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Cultura

La banda más radical sobre la faz de la tierra

La banda más radical sobre la faz de la tierra
Archivo SdM

En la calurosa tarde limeña del jueves 31 de enero de 1985, cuatro adolescentes cholos entraron tímidamente a la sala de ensayos Sifuentes en el barrio de La Victoria, y antes del anochecer salieron felices. Era la primera vez que palpaban instrumentos eléctricos y golpeaban una batería destartalada: contacto directo con una energía ensordecedora, mágica y desconocida, que desbordó sus emociones y reafirmó su proclama sociopolítica, lanzada desde una árida e inhóspita ciudad del tercer mundo.

Tenían el atrevimiento-descaro-y-osadía de formar un grupo de rock, pese a no saber tocar ni cantar. Señoras y señores, había nacido Sociedad de Mierda (S de M), la banda más radical sobre la faz de la tierra. Estamos en Lima, a mediados de los años 80: terrorismo, muertos, desaparecidos, desplazados, corrupción, narcotráfico, hiperinflación y sida. Créanme gente, este texto no es un viaje a la nostalgia, sino un duro y necesario ejercicio de memoria histórica.

Malas maneras

“¡Un-dos!...¡Yaaaaaaaaaa!”, era el grito de guerra con el que saltaron al estrado de un colegio primario al pie del cerro El Agustino, en su debut el sábado 19 de octubre de 1985, mientras la procesión del Señor de los Milagros se dirigía al templo de Las Nazarenas, en el centro de la ciudad. Su propuesta sui géneris, antiestética e hiper minimalista, llamó pronto la atención dentro de la Movida Subte (rránea), cuyo epicentro fue Lima entre el verano de 1985 y el otoño de 1987.

Los asistentes a los conciertos de la época recuerdan sus brutales acordes de guitarra con el distorsionador al máximo volumen (El Wili), el bajo afilado que elevaba el ritmo cardíaco del propio hardcore-punk (Pedro Tóxico), la primitivísima percusión que contactaba directamente con el espíritu iracundo de la tribu ancestral (Riqi Antituco); todo ello, sincronizado con fragmentos corales ensordecedores y un cantante-gritante (Saúl “Omiso”), quien se dejaba el alma mestiza cada vez que subía al escenario, como un rapsoda subte y ruidoso de la protesta social.

¡No pagar, no pagar! Si queremos tragar/ F.M.I. ¡Fuera de aquí! F.M.I. ¡Fuera de aquí!/ Causas hambre y miseria/ Por eso… ¡vete a la mierda!/ F.M.I.… ¡Lárgate de aquí! ¡Estamos cagados por ti!

Fragmento de la canción “F.M.I.… ¡Lárgate de aquí!</em>

El artista plástico Alfredo Márquez recuerda a S de M como “una de las propuestas más contundentes que me tocó acompañar y que aún me hace vibrar musical y espiritualmente. Grandes músicos (porque su ruidismo, frontalidad y malas maneras también es música), actores de su tiempo y circunstancia”.1 Julián Hernández, líder de Siniestro Total (uno de los mitos del pop español), afirma: “En nuestra primera gira americana (1997), ya conocíamos a Sociedad de Mierda, a los que habíamos escuchado en un especial sobre el punk peruano en Radio 3 (Disiden-3 de José Miguel López, 1986). ¡Joder, tío! ¡Qué fuertes, qué salvajes, qué brutales! ¡Nos sorprendieron to-tal-men-te!”2

Eran inclasificables. Viscerales. Políticamente incorrectos. Y los primeros rockeros en reivindicar su naturaleza proletaria y sus raíces indígenas.

Púdrete pituco

“S de M era una expresión de muchachos con sensibilidad social, influenciados por la anarquismo (en el cole leímos a González Prada y quedamos fascinados con su discurso crítico y su lírica). Éramos chicos con sentido de pertenencia a la clase trabajadora, que reivindicábamos lo cholo y la migración andina. Nada más saludable que asumir (constructivamente) nuestra condición, en un país tóxico, hipócrita y destructivo”, declaraba Riqi Antituco al fanzine KTZ (2017), que coincidía, tras 30 años de silencio, con el lanzamiento del vinilo de la banda a través del sello hispano neoyorquino Rock Svb Discos.

