Sobre universidades y "escuelas de malas artes"
La mediocridad y la corrupción son los más grandes enemigos de la educación pública, mucho más si hablamos de entidades de formación artística, dado que podemos entender como arte a la continua búsqueda de lo sublime a nivel ético y estético. Las “escuelas de las malas artes” en el Perú están tomadas por argollas de conformistas y mediocres, organizadas como mafias, que aspiran a dar un salto, convirtiéndose en universidades para asegurar el saqueo sin importar la formación académica de miles de jóvenes que buscan desarrollarse en el difícil medio artístico de un país anómico, donde la cultura no es prioridad. Nuestra sociedad vive una fuerte crisis ética y moral que se ha filtrado también en el medio cultural y artístico; la ausencia de un modelo educativo acertado en las escuelas de artes que existen fuera de Lima mantiene al gremio de las artes en el atraso y la postergación. En las regiones el arte y las industrias culturales están en crisis.
El desarrollo de una propuesta artística comprometida y de alta calidad implica mucho sacrificio, incomodidad y dificultad. Por lo general, los artistas que destacan más en el medio profesional, son salmones que nadan a contracorriente, sin muchas oportunidades laborales; al contrario, el artista conformista necesita sentirse cómodo, pisando seguro, cumpliendo un rol por el que espera una recompensa económica. Es por ello que la mayoría de escuelas públicas de arte del Perú se han convertido en el refugio de brillantes conformistas, lobistas y mediocres, que de alguna forma son parte de un sistema educativo corrupto que afecta directamente a una ciudadanía que necesita acceder a educación artística de calidad, sobre todo la juventud de las regiones. Si bien es cierto que en todas las Escuelas de formación artística vamos a encontrar profesores destacados, con una auténtica vocación de enseñanza, admirables y escasas excepciones, lo generalizado es todo lo contrario.
La mala calidad del producto educativo en las escuelas públicas de arte ocasiona un desperdicio de recursos, que podrían aprovecharse de mejor forma si se intenta una reforma. La promesa democratizadora del acceso a la formación artística no se cumple, y se puede concluir que la educación en dichos espacios afecta el desarrollo de los sectores más excluidos por razones económicas, dado que en el centralizado y elitista medio cultural peruano no hay muchas oportunidades para los artistas que no pertenecen a las clases altas y medias altas, pues las carreras de arte son caras y el retorno de la inversión no cubre su costo a corto plazo.
La exclusión educativa mediante el abandono del sistema educativo por parte del Estado es un problema que afecta a todos los peruanos. El atraso del sistema educativo dedicado a las artes no se genera exclusivamente por la falta de recursos económicos o infraestructurales, sino por la forma en la que, de manera siniestra y deplorable se excluye a profesionales destacados, valiéndose del concurso de todos los mediocres involucrados en los procesos de contratación docente y de nombramiento de cargos directivos especializados. Es por ello que en muchas regiones se observa que los directivos y docentes de las escuelas de artes están muy enfocados en adular a políticos de turno o a autoridades universitarias. La baja calidad de la educación en las escuelas de arte fuera de Lima y la presencia de la corrupción son problemas permanentes que corresponden a formas negativas de relaciones sociales normalizadas que producen y reproducen jerarquías y “argollas”, así como la imposibilidad de acceder a los recursos que el Estado destina para los espacios de educación superior dedicados a las artes.
Urge analizar e interpretar el contraste entre las metas que las instituciones dicen que cumplen, y lo que realmente hacen, porque la calidad de la educación no es simplemente un asunto relacionado a lo económico, sino que además es el resultado de una formación académica relacionada a contextos socioculturales y éticos. Reducir la frecuencia con la que se observa un bajo nivel académico y la ausencia de meritocracia en los sistemas educativos, debe ser considerado una prioridad para lograr mejores condiciones de equidad y calidad.
Conseguir mayores niveles de transparencia y estándares de alta calidad en la contratación docente, así como la rendición de cuentas en las escuelas de arte, es un tema fundamental para lograr una distribución adecuada de oportunidades educacionales. El estudio de la mediocridad que genera actos de corrupción en los sistemas educativos dedicados a las artes, tiene una gran relevancia, dado que es necesario fomentar la toma de conciencia sobre los efectos nocivos del mal manejo de la educación para el arte o por el arte. Para implementar soluciones es necesario contar con apoyo político para poner en marcha procesos de reestructuración e iniciativas contra la corrupción y el atraso en dicho sector. Es inconcebible que quienes enseñan arte en las escuelas públicas sean personas que nunca han ejercido profesionalmente la carrera, que no están actualizados y en actividad, que no saben de arte contemporáneo y que no tienen una producción artística reconocible o destacada.
