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La izquierda peruana en tiempos de capitalismo "achorado"

La izquierda peruana en tiempos de capitalismo "achorado"
blog Observacionenperu

Hablar de la izquierda peruana nos remite a un sector de la política que ha reaparecido en la escena pública después de una larga hibernación. Las izquierdas son un actor a tomar en cuenta, pero aparecen nuevamente fragmentadas a pesar de que hay nuevos espacios, frentes y actores que han cumplido un rol importante en el escenario electoral, sin dejar de presentar disputas y tensiones por los liderazgos.

Un frenteamplismo a la peruana

Reúne a un sector de las izquierdas que se muestra como abanderado del discurso de la renovación de estilos y liderazgos, buscando con ello desmarcarse de los partidos de izquierda caracterizados por su "verticalismo" y su falta de renovación de cuadros. Estos sectores se agruparon entre 2014 y 2016 a partir de los movimientos Tierra y Libertad y otros colectivos, señalando que, unidos en torno al Frente Amplio (FA), serían la nueva vanguardia de la renovación izquierdista, pues iban a transformar las "viejas prácticas", realizando elecciones primarias abiertas y promoviendo la paridad de mujeres, reconociendo a la comunidad LGTBI, entre otros aspectos.

Después de haber posicionado a Verónika Mendoza como su figura presidencial en las elecciones de 2016, entraron en una serie de contradicciones que llevaron a la separación de un grupo de parlamentarios y la formación de un nuevo partido. Tras el anuncio de la renuncia de diez congresistas a la bancada del Frente Amplio que son ahora parte del proyecto político Nuevo Perú, se confirmó la ruptura de este frente. La derecha y sus voceros no tardaron en celebrar la ruptura, aduciendo que una vez más la izquierda "no puede" mantenerse unida y, como en el pasado, se rompe por cualquier discrepancia ideológica y de poder.

La división del Frente Amplio fue sin duda un golpe para el movimiento popular, que en su momento cifró esperanzas en la posibilidad de contar con un instrumento político con presencia nacional y como alternativa electoral viable. Pero hay que decir que la división no es solo un problema de la izquierda, en otras filas podemos apreciar similares tensiones. Es decir, la política peruana está atravesada por las disputas de poder internas y las ambiciones personales.

Las izquierdas regionales

Desde las regiones han aparecido también algunos liderazgos que pugnan por proyectarse hacia lo nacional. Por un lado se ha conformado el frente Mas Democracia, liderado por Gregorio Santos, ex militante de Patria Roja, que agrupa esencialmente a sectores de los campesinos ronderos de la sierra norte y ex militantes comunistas de otras regiones, y que hasta hace poco contaba con una alianza electoral con el partido Democracia Directa, liderado por Andrés Alcántara, que obtuvo su inscripción desde la plataforma de la organización de los aportantes fonavistas.

Los seguidores de "Goyo" se presentan como una "izquierda radical", y algunos de sus voceros se reivindican como populistas, presentándose como auténticos intérpretes de los intereses populares frente a una izquierda que en su mayoría se ha convertido en lo que ellos califican de "caviar", "limeña" y "burocrática".

El partido Perú Libre, liderado por el médico Vladimir Cerrón, ex Gobernador de la región Junín, agrupamiento que cuenta con inscripción nacional y tiene una clara propuesta socialista. Coincide con el movimiento de Gregorio Santos en su crítica a la "vieja izquierda", al centralismo limeño y se presenta como auténtica y popular, como una nueva alternativa desde las regiones.

Estos sectores consideran que pueden constituirse en un polo del radicalismo que llegará, al estilo de Evo Morales, desde las regiones a la capital. Pero el Perú no es Bolivia. No tenemos un movimiento indígena organizado. No tenemos un movimiento nacional en torno a la recuperación de los recursos naturales. Lo que si da pie a sus críticas es que nuestro país presenta un centralismo histórico, que ha postergado el desarrollo de las regiones y no ha desconcentrado el poder de las decisiones y sobre los presupuestos públicos. Ese centralismo no escapa a las estructuras políticas.

Los nuevos agrupamientos

A pesar de la ruptura producida, sabemos que tanto el Frente Amplio actual (Tierra y Libertad con algunos otros grupos como la Coordinadora Progresista, la CUT, líderes regionales) y el movimiento Nuevo Perú seguirán dando batalla en el Congreso de la República y construyendo sus propios espacios.

Hay que decir que muchos de los temas puestos en el debate en su momento por el FA son importantes: un nuevo sujeto político de las izquierdas exige una renovación de estilos, propuestas, lenguajes y de cuadros, así como debe incorporar con más fuerza las agendas de la lucha de los movimientos sociales por la defensa del medio ambiente, por la equidad de género, las demandas de la comunidad LGTBI, entre otros.

