: Sur. Casa de estudios del socialismo ↩
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Véase, Flores Galindo, Alberto. (1974). Una o varias naciones. En: La prensa (5 de setiembre de 1974) ↩
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Flores Galindo, Alberto. (1974). La nación como utopía : Túpac Amaru, 1780. Documento de trabajo. Lima: Universidad Católica ↩
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Sartre, Jean-Paul. (1957 [1948]). ¿Qué es la literatura?. Buenos Aires: Losada ↩