Nuestras relaciones con China: ¿suplentes o titulares?
Hemos presenciado en un turbulento mes de julio: el intento de asesinato de un ex presidente y candidato presidencial en Estados Unidos, el precipitado reemplazo del candidato rival luego de su confusa participación en el debate presidencial, el horripilante espectáculo en el Congreso de ese país, con 36 ovaciones de pie a un genocida y criminal de guerra, Bibi Netanyahou, por “defender nuestros valores civilizatorios frente a la barbarie”, la crispación regional ante los comicios en Venezuela y el incremento de las tensiones en el Medio Oriente, al borde de una guerra regional al momento de escribir estas líneas.
En medio de estos sucesos, que dan una alarmante imagen de la incierta y crítica situación internacional, entre el 15 y el 18 de julio se celebró en Beijing el Tercer Pleno del 20º Comité Central del Partido Comunista Chino, en el que se discutieron los planes de reforma y profundización del desarrollo y modernización de la economía china. Sin minimizar los otros sucesos, que ameritan cada uno un análisis profundo, si consideramos que desde el año 2022 China es el centro y motor de la economía mundial, lo que haga o deje de hacer tiene repercusiones globales, más aún en el caso de economías como la peruana, que tiene a Beijing como su principal socio comercial.
Un empresario francés comentaba que el escaso interés de los medios occidentales en la reunión del partido de gobierno en Beijing, se debe a que contradice su relato sobre una economía china al borde del colapso, un mantra desde hace 30 años. Es innegable que pese a los éxitos en su audaz esfuerzo por erradicar la extrema pobreza en el país, la economía china enfrenta desafíos como la burbuja en su sector inmobiliario, los problemas demográficos causados por la política de control de la natalidad aplicada entre 1982 y 2015, las desigualdades entre las zonas rurales y urbanas, así como distintas desigualdades sociales. No obstante, en medio de una difícil situación internacional y de los temores crecientes de una recesión en los Estados Unidos, el FMI prevé que la economía china crecerá hacia el 2025 en un 5%, frente a apenas un 1.8% de las economías avanzadas.
Tercera sesión plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista de China en Beijing, celebrada entre el 15 y el 18 de julio de 2024. Xinhua.
De las decisiones del Tercer Pleno es evidente que China, una economía de mercado planificada con una orientación socialista, se prepara para tiempos agitados bajo una fuerte dirección gubernamental. En la reunión se aprobó un ajuste a su estrategia para alcanzar un crecimiento económico autosuficiente y un desarrollo verde en la búsqueda de una ‘civilización ecológica’, apoyado en una profundización de las innovaciones tecnológicas e industriales para culminar la plena modernización de toda China en el horizonte del 2049, año del centenario de la República Popular China.
Como señala Xulio Rios, “innovación, bienestar y ecología” son los ejes básicos acordados en la cita, 1 con énfasis en los temas de orden interno —tanto en el área de la economía y los servicios públicos, como en la gobernanza del país— y en la ratificación de la iniciativa de La Franja y La Ruta 2 como guía de las relaciones internacionales. La idea es fortalecer el desarrollo y orden interno para enfrentar el escenario geopolítico en el mediano plazo, y hacerlo bajo un firme liderazgo gubernamental, lo que lleva a algunos analistas a especular sobre la intención de Xi Jinping de prolongar su mandato más allá de 2027.
¿Alcanzará China tan ambiciosos objetivos? ¿Podrá mantenerse como el motor de la economía mundial? En medio de la situación plena de incertidumbre que vivimos, debemos aprender a mirar nuestra relación con China sin anteojeras, dejando de lado la idealización y la demonización, como apunta Claudio Katz.3
China: problemas y desafíos
Como señala el grupo de trabajo de CLACSO sobre China, y en particular los estudios de Gabriel Merino, la creciente relación de América Latina con el gigante asiático ha producido una profunda reconfiguración de nuestra inserción en la economía mundial, colocándonos en el centro de la disputa geopolítica entre Beijing y Washington. En su avanzada comercial —de acuerdo al plan expresado en los Libros Blancos de 2008 y 2016— China ha aprovechado el desinterés de Estados Unidos por la región, aumentando en 35 veces las relaciones comerciales en solo un par de décadas, logrando establecerse como primer o segundo socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos. En esta relación juegan un papel importante los proyectos de infraestructura, desde autopistas, ferrocarriles, corredores bioceánicos y puertos, como el de Chancay.
Este acercamiento ha desequilibrado la histórica hegemonía unipolar de Estados Unidos sobre nuestra región, que lamentablemente continúa encasillada en la decimonónica política monroista, cuando no envuelta de un discurso maniqueo propio de los peores momentos de la guerra fría.
Un reciente ejemplo lo dio en marzo pasado la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, quien recurrió una decena de veces al calificativo “maligna” para referirse a la actividad de Beijing en nuestra región. Como ha aclarado oportunamente Juan Gabriel Toklatian este es una mirada equivocada y exagerada de la presencia china en Latinoamérica 4 que se ha caracterizado por respetar la gran sensibilidad de Washington por los asuntos de seguridad y se ha concentrado en los aspectos comerciales sin incursionar mayormente en asuntos militares y de defensa.
