5
Cultura

Los pensamientos malos

Los pensamientos malos

1

Mi tía pasa la cuarentena sola, encerrada en un departamento pequeño. A su edad ya no tiene necesidades económicas ni obligaciones, tiene buenos ahorros y sus hijos viven ya con sus propias familias. Desde hace una semana ha empezado a enviarme mensajes al whatsapp, sin texto ni nada. Son solo videos y fotos sueltas del recuerdo, de nosotros de bebés, de niños, de adultos. Con ella, con mi madre, con los abuelos (que ya no están). No sé si su combustible en el encierro es o no es la nostalgia, o si está armando un panteón personal del que poco a poco espera formar parte. Me la imagino en su sala de madera con muebles forrados, envuelta entre fotos y papeles viejos como una oruga que moldea su capullo, esperando emerger como otra cosa. Tal vez es ese el origen de su calma. La certeza de que, sin importar lo que pase, ella ascenderá al nivel más trascendente del que tenemos testimonio: se convertirá a sí misma en un recuerdo. No encuentro sentido en esa lógica, pero tampoco motivos para juzgarla. Al final, todos tenemos nuestras propias tácticas de lucha contra el miedo. Aun no descubro las mías.

¿A qué miedo me refiero? Así como ciertas enfermedades exigen dietas de verduras aburridas y nada de frituras, el miedo me han enseñado a regular mi consumo de malas noticias. La ansiedad. Aquellos que lo saben, lo saben, y para aquellos que no, pueden buscar la explicación en otro lado. Solo les puedo decir que no es algo controlable y racional. Algunos engranajes del cerebro que no comprendemos del todo desencadenan en el cuerpo reacciones que normalmente se dan ante el peligro, aunque en realidad ese peligro no exista. De pronto tu cuerpo se enfría, tu cabeza se pone ligera, el pecho te duele, sientes que flotas pero no de la manera bonita. En mi caso, la garganta arde. No se necesita de un peligro real e inmediato para desencadenar la reacción, basta con una sospecha que se transforma en pronóstico. Cosas que pueden sonar medio tontas como el avance del odio en la sociedad, o que de pronto alguien que te importa te cuente que la barriga le duele. También puede ser la perspectiva de un fracaso laboral o mirarte de lejos en el espejo y acercarte poco a poco, y al acercarte no reconocer al que ves ahí. Empiezas a ver un patrón: el pasado es la calma, el futuro es la incertidumbre. A nadie le gusta convertirse en promesa rota.

La búsqueda de una cura para el miedo me llevó a cruzar dos historias del pasado lejano. Una de ellas es una leyenda y la otra podría llegar a serlo. Cuando el danzante de tijeras Cirilo Inca se acercó a la cascada de su pueblo, buscó al diablo detrás de la cortina de agua para ofrecerle su alma en pacto. A cambio recibiría el don de piernas para vencer a cualquier oponente mortal. El demonio pidió un plazo para cobrarse la deuda. “Tantos años como granos cargo en mi puño” respondió el danzante y el diablo asintió. Entonces Cirilo completó su engaño al abrir los dedos, pues no cayeron algunos granos de maíz, si no cientos de diminutos granos de quinua que se esparcieron por el agua, cada uno un año por contar. Cuando terminaran de transcurrir todos los granos Cirilo ya llevaría varias generaciones muerto y su alma estaría segura en el cielo.

César Jumpa

Foto: Del post “How to Cook Perfect Quinoa on the Stove” en themom100.com</em>

La otra historia es real o pudo serlo. Sucedió en las montañas hace unas seis décadas, en el pueblo de Pampas. La bisabuela M encontró a mi madre sentada en el patio, aburrida o pensando. Lo cual, para una niña de campo en ese siglo, era lo mismo que perder el tiempo. Entonces, con sus dedos largos y flacos, la bisabuela tomó un puñado de quinua de la cocina, el mismo puñado de quinua de innumerables granos con el que Cirilo Inca, no muy lejos de ahí, engañó al diablo, y lo lanzó al suelo frente a mi madre. Las pequeñas bolitas blancas rodaron y se metieron en cada rincón, debajo de cada mueble, al lado de cada retrato de la sala, a los pies de cada planta del jardín. "Ahora recógelos" le ordenó, imponiéndole sin querer un pacto que no solo se llevaría su alma si no la de muchos de sus descendientes "la ociosidad trae los malos pensamientos" le dijo, y la dejó buscando en el suelo.

