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Incertidumbre

El conflicto capital-trabajo en la agroindustria

El conflicto capital-trabajo en la agroindustria
Fotografía: Trabajadores de la agroindustria durante el Paro Agrario de 2020. Facebook de Chincha REC noticias.

El sindicalismo agrario de los trabajadores eventuales no es un fenómeno nuevo. No es igual al sindicalismo de los obreros agrícolas de las haciendas algodoneras, azucareras que se formaron en la década del sesenta; tampoco es igual al sindicalismo de los yanaconas de las haciendas de costa que se formaron en la década de 1920 y que fueron base ambas de las centrales sindicales de la Confederación General de Trabajadores del Perú y la Confederación Campesina del Perú.

El recuerdo que tengo de los trabajadores eventuales en la década del setenta es el de su participación en las movilizaciones campesinas en la lucha por una reforma agraria que los incluyese. Se trataba de trabajadores que se empleaban en las tareas eventuales de la producción agrícola de la costa (azucarera, arrocera, algodonera), sujetos a la estacionalidad de las campañas. Para ello, se asentaban en núcleos poblacionales a lo largo de la carretera Panamericana, y establecían allí su vivienda. Provenían de Piura, Lambayeque, Cajamarca, la sierra de La Libertad, Áncash, entre otros muchos puntos del país. En los años siguientes estos núcleos crecieron en población y diversificaron sus actividades. Estar en el borde de la carretera Panamericana o cerca del cruce de carreteras hacia la sierra hizo que se conviertan en pueblos bastante dinámicos, dedicados a emprendimientos diversos y a los trabajos eventuales de las ex cooperativas.

Indudablemente, el crecimiento de las empresas de agro exportación alentó la llegada de más pobladores, provenientes de otras zonas. También hay que tener en cuenta a las nuevas generaciones en el crecimiento exponencial de estos centros poblados. Una modalidad de expansión frecuente ha sido la invasión de tierras. algunas de carácter muy violento, al tratarse de terrenos eriazos que se disputaban a los municipios y a diversos proyectos arqueológicos.

Resulta muy interesante comparar a los trabajadores eventuales de la década del setenta, con los actuales trabajadores de la industria agroexportadora. En aquella época, el dirigente sindical era, a su vez, dirigente de su núcleo poblacional, caserío o anexo. Hoy ya no se aprecia en los dirigentes sindicales esa característica, ya sea por la densidad poblacional o porque en esos pueblos ahora existen otro tipo de liderazgos y de autoridades políticas.

Lo cierto es que la presencia de trabajadores eventuales y la formación de los pueblos rurales y semiurbanos han ido en paralelo. Si originalmente esta dinámica giró en torno a las haciendas que requerían trabajadores temporales, cuando se formaron las empresas agroexportadoras con un sistema de trabajo más intenso y permanente, estas requerían ya no solo trabajadores de temporada, sino una mano de obra flotante que estaba en los pueblos circundantes. Con el crecimiento económico y la intensificación del trabajo en las empresas, los pueblos crecieron exponencialmente a lo largo de la costa peruana. Por ello, se puede afirmar que, en cierto modo, en torno estas empresas han ido surgiendo localidades propiamente obreras.

En la actualidad, la situación de la mano de obra temporal ligada a la agricultura ha cambiado sustantivamente. Las principales diferencias radican en la intensificación de las jornadas de trabajo (más de ocho horas) y la continuidad de las labores agrícolas. Más que a las haciendas, estas plantaciones funcionan como funcionan las fábricas de producción de alimentos o insumos. Más que trabajadores eventuales parecen obreros agrícolas, pero sometidos a un régimen de explotación laboral.

Esto tiene varias consecuencias. Por ejemplo, el traslado del personal desde paraderos informales próximos a sus zonas de residencia hacia la sede de la empresa puede tomar hasta dos horas (con casos en los que el costo del transporte es descontado del jornal diario). A ello hay que sumarle los problemas de salud a los que se arriesga un trabajador sometido a jornadas intensas a campo abierto, sin servicios sanitarios, sin protección ambiental, sin postas médicas ni atenciones de emergencia.

