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Libros

Las obreras no tienen patria, o la libertad negativa

Sobre la segunda parte de "Diario de una costurera proletaria” de Victoria Guerrero

Las obreras no tienen patria, o la libertad negativa
Tapa de libro de Victoria Guerrero, editado por Máquina Purísima, sello que dirige Cecilia Podestá. Fotografía: La Plebe

En La situación de la clase obrera en Inglaterra, un joven Engels hace el recuento de las penurias de las también jóvenes modistas y costureras destinadas a las casas de moda y a la fabricación de corsés y encajes en Londres a mediados del s. XVIII. En una nota a pie, alude a la circulación en la prensa de la época de La canción de la camisa, a la que se refiere como: “una bonita poesía (...) que provoca lágrimas compasivas en los ojos de las chicas de la burguesía, pero sin utilidad”.

Ciertamente, se trata de una composición melodramática, en la que la joven contiene el llanto temerosa del retraso que cada lágrima traerá al ritmo de la aguja y el hilo (“A little weeping would ease my heart,/ but in their briny bed/ my tears must stop, for every drop/ hinders needle and thread!"). Al señalar el patetismo y la inutilidad, Engels critica al paso la romantización en la representación de la trabajadora. Se anuncia allí lo limitada que resulta la sola denuncia moral para la ambición de su pensamiento.1

Allí se advierten también algunas de las inquietudes que años después lo llevarán a compartir su destino con Marx. La psique trastocada, la espalda curvada, una muy probable ceguera y un destino asediado por el asma y la tisis son imposiciones del capital sobre el cuerpo en la producción. En la renuncia de modistas y costureras a la expresión de su dolor, su frío o su hambre, en salvaguarda del avance de las puntadas, se expresa su enajenación. Tras la inmoralidad de secuestrar a chicas para la costura desenfrenada, se trama el triunfo de una forma particular de acumulación. El capital desafía los ritmos vitales y fisiológicos asociados a la noche y el día, y los absorbe en jornadas de dieciséis horas continuas. Es a la vez una revolución del tiempo que transformará el mundo y que convertirá a esas “chicas” en costureras o en bordadoras o, al lado de la máquina, en winder, pero únicamente en ello, y sin saldo para más.

En este drama de una identidad marcada sobre el cuerpo mediante una jornada de labor sin saldos, se explica la promesa de la liberación que Engels formulará junto a Marx unas décadas después de su informe: el modo de producción comunista descrito en La ideología alemana como aquel en el que “la sociedad se encarga de regular la producción general” y hace posible que uno “pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico”.

La promesa era que el equilibrio en la distribución del tiempo liberaría a hombres y mujeres de su equivalencia con una sola labor. En esa utopía, las costureras tendrían tiempo y energía para ser algo más que aquello que son y “no tienen más remedio que seguir siendo, si no quieren perder los medios de vida”. Costureras.

Como sabemos, esa inteligencia de la producción general, regulada colectivamente, nunca se desplegó. La promesa de la liberación dió a las masas una bella, larga y fracasada identidad transitiva -el proletariado- que tras el derrumbe de la comunidad geopolítica dirigida por su autoproclamada dictadura, terminó, no en la liberación de la identidad impuesta por una labor, sino en lo que Hito Steyerl2 llama “libertad negativa”: sujetos “libres de vínculos sociales, libres de solidaridad, de certidumbre o previsibilidad, libres de empleo o de trabajo, libres de la cultura, el transporte público, la educación o de absolutamente todo lo público”. La premisa de libertad negativa recuerda a Simmel: “la libertad es libertad frente a algo y completa su concepto en la medida que corresponde a la inexistencia de impedimentos. Sin embargo, la libertad no se reduce a esta significación negativa; carecería de sentido y de valor si la desaparición del vínculo no se completara, al mismo tiempo, con un aumento de la posesión o el poder. Igual que es libertad frente a algo, también es libertad para algo”. 3

Los textos del poemario Diario de una costurera proletaria de Victoria Guerrero (Editorial Máquina Purísima, 2018) nos sitúan también en el drama de la identidad impuesta asociada a la labor y nos remiten a la imposibilidad contemporánea de encontrar una ruta de liberación que no sea apenas una forma más de “libertad negativa”. Y lo hacen a través del asedio discursivo al espacio de la fábrica textil, que corresponde a la segunda parte del libro, titulada Levantamiento de las veinte mil.4

Archivo La Plebe

Levantamiento de las veinte mil, segunda parte del libro de Victoria Guerrero. Archivo La Plebe</em>

Guerrero refiere a la huelga de las camiseras de Nueva York entre fines de 1909 e inicios de 1910, y al incendio en la Fábrica Triangle en 1911, en el que murieron 146 trabajadoras. Esta alusión nos coloca de modo más o menos evidente ante una crítica a la economía de la muerte en el capitalismo. Mi lectura sugiere situar esta economía en relación a la organización espacial del capitalismo.