La existencia de escuelas de arte, conservatorios o universidades no basta para que la juventud acceda a educación de alta calidad en materia de arte, si desde esas entidades formativas no se plantea la fuerte relación que existe entre el desarrollo ético y el quehacer cultural de una sociedad que busca el desarrollo sostenible. Para iniciar el cambio, es muy necesario que el gremio de las artes sea crítico con los fundamentos de las jerarquías sociales que se han establecido en los espacios formativos de todo el Perú; si esto no se hace, las “escuelas de las malas artes” se reproducirán y las nuevas generaciones de artistas nunca accederán a educación de calidad.
El Ministerio de Educación, en alianza con el Ministerio de Cultura y el gremio de las artes, debería interesarse por desarrollar un análisis profundo de la situación de la formación en las escuelas públicas de arte, proponiendo nuevas formulaciones de pedagogía y discursos sobre el rol liberador de la educación por el arte en toda la sociedad, además de plantearse la decisión política de defender el carácter democratizador que debe tener el acceso a un sistema educativo superior de calidad. En todas la regiones donde existen universidades o escuelas de artes, se debe tomar conciencia de la necesidad de asumir como una tarea ciudadana el mantener una actitud vigilante, que busque garantizar que el estudiantado de las diferentes disciplinas de las artes tenga acceso a los beneficios integrales de educación de alta calidad, porque sólo de esa forma podemos evitar la normalización de la mediocridad en instituciones públicas donde la democracia y la meritocracia existen sólo en teoría.
En el Perú de hoy día no tenemos muchos actores políticos que lideren la lucha por defender la calidad de la educación. El sistema educativo de las artes creció desde una perspectiva cuantitativa, no en un nivel cualitativo, cediendo siempre a las presiones de los sindicatos conformados por docentes ambiciosos y egoístas que no tienen una auténtica vocación de maestros. Durante las últimas décadas, quienes trabajan en las “escuelas de las malas artes”, absorbieron los patrones tradicionales de dominación organizacional y, valiéndose de una nueva retórica burocrática, reestructuraron las instituciones, a su antojo, para fomentar un orden político mafioso en el que la contratación de personal docente y administrativo nunca es transparente.
En las “escuelas de las malas artes” es común observar que predominan falencias en indicadores educativos fundamentales, como los relacionados con el acceso a una pedagogía especializada de calidad, la actualización y el logro académico. Los factores que generan los malos resultados nacen de las ineficiencias en la gestión de las instituciones en las que se evidencian prácticas de corrupción y un bajo nivel académico entre docentes y administrativos. Evitar la mediocridad y actos de corrupción en los sistemas educativos debería ser una prioridad para el gobierno peruano.
La mediocridad en los sistemas educativos dedicados a las artes se genera por la presencia de una “cultura organizacional” negativa, en la que sistemáticamente se abandonan objetivos institucionales enfocados en el bien común para impulsar objetivos individuales, que por lo general consisten en beneficios económicos y relaciones de poder. Este tipo de “organización” y las prácticas que surgen de ella, son lo que se conoce como "corrupción educacional", una forma de corrupción que afecta el nivel administrativo central de las entidades educativas de sociedades anómicas como la nuestra.
Por todo lo dicho creo que es realmente necesario reflexionar sobre cómo es que las “escuelas de las malas artes” intervienen en el fortalecimiento y perpetuación de un modelo cultural y educativo infértil, fiel reflejo del desorden social y el egoísmo que impera en la mayoría de instituciones públicas. Urge pensar en la implementación de políticas anticorrupción y en la necesidad de recabar información directa de los egresados y estudiantes de las entidades educativas para generar una estrategia de evaluación, diagnóstico y control de la labor que cumplen los servidores públicos.
El aumento de salarios para docentes y administrativos de las universidades públicas con carreras de artes o de escuelas superiores de artes, no tiene sentido si primero no se piensa en una auténtica mejora de la calidad de los sistemas educativos. Es necesario eliminar ineficiencias, derivadas de malas prácticas. Para ello, se necesita investigación y nuevas políticas educativas, considerando siempre que las escuelas de formación artística deben funcionar, sobre todo, como espacios útiles para pensar en la transformación social y la ética desde el quehacer cultural.