Por su parte, el frente Juntos por el Perú (JP), es un espacio que se ha conformado a partir de la convocatoria del Partido Humanista liderado por Yehude Simon. En este se agrupan el Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista- Patria Roja, Fuerza Social, Ciudadanos por el Cambio y el Movimiento por el Socialismo. JP tiene un vínculo estrecho con un importante sector de sindicatos, como la CGTP y el SUTEP.

Hace solo unos meses un sector de las izquierdas regionales, las agrupaciones Perú Libre, Más Democracia, se presentaron juntas a Nuevo Perú en un espacio de coordinación en torno al tema de la Nueva Constitución. Incluso realizaron algunas conferencias en Cajamarca, Cusco y Lima, pero parece que fue solo un acercamiento coyuntural que no ha tenido continuidad.

Los errores

Si tenemos que hacer una lista de los elementos que consideramos los principales errores del FA, el primero es que se presentaron como los baluartes de la renovación. Sin embargo, lo ocurrido en los últimos meses ha revelado que también en su proceso se puede apreciar una alta inmadurez política, una mirada cortoplacista que tuvo su centro en lo electoral y descuidó lo político y social.

Hemos visto que sus elecciones primarias tuvieron cuestionamientos sobre la transparencia del proceso, y, luego de que Verónika Mendoza no pasó a la segunda vuelta presidencial, empezaron a evidenciarse las disputas por la conducción de la bancada, que terminaría con la división del frente. Vemos entonces que el tan mentado discurso de la renovación no pasa solo por buenas intenciones, sino por prácticas reales, sostenidas y una real institucionalización. La impresión es que gran parte de la discusión tuvo como telón de fondo las cuotas de poder, en la decisión de las vocerías congresales y en el manejo de los recursos que recibirían los partidos con representación parlamentaria con la nueva ley de partidos políticos, que no son montos despreciables.

Asimismo, muchos compañeros del FA se obnubilaron por los resultados electorales y asumieron que ello los convertía en la gran y única fuerza del campo izquierdista. No hay que confundir los resultados de una elección con los de un movimiento político consolidado y con presencia nacional. Los resultados del FA se lograron no porque fueran un gran movimiento de masas, sino por el carisma y arrastre que logró proyectar en su momento la candidata Verónika Mendoza. Una elección se disputa con las reglas de la democracia representativa, donde el posicionamiento de la figura del o la candidata y los resultados pueden ser fugaces. Es la razón por la cual el movimiento Nuevo Perú ahora tiene serias dificultades para recolectar las firmas necesarias para su inscripción.

En el caso de las izquierdas regionales, éstas quieren presentarse como una nueva opción, como polos radicales que surgen desde el interior del país. Sin embargo hay que recordar que si bien según los sondeos de opinión los peruanos parecen estar dispuestos a votar por el cambio, no lo harían solo a partir de un discurso regionalista ni radical, sino como parte de una opción que recoja más bien una diversidad de demandas de los sectores populares, que incluyan a las clases medias urbanas que se ven expuestas a un modelo insostenible que deja a la ciudadanía a merced de la inseguridad ciudadana y la desregulación del mercado. Otro detalle curioso es que si bien Perú Libre y Mas Democracia levantan un discurso radical que busca diferenciarse de las "viejas prácticas" de la izquierda, han cerrado acuerdos electorales con candidatos a la alcaldía de Lima que distan mucho de ser radicales y más bien representan opciones neoliberales y pragmáticas, como son el ex alcalde de Lima Ricardo Belmont (Perú Libre) y la empresaria Esther Capuñay (Mas Democracia).

Por el lado de la izquierda más tradicional, que incluye a los partidos comunistas, ésta se ha visto cuestionada por el protagonismo de los movimientos sociales, como las jornadas del magisterio entre junio y setiembre de 2017, las movilizaciones de sectores juveniles contra el indulto a Fujimori a comienzos de 2018, y las protestas de los campesinos en defensa de la producción nacional de papa. Estas nos muestran que los gremios tradicionales tienen un serio problema de representación y de canalización de las nuevas demandas sociales. En ese sentido, los partidos más antiguos de la izquierda tienen que revisar a profundidad sus estilos de conducción y afrontar la tarea de su necesaria renovación.