Pensemos en uno de los hubs globales de producción textil: Bangladesh. En el derrumbe del complejo textil Rana Plaza en abril de 2013 (1129 muertes y 2515 sobrevivientes). En la Tazreen Fashion Factory en Dhaka, incendiada en noviembre de 2012 (117 muertos y 200 sobrevivientes). Y poco después, en mayo de 2013, en la misma capital, en el incendio de las instalaciones del Tung Hai Group. Más recientemente, el incendio de la Matrix Sweater en Gazipur, en febrero de 2016. La industria textil alcanza el 80% de las exportaciones de Bangladesh y abastece el consumo de las grandes marcas de ropa del mundo, la mayoría de usar y desechar. Como fueron el Londres del reporte de Engels y sus 15 mil costureras, o la New York de las 20 mil camiseras alzadas para negociar su condición en las fábricas (o la Camboya que Guerrero cita documentalmente en el poema final del libro) se trata de densas concentraciones de mano de obra femenina precarizada. Densidad y concentración, dos categorías espaciales.

Siguiendo los razonamientos de Lefebvre acerca de la producción social del espacio5, Lash6 apunta algo interesante en la distinción entre producto y trabajo. Mientras el producto circula en el espacio, es el trabajo el que engendra y moldea el espacio: el trabajo como un tipo de práctica espacial. En la industria textil, la producción a destajo y la secuencia de ensamblaje son el marco de los gestos que configuran el espacio, que va de la mesa de cortado a la máquina de coser o a la remalladora, en el mismo u otro taller, en el mismo u otro edificio, en ésta u otra calle del mismo barrio. Los poemas de Guerrero se concentran en uno de esos gestos: el echar llave a los talleres. Este gesto construye un espacio, el del encierro, y como gesto, pone el límite espacial entre vida y muerte, la frontera entre asfixia y escape.

En la fantasía radical que propone la costurera proletaria, es la propia trabajadora la que echa llave. Configura así un espacio de negación total. El encierro es pasivo (“Me quedé sentada /Las cenizas caían como lluvia de otoño”) o es autoinfligido: (“Me encierro con la misma llave con que me encerraron ellos (...) Un día le devolveré las llaves al patrón/ Ese día espero que ya esté muerto“).

En ese encierro irreductible las palabras se diluyen, la poesía no es confiable. Hay estupor y aislamiento. Solo una vez se habla de “las compañeras”, escondidas en el baño, que no logra constituirse en espacio de intimidad; no es el baño “de” sino “para” mujeres” (En los libros veo esa palabra que no puedo pronunciar/ En las caras de mis compañeras/ Escondidas en los baños para mujeres).

Lefebvre piensa la evolución del capitalismo como el tránsito de un sistema de producción en el espacio a uno de producción del espacio como mercancía. Esta idea nos ayuda a transparentar la condición específica de los lugares en los que ocurre el encierro. Se trata de áreas de ciudades que se desprenden de un territorio nacional, en el sentido de ser plataformas liberadas de regulaciones locales con miras a la acumulación global de capital. Diríamos aquí, otra forma de libertad negativa, un giro siniestro al enunciado de El Manifiesto Comunista: “los obreros no tienen patria”.

Si se tiene en mente la predominante presencia femenina en la industria textil, que ha tenido y aún tiene un extraordinario peso en la configuración del capitalismo -y en el mundo que hizo a su imagen y semejanza-, quizá desde el inicio se debió decir: “las obreras no tienen patria”. Bien, no fue así, pero si ahora se enunciase, ¿podría rescatarse desde ellas, las obreras costureras sin patria, el viejo llamado a la solidaridad internacionalista?. Quizá. Por ahora esta falta de patria que experimentan las obreras sugiere solo otra forma de libertad negativa. Y, volviendo al señor Simmel: “donde es eficaz el sentido puramente negativo de libertad, aparece como una imperfección y una degradación”.

Footnotes

  1. Hobsbawm destaca que, a decir de Lenin, Engels fue “de los primeros que dijo que el proletariado no sólo es una clase que sufre; es precisamente su vergonzosa situación económica que de manera irresistible lo empuja y obliga a luchar por su emancipación final”. Citado en: “Sobre Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra”. En: Hobsbawm, Eric. Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011. Crítica. Barcelona, 2011.

  2. Steyerl, Hito, 2014. “Liberarse de todo, trabajo freelance y mercenario” p. 129. En: “Los condenados de la pantalla”. Editorial Caja Negra.

  3. Simmel, Georg. 1977 [1900]. “Filosofía del dinero”. Madrid. Instituto de Estudios Políticos.

  4. Simmel, Georg. 1977 [1900]. “Filosofía del dinero”. Madrid. Instituto de Estudios Políticos.

  5. Lefebvre, Henri. La producción del espacio. En: Papers, Revista de Sociología. Vol. 3 (1974). Universitat Autónoma de Barcelona. (p. 219?229) y Lefebvre, Henri. La producción del espacio. 1974.

  6. Lash, Scott. Crítica de la información.1ra edición. Buenos Aires, Amorrortu, 2005.

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