El neoliberalismo y el Perú: los movimientos laterales
Como se dejó enunciado en otra oportunidad,1 la dominación en el neoliberalismo tiende a desplegarse a través de entramados horizontales. En el ámbito de lo político, quizá, esa tendencia sea más notoria en las formas en las que el aparato público ha incorporado dinámicas colaborativas con el sector privado y la sociedad civil, a partir de redes transversales (Brown, 2015) 2. Sin embargo, el lector se encuentra frente a otra escala de un fenómeno cuyo origen, sostienen, se encuentra en el entorno empresarial, en sus modos no centralizados de coordinación interna y entre firmas (Jessop, 1999) 3. En este punto, importa llamar la atención sobre dos cuestiones que suelen pasarse por alto: la caracterización de las prácticas empresariales y la particularidad del Sur Global.
Si la equiparación del neoliberalismo con una política económica es un error frecuente, otro, menos advertido, descansa en hablar sobre el mercado, asumiendo que el término todavía designa lo mismo que durante el período de opulencia de la posguerra. De hecho, la estanflación de la década del setenta condujo a un viraje en la economía, debido al desplazamiento de su orientación desde la producción, hacia otra centrada en el consumo. Este cambio no guarda ninguna relación con el consumismo y el paradigma del estilo de vida estadounidense imperante en la sociedad de masas. El nuevo direccionamiento se refiere a una modificación en las fuerzas de producción, a partir de innovaciones en los procesos productivos y en los medios materiales, mientras el trabajo, entendido como relación social, se mantiene inalterable.
En oposición a la estructura burocrática y jerárquica del modelo industrial de mercancías estandarizadas, las empresas orientadas al consumo, implementaron un proceso flexible y personalizado para atender al gusto fluctuante de su público objetivo. Los negocios de tecnología digital y la internet industrial lo ilustran en su punto más alto. Para Srnicek (2018) 4, la caída de la rentabilidad de la manufactura, derivó en un modelo de negocio basado en los datos, la automatización y la especulación. Este tipo de empresas proporcionan la infraestructura para la intermediación entre una diversidad de usuarios y clientes en espacios presentados como vacíos —piénsese en las redes sociales o las plataformas de comercio electrónico—, donde priman las dinámicas flexibles y descentralizadas a favor del consumidor.
Pero las actividades de los usuarios no sólo son la materia prima, sino que, además, impactan en la generación de valor. El éxito de estas empresas depende, entonces, de la participación del consumidor como parte del proceso productivo, compartido con el proveedor del bien o el servicio. En sintonía con lo ocurrido en el sector de las finanzas, el escenario se acerca a una especie de subsunción ampliada que monetiza todo recurso de libre disponibilidad en la sociedad. Para alinearse con la nueva orientación del mercado, estos modelos de negocio abandonan la forma vertical y burocrática que organiza el trabajo, por otra transversal, derivando en la sensación de encontrarse ante condiciones compartidas por igual entre todas las partes, para que las cosas fluyan.5
En un trabajo seminal, Sennett (2000) 6 sugiere que la irradiación de esas prácticas a otras ramas de la actividad económica, impone la percepción de un capitalismo superador del yugo de la dominación y la explotación: la creatividad se libera, los roles jerárquicos se difuminan, y el ambiente laboral termina cargado de un atractivo lenguaje soft. No obstante, esa percepción esconde la prevalencia de reglas fijas y establecidas de antemano, en donde descansa el poder. Ahora bien, una afirmación de ese calibre amerita matices a la luz del tiempo recorrido. En primer lugar, todo indicaría que la horizontalidad coexiste con estructuras verticales, mientras desarrolla sus propios mecanismos de control y autoridad blanda. De hecho, el ejercicio del poder se refuerza constantemente, y la centralización cobra la forma, de eso que Fisher (2019) 7 denomina la anti producción burocrática.
En segundo lugar, el panorama varía significativamente por rama productiva, así como entre países. Todo muy bien con Sennett, pero una cosa es el rubro aeroespacial de Rolls-Royce Holdings o una empresa en Silicon Valley, y otra, el trabajo en un Call Center o en una pequeña fabrica de productos textiles. Lo mismo aplica según la economía nacional. En países de renta media o baja, ese análisis parece una posibilidad exclusiva de las empresas grandes, o un privilegio de quienes ocupan un cargo directivo. Aún así, las escuelas de negocio y de alta dirección (¡ni qué decir sobre los gurús de las redes sociales!), se encargan de su difusión y ramificación, desbordándose sobre otros tipos de ordenamiento institucional, como en el caso del Estado. En corto, la fuerza de este cambio alcanza a otros ámbitos sociales, repercutiendo más allá de lo económico.
