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Sobre “Lima en concreto, una historia en transformación…”, de Yuri Gómez

Sobre “Lima en concreto, una historia en transformación…”, de Yuri Gómez
Foto: UCAL

Escribo esta reseña en medio de una cuarentena obligatoria, calles desiertas y una Lima irreconocible. La crisis mundial por la pandemia de coronavirus ha puesto a prueba no sólo los sistemas de atención médica sino los servicios urbanos en general. Crisis similares, siglos atrás, como el cólera o la tuberculosis, dieron forma al urbanismo y planificación moderna. Es que, finalmente, las ciudades son la superposición de capas de historia, intervenciones físicas y decisiones políticas.

Y es justamente esto, lo que Yuri Gómez nos invita a conocer a partir de las políticas y obras públicas estatales que dieron forma a Lima, muchas veces representando más los proyectos y visiones personales de los gobernantes, que una planificación integral de la ciudad.

Lima en Concreto, una historia en Transformación. Obras públicas, modernización urbana y segregación espacial (1821 - 1968) en sus tres capítulos, nos sumerge en un camino lleno de hechos históricos, personajes políticos, obras públicas y diferentes momentos de las ideas urbanas. En esta reseña se mencionan algunos aspectos resaltantes del texto.

Orden y Ornato

Los primeros años de nuestra República estuvieron llenos de luchas políticas y crisis económicas. Cincuenta y siete presidentes, y cinco constituciones en menos de cuarenta años, no ayudaron a consolidar instituciones que se hicieran cargo de la gestión de las ciudades. Acumulación de basura en las calles, una colosal muralla ruinosa y sucia, caminos destrozados, malhechores y contrabandistas rondando sin mayor control, es lo que le heredan las guerras de independencia a Lima, y será el inicio del camino por donde el autor nos conducirá en este libro.

Décadas más tarde (1840) esta situación empezará a cambiar. El apogeo comercial del guano dará un nuevo impulso a la generación de empleo, comercio y la construcción de obras públicas, que tendrá como misión ordenar, embellecer y renovar la apariencia de la descuidada ciudad. El cobre y el mármol, representarán la memoria, valores y estética republicana. Alrededor de estos nuevos espacios delimitados y remozados con jarrones, pilas y estatuas de los recientes héroes, fueron surgiendo bancos, oficinas de aduanas, comercios y ministerios.

La aparición del ferrocarril o el alumbrado a gas, dará inicio a nueva dinámica y vida nocturna citadina. Sin embargo, estos proyectos decorativos y de infraestructura urbana, operaron de forma aislada y para beneficio de una élite ignorando por completo la conformación multiétnica y agraria del país.

Atrapados entre el adorno y el orden, “el buen gusto” y “la decencia”, las mujeres y habitantes más pobres se verán expulsados o estereotipados de bárbaros, vagos e inmorales. Es decir, más que una planificación de la ciudad, existió el reordenamiento asimétrico de espacios y relaciones sociales.

La demolición de la muralla (1868) y obras públicas como el Monumento de Dos de Mayo, la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos o la Penitenciaría de Lima, irán reemplazando a las iglesias en el paisaje urbano y darán paso a otra etapa: la expansión de Lima fuera de sus antiguas murallas.

Higiene y Moral

El derrumbe de la muralla posibilitó la implementación de los primeros paseos y ensanches viales, como las avenidas Alfonso Ugarte y 9 de Diciembre (o Paseo Colón, por su carácter peatonal), que buscaron articular e incentivar la urbanización de las zonas aledañas a Lima. Es así como el asfaltado de calles y construcción de avenidas, fueron nuevos dispositivos urbanos por los cuales los gobiernos buscaron modernizar, articular y consolidar la Lima.

En estos procesos toman importancia principios higienistas, que buscaron el reordenamiento del espacio social y físico, a partir de criterios sanitarios y de bienestar. Al igual que la ciudad, la vivienda y sus condiciones sanitarias fueron evaluadas para lidiar con condiciones de hacinamiento y pobreza. A partir de iniciativas municipales como el Instituto Municipal de Higiene (1903), se sugirieron prácticas y detalles constructivos como el uso de pinturas al óleo y ángulos curvos de las paredes y techos, para una mejor limpieza; la asignación de funciones específicas para cada habitación; la instalación obligatoria de lavamanos, sanitarios y desagüe; e incluso la necesidad de muebles como roperos, cómodas o gavetas para mejorar condiciones de almacenaje de ropa y comida.

Sin embargo, la relación entre habitabilidad y precariedad, pocas veces fue vinculada con condiciones de clase o acceso a la vivienda sino que se asociaron a costumbres, hábitos, género, procedencia y la “condición moral” de sus habitantes; perpetuando estereotipos basados en el estigma, racismo, machismo y clasismo.

Progreso y desborde popular

No pasará mucho tiempo para que la vivienda se posicione dentro de la agenda política como parte de las demandas de la clase trabajadora. Convertida en una obligación del Estado, fue abordada desde distintos proyectos siendo el “edificio” representado por las Unidades Vecinales, la principal estrategia de densificación y dotación de vivienda obrera. La idea fue generar un punto de equilibrio entre los espacios comunes y la vivienda colectiva, aprovechando la escala humana y las redes de cooperación del barrio.

Sin embargo, si bien las unidades vecinales fueron una respuesta pública a la demanda de vivienda, fueron insuficientes para atender la demanda de los sectores más vulnerables de la población. La barriada, entonces, continuó siendo una estrategia importante -y cada vez más masiva- de acceder al suelo. Frente a este contexto la Comisión de la Reforma Agraria y la Vivienda (1956) ayudó a delinear el rol y relación del Estado con la autoconstrucción del hábitat urbano creando las Urbanizaciones Populares de Interés Social. Es decir, barriadas asistidas urbanísticamente a partir de la delimitación de espacios y dotación de servicios básicos, donde los habitantes se encargarían de auto edificar la vivienda progresivamente. Como lo define el autor, la ciudad se construye, a partir de este momento, a dos velocidades. Velocidades, estrategias y contextos socio espaciales que marcarán el debate urbano en el país en las siguientes décadas.

Gómez crea una narrativa urbanística sobre la producción social del espacio en Lima y se pregunta: ¿quiénes han tomado las decisiones que han construido nuestra ciudad?. Pregunta que inevitablemente nos hace pensar en los retos y posibilidades que tenemos por delante.


Lima en concreto, una historia en transformación. Obras públicas, modernización urbana y segregación espacial (1821 - 1968), de Yuri Gómez. Fondo Editorial UCAL, 2020

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