Mapa del exilio cubano
En su libro “El exilio indomable”, patrocinado por la poderosa Fundación Cubano-Americana, el escritor Álvaro Vargas Llosa, retrata con bastante veracidad al exilio cubano: esa diáspora que no se da por vencida después de más de sesenta años del régimen socialista en la Isla.
Un poco de historia
Para explicar esta persistencia es necesario referirse a los vínculos que unen a Cuba con los Estados Unidos y en especial con el Estado de la Florida. Según el censo de 2018, hay en Estados Unidos 1,343,960 cubanos, con una descendencia de 2,363,532. La mayoría reside en La Florida, California, New York y New Jersey. Son la tercera comunidad hispana, después de los mexicanos y puertorriqueños y una amplia mayoría son ciudadanos americanos.
Los vínculos de los cubanos con La Florida son históricos. Desde que se convirtió en una colonia española, al ser “descubierta” en marzo de 1512 por Juan Ponce de León, el puerto de La Habana se convirtió en el punto de partida. Siglos más tarde, cuando el imperio español estaba en franca decadencia, después de las guerras napoleónicas y las pérdidas de sus colonias en Hispanoamérica, La Florida fue vendida a la joven nación del norte el 22 de febrero de 1821, hace 200 años.
A partir de aquí, muchos cubanos emigraron a La Florida, estableciéndose en ciudades como Cayo Hueso (Key West), Orlando y Tampa. Para ese entonces Miami era una aldea. El próspero Miami no existiría hasta después del año 1959, con el triunfo de la revolución castrista. Los cubanos del siglo XIX que huían de las malas condiciones del gobierno colonial español no sospecharon que para mediados del siglo XX, sería el hijo de un gallego, Fidel Castro, quien haría que se produjera un éxodo como nunca se había dado en la Perla de Las Antillas, como denominaban a Cuba los españoles. El último bastión español. De ahí el dicho de los españoles cuando pierden algo: “…más se perdió en Cuba”.
Estados Unidos desde su misma independencia quiso la anexión de Cuba. Jefferson la pretendía y el presidente John Quincy Adams, hijo, se refería a Cuba como la “Fruta Madura”, idea que se complementa con la doctrina de otro presidente, Monroe: “América (EE.UU.) para los americanos”. Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, los Confederados del Sur quisieron anexar Cuba, pues al igual que estos estados, en Cuba existía la esclavitud, y por consiguiente la consideraban una fuerza más en su lucha contra el norte federado y antiesclavista.
Por el lado cubano, también existía este deseo de ser parte de la Unión Americana. Carlos Manuel de Céspedes (considerado Padre de la patria cubana) y el ilustre Mayor General y gran patriota, Ignacio Agramonte manifestaron en algún momento sus ideas anexionistas, aunque algunos quieran negarlo.
En la segunda guerra de independencia la idea de José Martí era liberar a las dos islas, Cuba y Puerto Rico, de ahí la creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la revolución, o la llamada “Guerra Necesaria” para “impedir a tiempo que EE.UU. caiga como una fuerza más sobre los pueblos de Nuestra América.” Así escribió a su amigo mexicano Manuel Mercado en carta inconclusa antes de caer en combate en Dos Ríos, en la antigua provincia de Oriente. Su muerte temprana en combate y la posterior intervención norteamericana en la guerra hispano-norteamericana, convirtió a Cuba en un protectorado norteamericano, aunque no fue el caso de Puerto Rico, que no contó con un fuerte movimiento independentista.
Como observarán, Estados Unidos, y en especial La Florida, siempre ha sido la tierra de libertad y oportunidades de los cubanos, en momentos difíciles. Ya en 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana comandada por Fidel Castro comenzó el éxodo.
Primero, el de los vinculados al régimen dictatorial de Batista, después sectores de la alta y mediana burguesía que fueron afectados económicamente por el gobierno castrista. Posteriormente se sumarían sectores de clase media y profesionales ante la colectivización, la intervención de sus empresas y negocios, la escasez de alimentos y vestimentas, el servicio militar obligatorio para sus hijos y los rumores de la “patria potestad” (cuando la CIA y el sacerdocio cubano organizaron la salida de más de 14 mil niños hacia EE.UU, en la llamada operación “Peter Pan”). El empuje de las medidas socialistas y el temor al comunismo, generaron la gran migración en la década de los 60. Cuba, la otrora nación amparada por Estados Unidos se convirtió desde 1962, en otro escenario del conflicto de la Guerra Fría.
Primero, se produjo una salida masiva por el puerto de Camarioca (Matanzas), después salidas vía España y México al estar cancelados los vuelos directos a Estados Unidos y otros países de América Latina que habían roto relaciones con Cuba. Luego vinieron los llamados Vuelos de la Libertad de Johnson. Seguirían los balseros y el ingreso a las embajadas, principalmente la de Perú en 1980; otra crisis de los balseros en 1995 con Clinton y así sucesivamente. El actual exilio cubano es variopinto. Hay desde una ultraderecha que tiene el poder político y económico hasta una izquierda que yo llamaría democrática.