Tiempo de protesta

Los trabajadores de la agro exportación han protestado en más de una ocasión. Y nunca los consideraron porque, según decían los dueños de las empresas, no había marco legal para negociar condiciones laborales, ni sindicatos ni negociación colectiva. La acumulación de denuncias, la permanente frustración por no poder negociar pliegos o demandas, el estancamiento del precio de los jornales por largos años (sometido o condicionado al incremento del salario básico), fueron alimentando la insatisfacción. Mientras los empresarios mostraban sus progresos en las exportaciones, en la compra de más tierras, de más sofisticadas procesadoras, merced a los grandes beneficios tributarios adquiridos por la Ley Chlimper1, lo que los trabajadores veían es que sus casas, barrios y pueblos, su entorno social, se volvía no solo más miserable sino más inseguro por los niveles de delincuencia, asfixiados por las invasiones y expuestos al tráfico de terrenos que fue cada vez más violento e intenso.

Los sindicatos de trabajadores eventuales desaparecieron hacia finales de la década del ochenta. Recuerdo la otrora combativa Central de Trabajadores Eventuales de Cañete, la CETEC, integrada por eventuales que laboraban en la paña de algodón o maíz, pero terminó como una activa promotora de las invasiones de terrenos. Algo similar pasó con los sindicatos de trabajadores eventuales en Chao, Virú o Pacasmayo, que ante la crisis de las ex cooperativas pronto dejaron de ser sindicatos de trabajadores para convertirse en asociaciones de vivienda y frentes de defensa como nuevas formas de organización social.

Es cierto que la crisis del sindicalismo no la ha generado el modelo económico neoliberal ni la ley de promoción agraria. La crisis vino de años atrás y tiene que ver, ciertamente, con las crisis de las cooperativas agrarias, su parcelación y venta de tierras. La Ley Chlimper se ejecutó sin mayor oposición: se impuso sobre un terreno vacío de sindicatos. Y consolidó ese vacío estableciendo condiciones que hacían imposible que se formen sindicatos, asegurando el trabajo temporal mediante contratos a plazo fijo, lo que implica que al llegar la fecha de término del contrato, el trabajador era cesado de su actividad, y vuelto a contratar bajo otra fecha, ya que las exigencias de la producción requerían continuidad de la relación. En los veinte años de vigencia de la Ley Chlimper se fueron constituyendo comités de trabajadores que buscaban ser reconocidos, pero el número de sindicatos registrados en el Ministerio de Trabajo para este rubro (agrario en general, sin especificar al agroindustrial) es absolutamente marginal (un promedio anual de 3 entre 1997 y 2019).

Actualmente no se cuenta con un registro del número de trabajadores eventuales. Se calcula que en la agroindustria laboran de manera formal y bajo los términos de la Ley de Promoción Agraria, unos 270 mil trabajadores (la PEA ocupada agrícola total en el Perú es de unos 4 millones). Según el portal de periodismo Ojo Público, que analizó datos del Ministerio de Trabajo para el año 2017, casi la mitad de los trabajadores contratados en los términos de dicha Ley, se concentra en apenas quince de las 1205 empresas comprendidas en este régimen (el total en el rubro, bajo otros regímenes, es de 4.699 empresas). De acuerdo al investigador Eduardo Zegarra, de GRADE, son 122 las agroexportadoras que concentran el 85% de la fuerza laboral y reciben beneficios tributarios del Estado peruano. Y no solo beneficios, también financiamiento, como ocurrió en el contexto del programa Reactiva Perú, puesto en marcha durante la emergencia sanitaria y económica por Covid-19, pese a que las empresas agro exportadoras no paralizaron sus actividades.

