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La militancia religiosa en el Movimiento Misionero Mundial

La militancia religiosa en el Movimiento Misionero Mundial
Él | Collage de Ivo Urrunaga

Entre 2014 y 2015 se debatió en Perú la ley de Unión Civil para parejas del mismo sexo. De todas las resistencias que suscitó la iniciativa, una llamó nuestra atención: la participación política del Movimiento Misionero Mundial (MMM). Fundado en Perú en 1983 el MMM pertenece a la rama más fundamentalista del pentecostalismo y propugna el seguimiento estricto de la Biblia en su versión Reina Valera. Cuenta con una organización estrictamente jerárquica: 81 presbiterios distribuidos en 994 iglesias a cargo de 1639 pastores a nivel nacional.1

Reflexionar en torno a la participación política de los miembros del MMM requiere comprender de qué forma la religión organiza su concepción del mundo. Relacionar las dinámicas internas del Movimiento con el tipo de sociedad en el que se asienta permite ver cómo esta institución religiosa exige a sus miembros un compromiso radical y total, reproduciendo dentro de sí un orden que es transversal a la sociedad en su conjunto. Observar la forma en la que el Movimiento capta el tiempo y la energía de sus fieles nos lleva a entenderla como una institución religiosa “voraz”2 y, luego, a preguntarnos cómo se forma el individuo dentro de una institución de este tipo.

La “voracidad” del Movimiento

Una institución voraz no se contenta con una participación parcial de sus miembros. Por el contrario, les impone tantas obligaciones que estos no disponen de una hora de ocio para organizar su vida privada libre de las restricciones que supone su papel de miembros de la iglesia. Con cultos diarios, ayunos, vigilias y actividades, capta el tiempo y la energía de sus miembros, a la vez que, confinándolos en círculos concéntricos, reduce o elimina la influencia de otros focos competidores.

Pese a ello, el Movimiento resulta sumamente atractivo. Los fieles experimentan la religión de forma extrema a través de un “contacto real con Cristo”. Los fieles lo describen como una “experiencia sobrenatural” en la que Dios tiene “un trato especial” con aquellos a los que quiere usar “como instrumento”.

Durante el culto, el pastor “convoca” al Espíritu Santo a través de plegarias e intensos cánticos; el sonido se hace envolvente y los fieles empiezan a conmoverse: se escuchan llantos, gemidos y algunos irrumpen hablando en “lenguas angelicales”, “indescifrables para el demonio”. El creyente “va a Cristo” entre lágrimas y gritos y “regresa” con una capacidad renovada para enfrentarse al mundo. Son momentos que revisten de poder a los fieles: un migrante pobre que ha sentido a Dios “moverse dentro de sí”, se siente por ello más poderoso que aquellos que concentran la riqueza y el poder.

Movimiento Misionero Mundial en Facebook

Facebook de Movimiento Misionero Mundial</em>

Cuando el Movimiento ya ha captado el tiempo y la energía de sus fieles, les exige estar informados sobre su fe, por lo que hay que “conocer” la Biblia. Sin embargo, no se prescribe una lectura frecuente y a solas, sino el acceso a la fuente escrita a través de un “pastor”. De ahí que la asistencia a los cultos sea un requisito indispensable en la formación del creyente, pues entre ellos y la Biblia hay un mediador infalible: el pastor. De acuerdo a uno de los testimonios que recogí para mi tesis de 20183 los pastores están “llenos del Espíritu Santo (...) cualquiera no es pastor, ellos son hombres santos a los que Dios los hace su instrumento, son personas entendidas, su entendimiento proviene de Dios y es Dios quien habla a través de ellos”(Hermano Pedro, 02/01/2018).

Cierto es que el líder pentecostal no se diferencia de los demás en sus hábitos y su manera de vestir, pero sí en la medida en que tiene acceso “especializado” a la fuente escrita. El perfeccionamiento de su oratoria, sus ademanes y elocuencia, le confieren una autoridad total frente a su auditorio, aún cuando su lectura no sea reflexiva o crítica. La imagen que los fieles se forman de sí mismos está supeditada a figuras de autoridad como ésta.

Por otro lado, aunque en el discurso la importancia que se concede al saber religioso es que proviene de la Biblia, en la práctica el adoctrinamiento se asegura desde otros medios evangelizadores, como la estación de radio y el canal de televisión Bethel. Su difusión engarza con el universo de oralidad percibido en los cultos y esto permite que los creyentes vivan la doctrina del Movimiento a todas horas y en todas partes.

Hacemos porque creemos

El Movimiento sostiene que son tres los enemigos del creyente: el diablo, el mundo y la carne. De acuerdo con la doctrina cristiana del pecado original, Satanás se convirtió en el origen del mal al rebelarse contra Dios y engañar a los primeros hombres, quienes por su debilidad (la carne) sucumbieron fácilmente a la tentación. Dios expectora a la Tierra a Satanás, quien desde entonces gobierna el mundo (tercer enemigo). En este orden discursivo, las tentaciones operan de afuera hacia adentro: atacan primero al cuerpo, luego al alma y, finalmente, conmueven el espíritu. Como explica la hermana Doris: “Mientras somos del mundo servimos a satanás y caemos en los placeres del cuerpo que es por donde satanás tienta a las personas. Pero cuando uno se ha convertido, cuando ha dejado las cosas del mundo, satanás ya no engaña a través del cuerpo, sino que te ataca al espíritu, los sueños”. (09/11/2017).

