“La mujer no era el sujeto principal de la reforma agraria”
Una conversación con Lourdes Huanca
A 50 años del inicio del gobierno de Velasco Alvarado no existe un balance consensuado sobre su Reforma Agraria, reconocida como una de las más radicales en la región. Las disputas sobre esta suelen centrarse en análisis económicos, dejando de lado los resultados “inmateriales” tales como el sentido de ciudadanía que fortaleció al campesinado. Así, más allá de su repercusión económica efectiva, esta significó la ruptura de un sistema que obviaba al campesinado de la propiedad, de la educación y de la representación política.1
Sin embargo, esta apreciación debe ser evaluada con matices, considerando los diferentes efectos entre hombres y mujeres. En un país en donde autoridades locales “apuestan a sus esposas”2 es necesario revaluar en qué medida el empoderamiento, la representación política, la propiedad y conciencia ciudadana, tuvo igual impacto en hombres y mujeres. Si bien existen algunos trabajos académicos que muestran la revalorización de la mujer durante el velasquismo a través de programas de planificación familiar,3 es notable la ausencia de un balance que observe de manera principal la posición de las mujeres campesinas en la Reforma Agraria y sus repercusiones hoy.
Impulsada por estas cuestiones entrevisté a Lourdes Huanca, lideresa de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú (FENMUCARINAP). Lourdes me dio a conocer las dificultades de las mujeres campesinas en la representación política, así como las repercusiones de la reforma agraria para estas.
“Ser dirigenta, no es todo color de rosa”
Lourdes Huanca Atencio nació en 1968, en Tacna. Fue educada por su padre hasta los 8 años, cuando decidió vivir con su madre en Moquegua. Allá la vida se hizo difícil. Se casó joven y a la llegada de su primer hijo se involucró en la organización local del vaso de leche. “Soy una peleona”, me dijo, luego de contarme las críticas con las que arremetía en contra de las reparticiones injustas de alimentos. A los 25 años ganó su primer cargo político en el Frente de Defensa Moqueguano, en la Secretaría de la Mujer. Su primera experiencia como dirigente política le dejó un aprendizaje importante: cuando eres mujer, hacer política es un problema en la casa. Recuerda cómo su esposo la cuestionaba después de haber aceptado su cargo dirigencial: “¿Quién te ha dado autorización para que tú puedas asumir un cargo?”. Lourdes rememora: “Ahí recuerdo a mi padre que me decía “tú eres un ser humano y tienes derecho a tomar decisiones”.
Lourdes es una mujer que habla con fuerza pero también con picardía y pasión. Ella me confirma que su primera experiencia política fue en un contexto urbano. De cómo empezó su lucha como mujer campesina. Me habla de Coscore, una comunidad campesina cuyo territorio se veía vulnerado desde la instalación de la minera Cuajone a mitad de los setentas. “Me quedó algo en el pecho, en mi alma, en mi vida, de seguir luchando por el territorio, porque siguen quitando tierras”, dice al recordar que su madre había sido despojada de sus tierras por esta mina. Las consecuencias de enfrentarse a “estos monstruos” fueron determinantes para que Lourdes continúe. La minera había conseguido el apoyo de algunos miembros de la comunidad para empezar una campaña en su contra, recurriendo incluso a quemar un muñeco con su nombre. “Pero eso me ha servido para continuar”, dice Lourdes y recuerda a su amiga Cristal, que le decía “sigue luchando”. “Aprendí que al ser dirigenta no todo es color de rosa”, afirma.
Lourdes viajó a Lima por primera vez para la Reunión de Frentes de Defensa convocada por Gustavo Mohme en el contexto de la recuperación democrática. Dado que el Frente de Defensa Moqueguano carecía de recursos, el viaje a Lima parecía inviable, pero, “si te vas a detener por la plata estas jodida”, recuerda Lourdes, que llegó a la capital en un tráiler desde Moquegua. “Mi primer viaje a Lima como dirigenta fue tirando dedo, en mi carterita tenía 5 soles”. En Lima se quedó hospedada en el local de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y desde entonces se involucró con la organización llegando a ser dirigenta de la Comisión Nacional.
