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La vindicación del ingenio de Guillermo Nugent

La vindicación del ingenio de Guillermo Nugent

La pregunta básica no es tanto qué reglas hay que seguir, sino qué aciertos públicos debemos reconocer como fundadores de estilos.

Guillermo Nugent


“Vindicación del ingenio” es el título que Guillermo Nugent dio a un ensayo suyo de 2005, que hoy se incluye como el cuarto capítulo de su más reciente libro, La desigualdad es una bandera de papel. Antimanual de sociología peruana, publicado por La Siniestra Ensayos y el Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Me apropio de aquel título para condensar mi argumento principal: el nuevo libro de Nugent sienta las bases para una sociología del ingenio en el Perú. Al convertir la novedad en tema central, esta sociología sugiere a sus practicantes una forma diferente de concebir y estudiar la realidad social. Y presenta además una propuesta ético-política que merece una valoración pública.

Al ser un declarado antimanual, sin embargo, el texto no se complace con razonamientos lineales ni con afirmaciones claras y distintas. Por el contrario, su estilo ensayístico nos propone ir por territorios desconocidos, reflexionar desde los meandros de la vida cotidiana, y disfrutar de la función evocativa del lenguaje. El desafío del libro, en suma, está en el sinnúmero de lecturas que ofrece. Esta es una.

Una realidad que se reinventa

La realidad social que Nugent observa no es una realidad estática, sino en plena reinvención. El paso de un orden tutelar a una forma de vida pluralista sería la característica central de una transformación que tendría comienzo a mediados del s. XX en el Perú.

La idea de un orden tutelar hace referencia a un universo social jerárquico, cuya premisa se resume así: la gente está incapacitada para representar y justificar adecuadamente sus propios intereses; entonces, requiere de un tutor, una figura de autoridad exterior a la cual obedecer, incluso a través del uso de la fuerza. Las instituciones tutelares por antonomasia son la iglesia y las fuerzas armadas. En ambas, las prácticas sociales están limitadas al seguimiento de rituales ceremoniales bien pautados.

Para Nugent, este ordenamiento y sus instituciones habrían perdido la eficacia moral que alguna vez tuvieron. Vale decir, la obediencia a sus principios no regularía ya las interacciones sociales de manera efectiva, evitando su “compatibilidad con hechos condenables por la justicia secular” (p. 152). Por ejemplo, el respeto irrestricto de los mandamientos de la religión católica es compatible con la práctica de la pedofilia.

Al perder eficacia, la tutela estaría dando paso a una forma de vida pluralista, sostenida por el ingenio cotidiano y un ejercicio cada vez más desenfadado de libertades individuales. Aquí el tutor no tiene lugar, y las ceremonias oficiales aparecen en notable contradicción con las costumbres profanas.

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Este es el punto de partida del trabajo de Nugent: una realidad en proceso de reinvención. Esta manera de concebir la realidad es indesligable, por cierto, de una apuesta ética a favor del pluralismo en la vida social y política. Es posible afirmar que todo el libro está dedicado a ofrecer una descripción del surgimiento de la novedad, de la posibilidad misma de una forma de vida pluralista en nuestro país.

Del choleo epistemológico a la invención de conceptos

A pesar de ser un antimanual de sociología, el libro está lleno de guiños sobre cómo hacer sociología, una que reivindique el ingenio antes que las “repeticiones taciturnas”. De hecho, el libro abre con el discurso ofrecido en 2019 durante la ceremonia de graduación de estudiantes de sociología de la Universidad de San Marcos.

En pocas palabras, se propone dejar el choleo epistemológico para tomar en serio la tarea de inventar conceptos sociológicamente relevantes. La sociología sería ante todo un oficio de creación.

El choleo epistemológico hace referencia a una actitud de desprecio hacia las creencias de la gente, que se traduce en la inclinación a favorecer marcos teóricos fijos y preguntas ajenas en las ciencias sociales. En oposición, la sociología de Nugent supone un compromiso cognitivo y emocional con los flujos inventivos de la vida cotidiana. Flujos que podrían ser más fácilmente detectados si se presta atención a aspectos como las acciones (originadas desde abajo, inesperadamente, guiadas más por el sentido del tacto que por la racionalidad), los razonamientos morales de las personas, sus rituales y su sentido de responsabilidad, las formas visibles de la autoridad y la retórica (“¿a quién se le hace íntimamente caso?, ¿por qué la gente toma más en serio unas palabras que otras?”, p. 181) y, finalmente, a los cambios en los grandes medios de comunicación y en los artefactos mundanos1.