No hay una explicación sencilla acerca de por qué habiendo sido tan intensa la actividad de las empresas agro exportadoras - que en poco tiempo dieron lugar a grandes complejos agro industriales, concentrando tierras y ocupando a decenas de miles de trabajadores- no se hayan constituido en contrapartida organizaciones sindicales ni se haya establecido mecanismos de negociación colectiva para regular la relación capital-trabajo. Aquí ensayo dos hipótesis.

Una primera hipótesis tiene que ver con la modalidad de relaciones de trabajo que impuso el modelo económico neoliberal, y que se aplicó diligentemente en el sector de la agro exportación. Se trata de una modalidad sustentada en dos ejes fundamentales: la intensificación y diversificación de la explotación laboral, y la temporalidad de las contrataciones laborales.

El trabajo eventual de las empresas agro exportadoras era diverso por el tipo de actividades que realizaban: operario de máquinas y herramientas, clasificador de frutas o vegetales en las plantas de tratamiento, limpieza de terrenos, cosecha de productos; la diversidad de actividades de alguna manera limitaba la organización mediante un único gremio que integre o de una asociación que represente tal diversidad. Normalmente quienes tenían las condiciones laborales más difíciles eran los cosechadores y los que laboraban en el proceso de selección, empaque; ellos conformaban el sector más presto a reclamar o demandar mejores condiciones, aunque sin lograr expresar la identidad o requerimientos del conjunto de los trabajadores de una misma empresa.

La temporalidad de los contratos se constituyó en el principal instrumento para cesar las relaciones laborales con aquellos que promoviesen algún tipo de reclamo, más aún, sindicatos. Aún cuando las actividades dentro de las empresas fueran permanentes, los empresarios usaron y abusaron al extremo de los contratos temporales. Un estudio realizado por Fernando Cuadros, destaca que el “uso intensivo de contratos temporales ha sido un factor disuasorio de la afiliación sindical (pasó de un ya paupérrimo 5% en 2008 a 4% en 2017) y la negociación colectiva, al depender de la decisión unilateral del empleador la renovación o no de dichos contratos y no requerir expresión de causa para su finalización, lo cual ha terminado afectando, entre otras cosas, el poder de negociación de los trabajadores bajo el régimen agrario y su posibilidad de acceder a mejoras remunerativas”2 En efecto, desde hace cuatro años no se registran negociaciones sindicales en las empresas de la agro exportación. Y no es porque los trabajadores estuvieran contentos con este régimen.

Crisis del sindicalismo y cambios en la narrativa empresarial

Exploremos ahora lo concerniente al sindicalismo peruano, a su larga crisis y al hecho que no haya incorporado como base de su estructura a los trabajadores de la agro exportación. Esta crisis del sindicalismo no puede ser atribuida a la política neoliberal, pues viene de años atrás. Probablemente tenga que ver con el agotamiento de formas de lucha, pero sobre todo con formas de representación de los trabajadores eventuales. En un momento de grave crisis económica y política, como la que afrontó el país en la década del ochenta, se produjo un agotamiento de las luchas sindicales: de pronto la quiebra de empresas arrastró también a los sindicatos y federaciones de trabajadores. En el caso específico de los trabajadores eventuales, la expropiación de las haciendas, la quiebra de las cooperativas y la virtual parcelación de los terrenos de las cooperativas, dejaron sin empleo a centenares de miles de eventuales, que tuvieron que refundirse dentro de sus pueblos y dedicarse a otras actividades, como el comercio informal.

Empezar de cero era el reto de los sindicalistas del sector de la agro exportación: remontar cuesta arriba cuando la hegemonía del modelo neoliberal era total; lograr conseguir un espacio de interés en la opinión pública cuando los dueños de las empresas y conglomerados concentraban el poder político y económico en los gobiernos nacional y regionales. Por supuesto que se realizaron algunos paros, pero sin mucho éxito; se constituyeron sindicatos, pero pronto desaparecieron del escenario de los valles; se formaban pequeños núcleos sindicales con escasa representación.