Paredes

Pinta en el distrito de Lince, en Lima 2019. Foto: IG @tecabrea </em>

El disco registra la respuesta de los integrantes de S de M a las agresiones racistas de jóvenes blancos y de clase alta durante el concierto en el Centro Cultural Magia, el sábado 31 de enero de 1986:3

“¡Váyansealamierda, pitucos…!” “¡Váyanse a trabajar!”. “Caga’os…Solo palabra en inglés. No saben que estamos en el Perú”. “¡Píntense los polos en castellano…!” “¡Yo soy cholo, c.t.m!” “¡Somos!” “¡Y qué mierda…Ah!”… “¡Vivan los cholos, ca-ra-jo!”.

A continuación cantan "Púdrete, pituco":

Harapos importados cubren tu cuerpo/ pero solo basura llevas por dentro, de Lima inventaste un Londres/ ni conoces los barrios más pobres. ¡Púdrete pituco! ¡Púdrete pituco! / Imitando a un punk estás que te pudres/ con tu pose de mierda estás que te hundes, / nosotros nos cagamos de hambre/ y con nuestro hambre compras tu pan /¡Púdrete pituco! ¡Púdrete pituco!

Fragmento de la canción “Púdrete pituco"</em>

La consigna gonzalezpradiana era clara: “Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz”.

¿Qué patria es esta?

Estas proclamas se alzaban en medio de la guerra interna, que según el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) dejó 69,280 muertos y desaparecidos entre 1980 y 2000. Los subtes estaban en el fuego cruzado de un conflicto frente al que sucesivos gobiernos aplicaron como método cotidiano el terrorismo de Estado. Al mismo tiempo, Sendero Luminoso aplicó el terrorismo como fórmula mesiánica de alcanzar el poder.

¿Qué patria es ésta?/ Donde un ser humano es igual a un perro, / si no es explotado es desocupado, / si no es desposeído es marginado. /¿Qué patria es ésta?/ Donde a los que dicen la verdad / los creen locos, subversivos o cojudos, / los callan, exterminan o los jubilan. / ¿Qué patria es ésta?/ Donde la economía es dependencia, / donde la salud se comercia, / donde la juventud sin futuro está. ¿Qué patria es ésta?/ Donde la justicia nunca llega, / donde el fiscal y el policía roban igual, / donde militar y subversivo asesinan por igual.

Fragmento de la canción “¿Qué patria es esta?"</em>

Rolando Ames, ex miembro de la CVR explicaba en 2004 4 que Abimael Guzmán estaba convencido de que su organización peleaba contra una supuesta alianza entre “el imperialismo yanqui” y el “social-imperialismo soviético”, y que su lucha era “la vanguardia de la revolución mundial”. Estamos a mediados de los años 80 y el orden político internacional se rige por las normas bipolares de la Guerra Fría. Los militares y policías, al desconocer temas elementales de política nacional e internacional, aún no entendían el problema y creían ser los paladines del combate contra el comunismo en el mundo.

A este escenario se sumaba otro factor: el centralismo desmesurado. Decir que “Lima está más cerca de Miami que de Ayacucho” no era una exageración, sino una hipérbole para entender cómo la capital peruana vivía -y vive hasta nuestros días- de espaldas a las otras regiones del país.

PAREDES

Vinilo de S d M, editado en 2017 por Svb Rock Records. Foto: discogs.com</em>

A mediados de los 80 no hay Internet ni redes sociales. Los S de M encontraron en la música, conciertos, conversatorios, fanzines y ediciones de casetes auto-producidos por los subtes un ecosistema autogestionario que sería el vehículo perfecto para expresar su malestar y su concepción del mundo, que apelaba a la transformación individual-colectiva y a la búsqueda de una sociedad más igualitaria, lejos de dogmas. Por eso deslindaron con el comunismo y con el catolicismo. Además, rechazaron las drogas y el consumismo y buscaron en el binomio calle-cultura un elemento de cohesión social.

Nunca fuimos punks

En consonancia con el concepto de Mariátegui “Ni calco ni copia, sino creación heroica”, los S de M jamás se reconocieron como punks. Si bien se apropiaron del sonido y parte de la estética del hardcore-punk anglo y sus metamorfosis periféricas de Sao Paulo, Barcelona y Madrid, lo suyo era lo híbrido, lo anarcomestizo, lo inclasificable, lo discordante. La periferia de la periferia.

