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Internacional

Extrema derecha en Francia: un tránsito paulatino al autoritarismo

Extrema derecha en Francia: un tránsito paulatino al autoritarismo
Facebook Emmanuel Macron

La extrema derecha francesa tiene largas raíces históricas, opuestas al liberalismo. El fascismo francés de los años 30 se caracterizó por su “conservadurismo autoritario, la virilidad masculina, la supervivencia del más apto, la jerarquía social”, 1 en oposición al hedonismo, la blandura del liberalismo y socialismo, sus rivales políticos en una sociedad europea a la que consideraban decadente.

La paradoja es que lo que parecía repudiarse entre sí —el liberalismo y lo reaccionario— parecen ahora hermanarse y hacerse sucesión. El fenómeno se produce porque habiendo sido elegido Emmanuel Macron Presidente de Francia en 2017, como liberal y “mal menor” ante la extrema derecha del Rassemblement National (RN), ha terminado quitándose la etiqueta liberal para convertirse a lo largo de sus siete años de gobierno en un representante del neoliberalismo autoritario. 2

Lo que ocurre con el devenir del neoliberalismo no parece cuestión de personajes políticos y estilos de gobierno, sino de procesos políticos en mutación. Tras la imposición sangrienta de medidas neoliberales por Pinochet y la mano de hierro de Thatcher en los años 80, el neoliberalismo de los 90 se suavizó: le interesaba el consenso, así como el discurso de los derechos humanos. Hoy, a medida que las libertades económicas han ido corroyendo los derechos ciudadanos, y la economía transnacional prima ante los gobiernos nacionales, las medidas económicas se imponen saltándose la institucionalidad democrática.

El surgimiento de las derechas radicalizadas en el mundo es un hecho a ambos lados del Atlántico. La extrema derecha ha sacado provecho de la precarización originada por la viada neoliberal y por la falta de alternativas desde la izquierda. Por un lado, se ve favorecida por un voto de rechazo de parte del electorado, cuando éste ya no cree en el voto por un “mal menor”. Por otro, se lo adjudica gracias a la agresiva seducción de un líder —de preferencia hombre o mujer masculinizada— que vende futurismo y éxito nacional; así Trump, Bolsonaro, Meloni, Milei, e incluso nuestro López Aliaga. En el caso francés, estaríamos ante lo primero, un voto que proviene fundamentalmente de sectores tocados por la crisis económica, los efectos de la transnacionalización de capitales y la migración de seres humanos en condiciones de urgencia al interior de sus fronteras. Sus intereses se ven afectados y de ahí la reacción.

QH14 BARRIENTOS int5-minMarine Le Pen durante las celebraciones del 14 de julio. Facebook de Marine Le Pen.

Hay quienes concluyen que la era neoliberal nos ha traído a un “momento neofascista” 3 luego de la crisis de 2007. La extrema derecha aparece abriéndose paso entre los votantes que debieran dirigirse hacia la izquierda, por defecto de ella misma. En este momento neofascista se encuentran varias características del antiguo fascismo revividas: la xenofobia, la eliminación de la escisión entre izquierda y derecha, la exaltación del pueblo en oposición a las élites y su institucionalidad democrática.

En 2017 en Francia, Emmanuel Macron, un outsider que formó su fuerza electoral a partir del vaciamiento del Partido Socialista (PS), pregonando la superación de una división entre izquierdas y derechas, y fundando un “partido-empresa”, a semejanza de Berlusconi, tomó el poder con apoyo de los partidos tradicionales como opción ante la extrema derecha. En la segunda vuelta de esas elecciones, un récord de abstención entre los electores (33.4%) fue una expresión elocuente ante la opción de votar entre el neoliberalismo y la extrema derecha. Un neoliberalismo que el propio PS había ido ejecutando desde los años 80, al interior de las llamadas empresas estatales.

