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Pantallazos

La familia, punta de lanza conservadora

La familia, punta de lanza conservadora
Ad Astra | Collage de Ivo Urrunaga

Las reivindicaciones de las mujeres por la igualdad de derechos y la autonomía de sus decisiones reproductivas, conllevan siempre la reacción de grupos conservadores por mantener la sujeción de los miembros de la familia al interior de esta.

Ejemplo de esta contienda fue la guerra cultural en los EEUU bajo el gobierno de Carter, entre grupos que pugnaban por instaurar legalmente los derechos de las mujeres, el derecho al aborto y el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTB, y una coalición de derecha cristiana que se consolidaba y que se aliaría con el partido republicano para el triunfo de Ronald Reagan en el año 81. Durante cuatro décadas, las fuerzas conservadoras de la derecha religiosa norteamericana tuvieron tiempo suficiente como para extenderse en la región latinoamericana a manera de antídoto anticomunista tras el fin el de la Guerra Fría.

Si en un inicio, el movimiento pro familia tenía como objetivo los grupos activistas feministas y LGTB, su alcance político fue haciéndose cada vez mayor en una región en la que a la par se había impuesto el neoliberalismo como sistema económico y forma de gerenciar la vida cotidiana. Las familias, bajo el neoliberalismo, devinieron en principal soporte para los ciudadanos ante la falencia de las políticas públicas. Se privatizó la crisis económica a costa de las familias y en particular del trabajo gratuito de las mujeres.

A inicios del segundo milenio, se acrecentó una reacción conservadora tanto cristiana como islámica contra los planteamientos sobre la no discriminación por orientación sexual y la identidad de género, temas discutidos por las feministas en foros onusianos desde los años 80. Los tiempos del Sida habían puesto a la sexualidad humana como centro de debate de la futura evolución de los derechos humanos con la fuerza de lo evidente. En 2011, se aprobaba la primera resolución anti discriminatoria1 ante la Comisión de Derechos Humanos de las NNUU y para entonces, algunos países –bajo gobiernos liberales o socialistas- ya habían aprobado el reconocimiento de los matrimonios del mismo sexo.

Se vislumbraba así que la familia, como construcción social y realidad existente con más cincuenta modelos familiares en las culturas del mundo, podría ser sincerada y reconfigurada2 en Occidente, desafiando al modelo familiar único, basado en el binarismo masculino-femenino y a la dominación masculina. Por otro lado, los avances en las técnicas de reproducción asistida abrían todo un panorama de libertad y posibilidades a escoger para quienes quisieran hacer familia. Ante la avalancha de cambios, la posición conservadora se atrincheró en la opción ideológica de identificar lo cultural con lo biológico, el cuerpo como destino y la vida física como valor supremo para cerrar filas en cuanto a modificaciones legales en torno a la familia.

En un contexto neoliberal, el modelo conservador de familia se hace funcional al sistema económico. Refuerza la privatización de las relaciones económicas y sociales, pues se coloca en el lugar donde estuvo el Estado, no solo en cuanto a suplir la falencia de las políticas sociales, sino también en cuanto a un rol simbólico social, ya que pretende superponerse a la autoridad del estado en el campo educativo, ideal espacio democratizador y laico, y modelador de sujetos. Pero ahí no queda todo, detrás de la familia se sitúa una tutela eclesial, no la de única iglesia sino la de una pluralidad de confesiones, que disputan entre sí y con el Estado, un dominio ideológico sobre la población. Iglesias que operan a semejanza de grandes empresas transnacionales ofreciendo bienes y servicios espirituales, ayuda social a una gran masa de desamparados por el estado liberal o la santidad individual en la tierra.

Footnotes

  1. L9/rev1

  2. Según el antropólogo Maurice Godelier, la humanidad no ha dejado de inventar formas de matrimonio y descendencia.

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