Ofensiva conservadora

Lo poco que se pudo avanzar en los últimos años en materia de reconocimiento de los derechos humanos, lucha contra la impunidad e igualdad de género está en peligro. Hay una nueva ofensiva conservadora en curso, que considera una amenaza a los "valores cristianos" y tradicionales el avance de estos derechos, de paso también acrecienta el clima de intolerancia y macartismo contra las fuerzas de izquierda. Toda crítica al modelo neoliberal es vista como propia de posturas "chavistas", "populistas" o incluso "terroristas"

"Con mis hijos no te metas" es una de las campañas que ha convocado concentraciones masivas en Lima y varias ciudades del país. Es una campaña que ha sido articulada por los sectores más conservadores de la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas, y construida a partir de un discurso del miedo a la "ideología de género" entre los feligreses, que no sería otra cosa que una creación de liberales y neo marxistas para justificar las "relaciones homosexuales" y el "sexo libre".

El relato sobre la violencia política en el Perú. En los últimos tiempos está arreciando un bombardeo contra todos los avances en torno al reconocimiento de lo fue el conflicto armado interno en el Perú en las décadas de los 80 y 90. Los cuestionamientos al informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, así como las censuras y ataques al "Lugar de la memoria", son parte de esfuerzos bien articulados de sectores de la derecha, así como de ex miembros de las Fuerzas Armadas que se unen en la necesidad de reconstruir su propio relato sobre lo que significó este conflicto para al Perú. En esa visión, estos sectores coinciden en calificar que existiría una suerte de "complot caviar-comunista" que buscaría victimizar a los grupos subversivos y equiparar el accionar terrorista al de las Fuerzas Armadas y Policiales. Recientemente se ha visto la reacción de estos sectores ante la prisión domiciliaria que se la ha otorgado a dirigentes senderistas como Osmán Morote, después de haber cumplido sus condenas en prisión, lo que ha generado una airada campaña de presión de la derecha porque se les condene a cadena perpetua.

El "terruqueo" de siempre. Los sectores más duros de la derecha, expresados entre otros por el fujimorismo y sus aliados, pasando por el mismo gobierno, no dudan en calificar de "terrorista" cualquier expresión discordante con sus posturas. Así las inmensas manifestaciones que se han dado entre diciembre y enero contra el indulto al ex dictador Fujimori han sido descalificadas.

La ola conservadora es un reto para las izquierdas puesto que han sido algunos sectores liberales y feministas los que han tratado de responder a esta ofensiva pero aún de manera desarticulada. Las izquierdas han respondido desde sus vocerías de las bancadas en el Congreso y participando en las movilizaciones, pero no han abanderado campañas ni se han articulado de manera más visible en relación a esta problemática. La ola conservadora, como parte de un fenómeno mundial, es una clara amenaza a la democracia, al pensamiento crítico y a la existencia misma de la izquierda en su diversidad de expresiones.

Las diferencias

El tema internacional. Uno de los terrenos donde las izquierdas tienen marcadas diferencias es en torno a la caracterización de algunos fenómenos del escenario global. Algunos sectores expresados en el FA y Nuevo Perú, recusan el uso de términos como imperialismo y tienen duras críticas a los procesos de China, Cuba, Venezuela y otros países de la región, en especial en materia de derechos humanos y de la valoración de los estándares democráticos. Mientras los partidos más tradicionales como el PC, Patria Roja, y las izquierdas regionales mantienen un apoyo público a esos regímenes.

El tema del modelo de desarrollo. Tiene que ver en especial con los ámbitos económico y ambiental. En el tema económico existen acuerdos básicos, como el de una economía nacional de mercado, con más presencia del sector público. Surgen algunas diferencias en cuanto al rol del Estado en el tema de las industrias extractivas. Existe un sector, en especial en el FA y Nuevo Perú que plantea una economía post extractivista mientras en las otras izquierdas predomina una visión más industrialista de la economía.

Disputas por la hegemonía y la recuperación del mito

La fuerza del fujimorismo y de otros sectores de la derecha radica en que el neoliberalismo ha logrado convertirse en el pensamiento hegemónico. Siguiendo a Gramsci, el bloque histórico dominante se mantiene como tal porque a pesar de las crisis y la agitación social, las ideas y los sentidos comunes predominantes en la sociedad son los de la primacía del mercado y el sistema de valores que ello conlleva.

Varios académicos destacan el cambio de correlación de clases sociales que se dio a finales de los 80 e inicios de los 90. La izquierda peruana perdió presencia en la medida de sus propios errores, su sectarismo y su incapacidad de mantener un frente con partidos y corrientes internas, donde había una fuerte presencia de militantes sin partido. Sin embargo, también en buena medida su derrota se dio por la desaparición del sujeto de clase tradicional: el obrero de fábrica, que fue el sujeto central del esquema de la izquierda de los 60 y 70, desde el cual se construyó todo un imaginario alrededor del que se orientaban el movimiento estudiantil y el barrial. La aparición de los desempleados, la economía informal y el autoempleo abrieron las puertas a nuevos sujetos que han pugnado por salir adelante en una economía de sobrevivencia, y donde ha calado el imaginario neoliberal del "emprendedor", de aquel peruano luchador que se hace solo a partir de su esfuerzo y sin mediar ninguna ayuda del estado.