Aún hoy, los propios sindicalistas reconocen esa realidad, y su forma de organización son los comités de lucha basados en unos pocos sindicatos. No obstante, lo que consiguieron los trabajadores eventuales en las primeras semanas de noviembre de 2020 fue asombroso: generaron la solidaridad de la población y llevaron al gobierno y al Congreso a derogar una Ley que por veinte años había empoderado a los empresarios de la agro exportación.

Más allá del resultado mismo, la derogatoria de la Ley Chlimper, me interesa destacar la narrativa que alrededor de las motivaciones y el curso de la protesta crearon los grupos empresariales, como la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú y, por supuesto, los defensores del modelo neoliberal. Los comunicados de los grupos empresariales y la campaña mediática evidencian por un lado una total desafección de las condiciones laborales de sus propios trabajadores, de sus condiciones de vida y, sobre todo, de sus reclamos por el pago de jornales más justos. Lejos de entender que esas demandas forman parte de la búsqueda de una adecuada relación entre el capital y el trabajo, lo que hicieron y hacen es considerar que la demanda de los trabajadores y la decisión del gobierno de aprobar una nueva ley y su reglamento que regule las relaciones laborales, es una suerte de ataque mortal al sistema capitalista, una lucha final entre el capitalismo y el comunismo.

Basta leer los editoriales publicados sobre el asunto en los portales El Montonero y Lampadia. “El 2021 debe considerarse en el año de la guerra ideológica” dice El Montonero; los que quieren cambiar el modelo son “estúpidos”, clama uno de los articulistas de Lampadia3. Lejos de reflexionar sobre la necesidad de establecer mejores condiciones laborales para sus trabajadores o de aportar a disminuir las desigualdades sociales que están a la base de las protestas sociales, lo que hacen y dicen exacerba esas desigualdades y evidencia su intención de de mantener condiciones laborales que ya pocos defienden. Quizá quien mejor expresa ese pensamiento es Aldo Mariátegui que en una de sus increíbles artículos les recordó a los empresarios los consejos de sus abuelas: “nunca cuentes tu dinero delante de los pobres” y “nunca te ufanes en el Perú de tus éxitos”4

Footnotes

  1. El sector agrícola y agropecuario accedió desde el 2000 a privilegios fiscales como un Impuesto a la Renta diferenciado (15% frente a un régimen general que abona 29,5%) lo que le permitió una exoneración de 383 millones por este concepto en 2019, año en el que casi un tercio (27% con 4.311 millones de soles) de las exoneraciones tributarias en general correspondieron a las empresas agroexportadoras. Ver: Ojo Público, “El cuestionado régimen laboral de las agroexportadoras. https://ojo-publico.com/2300/el-cuestionado-regimen-laboral-de-las-agroexportadoras

  2. Fernando Cuadros Luque - 8 de junio de 2019. https://ius360.com/regimen-laboral-agrario-en-el-peru-algunos-apuntes/

  3. ¿Si algo funciona exitosamente y da resultados positivos, a una persona NO estúpida se le ocurriría cambiarlo o destruirlo? La respuesta es lógica: no se toca porque funciona bien, sin embargo, en el Perú eso no es correcto.”. Rey, Alonso. “Si algo funciona no lo toques por favor. 13 de enero de 2021. https://www.lampadia.com/analisis/economia/si-algo-funciona-no-lo-toques-por-favor/

  4. La política suicida de comunicaciones de los agroexportadores por años fue jactarse de que cada vez producían y vendían más, lo que lógicamente les hacía más ricos. No haces muy popular tu modelo productivo para trabajadores y políticos solamente diciendo que tú estás ganando más y más plata mientras no subes jornales al mismo ritmo y encima pagas una tasa menor del Impuesto a la Renta. Como aconsejaban las abuelas, ‘nunca cuentes tu dinero delante de los pobres’ y ‘nunca te ufanes en el Perú de tus éxitos’. Mariátegui, Aldo. 30 de diciembre de 2020 https://peru21.pe/opinion/vergara-tambien-callara-como-los-demas-pacifistas-noticia/

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