La hegemonía militar de Estados Unidos en la región es indiscutible y hace mal Washington en recurrir constantemente al argumento de las “amenazas a su seguridad nacional” por la presencia de empresas tecnológicas como Huawei o la construcción de obras de infraestructura, como el puerto de Chancay. Seamos claros: se trata de una competencia comercial en la que China se aproxima a la región con un plan de mediano plazo, con los recursos de poderosas empresas público-privadas y el respaldo de un sólido sector financiero, mientras que Washington responde con grandes dificultades en tanto no encuentra recetas para responder a esta estrategia dado que depende mayormente de la iniciativa de sus empresas privadas y de su sector financiero. A ello se suma, del lado norteamericano, la pérdida progresiva de supremacía tecnológica y un elevado endeudamiento interno, que alcanzó recientemente los US $35 trillones (35 millones de millones).
Dina Boluarte ha buscado sacar provecho político del momento que atraviesan las relaciones Perú-China
Mientras tanto en nuestro país, para abordar las relaciones con China es atractivo el marco interpretativo de “democracia vs totalitarismo”, incluso entre sectores de la izquierda. Este enfoque, defendido por Washington y sus aliados, es difícil de sostener no sólo por el pasado injerencista de Estados Unidos, con su récord de golpes y apoyo a dictaduras militares, sino también por su actual apoyo incondicional al genocidio sionista en Gaza, algo que ha marcado un verdadero derrumbe moral de los países occidentales, de su pretendida superioridad civilizatoria y de su retórica de baluartes de la democracia.
Otra mirada equivocada es presentar a China como una potencia imperialista, semejante a Estados Unidos. Esta perspectiva confunde con una opresión imperialista la dependencia económica que generan algunos convenios desfavorables suscritos por varios países latinoamericanos. La izquierda latinoamericana debe abrir un debate desapasionado sobre el uso de la categoría “imperialismo” para caracterizar las nuevas relaciones de dependencia de nuestras economías con China. El imperialismo implica el uso abusivo de la fuerza para imponer relaciones económicas de explotación, desfavorables a los países oprimidos. Aunque hay que estar atentos y críticos frente a estos comportamientos, Beijing mantiene una política de no injerencia en los asuntos internos de nuestros países, por lo que parece inadecuado considerar a China un país imperialista.
¿Suplentes o titulares?
Paradójicamente, en nuestro país quienes más idealizan a China son los sectores de la derecha neoliberal. No para aprender de su modelo de desarrollo, sino simplemente para ensalzar nuestra dependencia extractivista y primario exportadora con Beijing. Aún recordamos las insólitas declaraciones de un ministro de economía de Perú, quien confesaba que prendía una velita todos los días y rezaba para que China “no se nos caiga”. 5
Algo similar sucede con el discurso neoliberal alrededor del proyecto del mega puerto de Chancay que se presenta como una obra de infraestructura logística que por sí sola va a resolver los problemas del país. Las recientes declaraciones del actual ministro de Transportes y Comunicaciones, Raúl Pérez Reyes, muestran crudamente cómo este proyecto es visto con una miopía exclusivamente exportadora y no como una oportunidad para impulsar el desarrollo y la integración del país. Tampoco hay una línea sobre la integración, ni nacional ni regional, en el documento sobre reactivación económica presentado por la Confiep, que parece un pliego de reclamos de intereses lobistas.6
Niñas y niños chinos agitan banderas peruanas y chinas en el Patio del Gran Palacio del Pueblo de Beijing, en septiembre de 2016
La presencia económica de China en nuestra región nos abre una ventana de oportunidades de desarrollo y de un nuevo tipo de inserción en la economía global, en momentos en que transitamos hacia un orden multipolar. Eso exige de un plan de desarrollo nacional y regional con visión estratégica para superar nuestra dependencia primario-exportadora con los mercados internacionales. Ante la ausencia de un plan de integración regional consistente, soberano y ambientalmente sostenible, nuestro vínculo con China, en los actuales términos neoliberales, es simplemente una nueva dependencia que no permitirá resolver ninguno de los graves problemas sociales que caracterizan al Perú y a la región.
A contracorriente de lo que pasa en Perú, en Brasil el presidente Lula muestra que es posible otro enfoque en las relaciones con China. En momentos en que se discute el ingreso de Brasil al proyecto de La Franja y La Ruta, que se concretaría con ocasión de la visita de Xi Jiping a Brasil, para la cumbre del G20, Lula declaró: “Yo quiero saber adónde vamos a entrar y en qué posición vamos a jugar, porque nosotros no queremos ser suplentes, queremos ser titulares”. La cumbre de APEC en noviembre puede ser la oportunidad para un franco debate sobre nuestras relaciones con China. Definamos si queremos seguir siendo suplentes o aspiramos a ser titulares (Lima , 2 de agosto de 2024).
Footnotes
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“China: ¿tercer pleno o pleno de tercera?”, artículo de Xulio Ríos publicado en el boletín del Instituto Español de Estudios Estratégicos el 2 de agosto de 2024. ↩
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“Multiplicidades de China en America Latina”, artículo de Claudio Katz publicado en el portal Alai el 31 de marzo de 2023. ↩
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“Amenaza militar china en América Latina, noción exagerada y equivocada”, artículo de Juan Gabriel Tokatlian publicado en el portal Nodal el 22 de junio de 2024. ↩
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“Perú reza para que economía de China no caiga: ministro Economía”. Archivo Reuters, 3 de octubre de 2011 ↩
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Ver las menciones al Puerto de Chancay en “Reactivación económica, lucha contra la inseguridad y cierre de brechas”, documento presentado al gobierno peruano por la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas — CONFIEP en junio de 2024. ↩