Bolsonaro presidente ¿Y ahora?
Jair Messias Bolsonaro fue elegido como presidente de la República de Brasil, con 58 millones de votos, es decir 39% de los electores brasileños. Bolsonaro, 63 años, capitán reformado del Ejército, de extrema derecha, tiene una larga lista de pronunciamientos que defienden la tortura, el asesinato de opositores, la esterilización de mujeres pobres, la privación de los derechos laborales de las empleadas domésticas, entre otros. Es racista, muestra desprecio o prejuicio contra mujeres y niñas, siente odio por homosexuales y por toda la comunidad LGBT. Pretende extinguir todos los “quilombos” y las reservas indígenas para abrir espacio al agronegocio y la minería. La cuestión ambiental simplemente es ignorada, habilitando al agronegocio a destruir las reservas forestales, así como las riberas de los ríos y sus cabeceras.
Bolsonaro inició su trayectoria política como concejal en Río de Janeiro (1989-1990) y, a partir de entonces, como diputado federal, con siete mandatos consecutivos, por 28 años, pasando por varios partidos políticos. Se presenta, sin embargo, como un outsider, alguien que no es político y que vino para erradicar la corrupción y cambiar un sistema político necrosado.
Su campaña, basada en el combate a la izquierda, el estímulo al odio y en las fake news, enfocó como enemigo al Partido de los Trabajadores y sus electores, calificados de ladrones y corruptos que necesitan ser eliminados de la vida política por todos los medios, inclusive por la prisión y hasta por la eliminación física.
Hasta junio de 2018, Bolsonaro tenía una presencia discreta en las encuestas electorales, con 17% frente al 30% de Lula. Se convirtió en la alternativa de las élites cuando el partido de centro-derecha, el PSDB, naufragó en las elecciones. En la primera vuelta, el PSDB no consiguió ni siquiera el 5% de las preferencias de los electores. Lula, el candidato de mayor convocatoria popular, que se perfilaba a ganar la elección presidencial en la primera vuelta por el PT, fue preso y alejado de las elecciones el 7 de abril, sin ninguna prueba que sustente su condena. A partir de ahí, la derecha – y todos los medios – pasó a atacar al PT, acusándolo de ser una banda de ladrones liderado por un condenado en prisión.
Bolsonaro contó con el apoyo de la élite empresarial y financiera del país, de los principales canales de televisión y diarios de la gran prensa (controlados por cinco de las familias más ricas del país), de las iglesias evangélicas, de sectores importantes de las clases medias y de sectores populares en los cuales la Iglesia Evangélica Neopentecostal tiene una presencia importante. Estos sectores sociales optaron por Bolsonaro principalmente para expresar su anti-petismo y la defensa de valores conservadores, algo cultivado en los últimos cinco años por los medios dominantes, que, además, atribuían al PT la corrupción endémica, la recesión económica, el desempleo y todos los problemas de la sociedad brasileña.
El desgaste, sin embargo, no fue solo del PT, sino que se extendió a todos los partidos, una vez que, de a pocos, fue comprobándose que el uso de recursos ilícitos en las elecciones involucraba a todos.
Cabe señalar que el PT, a pesar de la masacre de los medios y las redes sociales, fue el que menos sufrió al fin de cuentas. Fueron elegidos cuatro gobernadores en la región Nordeste y la mayor bancada de la Cámara de Diputados (56 diputados federales) y, como partido, aún cuenta con la preferencia del 24% del electorado brasileño. El PSDB, su mayor adversario en las últimas elecciones, obtuvo el 4% de las preferencias del electorado, consiguiendo el MDB, partido del presidente Temer, el mismo porcentaje. Los demás partidos no lograron más que 1%.
Lo que se observa es la desintegración de la centro-derecha y la desaparición del discurso social-demócrata. La idea de un pacto social, expresado en la Constitución de 1988, fue abandonada por las élites y por los partidos conservadores.