Paredes

Ricardo, Pedro y Wili, los S d M. Fotografía aparecida en el diario Página Libre en marzo de 1990. Archivo del autor</em>

En los años 70 la música popular era la chicha o cumbia peruana. Era la música de los jóvenes migrantes andinos, de las empleadas domésticas, del albañil, de los ambulantes, de los obreros. En la década siguiente, pese al desprecio de los medios de comunicación y las clases medias, se expandirá por todo el continente. “Recuerdo que ensayábamos junto a grupos de chicha en Yerbateros y Comas y nuestra ilusión era alguna vez tocar chicha, pero no teníamos el nivel básico ni la disciplina de nuestros amigos tropicalandinos”5, evoca Riqi en una reciente entrevista.6 Tenían más a mano el sonido hardcore-punk, la metáfora minimalista de la multiplicación de los decibeles, la consigna “toma tres acordes y arma tu grupo”.7 Y listo.

Rápidos y furiosos

Un proyecto antimusical llevado a la práctica, como Sociedad de Mierda, tenía sentido desde la visceralidad, que implica la brevedad en la duración del fenómeno. En los países del tercer mundo, el tránsito de la adolescencia a la juventud implica, en los sectores populares, asumir responsabilidades clave, centradas en la implacable lucha por la sobrevivencia. “Eres cholo y de barrio, si no trabajas no comes. Eres cholo y de barrio, si no te educas ni preparas, el mundo laboral y el desempleo te devorarán de un bocado. Eres cholo y de barrio, si juegas a romantizar todas las putas drogas, amanecerás muerto y meado por los perros callejeros, mientras los pastrulos pitucos van derechito a la clínica de desintoxicación, pagada por su viejo…”, puntualiza Riqi.

El epicentro de la adolescencia solo dura dos veranos, al igual que el esplendor del rock subte y los movimientos contraculturales. Una noche brumosa de mayo de 1987, el grupo (convertido en un tridente) decidió nunca más volver a tocar. S de M había cumplido su rol social y antiestético tras un concierto en la Plaza Municipal de San Juan de Miraflores, al sur de la ciudad. Los muchachos que hacían ruido en el callejón bajaron del estrado con serenidad y en silencio. Casi sin hablar. Como la melancolía intrínseca del último día de clases en la secundaria.

Y créanme gente, esa noche había nacido la leyenda de Sociedad de Mierda: la banda más radical sobre la faz de la tierra.8 Todo fue una catarsis, algo extraordinario, un acto de amor y también de odio colectivo.


** Durante su adolescencia el autor formó parte de los grupos de Rock Subterráneo Sociedad de Mierda (“baterista”), Excomulgados y Venganza (voz). Ejerció el periodismo en diferentes medios de comunicación en los años 90, pero el desempleo, la pobreza y la pérdida de derechos lo obligaron a emigrar –al igual que más de 3 millones de peruanos- durante la dictadura de Alberto Fujimori. Reside en Barcelona hace dos décadas**

Footnotes

  1. Declaración tomada del Facebook de Alfredo Márquez (2017), amigo de los S de M antes de la Movida Subterránea.

  2. Julián Hernández: “No hay nada sagrado, se puede hacer de todo con humor». En: Pliego Suelto, 12.09.2015 http://www.pliegosuelto.com/?p=17240

  3. Ver ’S de M - disco completo’ en el canal de Youtube del sello Rock Svb Discos (7’,30-9',00) https://www.youtube.com/watch?v=X1AB7JkX35w

  4. Entrevista publicada en el periódico Mundo Hispano (Barcelona), edición de agosto de 2004.

  5. Denominación que usaban los productores y disc-jockeys para referirse a la chicha, convertida a mediados de los años 80 en un circuito de negocios rentables.

  6. En el fanzine KTZ. Diciembre de 2017

  7. La frase corresponde a la viñeta del fanzine inglés Sideburns, publicado en enero de 1977, en plena efervescencia del punk inglés.

  8. El fenómeno Sociedad de Mierda es tratado en libros como ‘Pank y revolución: 7 interpretaciones de la realidad subterránea’ de Shane Greene (Peso Pluma, 2017); ‘Desborde Subterráneo. 1983-1992’ de Fabiola Bazo (Instituto de Arte Contemporáneo, 2017); ‘Se acabó el show. 1985, el estallido del Rock Subterráneo’ de Carlos Torres Rotondo (Mutante, 2012) y en la novela ‘Generación cochebomba, de Martín Roldán Ruiz (Autoedición, Perú, 2007; Pepitas de calabaza, España, 2015).

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