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Herencias

Velasco y la diversidad musical que despegó con ayuda de la Reforma Agraria

Velasco y la diversidad musical que despegó con ayuda de la Reforma Agraria
Tres generaciones de la familia Correa en sus tierras, en el anexo Tailin de la comunidad campesina de Marmas Foto: Valeria Acevedo Navarrete

Perú está construyendo un modelo de industria musical muy particular en Sudamérica: mientras que en países vecinos, ahora mismo, se masifican tendencias encabezadas por clases medias metropolitanas (y blancas), nuestras músicas más exitosas son campesinas, regionales, de asentamientos humanos y se interpretan en lenguas indígenas. En YouTube, solo 10 videoclips estrenados en los últimos dos años de agrupaciones de cumbia y géneros andinos como el huayno o la tunantada suman 180 millones de visualizaciones, y propuestas de Juliaca, Tingo María, Jauja, Ayabaca, La Mar, Purús y Yurimaguas, en español, quechua, aimara y asháninka, se perfilan para el 2019 como tendencias nacionales.

Probablemente no sea la mejor noticia para los grandes medios de comunicación, o para los interesados en industrias musicales que entienden por música exitosa solo aquella que suena a rock y aparece en una cadena internacional de música pop, pero así es como hemos construido nuestro consumo y producción cultural, y la responsabilidad de las ciencias sociales, además de sistematizar los fenómenos, es explicar los procesos que permitieron construir estos entornos.

¿Qué tienen que ver las industrias musicales, las ciencias sociales y la importancia del velasquismo? Que no se puede explicar ninguno de los entornos señalados en el párrafo anterior sin abordarlos desde la Reforma Agraria y los procesos revolucionarios iniciados en 1968. No es fácil, varios de los que hemos sido formados en la última década en las aulas universitarias tenemos en común haber “descubierto” la trayectoria de Juan Velasco Alvarado de forma tangencial, no necesariamente por las lecturas, sino por el análisis de nuestras historias de vida. Aclaro esto porque debo enfatizar que mis investigaciones sí están influenciadas por mi experiencia familiar.

Llegué a Velasco cuando caí en la cuenta de que mis hermanos y yo éramos los primeros universitarios en ambas líneas familiares, que nuestra madre -y sus hermanos- en Montero, Suyo y Piura eran los primeros letrados, y que alfabetizarlos solo había sido posible por la aparición de escuelas elementales gestionadas por las comunidades, donde nuestras abuelas y bisabuelos estaban haciendo tomas de tierras desde el gobierno de Bustamante, en contra de hacendados que robaban miles de tupus de tierra apelando a la tortura, la pólvora y el subprefecto, situación que apenas desaparece con la caída de Belaúnde. Fui descubriendo que casi toda mi promoción sanmarquina tenía una historia parecida, que siempre estaba relacionada con una hacienda y la Reforma Agraria. El proceso había marcado a los que veníamos de áreas urbanas pobres y recién lo empezábamos a descubrir durante la educación superior. Éramos pobres, pero íbamos a la escuela para ser profesionales, no a la hacienda para ser pongos del hacendado, como la bisabuela.

Yo venía del mismo distrito que Corazón Serrano, Veintiséis de Octubre, y de hecho éramos casi vecinos por el mismo proceso: nuestras familias habían migrado de la misma provincia, gracias a que los ancestros (el señor Guerrero y la señora Neira en el caso de ellos, y el señor Correa y la señora Robledo en mi caso) habían podido acceder a tierras en el proceso de la Reforma Agraria, con cuyo sustento, la cosecha de sus chacritas, lograron financiar el viaje de los hijos mayores, quienes a su vez trajeron a los últimos, para asegurarles acceso educativo y laboral en la capital regional.

Esta dinámica no era exclusiva de la familia Neira ni de la mía, de hecho Pacaipampa, tierra de Corazón Serrano, vivió uno de los procesos más dramáticos: según Karin Apel, once haciendas ocupaban más de 73 mil hectáreas, las que antes de la Reforma Agraria fueron tomadas por 1313 pequeños propietarios, lo que generó la aparición de predios como Cachiaco, comunidad de los Guerrero Neira. En diversas conversaciones con los fundadores de la agrupación, refieren que, si bien los hermanos mayores migraron, el padre y la madre seguían apoyando con lo que generaban en sus chacras. Es evidente una relación entre la trayectoria de la agrupación sanjuanera y los procesos de reforma agraria.

Pero no solo este grupo fue influenciado. Es notorio que en las regiones donde ocurrieron cambios más profundos en la tenencia de la tierra a favor de yanaconas, indígenas o colonos, hubo luego de la década de 1990 enormes avances en la comunicación y producción masiva de expresiones musicales rurales. Así, Cusco, donde según el Censo Agropecuario de 1961, 469 hacendados se repartían 1 420 905 hectáreas, es hoy un departamento que manufactura cientos de agrupaciones de huayno sureño, huayno con requinto, cumbia sureña y huayno cusqueño. En esa comparativa, Puno es igual de sorprendente: la tierra de la cumbia sureña, cuyas productoras multimedia manejan la carrera de agrupaciones campesinas e indígenas de Cochabamba, Iquique, Antofagasta, Tacna y El Alto, contaba hasta 1961 con 84 sociedades mercantiles que concentraban 573 580 hectáreas, mientras que un total de 22 comunidades apenas poseían 21 243. Ni una ni otra región tuvo antes de la Reforma Agraria algún movimiento musical campesino con el poder interregional que tienen sus pares contemporáneos.

Para lograr que estas regiones se conviertan en clústeres musicales se requería movilidad social indígena y campesina. No era posible generar grandes mercados para las diversas variantes de huayno sin músicos formados en escuelas y productores educados en universidades públicas locales, algo que apenas comenzó a suceder a fines de la década de 1980. Lo que la Reforma Agraria y la masificación del quechua permitió fue dotar de algo que puede sonar hasta básico: libertad. La seguridad sobre la tierra facilitó, a partir de la década de 1980, que miles de familias rurales “expulsen” a sus hijas e hijos a las capitales regionales a trabajar y estudiar. Existen decenas de testimonios que relatan los diversos mecanismos que las haciendas utilizaban para anular la capacidad de movilidad educativa, cultural y económica de sus colonos y esclavos.

Los párrafos anteriores no describen una investigación completa ni apuntan a conclusiones, sino que se esbozan para narrar los senderos por los que yo me moví en las investigaciones musicales a partir de reconocerme como un hijo de la Reforma Agraria de Juan Velasco Alvarado, paisano mío. Considero que el velasquismo no solo es una postura política o de moda, sino que nos puede ayudar a dibujar de manera más rica y compleja nuestras pesquisas, como en el caso de las músicas andinas y tropicales.

No veo factible construir una narración del Perú contemporáneo sin reconocer que nuestra república se refundó cuando se abolió el latifundio, y que nuestra diversidad cultural, hoy en la cresta de nuestro reconocimiento como nación, solo ha sido posible con indígenas y campesinos libres y dueños de su propia tierra.

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