Sin embargo, el determinante para la elección de Bolsonaro fue su activismo en las redes sociales, con la utilización de un impresionante aparato tecnológico y la difusión en escala industrial de fake news, falsedades y mentiras que, hasta absurdas, tuvieron millones de views a lo largo de la campaña electoral.
Fueron miles de fake news creadas diariamente, como respuesta y resignificación de las movilizaciones y pronunciamientos de sus opositores. Según una investigación realizada del 16 de agosto al 7 de octubre, sólo cuatro de las cincuenta imágenes más replicadas en el WhatsApp eran verdaderas.1 Y las investigaciones demuestran que el 47% de las personas que visualizan los mensajes de WhatsApp creen en ellas, no distinguiendo las mentiras de la información.
Un ejemplo es la difusión de una mamadera con un chupón de látex en forma de pene y los dichos de que su oponente, el candidato del PT, Fernando Haddad, pretendía implantar su uso en todas las guarderías del país, en una campaña contra la homofobia. Esta noticia falsa fue vista por 3,6 millones de personas. Cabe recordar que Fernando Haddad fue ministro de Educación, con una evaluación excelente de su trabajo.
Contando con el apoyo, declarado informal, de Cambridge Analytica y de Steve Bannon, el marketero norteamericano que utiliza datos personales de los electores para dirigirles mensajes específicos de acuerdo a su perfil y que estuvo detrás de la campaña de Trump, Bolsonaro transformó el modo de hacer política en estas elecciones, que llevaron la marca de una enorme manipulación del electorado, bajo la complacencia del Tribunal Superior Electoral y del Supremo Tribunal Federal. Incluso después del video en el cual el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro, electo para el Senado con la mayor votación de la historia, afirma que para cerrar el Supremo Tribunal Federal basta movilizar a un cabo y un soldado, el STF permaneció en silencio, amedrentado.
Según Steve Bannon, “si no fuese por Facebook, Twitter y otros medios sociales, habría sido cien veces más difícil para el populismo ascender (…)” y Bolsonaro cuenta con un gran grupo, muy sofisticado, de brasileños expatriados trabajando en los Estados Unidos. Según él, “hoy, la política es, en realidad, una narrativa mediática” 2
La demonización del adversario durante la campaña electoral fortaleció el antipetismo y llevó a un sinnúmero de agresiones físicas y hasta asesinatos de electores de Haddad e integrantes de grupos minoritarios por bolsonaristas radicalizados.
En Porto Alegre, el día 8 de octubre, una joven con una camiseta que llevaba escrita la frase “Él no”, declarando que no vota por Bolsonaro, al descender de un ómnibus fue agredida por tres hombres, que le dieron golpes y trazaron con una navaja en su barriga la esvástica nazi, gritando “¡Bolsonaro! Él sí”. El delegado titular de la 1ª Delegación de Porto Alegre, Paulo Jardim, al comentar la denuncia registrada en su Delegación, declaró que la esvástica marcada con una navaja no es un símbolo extremista y sí de amor, un símbolo milenario budista.
La policía se muestra coludida con la radicalización y así estimula estos comportamientos criminales. El temor que se cierne sobre todos es que la violencia política se propague por la sociedad, sin ningún control, al estilo del “modo filipino de gobernar”.
Electo por un partido minúsculo sin ninguna expresión, el Partido Social Liberal (PSL), Bolsonaro enfrenta el desafío de gobernar. Sin experiencia administrativa, su equipo de campaña reúne seis generales de reserva y economistas ultraliberales, liderado por Paulo Guedes, banquero, integrante y dirigente del Instituto Millenium, un think tank que propone, por ejemplo, la privatización de todo lo que es público e interese al mercado, la destrucción de los derechos laborales, la reducción de las pensiones por jubilación y el recorte de las políticas sociales.
El propio Bolsonaro y sus generales hacen declaraciones en defensa de la dictadura, poniendo en jaque a todas las instituciones de la República y amenazando con gobernar sin el Congreso y hasta promover el impeachment y poner tras las rejas a los integrantes del Supremo Tribunal Federal.
