A propósito de Estallido popular. Protesta y masacre en Perú, 2022-2023
Mi tema de reflexión desde hace varios años es la interculturalidad, entendida como el “diálogo dialogal o duologal” 1 entre culturas. Cuando me contactaron para comentar el libro, lo acepté como un ejercicio para ubicar cómo es que se la incorporaba en los análisis de los acontecimientos en los que se habían hecho palmariamente visibles las distancias culturales. Recibí las pautas editoriales que debía considerar. Me asusté porque tenía que elaborar un texto de 1200 palabras. Llamé para consultar si ese límite era rígido porque se trataba de 25 textos y tengo poca experiencia en estos menesteres. Me sugirieron señalar lo que me sorprendiera más. Eso es lo que haré.
En su presentación, Gustavo Montoya y Homero Quiroz, los editores, señalan claramente que los artículos reunidos intentan dar cuenta y dejar registro, desde diferentes enfoques y perspectivas, de los hechos ocurridos en la escena política nacional entre diciembre 2022 y enero 2023 para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones. Invitaron para ese fin a personalidades del mundo académico y analistas políticos y reunieron 25 artículos, agrupados en cuatro grandes temas.
Del primer bloque de textos referidos a la crisis estructural y la lucha de clases, participan Héctor Béjar, Tatiana Béjar, Juan Pablo Rojas, Juan Diego Motta y Jorge Sánchez. Todos muestran la situación del país en un devenir histórico; sin embargo, aún cuando se analiza el accionar de los sectores populares en la protesta, principalmente indígenas, falta, como casi siempre, “el giro decolonial”; es decir, cuánto queda en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo amerindio de “los roles y funciones que le asignan al Estado”, que en la experiencia de “Estado” que vivieron antes de la llegada de los hispanos, serían de uso y costumbre para lograr gobernanza y gobernabilidad. Es seguro que este modelo de Estado Nación definido por la República, fijó sus roles y funciones ignorando los que existían en la población, con el agravante que se ocupó muy poco de acercarlos a ella; por el contrario, les dio siempre la espalda y ha demostrado que será un modelo fallido si sigue dejando de lado la diversidad de naciones que conforman nuestro país.
Otra lectura cuestiona nuestra herencia colonial, pero deja en el vacío qué hacemos para descolonizarnos. Cuestiona el capitalismo racista pero deja intacto el modelo. Se propone la “abolición” de la estructura del Estado centralista (Congreso, Poder Judicial, Poder Ejecutivo y transformar las fuerzas armadas y policiales), a la vez que tener el control del Ministerio de Economía y Finanzas. Señala que “la idea central de una asamblea constituyente debe girar en torno a la construcción del poder popular” sobre la base de una sociedad organizada desde lo barrial hasta lo nacional. Sin embargo, lo más pesado de la mochila heredada de la colonia es la falta de consideración a nuestra diversidad cultural evidenciada en la pervivencia de nuestros pueblos originarios y sus tradiciones culturales, vistas en este último estallido social; sin ese ingrediente, un nuevo Estado será más de lo mismo.
También se encuentra una dura crítica al actuar de grupos, instituciones y personajes ubicados en el espectro de la izquierda política y además con vida pública como tales; es una lectura que se mueve dentro de la teoría y práctica de la lucha de clases y su supuesto principal es el de “inversión” como resultado de los planteamientos y propuestas de la izquierda, con la consecuente frustración de los que pusieron su esperanza en el voto, que dejaron en las urnas. La manifestaciones de enero del año en curso, hicieron visible que la gran mayoría de la población del interior del país, rural e indígena, reclamaba el reconocimiento de su ciudadanía y el respeto a su voto ¿en qué momento del análisis clasista, entraría a tallar esta demanda política?
Me sorprendió sobremanera una propuesta referida al respeto al voto: “la inmediata restitución de Pedro Castillo a la presidencia”; la sorpresa no fue tanto porque sería inmerecida, sino porque Castillo era presidente, no mago y necesitaría de un equipo de gobierno y un respaldo político que demostró que no tiene y hasta donde recuerdo, las varitas mágicas solo existen en los cuentos.
El segundo bloque, Crisis institucional, vacancia y protesta, contiene textos de Arturo Delgado, Steven Palacios, Ricardo Licla, y Víctor Otoya. Tocan los acontecimientos políticos ocurridos desde el 7 de diciembre del 2022, sus antecedentes y consecuencias. Ninguna referencia a la falta de inclusión institucional del reconocimiento como ciudadanos de los que se expresaron en las movilizaciones (s.e.u.o.).
En el tercer bloque, ¿Revolución democrática?, estallido e identidad, las colaboraciones son de Sinesio López, Natalia Sobrevilla, Jorge Frisancho, Homero Quiroz y Emil Beraún, Silvio Rendón, Luis Nieto y Juan Fonseca. Hay un reconocimiento de que el movimiento democratizador es “culturalmente plural”; sin embargo, la viabilidad de los “programas de transformación política, económica, social y cultural” es casi un “cuento de hadas” si, en las condiciones actuales, tienen que “ser formuladas por los líderes de este movimiento democratizador abierto a clases medias, asociaciones de sociedad civil, sectores empresariales principalmente medianos y pequeños”.
Aparece en los análisis, la “crisis generalizada del régimen político”, también el hecho de que “las identidades, subjetividades, instituciones y procesos de toma de decisión de comunidades” son las que se movilizan con agencia propia y logran hacerse visibles; lo que faltó fue señalar que es un paso importante en la búsqueda del reconocimiento a una ciudadanía que exige respeto a su derecho a ser diferentes y no sólo una curul en el congreso y que la disputa por la hegemonía será otra lucha. El cuarto bloque, “Terruqueo”, masacre y memoria, recoge textos de Yizza Delgado y Gustavo Montoya, Valérie Acevedo y Tania Romero, Carla Sagástegui, María Sosa, Mario Meza y Eli Malvaceda-Espinoza. Es interesante que se haga mención a las “mentalidades colectivas que van intuyendo determinados arquetipos de la cultura política en un país” que además han pervivido en el inconsciente colectivo; lo sorprendente es que se omita proponer indagar cuáles podrían ser éstos, ya sea para incluirlos o desecharlos en la construcción de un Estado para todos y lograr que efectivamente no haya vuelta atrás.
Cuando se habla de “terruqueo” es casi un consenso que es un dispositivo utilizado por el poder para generar miedo y justificar represión a la población que decidió expresarse democráticamente en las calles y alzar la voz con la esperanza que se les escuche. Sin embargo, ¿no les caería el mismo adjetivo a los operadores del “terrorismo de Estado”, a los responsables de las masacres y a los que se esfuerzan, oficialmente, por borrar los espacios de memoria?.
Cierra el libro, un colofón que nos enrostra “el deterioro profundo del Perú” al que se podría agregar “como Estado-Nación”. Recogería para cerrar el comentario del libro, lo señalado por Víctor Vich como necesidad para la construcción de un nuevo país, “un paquete de verdaderas políticas culturales entendidas como dispositivo destinado a construir un nuevo imaginario colectivo y nuevas prácticas ciudadanas” pero también advierte: “En el Perú, nadie, sin embargo, las entiende como indispensables”.
Footnotes
-
Ver: Diálogo dialógico o diálogo dialogal, en la web de Raimon Panikkar. ↩