“En la CCP he estado cinco años. Siempre buscando aprender”. Esta organización, siente ella, le dio una base para su desarrollo político. Conoció a asesores como Gustavo Mohme y Javier Diez Canseco quienes le enseñaron a analizar la coyuntura política, “pero no era fácil, recibía mis clases de 12 a las 3 de la mañana, porque quería aprender”. Lourdes se obligó a aprender cómo funciona la computadora “yo he malogrado dos computadoras en la CCP”, me cuenta como revelando una travesura, “pero una vez sabiendo el Internet es como quitarse la venda, porque tienes el poder en ese momento”.
Sin embargo, la militancia en la CCP fue difícil, tanto por las condiciones de vida que implicaba quedarse en Lima, como por la constante batalla política para ser reconocida en esta organización. Para Lourdes la desigualdad política entre hombres y mujeres se reduce a la legitimidad que tiene el hombre cuando habla, a diferencia de la mujer. “En la CCP me puse brava […] Yo quería participar en las reuniones y no me dejaban”. En los cinco años que militó en la CCP la lucha era hacer políticamente visibles a las mujeres, y ante la impotencia que esto implicaba Lourdes encontró importantes aliadas, “no lloraba delante de los varones […] Flora Tristán [ONG feminista] era mi paño de lágrimas”.
En 2005 decidió dejar la CCP para emprender una organización de y para mujeres. “La CCP es una organización muy buena políticamente […] pero no ve el tema de la mujer”. Lourdes fue muy clara cuando me comentó que su deseo no era divisionista. Para ella era necesario un espacio para transmitir su experiencia política y empoderar a otras mujeres “para poder trabajar de igual a igual”. Esta decisión implicó fracturas con sus compañeros de la CCP que las tildaban de divisionistas. Lourdes ya no podía vivir en el local de la CCP “me botaron un día a las 11 de la noche” y fue acogida en un refugio de mujeres, pero dada la lejanía de este lugar muchas veces se quedaba a dormir en las calles del centro de la ciudad. “Aquí si yo he resistido es porque he tenido calle […] en la Plaza Bolognesi hay una callecita, ahí dormía cuando no tenía donde dormir, ahí hay carros malogrados, ahí dormía”.
Esto le dio más fuerza para emprender el proyecto de mujeres que quería, logrando agrupar a mujeres de diferentes partes del país como Ana Díaz, Gladis Campos, Susan Portocarrero, Rosa Ojeda. Uno de los temas más difíciles era la imposibilidad de las mujeres de quedarse en Lima. Una de las compañeras, Celia Mansilla, ofreció su casa para ellas. “Esta casa que estamos acá es la primera casa comunal que ha tenido la FENMUCARINAP […] todas nos veníamos acá. A mí me habían botado de la CCP y dije, 'voy a tener que tener una casa y nunca más una mujer va a ser botada de esta manera'”.
“La reforma agraria no solucionó la vida de las mujeres”
“Cuando ponen la Reforma Agraria yo tenía un año de vida, ¿te das cuenta la historia del Perú...? uff qué sería”, me dice Lourdes cuando le pido su opinión sobre la Reforma Agraria. Continúa: “la reforma agraria fue importante para un despertar de los campesinos, para que estemos unidos, para que no seamos esclavizados […] [sin embargo] la mujer no era el sujeto principal [de la reforma agraria] eran los machos, eran los varones”.
En efecto, la Ley de Reforma Agraria adjudicó la tierra a los hombres. Durante el belaundismo la Reforma Agraria estipuló como requisito el trabajo directo de la tierra, imposibilitando a las mujeres la posesión de ésta al no ser consideradas como trabajadoras directas. De manera que la posesión de las mujeres dependía de su esposo, y a su muerte o abandono, estas también eran expulsadas de las tierras. Durante el velasquismo, esta situación no mejoró mucho. Si bien se permitió a las viudas conservar las tierras (Decreto Supremo 212-69-AP), la mujer no recibiría tierras en otras condiciones. En efecto, de acuerdo a la ley N° 17716, la adjudicación de tierra estaba dirigida al “jefe del hogar” –no jefa– que de manera casi automática correspondía al varón. Problemas similares ocurrían con las comunidades nativas regidas bajo la Ley de Comunidades Nativas decretada en 1974.4
Este modelo legal repercutió en otros beneficios de la reforma. Lourdes cuenta que las mujeres no podían acceder a un préstamo del Banco Agrario por no ser consideradas trabajadoras “¿tú cómo vas a pagar? ¿Con que vas a pagar?”, recuerda haber escuchado. Lourdes cuenta el caso de su hermana Teresa, cuya familia había sido beneficiada por la reforma en el distrito de La Yarada; si bien ella logró sacar un préstamo, era su esposo el que decidía qué hacer con el dinero.