Sin planes de gobierno ni proyecto para el país, este grupo que se apropia del poder llevará a Brasil a una situación de crisis económica, social y política sin precedentes, hará uso de la represión violenta para garantizar su gobernabilidad, promoverá la persecución de sus opositores políticos y buscará destruir todas las organizaciones de la sociedad civil que representan a los sectores más empobrecidos y defienden sus derechos.
Además de los militares, dirigentes del mercado financiero, del agronegocio, de bancos internacionales de inversiones, son considerados para integrar los ministerios del gobierno Bolsonaro. Según Bolsonaro, será el fin de los sindicatos, de las ONG, de los movimientos sociales. Al comparar la dictadura brasileña con la argentina, declaró que la dictadura brasileña debería haber matado a 30 mil opositores, como lo hicieron los militares en Argentina.
Con la ayuda de Temer, la ley antiterrorista está siendo regulada por el Congreso con vistas a endurecer las penas sobre cualquier grupo que el gobierno desee calificar como terrorista. Y Jair Bolsonaro ya anunció su voluntad de clasificar a los movimientos sociales como terroristas, especialmente al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), los dos mayores movimientos sociales del país.
Lo que ahora se ve como posible coalición de gobierno es la articulación entre un radicalismo estúpido y rastrero – fruto de la manipulación mediática que alienta a la clase media, la cual identifica al PT como la razón de todos los males, debiendo por eso ser destruido – y un ultraliberalismo internacional que ve en la crisis brasileña el camino para apropiarse de las riquezas del país y acabar con toda ilusión de soberanía nacional. Este ultraliberalismo reafirma el papel de colonia de Brasil y de América Latina, vista como una plataforma de explotación depredadora por parte de las multinacionales, específicamente el sistema financiero internacional.
En un escenario de alto desempleo (13.1%), precarización e informalización de las relaciones de trabajo con la correspondiente pérdida de los derechos laborales y rebajas salariales, empobrecimiento generalizado, población endeudada (40% de los adultos integran el registro nacional de personas que no logran pagar sus deudas en la fecha prevista) y la reducción drástica de los recursos destinados a las políticas sociales por la imposición de una enmienda constitucional que congela los gastos sociales del gobierno federal por 20 años, el modelo de sobre-explotación que se pretende intensificar tiene un alto potencial conflictivo.
Sin intención de restaurar un pacto social en el cual las amplias mayorías puedan beneficiarse de una pequeña parte de la riqueza producida, el gobierno Bolsonaro debe hacer uso de la represión y el terror para contener las previsibles manifestaciones de protesta y reivindicaciones.
Este escenario solo tiende a agravarse y debe también generar tensión en su propio equipo de gobierno, sus alianzas políticas y sus relaciones con el Congreso. Por el perfil autoritario de Bolsonaro, que ya desautorizó a sus principales asesores en pronunciamientos sobre lo que harán en el gobierno, no será sorpresa que el nuevo gobierno entre en crisis en un corto período de tiempo.
Los desenvolvimientos son imprevisibles, pero varias declaraciones de los generales señalan que, si la estabilidad política llegara a ser amenazada por presiones sociales o por conflictos con el Congreso, ellos podrán asumir directamente el gobierno, en nombre de la preservación del orden, de la Constitución y de la estabilidad.
Por otro lado, es importante observar que 89.5 millones de electores brasileños no votaron por Bolsonaro y, de ellos, 47 millones votaron por el PT. Si las violencias contra las movilizaciones en defensa de los derechos se multiplican, es previsible la formación de un frente antifascista y de un poderoso bloque de oposición.
Footnotes
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Estudio realizado por la Universidad de Sao Paulo, Universidad Federal de Minas Gerais y Agencia Lupa, publicado en la Folha de Sao Paulo el 18 de octubre de 2018. ↩
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“Capitalismo esclarecido e populismo de Bolsonaro aproximarão o Brasil dos EUA, diz Steve Bannon”, Folha de SaoPaulo, 29 de octubre de 2018. ↩