Una vez en el poder, Macron se abocó a cambiar las normas de la negociación colectiva del trabajo a favor de la empresa, llevó adelante la reforma de la jubilación que aumentaba la edad de 62 a 65 años, incluso obviando el diálogo con sindicatos, y al no alcanzar mayoría en el Legislativo, obviando el voto del mismo. No sólo el resultado de lo que hizo sino el cómo lo llevó a cabo, afirmando un presidencialismo absoluto, ha dejado dudas sobre si defiende o no los valores democráticos y republicanos que dice representar. Complementan esta visión su demonización de rivales políticos como la izquierda, a la que asocia con el Islam, el que a su vez, pondría en riesgo la laicidad francesa al intentar crear un Estado dentro de otro. Una importante lista de leyes relativas a la seguridad interna, que muchos consideran restrictivas de las libertades individuales, como las de seguridad interna y terrorismo, la antidisturbios, la de responsabilidad penal y seguridad interior, y la ley de seguridad global, entre otras medidas, han generado recelo sobre la tolerancia de posiciones contrarias al gobierno. Las normas relativas a la inmigración también han sido reajustadas, recortándose las ayudas familiares y de alojamiento a los inmigrantes con menos de cinco años en el país.

Salvo la economía, solo una delgada línea separaría al actual gobierno del programa de la extrema derecha. Los rasgos liberales se han guardado para las libertades defendidas por ciertos grupos; mujeres y colectivos LGTB+, como señuelo diferenciador de la extrema derecha. En 2024, el año de las elecciones europeas, y ante lo acontecido en Estados Unidos tras la anulación del caso Roe & Wade en 2022, se empujó la aprobación en la Constitución de la “libertad garantizada a las mujeres de recurrir a la interrupción voluntaria de un embarazo” (art. 34). También en 2024, un joven Primer Ministro homosexual —Gabriel Attal— fue asignado en el puesto y encargado de prohibir atuendos musulmanes, reinstaurar el uniforme escolar, pese a su trasfondo elitista, así como medidas de control disciplinario a nivel educativo escolar.

QH14 BARRIENTOS int4-minMacron saluda a Attal. Facebook de Emmanuel Macron

Como era de esperarse, estos últimos matices no fueron suficientes para un mejor resultado del partido de gobierno en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024. La cachetada del electorado que puso por delante al RN de la extrema derecha, tuvo una violenta respuesta que confirmó el talante autoritario del gobierno: la disolución inmediata de la Asamblea Legislativa y el llamado a elecciones legislativas internas. Nada obligaba al Presidente a tan peligrosa maniobra, salvo un ánimo de revancha. Con tan corto plazo hasta las elecciones, Macron pensó en poner contra las cuerdas al electorado francés, y presentarse como la opción contra la extrema derecha. El resultado no hizo sino confirmarle una vez más la desaprobación electoral. En esta ocasión un amplio espectro de la izquierda logró unirse en el Nuevo Frente Popular y ganar el primer lugar en lo que llevaría a una complicada cohabitación con el Ejecutivo, algo intolerable para el perfil del gobierno que estuvo dando largas a la nominación de un Primer Ministro de convivencia.

De su lado, el RN ha ido haciendo su trabajo desde hace más de una década. Marine Le Pen, hija de Jean-Marie Le Pen, fundador del partido en 1972, —entonces llamado Front National—, ha tratado de deshacerse del estigma histórico que marcó a la extrema derecha francesa durante la Segunda Guerra Mundial; un antisemitismo que se concretó con la deportación de más de 70 mil judíos durante el régimen de Vichy, luego del armisticio con los nazis en 1940. Le ha sumado un rostro de otra generación, el de Jordan Bardella, como presidente del partido desde 2021. La presencia de Bardella como segundo de Le Pen, configura una alianza atractiva, ya que cubre el espectro masculino-femenino y amplía el rango de edades entre la líder de 56 años y el presidente del RN, de solo 28. La extracción social de Bardella, proveniente de los suburbios más populares de París, para ser proyectado como estrella política, ayuda a que los jóvenes se identifiquen con él. Su figura nos trae a la mente a un JD Vance junto a Trump, también de menor edad y de origen humilde, catapultado rápidamente a la cúspide política. Un segundo en el poder, joven y de menos poder económico, asegura a los líderes permanecer a la cabeza, a la vez que amplía su espectro de influencia.