“Hasta ahora hay lugares que el esposo tiene el terreno y si se murió viene el hijo mayor, y si tú eres la que te has casado con el campesino que se murió, bueno eres migrante, regrésate a tu tierra”, dice Lourdes, enfatizando la desposesión de las mujeres campesinas aún después de la Reforma Agraria. En las comunidades campesinas el no reconocimiento de las mujeres como propietarias restringe su representatividad política en las asambleas comunales, es decir, de ser empadronadas como “comuneras calificadas”. Esto repercute en las posibilidades de las mujeres para asumir cargos. “¿Y si le dan el cargo?: secretaria, tesorera ¿porque no hay un secretario y hay una presidenta?”, cuestiona Lourdes, y menciona que actualmente se está peleando por el cambio general de los estatutos de las comunidades campesinas para favorecer la representación política de las mujeres.
El escaso poder de las mujeres campesinas en sus asambleas resulta curioso, considerando la participación de estas en la lucha por la tierra. En efecto, Lourdes afirma que la mujer siempre ha estado activa en la defensa de la tierra: “defienden [la tierra] con la vida porque las abuelas les han dicho tienes que defender la tierra, tienes que defender el agua”. Para Lourdes el problema es que las mujeres no se encuentran empoderadas en sus relaciones domésticas e íntimas, “dicen que han nacido para tener hijos”. Por eso desde FENMUCARINAP plantean entender el cuidado y decisión del cuerpo como el de la tierra. Cuidar el territorio de tu cuerpo y tener autonomía en ese territorio.
Para Lourdes la desigualdad en la posesión de la tierra y la participación política de la mujer es parte de una estructura en donde la mujer es la segunda. Resulta claro que la Reforma Agraria no concibió a la mujer como el sujeto central de su revolución, las concibieron como cónyuges. Por eso afirma “no queremos que nos miren como la segunda […] somos el sujeto principal […] que también las mujeres queremos nuestros territorios, nuestras tierras” y termina mencionando “ya vamos a llegar al bicentenario y seguimos con mujeres sin tierras, o sea yo, Lourdes Huanca, tengo que tener mi tierra, mi título como persona”.
Es claro, como dice Lourdes, que la reforma agraria transformó la vida de las mujeres, quienes tenían una posición de subordinación –incluso peor que la de los hombres– al ser cercanas a espacios domésticos del mundo de las haciendas. Sin embargo, el sentido de ciudadanía y empoderamiento para las mujeres campesinas tiene aún un largo camino. Lourdes es enfática mencionando que esta lucha debe realizarse de manera organizada. Por esta razón se creó FENMUCARINAP. “Tenemos que enseñar a dirigentes a luchar y eso cuesta. […] Hemos visto compañeras que antes no podían hablar y ahora gritan, no importa con los motes encima”. La consolidación de una plataforma de mujeres campesinas “ha costado sueño, hambre y sed” y dice orgullosa “¡hemos aguantado tanta historia, carajo!”.
Footnotes
-
Zapata , A. (6 de Octubre de 2016). ¿Velasco jodió al Perú? (F. Durand, Entrevistador) Otra Mirada ↩
-
Bueno, K. (7 de Noviembre de 2018). "Yo le voy a dar a mi mujer". NoticiasSer.pe ↩
-
Barboza, M. (2013). La Liberación de la mujer en el Perú de los 70's : una perspectiva de género y Estado. Lima. ↩
-
Merino, B. (1997). “La mujer peruana en la legislación del siglo XX”. Lima: Congreso de la República ↩