Estas cuestiones son transversales a todo el libro y, diría, a toda la obra de Nugent. Tratadas en conjunto conducen el oído sociológico hacia territorios sonoros desconocidos, esto es, hacia “las preguntas que la gente se hace en la vida diaria” (p. 121). Escuchar atentamente estas preguntas es una tarea más enriquecedora que interrogar a la gente con la intención de formalizar sus respuestas. De ahí que es posible afirmar que la escucha activa es la habilidad sociológica principal. Sin ella los conceptos no podrían ser inventados.

El ingenio contra la dureza: una teoría diurna

Ante una realidad que se reinventa, se requiere una sociología capaz de inventar repertorios conceptuales nuevos. Y el binomio dureza-ingenio (o destrucción-invención) es uno de esos repertorios. No solo se trata de la elaboración más fina de todo el libro, sino de la base de una teoría diurna necesaria en la sociología peruana.

Para Nugent la oposición entre la dureza y el ingenio ha sido el eje de la vida social en el Perú del s. XX. La dureza es el resultado de la inadecuación que muchos sentimos entre las normas institucionales y las necesidades prácticas, entre el “poder delgado” del papel escrito y las formas de comunicación que usamos todos los días. De hecho, para Nugent la forma de desigualdad principal en nuestro país descansa en la disparidad entre la escritura y la oralidad (hoy, los medios audiovisuales de base digital). Dicha inadecuación genera una atmósfera donde todo se siente precario y transitorio. Ejemplos son la violencia cotidiana, la corrupción o el descuido de nuestras infraestructuras.

Muchas veces, la situación de dureza es compensada con el recurso al tutelaje: alguien que desde afuera viene a hacernos un favor. La ética de los favores articulada a la dureza de la vida cotidiana hace mucho más difícil el desarrollo de la responsabilidad individual. De la misma manera, hace de los proyectos individuales un eterno “por mientras”; como las pistas parchadas de la ciudad capital.

El ingenio, en cambio, va de la mano de creaciones y adaptaciones que han proliferado en nuestro país durante el siglo XX. Algunos ejemplos son la construcción de ciudades en el marco de procesos migratorios o la expansión de medios de comunicación.

Pero, ¿qué es y qué no es el ingenio? Se trata sin duda de un concepto polisémico y evocativo. Su formulación se encuentra dispersa en los capítulos 4, 6, 7 y 9. A continuación, intento sintetizar sus elementos más importantes:

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El ingenio es “una permanente domesticación de la dureza de la existencia” (p. 105). Es el modo como experimentamos la creación de otra forma de vida posible. Una particularidad importante de esta experimentación es que, durante todos estos años, ha germinado hacia adentro, como una “cultura encubierta de la invención” (p. 15), en contraste con la cultura de los favores que alimenta visiblemente al tutelaje.

Sin embargo, la proliferación de expresiones del ingenio plantea un desafío importante en la actualidad. Por un lado, al rechazar una moral de favores, el ingenio habría alentado la autoconfianza, fomentado una pluralidad de mezclas y producido un instante colectivo inusitado en un universo jerárquico. Por otro, no habría tenido como correlato una expansión de la libertad de pensamiento en el ámbito público. De hecho, para Nugent, “en el Perú entramos a la era digital con un grave déficit en cuanto a libertad de conciencia se refiere” (p. 132).

Entonces, sucede que hacemos cosas ingeniosamente sin ser capaces de expresar en público la validez intelectual y moral de tales artificios. Esto genera un problema político serio: ¿de qué manera sería posible sintonizar ingenio y democracia?

El segundo piso: ingenio y democracia

Sobre esta pregunta descansa la propuesta ético-política del libro, de construir un segundo piso sobre el ingenio. Dicho de manera muy resumida, la construcción de instituciones debería sostenerse en tres pilares: (i) el respeto de libertades públicas y de la autonomía individual, (ii) la escucha atenta a las cuestiones de preocupación de la gente, y (iii) la valoración de una moral de la experimentación, basada en la mezcla de la responsabilidad cívica y la curiosidad intelectual.

Podría decirse que la eficacia moral del ingenio aún está en construcción. El ingenio es reconocido sin problemas en el plano de las acciones prácticas cotidianas que domestican la dureza. Sin embargo, aún nos cuesta asociarlo con una premisa obvia de las discusiones públicas y de la construcción de instituciones.

Así pues, ante nosotros tenemos un libro en formato ensayo (un experimento intelectual) que habla de una realidad que se reinventa, que estimula la invención de conceptos, que hilvana una teoría del ingenio y que deja los planos en borrador de un segundo piso de instituciones ingeniosas. Con Nugent, la sociología vuelve a respirar, afortunadamente.

La desigualdad es una bandera de papel. Antimanual de sociología peruana, de Guillermo Nugent. La siniestra ensayos y Fondo editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2020

Footnotes

  1. Los objetos en la obra de Nugent son, en la línea de M. McLuhan, metáforas activas de las relaciones sociales.

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