La extrema derecha del RN juega a tener dos comportamientos distintos, uno hacia el Parlamento Europeo y otro a nivel nacional, lo que le ha conquistado cierto voto femenino. Este año se registró un alza del mismo, respecto de las legislativas de 2019, 30%, similar al voto masculino, que fue del 32%. Esto pese a que en los últimos años los diputados del RN del Parlamento Europeo no apoyaron medidas de paridad salarial ni contra el acoso sexual, y se mostraron contrarios al aborto en otros países europeos. A nivel nacional, sin embargo, el RN no parece refutar la voluntad de poner en la Constitución la libertad de las mujeres de recurrir al aborto, y con astucia, se dirige a las urgencias de las mujeres más pobres.

Habría que recordar que al asumir el poder en 2017, Macron había prometido la “erradicación de la extrema derecha” gracias a su gobierno. Pasado el tiempo, es importante notar que la presencia de Macron en el poder no ha hecho sino aumentar el voto hacia la extrema derecha: de un 66% en la segunda vuelta contra Marine Le Pen, en 2017, sólo pudo imponerse con un 58% en las presidenciales de 2022. Macron renovó su mandato ese año, gracias a que los resultados se dividieron en tres antes de la segunda vuelta, rompiendo una bipartición que había dado estabilidad política al país durante décadas. El volver a competir con la candidatura de extrema derecha, lo hizo reivindicarse como la “única fuerza opositora” existente. Esta polarización, que lo hace autodefinirse como el salvador de los valores republicanos, anulando a otros competidores, y pese a su autoritarismo, podría resultar contraproducente para con los valores que hasta ahora se ha venido atribuyendo a la extrema derecha y a la opción “republicana”.

Considerando que la elección presidencial de 2022, arrojó una tripartición política entre el grupo oficialista de Macron —de electorado más rico— y dos terceras partes repartidas entre un electorado más pobre urbano y rural, estos dos tercios estarían en disputa entre la izquierda y la extrema derecha. “Dentro del 50% de votantes con rentas más bajas, el bloque de izquierda consigue sus mejores puntuaciones entre los empleados de servicios urbanos (comercio, restauración, sanidad, etc.) y los electores más desfavorecidos (cuando votan), mientras que el bloque de derecha logra sus mejores puntuaciones entre los trabajadores y las clases medias de las ciudades y pueblos más expuestos a la competencia internacional.” 4

El Movimiento de los chalecos amarillos de fines de 2019 contra el alza de precio de los hidrocarburos —justificado por una causa ecologista de evitar el uso de combustible fósil—, confrontó, lamentablemente, estas demandas atribuidas al progresismo con la pérdida del poder adquisitivo de las clases medias y bajas. Las investigaciones sociológicas en torno a los chalecos amarillos revelan que la protesta provenía principalmente de una clase media no profesional de ingresos modestos, primeriza en cuanto a protesta colectiva y con rechazo a los partidos tradicionales, donde a la vez la mayoría se posicionaba a la izquierda del espectro político.

QH14 BARRIENTOS int3-minMacron, un discurso de orden. Facebook de Emmanuel Macron

Se critica a la izquierda por no tener una propuesta sólida para atraer a las clases populares rurales. Hoy se encuentra dividida entre ser pro europea o no, tanto política como monetariamente, en una Europa favorable a la libre circulación del capital transnacional, cada vez más belicista y en la que prima el eje franco-alemán por sobre el resto de países. Lo cierto es que en un contexto de liberalismo autoritario, la extrema derecha se normaliza alejándose de los fantasmas históricos de la Segunda Guerra Mundial que hicieron de ella una entidad abyecta, y a la vez acercándose a los sectores menos favorecidos, a los que da respaldo desde un grupo sin divisiones internas aparentes y con el que pueden identificarse.

Footnotes

  1. Cfr. Soucy, Robert. Le Fascisme français 1924-1933.

  2. Cfr. Bruff, I. y Tansel, C. B. 2019. Authoritarian Neoliberalism: Trajectories of Knowledge Production and Praxis. Globalizations, 16(3):233-244.

  3. Cfr. Fassin, Eric. Le moment néofasciste du néolibéralisme. Le Monde. 29 de junio de 2018.

  4. Piketty, Thomas y Julia Cagé. Une histoire du conflit politique. Élection et inégalités sociales en France: 1789-2024.

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