Geopolítica de la post pandemia
La pandemia del COVID-19 y la gran depresión que la acompaña tendrán consecuencias económicas y geopolíticas considerables y modificarán profundamente el sistema de relaciones internacionales, tal como lo conocemos ahora. ¿Qué características tendrá el mundo luego del profundo efecto destructor de estos inesperados eventos? Han proliferado profetas y visionarios que pronostican desde un “comunismo reformado”, hasta quienes nos horrorizan con la distopía de un mundo “post liberal totalitario”, comparable a la película “Brazil” de Terry Gillian. Como ha señalado pertinentemente Anthony Medina en la revista IDL, aventurarse en predecir el futuro es un oficio peligroso en el que han fracasado grandes pensadores. Estamos recién en los inicios de esta crisis y por ello el horizonte de imprevisibles es bastante grande. Con mucha prudencia, me arriesgo en estas reflexiones.
El fin de la hegemonía occidental del mundo
La pandemia del COVID-19 y los impactos económicos de la gran depresión le han proporcionado el tiro de gracia a la dominación occidental del mundo. Si antes de estos acontecimientos el presidente Macron advertía en un discurso a su cuerpo diplomático que "estamos viviendo el fin de la hegemonía occidental en el mundo", ésta ya concluyó. Pasamos una gran página de la historia mundial que duró cerca de 200 años e ingresamos en un mundo “asiocéntrico” en el que China e India ocuparán roles protagónicos antes monopolizados por los países occidentales Más allá de sus diferentes formas de régimen político, han sabido controlar mejor el impacto de la pandemia y saldrán mucho más rápido del choque económico de la gran depresión. Las economías asiáticas reposan sobre una población que representa casi el 60% de la población mundial y ya antes de esta crisis, se pronosticaba se iban a convertir en el centro de la economía mundial. Esto, que es un hecho incontestable, explica porqué los esfuerzos por “contener el ascenso de China” y retroceder el reloj de la historia están condenados al fracaso.
Un mundo asiocéntrico: características y desafíos
Lo primero que debemos tener claro, por más que la propaganda occidental pretendaconvencernos de lo contrario, es que un mundo asiocéntrico, no será un remedo del mundo dominado por occidente que estamos dejando atrás. Ni China, ni mucho menos India, así se conviertan en las primeras economías del mundo, buscan establecer relaciones imperiales como las que caracterizaron a los imperios occidentales desde 1492. Si nos deshacemos de nuestras anteojeras eurocéntricas para mirar la historia universal, descubriremos que las civilizaciones asiáticas han sido las principales economías mundiales durante más de 800 años. Recién los últimos 200 años, fruto del colonialismo europeo, estos países declinaron. Desde su punto de vista, su preeminencia actual, es una vuelta a la “normalidad”. No está en el ADN civilizatorio chino, ni el indio, un tipo “misionero” e “imperial” en sus relaciones con el mundo exterior. Lo que se perfila más bien es un mundo multipolar cuyo diseño y características se irán definiendo en los años que vienen. Por el momento, asistimos a la paradoja en que China se esfuerza en defender las instituciones y el orden multilateral construido por los EE. UU, después de 1945, mientras éste se esmera en destruirlo con la consigna “América Primero”. Subsisten aún muchas incertidumbres sobre si los países del G7 aceptarán negociar un nuevo orden multipolar o si acompañarán a los EE. UU. en defender obstinadamente la primacía occidental sobre el mundo.
Atrapados en el “Dilema de Triffin”
La pandemia del COVID-19 ha producido una brusca caída del comercio, la migración y el turismo internacional; la gran depresión hará mucho más profunda esta debacle. Ingresaremos a una forma de desglobalización, que ya se anunciaba con las crecientes opciones proteccionistas y nacionalistas de varios países, comenzando por EE.UU, que puede marcar el inicio de una “regionalización de esferas comerciales”, con cadenas de valor más locales y regionales que extra regionales, donde algunos países buscarán maximizar una soberanía sobre aspectos estratégicos como los productos médicos y la alimentación. Para Latinoamérica no es precisamente una buena noticia porque significa que nos enfrentaremos a recargadas ambiciones imperiales de los EE. UU. en el preciso momento que estamos más divididos y cuando nuestras iniciativas de integración regional soberanas han sido derrotadas.
Sumado a esto, tenemos que considerar seriamente algo que muchos analistas soslayan cuando examinan la crisis de la economía americana: la incontestable posición dominante del U$ dólar en la economía mundial. Cuando muchos economistas pronosticaban una desdolarización de la economía mundial, Oscar Ugarteche me señalaba tercamente: “Seguimos ese tema en el observatorio hace años y lo abandonamos porque los datos no nos acompañaban.” ¿Y cuáles son estos datos según un informe de la Banca Central Europea del 2018? Deuda Internacional U$ 62.2%, Euro 23.4%, Yuan 2.4%; Préstamos Internacionales U$ 56.3%, Euro 23.2%, Yuan 3.2%; Moneda de pago mundial U$ 39.9%, Euro 35.7%, Yuan 1.6%; Reservas Internacionales U$ 62.7%, Euro 20.1%, Yuan 1.2%. Si a estas abrumadoras cifras le sumamos que el sistema de pagos interbancarios SWIFT, dominado por los bancos occidentales, trabaja con más de 3500 bancos en 200 países, nos podemos dar una idea del poder de apalancamiento que tienen las economías occidentales para resistir este reposicionamiento de la economía mundial en Asia.