El trumpismo
Álvaro Vargas Llosa describe a la Fundación Cubano-Americana, y a su líder, el chairman, ya fallecido, Jorge Más Canosa, como, quizás el líder del exilio que tuvo la mejor estrategia para enfrentar a Fidel Castro. Más Canosa, nacido en Santiago de Cuba, hijo de un coronel del anterior ejército cubano, exiliado muy joven, combatió al castrismo e hizo una gran fortuna en el exilio en el rubro de las comunicaciones. Fue amigo de Ronald Reagan y tuvo la idea de combatir a Castro desde las instituciones norteamericanas. Por eso apostó a que ciudadanos cubano-americanos fueran congresistas y senadores, y otros obtuvieran cargos en las distintas administraciones de la Casa Blanca.
En la actualidad hay tres senadores cubano-americanos, Marco Rubio (republicano por La Florida), Ted Cruz (republicano por Texas) y Bob Meléndez (demócrata por New Jersey). Existen siete congresistas: Carlos Giménez, María Elvira Salazar (la enemiga de Laura Bozzo) y Mario Díaz- Balart (primo hermano del suicidado hijo de Fidel) los tres republicanos por La Florida; luego vienen Albio Sires (demócrata por New Jersey), Alex Mooney (republicano por Virginia Occidental) Nicolle Malliotakis (republicana por New York) y Anthony González (republicano por Ohio). Ellos no solamente van a boicotear a Biden para que no se renueve la política de Obama frente a Cuba -que consistió en descongelar las relaciones y sacar a Cuba de la lista de “patrocinadores del terrorismo” internacional- sino también buscar aumentar la presión sobre la isla y que su influencia, en este y en otros puntos, se vea reflejada en la política exterior de EE.UU. hacia América Latina.
Este es el famoso proyecto FORCE (Fuerza) presentado por la representante republicana María Elvira Salazar en los siguientes términos: “como hija de refugiados cubanos que huyeron de la brutal dictadura que continúa encarcelando, pasando hambre, asesinando y oprimiendo sistemáticamente al pueblo de Cuba, me enorgullece presentar la Ley FUERZA”. El objetivo, en palabras del representante republicano Mario Diaz-Balar es lograr que Cuba “permanezca en la lista de países patrocinadores del terrorismo hasta que deje de propagar su malevolencia por todo nuestro hemisferio y ponga fin a su brutal represión".
En este contexto, dicha ley, llamada también “Ley de lucha contra la opresión hasta que termine el reinado de Castro”, es una guía y al mismo tiempo una advertencia para los futuros gobiernos progresistas en la región: para el actual presidente boliviano Luis Arce, que está renovando los vínculos con Cuba, después del golpe parlamentario a Evo Morales; para Alberto Fernández presidente de Argentina y para Manuel López Obrador de México, debido a su cercanía con La Habana.
Lo que plantean el lobby cubano-norteamericano es que para que se levante el embargo y se ponga fin a las sanciones contra Cuba, éste debería cumplir con: liberar a todos sus presos políticos y permitir que las organizaciones internacionales de derechos humanos competentes investiguen las cárceles cubanas; la transición del régimen de Castro a un sistema que garantice los derechos del pueblo cubano a expresarse libremente; comprometerse a realizar elecciones libres y justas.
Otro cubano-norteamericano es Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional de la administración de Joe Biden. Otro personaje clave es Mauricio Claver-Carone, norteamericano de origen cubano actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), impuesto por Donald Trump. Claver-Carone es nacido en Florida, hijo de una cubana emigrada. Antes de ser director senior de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de la administración Trump, fue director ejecutivo de Cuba Democracy Advocates, una organización lobista de derechos humanos a favor del libre mercado y el estado de derecho en Cuba.
Este grupo influye de manera importante no solo en el ala más conservadora del partido republicano sino también en el partido demócrata. Una demostración de su fuerza fue la inclusión, una vez más, de Cuba como un país “patrocinador del terrorismo internacional” pocos días antes de dejar Trump la presidencia de EEUU. Todo indica que en los próximos tiempos estos “influencers” ejercerán un papel importante en la orientación de la política norteamericana respecto a la región latinoamericana. Aunque algunos sean demócratas, todos son “trumpistas” y serán un un escollo para Biden en su política hacia Cuba y Latinoamérica, más aún cuando algunos de ellos pertenecen a la Comisión de RRII del Congreso de la Unión y a otras comisiones importantes. Como sostenía el ex embajador, ex ministro chileno y profesor de FLACSO, Luis Maira, la política exterior norteamericana no es uniforme, pues una cosa piensa la Casa Blanca, otra el Congreso, otra el Departamento de Estado y otras la CIA y la DEA.
En el análisis de la política exterior norteamericana hacia la Isla y Latinoamérica en su conjunto, hay que tener presente a estos miembros del Congreso norteamericano, su dinamismo e influencia, y los fuertes lobbies que los rodean, sin perder de vista a los cubanoamericanos que han pertenecido a anteriores administraciones, como es el caso del ex embajador Otto Reich. Tampoco hay que olvidar los vínculos de la familia Bush y el ala más conservadora del Partido Republicano; hay que recordar que los “plomeros” (gasfiteros) del escándalo de Watergate eran cubanoamericanos ex agentes de la CIA. El primer reclutador de agentes cubanos para la CIA, fue el joven George Bush (padre), quien estableció y fundó la oficina de esta agencia de inteligencia en 1960, nada menos que en la ciudad de Miami.