En tercer lugar, esa lectura induce a un determinismo económico, ya que la reconfiguración de la vida social se explica como el resultado de lo ocurrido en el mercado. Cada vez más, los individuos se integran al orden social desde una horizontalidad en las relaciones sociales, que aparenta la ausencia de jerarquías. La información circula sin filtro ni intermediario, el conocimiento científico pierde legitimidad frente a repertorios alternativos producidos por gente igual a uno, mientras ciertos comportamientos, otrora jerárquicos, ceden ante pautas que facilitan un intercambio de ida y vuelta. De igual forma que en el ámbito del trabajo, todo esto en ningún sentido implica la superación de las asimetrías de poder; las relaciones verticales sólo se vuelven medianamente imperceptibles entre la gente de a pie.8
Esto trae a colación una pregunta básica: hasta qué punto el análisis calza en el contexto del Sur Global. En Perú, la informalidad repercute en la morfología del mercado. El hecho que represente la principal fuente de empleo 9 genera un abanico de dudas sobre la horizontalidad en las relaciones de producción. Por otra parte, la institucionalidad juega un papel marginal en la vida cotidiana cuando el grueso de la población sortea las circunstancias por sus propios medios –a lo sumo, con el apoyo de la familia–. Por eso, Martuccelli (2021) 10 considera que el endeble soporte institucional de la región, habilitó un entramado de redes interpersonales de matiz horizontal que anteceden a la inflexión neoliberal. En su perspectiva, las reformas que diluyeron el cohesionado ordenamiento institucional europeo tuvieron poco que hacer por aquí en ese aspecto.
Martuccelli propone que el neoliberalismo solo recalibra esa condición preexistente. Si superar en solitario los desafíos estructurales era algo latente, ese proceso histórico se encuentra ahora con un relato ideológico sobre el emprendimiento que revaloriza una realidad ya dada, no creada. Pero la edulcorada visión política es solo una arista del fenómeno. El neoliberalismo en Perú interpreta ese espacio social abandonado a su suerte, como si fuera un terreno llano donde los individuos y sus organizaciones se desplazan y posicionan con total libertad. La verticalidad del poder, que presiona desde arriba, reafirma la responsabilidad del sujeto, quien ya no sólo se hace cargo de sí mismo por necesidad, sino también por mandato. La movilidad social abandona la pretensión ascendente por estrategias similares a un movimiento lateral que convierte en ilegible cualquier lectura del mundo y de sí mismo.
El tejido social deviene en un entramado de interacciones horizontales que desestabilizan, sin eliminar, las clasificaciones jerárquicas. Por el contrario, todas persisten, a condición de abandonar su rigidez por una plasticidad que permita su circulación de manera constante. En adelante, el conflicto inherente de las relaciones sociales pasa a conducirse por un conjunto de modalidades, que evitan una intervención directa sobre los problemas. En la coyuntura en curso, las crisis se gestionan poniendo el foco en reencauzar la situación desbordada, antes que en la solución del problema. La conflictividad queda suspendida en el tiempo, y conforme perdura, la desigualdad y la exclusión, que la originan, se acentúan hasta su naturalización. Los sujetos redefinen sus interacciones manteniendo la estructura de poder y su puesta en ejercicio incólume.
Footnotes
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Ver en Quehacer Nº 11: El neoliberalismo y el Perú (II): el corrimiento del eje ↩
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Brown, W. (2015). El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo. Barcelona: Malpaso. ↩
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Jessop, B. 1999. Crisis del Estado de bienestar. Bogotá: Siglo del hombre editores. ↩
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Srnicek, N. 2018. Capitalismo de plataforma. Buenos Aires: Caja negra. ↩
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Eso sí, como muestra Srnicek (2018), el “todas las partes” se ha convertido en un conjunto reducido, ya que las empresas requieren de poca mano de obra para su funcionamiento, una característica que destaca en las empresas de I+D o en aquellas dedicadas a productos de alta gama. ↩
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Sennett, R. 2000. La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama. ↩
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Fisher, M. (2019). Realismo capitalista ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra. ↩
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Una muestra de esa imperceptibilidad puede hallarse en el discurso predominante que desconoce la utilidad de la clase para comprender la conflictividad actual. En Perú es ilustrativo cómo se acentúa un sentido común sobre las clases sociales como algo del pasado, sin utilidad para comprender las problemáticas actuales. ↩
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Para el 2021 el Instituto Nacional de Estadística e Informática registró que el empleo informal corresponde al 75.7% de los empleos a nivel nacional, una situación que solo empeoró en los años que siguieron. ↩
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Martuccelli, D. 2021. El gobierno de los individuos. Santiago de Chile: LOM. ↩