Este panorama es también una clara indicación que, desde la perspectiva china, el Yuan no pretendía reemplazar al U$ dólar, como fue explicitado por el gobernador del Banco Popular Chino, Zou Xiaochuan, el 2008 cuando se refirió al “Dilema de Triffin” para explicar la crisis económica internacional. “El dilema de Triffin” enunciado por el economista belga Robert Triffin en 1960, es el conflicto de intereses económicos que surgen entre los objetivos nacionales e internacionales para los países cuyas monedas sirven como monedas de reserva mundial. Consciente de este dilema, China ha propiciado la ampliación de los derechos especiales de giro (DEG), una canasta de monedas internacionales emitida por el FMI, y no el Yuan, como una posible salida a una saludable desdolarización de la economía mundial. Esto, por supuesto, no está en el interés de los EE. UU., como se ha demostrado una vez más en la reciente reunión del FMI, en la que a pesar de la solicitud mayoritaria de ampliación de liquidez en DEG por la mayoría de los ministros de economía y la propia directora del FMI, Mnuchin, el secretario del tesoro americano, ha manifestado su firme oposición.
¿Qué significa esto? Por más que la economía americana sea duramente golpeada por la depresión, como lo será, y que el U$ dólar caiga a valores cercanos al “papel higiénico” como algunos apocalípticos pronostican, seguirá siendo, por un buen momento, una pieza imprescindible para la economía mundial. Por ello Mnuchin refuerza el control americano sobre el FMI, una posición privilegiada para decidir qué países salvar y cuáles no, en medio de la profunda crisis que se aproxima. Ya estamos asistiendo a una corrida hacia los brazos del FMI en más de 100 países, cuando estamos recién en los inicios de esta profunda crisis económica. El presidente del Banco Central, Julio Velarde, dijo hace unos días que "hemos iniciado conversaciones con el FMI para tener una línea contingente que podría llegar hasta los 18 mil millones de dólares". En una situación similar está Colombia, que hizo el pedido para poner tener a disposición 11 mil millones de dólares. Esto, en cristiano significa que en los escenarios de salida a esta crisis debemos considerar seriamente la amenaza de una mayor desnacionalización y pérdida de soberanía de nuestras economías y una mayor integración subordinada y dependiente a la economía americana.
La batalla por la democratización de las telecomunicaciones
La tiranía del espacio no permite abordar todos los temas a considerar en estos posibles escenarios post pandemia. El de la “des-urbanización”, por ejemplo, debe ser estudiado más detenidamente, considerando que el desempleo prolongado empujará una migración a las regiones en donde encontrarán comida, tierras y agua. Algo sumamente relevante para el Perú. Rápidamente abordo el tema de la “dictadura digital” con la que nos espantan algunos analistas. La pandemia del COVID-19 ha evidenciado la importancia de internet. Basta imaginarnos que hubiera sido del confinamiento global si no hubiéramos tenido esta posibilidad de comunicación y de trabajo virtual. La demanda por una modernización de internet para pasar al sistema 5G se hará mucho más apremiante y en ella es innegable que China tiene ya una ventaja sobre los EE. UU. Más aún si consideramos que las otras empresas que dominan esta tecnología son europeas, Ericsson y Nokia, que con Huawei, controlan más del 70% de la tecnología 5G.
Esta nueva tecnología con conexiones más rápidas y múltiples aplicaciones en el comercio digital, las finanzas y la robótica (el internet de las cosas), será un instrumento fundamental en los horizontes de salida de esta profunda crisis. Lo que la venenosa campaña contra Huawei esconde es que ya vivimos bajo una “dictadura digital”. Mike Pompeo se olvidó de añadir cuando dijo: “mentimos, engañamos, robamos” también, “espiamos”. Sabemos por las revelaciones de Snowden que EE. UU. posee el programa PRISM, un programa clandestino? de vigilancia electrónica operado por la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA) en complicidad con las agencias de inteligencia del Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelandia, donde también participan los Países Bajos e Israel. Esto les ha permitido desde el año 2007 que Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Skype y Apple, acepten la incorporación de “backdoors” (accesos directos) en sus programas para las labores de espionaje realizadas por estas agencias a nivel mundial.
Cuando el 2013 estalló el escándalo del chuponeo de la NSA a los jefes de Estado de Alemania, Brasil y México, la expresidenta Dilma Rousseff instó a Naciones Unidas a establecer un marco legal que regule la conducta de los Estados en cuanto al uso de Internet para actividades relacionadas con el espionaje. Muchas personas no están al corriente que la administración de Internet es controlada por ICANN, una empresa privada con sede en Los Ángeles, en la que hasta el año 2016, el Departamento de Comercio de los EE. UU. tenía la palabra final. La necesidad de una reforma de Internet, para que su gestión sea realizada en el marco de las Naciones Unidas, es una tarea pendiente dentro del proceso de democratización de las relaciones internacionales en un mundo multipolar.
Sería deshonesto no señalar que nos esperan tiempos muy difíciles, que la depresión económica provocará muchos estragos sociales y pondrá en riesgo la sostenibilidad económica de muchos países. Pero no debemos perder la alegría y el optimismo al mirar el mundo multipolar en gestación. Será, estoy convencido, un mundo mejor, en donde brillará más que nunca la gran diversidad espiritual y cultural de la humanidad. Será un mundo en el que como decía nuestro gran Amauta, José María Arguedas, “cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo podrá vivir, feliz, todas las patrias”.