Así, la lucha del creyente trasciende el campo material para asentarse en un nivel psicológico y espiritual. Esto conduce a los creyentes a ver a los mundanos como personas que se quedaron en un estadio anterior, mientras que ellos han trascendido de nivel en la lucha con el mal. Por ello es muy frecuente escuchar al pastor decir que “los mundanos jamás van a entender la palabra [como ellos]”.

Movimiento Misionero Mundial en Facebook

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El segundo enemigo (la carne) es la parte del cuerpo que se relaciona con el mundo físico a través de los sentidos. En el cuerpo se expresan “los deseos de la carne que nos inducen al pecado” y por ello hay que estar constantemente “formandolo” por medio de la palabra. En términos usados por la esposa de un pastor durante el culto: “La carne siempre va a molestar, pero el espíritu siempre tiene ánimo. Tenemos que vencer la obra de la carne con la obediencia, con la doctrina te vas a disciplinar correctamente, allá arriba no entra cualquier cosa. Hemos venido de un mundo cochino, sucio, impregnado de cochinada, acá el señor nos tiene que sacar la mugre” (09/10/2017).

Si el “mundo” es percibido como contaminado, la salvación sólo puede encontrarse dentro del “grupo selecto de los elegidos”, para quienes el Movimiento se constituye en el único lugar capaz de brindarles la seguridad y protección necesarias tras haber rechazado las estructuras del orden establecido. Esto se complementa, a su vez, con el dogma principal: la creencia en el Reino de los Cielos, opuesto al reino de este mundo. Esta creencia establece una dicotomía inmanente entre la iglesia y el resto del mundo, una guerra entre “los hijos de la luz” (fieles) y los “hijos de las tinieblas” (mundanos). Mientras llega la victoria de Cristo y la instauración del Reino de los cielos, los fieles tienen la convicción de pertenecer a un grupo selecto que vive apartado del mundo.

Un círculo cerrado y concéntrico

El Movimiento impone a sus fieles una serie de prescripciones, entre las que destaca el Bautismo en agua. Éste se erige como la barrera simbólica más importante para el creyente: el devoto deja “morir al hombre viejo” para volver a “nacer en Cristo”. Cuando las mujeres del Movimiento sienten “el cambio”, queman sus ropas y joyas como ritual de paso, pues siendo parte del Movimiento, sólo pueden usar faldas largas y las blusas deben cubrir hombros, pecho y espalda; tampoco pueden usar maquillaje ni adornos de ningún tipo. A través de la prescripción en la forma de vestir se traza una barrera entre “el pueblo de Dios” y los mundanos, al tiempo que se demuestra devoción por el grupo de pertenencia.

Movimiento Misionero Mundial en Facebook

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El Movimiento también prohíbe que un miembro de su iglesia se relacione sentimentalmente con un mundano sosteniendo que se estaría incurriendo en un “yugo desigual”: nada tiene que ver “la luz con la tiniebla” o el “creyente con el incrédulo”. El mundano, al no conocer la palabra y tener otras costumbres, puede “desviar al creyente del camino correcto”.

Como vemos, la fe religiosa, la praxis religiosa, el saber religioso y la experiencia religiosa tienen efectos seculares. En estas dimensiones de la religiosidad se asientan las bases de las prescripciones que determinan lo que los hombres y mujeres deben hacer y las actitudes que deben aceptar como consecuencia de su religión en el ámbito secular. Las barreras que logra imponer el Movimiento crean una forma de organización religiosa capaz de abarcar todos los aspectos de la existencia dentro de su círculo cerrado y concéntrico. Esta forma voraz constriñe al ser humano y lo somete a un orden lejos del cual no existe: dentro de él, todo; fuera de él, nada. Así, los miembros del Movimiento funden su personalidad dentro del reducido universo simbólico de la iglesia.

Footnotes

  1. MMM, (2012). 30 años MMM. Una obra de fe. Lima: Altamira.

  2. Según Coser, las “Instituciones voraces” demandan la adhesión absoluta de sus miembros y pretenden abarcar toda su personalidad dentro de su círculo. Exigen una lealtad exclusiva e incondicional y tratan de reducir la influencia que ejercen los papeles y los status competidores sobre aquellos a quienes desean asimilar por completo. Sus demandas respecto a la persona son “omnívoras”.Coser, L. (1978). Las instituciones voraces: Visión general. Madrid: FCE

  3. Oviedo Rabanal, J. A. (2018). Entre la pureza y el peligro: El individuo dentro del Movimiento Misionero Mundial. Como parte del trabajo de campo asistí al anexo de Palmeras y a la iglesia de Huandoy en calidad de “miembro aspirante”. De hecho solo asistir no te convierte en miembro activo; es necesario demostrar compromiso con la iglesia, lo que puede tomar años.

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