César Jumpa

Foto: Del post “How to: Stove-top quinoa” en bestversionvegan.com</em>

La historia de la bisabuela llegó hasta mí a la misma edad que a mi madre. Desde siempre la moraleja parecía bastante clara, una trinidad que se contenía en sí misma: la ociosidad era el mal, la salvación era el trabajo, los malos pensamientos (aquellos que traían la ansiedad), el pecado. Los granos de la bisabuela M habían rodado en el tiempo hasta mi propia cocina y con ellos la culpa y la vergüenza de ser un vago. La otra historia, la de Cirilo Inca, la descubrí mucho tiempo después, mientras investigaba sobre la danza para un proyecto inconcluso. Para entonces ya no me asustaba el pecado de los malos pensamientos. Desde mi propia hubris (otro pecado) lo veía todo como parte de una filosofía caduca. Luego, aun antes de que empezara la cuarentena (y con ella la ociosidad) varias muertes en la familia me hicieron replantearme las cosas como quien revisa sus deudas. Las viejas historias influyen en nosotros más de lo que creemos, modelan nuestras fantasías y nuestras fantasías modelan la realidad. El tiempo nos había cambiado y, detrás de la cortina de agua, el demonio se asomaba a cobrar sus antiguos pactos.

2

Una forma muy cuestionable y poco efectiva de luchar contra el miedo es hablar con gente que lo sufre más que uno, aunque sea de manera casual. Se supone que eso pone las cosas en perspectiva. Mi amigo J, por ejemplo no la estaba pasando bien. Cuando le dije que por qué no tiraba un puñado de quinua al suelo y lo recogía, se rió en mi cara. Es un decir. Se hubiera reído si estuviéramos cara a cara. Primero porque no había cómo conseguir quinua en el mercado en esos días. La gente había empezado a acaparar para un encierro largo y los granos eran lo primero en desaparecer. Segundo, porque cuando estaba bien él se reía de todo, y eso era una buena señal. Hasta le conté la historia del danzante y la historia de la abuela, de la ociosidad y los malos pensamientos, de cómo engañar al demonio utilizando el paso del tiempo y el trabajo vacío.

César Jumpa

Captura Whatsapp del autor</em>

Viniendo de cualquier extraño hubiera descartado esas frases como aspectos de una pose. Pero conozco a J desde hace tiempo. Si el sufrimiento fuera belleza entonces su nivel de ansiedad y pánico podrían considerarse sublimes. Hubo en el pasado largos periodos de tristeza en los que desaparecía del mapa. Meses sin que nadie pudiera ubicarlo en este mundo o en el otro. Luego, sin decir mucho, emergía en algún tipo de frenesí creativo. El ciclo se había cumplido varias veces. Durante la cuarentena le hablaba cada ciertos días solo para verificar si aún estaba.

"ahora es terrible"

"a veces duermo a veces no"

"tengo ataques de ansiedad terribles en cualquier momento"

"soy yo el que hace las compras de la casa y soy yo el que tiende la ropa. uno para salir a distraerme y el otro para subirme al techo y gritar a mis anchas"

"me puse a llorar, escuché una canción que no escuchaba hace mucho mucho tiempo y me quebré"

"la novia se estaba bañando y pude reponerme antes de que se me notara"

"y en realidad he vivido mucho tiempo rodeado de gente a la que le haría daño (la entristecería) verme así

Ambos pasábamos el tiempo con miedos distintos. El mío era que algo le pasara a mis amigos, y el suyo era que los demás temieran por él. Lo primero es incierto y lo segundo es inevitable. Es un callejón sin salida. Hablar con otras personas no ha funcionado.

César Jumpa

Captura Whatsapp del autor</em>

3

No respondí a su pregunta, pero el texto no iba bien. Algunas cosas no conectaban. Otras no parecían del todo relevantes. Hay una contradicción fundamental muy molesta, aunque sólo la encuentras si lees varias veces. El texto es, en sí mismo, un mal presagio. Dentro de 20 años te preguntarán qué hiciste durante la gran plaga del 2020, ese evento que marcó el verdadero inicio del siglo XXI y cambió para siempre el balance de poder en el mundo y la respuesta será: este texto. Mientras la historia te pasaba por la ventana, hiciste un texto, aprendiste a fabricar tus propios fideos, hiciste pan, sentiste culpa por tener miedo y tuviste miedo. Mucho miedo. No necesariamente en ese orden. También nos sometimos a estándares irreales.

César Jumpa

Captura Messenger de la editora</em>

Cuando apenas empezaba la crisis y aún quedaba un poco de optimismo empezó a circular en la red un meme que hablaba de Isaac Newton. Decía que el año 1666 Newton escapó de la peste bubónica en Londres para refugiarse en el campo. Que ahí, sentado bajo un árbol, vio caer una manzana y le fue revelada una de las leyes del universo: la gravitación universal. Luego descubrió que la luz se compone de colores. Ambos descubrimientos cambiaron al mundo futuro tanto como la peste misma, en una situación no muy distinta a la que vivimos ahora. ¿Qué hiciste con tu cuarentena? Este texto. Tal vez solo queda perderle el miedo a la irrelevancia, aceptar que nuestro propio tiempo no nos pertenece y que tampoco podemos tomar confort en las viejas historias. Creo que hay un puñado de quinua en la cocina, pero nadie con quién hacer un pacto. Habrá que ponerse a escribir.

siguiente artículo