El capitalismo a la peruana, al que agregaremos el apelativo de "achorado", se expresa en la ambición de las clases dominantes que no le han perdonado a Ollanta Humala ningún atisbo de progresismo, y que quieren ver también hundida y perseguida a la ex alcaldesa Susana Villarán. Las clases dominantes peruanas son un reflejo de este capitalismo "achorado", término con el cual se suele describir de manera un poco despectiva un rasgo de algunos sectores populares que no respetan las leyes ni los valores sociales tradicionales. Los voceros y líderes de opinión que expresan a estos sectores de las élites, destilan un discurso liberal en lo económico pero profundamente intolerante, conservador y autoritario en lo político y social.

Por eso queda claro que la izquierda no puede quedarse en la lucha política y electoral, porque tiene que enfrentar una política donde no solo priman las reglas de juego de las clases dominantes, sino que también imperan sus sentidos comunes; la lucha por lo tanto debe ir en los dos sentidos: el político electoral, el social y el de la construcción de nuevos imaginarios.

El proceso de renovación generacional que se ha expresado en los liderazgos de Verónika Mendoza, Marco Arana, Gregorio Santos y Vladimir Cerrón es importante, sin duda alguna. La izquierda necesita rostros nuevos, capaces de representar al sector de la población que está en desacuerdo con el modelo. Hasta ahora esos liderazgos están en construcción, y expresan contradicciones como su indefinición sobre ciertos temas de coyuntura y sus políticas de alianzas, que ponen en evidencia ese pragmatismo que tanto critican.

Ante la hegemonía de la lógica del mercado y el individualismo, es necesario recuperar y recrear la idea del mito movilizador. Cuando somos seducidos por el poder de la imagen y lo sensorial, donde el capital y su fetichización han logrado calar en lo más profundo de nuestros sentidos, es importante construir otros relatos y otras formas de entender la sociedad humana y los horizontes. Pero ese reto solo puede ser asumido por un proyecto político de gran audacia y amplitud, que haga política más allá de la agenda parlamentaria o de las elecciones. Por eso es importante construir un relato alternativo, que refleje el aporte de la izquierda peruana a la construcción de la democracia y la ciudadanía en el Perú, frente a la versión distorsionada y macartista de que la izquierda es más bien parte del atraso y de las ideas desfasadas, y que pretende además meter en un mismo saco a una izquierda que nunca fue gobierno nacional, con el terrorismo, los errores del gobierno militar de Juan Velasco y con el estatismo corrupto de Alan García.

Unidad hacia una refundación republicana

La gran lección de este proceso es que nuevamente el caudillismo, el oportunismo y el fetichismo electoral hacen presa de la izquierda peruana. Los proyectos se agotan por su cortoplacismo y las pequeñas disputas por espacios de poder. Nos queda claro que la tarea del momento es la construcción de un espacio político y social de la más amplia convocatoria, que tenga como eje la disputa entre cambio o continuismo neoliberal, y que enfrente a las mafias y corruptelas políticas que quieren hacerse con el control del país. Un proceso que trascienda la izquierda, pues partiendo de ella debe ir hacia otros sectores del país, de posiciones democráticas y que quieren recuperar la patria de manos de unas bandas criminales. Si no demostramos desprendimiento, grandeza y sentido histórico, seremos una presa más del coyunturalismo y el cortoplacismo que criticamos a la derecha peruana.

La principal manera de derrotar a las fuerzas que –como el fujimorismo– han sido denominadas como populismo de derechas, es construyendo un instrumento lo suficientemente fuerte, amplio, que sea capaz de contar con liderazgos carismáticos y con mensajes renovados y potentes, capaz de seducir a un sector mayoritario, es decir no solo al "sur rebelde", sino a otros sectores urbanos más consolidados y a sectores de las "clases medias".

Se trata de una necesidad impostergable, pues los principales enemigos a vencer –el modelo neoliberal y la mafia fujimontesinista– son poderosos y con muchas redes. A pesar de las denuncias de corrupción, tienen una fuerte ascendencia en los sectores populares, por lo tanto tenemos que construir un espacio lo suficientemente amplio y fuerte, capaz de derrotarlo tanto en la arena electoral, pero sobre todo en su hegemonía, en el campo de las ideas y de la presencia social.

Para eso se requiere visión de largo plazo y desprendimiento. Para construir un nuevo bloque político y social, debe haber una amplitud de miradas y horizontes, que sea capaz de convocar y aglutinar a los sectores ciudadanos dispuestos a la ardua batalla por la refundación de nuestra República de cara al bicentenario.

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