Ficciones decimonónicas en la construcción de una nación colonizada
Como parte de la conmemoración del Bicentenario peruano, Ediciones MYL ha puesto en marcha una serie de ediciones críticas, cuya primera colección está dedicada al siglo XIX, enfocada en novelas de folletín. Dentro de este conjunto, cobra especial relevancia la presentación por primera vez de Amor y muerte / El hijo del crimen / Lima de aquí a cien años, producciones folletinescas de Julián M. del Portillo, volumen que ofrece una visión de la labor ficcional e ideológica de este autor en el periodo de 1840. La edición y el estudio preliminar fueron realizados por el investigador Christian Elguera, quien ya en 2009 publicó el primer estudio íntegro de Lima de aquí a cien años1, la novela más conocida y celebrada, hasta ahora, de Portillo. En 2020, además dictó un curso en el que abordó las dimensiones espaciales y raciales de este texto.2
La fama de Lima de aquí a cien años está relacionada a su aparente temática futurista, que despertó interés entre los estudiosos de la literatura contrafáctica a mediados de la década pasada. Es imposible no percatarse del juego temporal en esta novela, ya que se relata la suspensión en el tiempo generada por un “jenio sublime”, quien traslada a dos sujetos del siglo XIX, Artur (o J. M. de P.) y Carlos de A., a Lima y Cusco de 1943, respectivamente. Es decir, la acción sucede cien años después. En esta medida, dicha novela ha continuado difundiéndose como una pionera en este tipo de literatura y también como la primera novela peruana. Sin embargo, como destaca Elguera en su estudio preliminar, esto ha resultado perjudicial para entender la totalidad de la obra y su ubicación en el campo literario del siglo decimonónico.
Para Elguera, obras como Amor y muerte y el prólogo del El hijo del crimen, evidencian las relaciones de poder en los campos culturales limeños en aquel periodo. Según el investigador, la obra de Portillo, en general, y Lima de aquí a cien años en particular, no es futurista, sino que debe ser leída como un proyecto ideado por Portillo para la transición sociopolítica del liberalismo: “Se escribió para legitimar el colonialismo liberal del siglo XIX. Si bien se proyectaba hacia 1943, podemos considerar que el proyecto colonial de esa novela ha seguido caracterizando la historia peruana de los siglos XX y XXI” (p. XV). Más allá de lecturas únicamente enfocadas en la ciencia ficción o en el argumento de la “primera novela peruana”, el estudio de Elguera nos invita a comprender la ideología de Portillo, su toma de posición a favor de las elites liberales, su inclinación a favor de una sociedad regida por jerarquías coloniales que se proyectase en 1943. De hecho, el título del estudio preliminar sintetiza este giro de tuerca: “Julián M. del Portillo, ideólogo del colonialismo liberal: espacio, jerarquías raciales y liberalismo en los inicios republicanos”.
De este modo, la intervención de la figura del “jenio sublime” no está apartada de los conflictos sociales de la época. El “jenio” debe entenderse como “una forma de ocultar las estrategias [políticas] y ambiciones de los liberales” (p. XLIV). No en vano esta figura ha sido la encargada de guiar el camino hacia la Lima futura, demostrando que la ideología liberal es legitimada como un proyecto salvador en el XIX. Del mismo modo, este genio, quien trasladó cien años a Artur, le hace aparecer en una ciudad que ha materializado todos sus deseos de europeización. Los anhelos de modernidad europea del narrador no sólo se preservan cien años después, sino que se realizan e imperan, afirmándose así que el programa liberal ha tenido el éxito deseado. La ciudad futura es, entonces, la encarnación de los ideales “antiguos”, por lo que no significan ninguna novedad. El viajero se siente complacido y maravillado porque los legados coloniales del liberalismo (racismo, jerarquías de género, injusticias sociales) gobiernan las vidas de los nuevos peruanos. No estamos ante una utopía o la descripción de una ciudad maravillosa, sino ante un programa político que el autor siente ejecutable. En la segunda carta, el personaje del anciano explica de qué manera los proyectos liberales se hicieron realidad. Esto conduce a proponer al investigador que Lima de aquí a cien años configura una ciudad liberal que pueda ser erigida en el tránsito político que se avecina en 1843. Dialogando con la teoría del espacio y con autores como Lorraine Leu y Raquel Rolnik, Elguera sostiene que en esta novela “el espacio no es utópico, sino que expresa el resurgimiento de las ideologías y economías liberales” (p. XLIV).
A lo largo del estudio preliminar, el referente temporal pasa a un segundo plano. Predomina una lectura espacial a escala local y global. Para Elguera Lima de aquí a cien años, “propone una cartografía geopolítica de corte liberal en aras de convencer a sus lectores que, de seguirse, las prédicas del liberalismo, Lima podría liderar un nuevo orden mundial” (p. LXII). Con una ciudad libre de las rebeliones de los caudillos —que han sido diezmados para constituir la ciudad anhelada—, la Lima de Portillo se convierte en un espacio diseñado estrictamente para la victoria y la diversión de las élites “blanqueadas” del XIX. Esta hegemonía liberal sólo es posible mediante la eliminación de aquellas minorías marginalizadas que impedían la construcción de ese espacio homogéneamente “moderno”. Esta desaparición racial y étnica, común práctica de las clases dominantes en Latinoamérica, otorga las facilidades para construir una realidad semejante a Francia o a Grecia, donde mujeres como Julia y Delia son angelicales y serviciales. La paz que defiende Portillo en 1943 se construyó sobre las ruinas de las razas exterminadas. “Y en este punto radica —señala Elguera— uno de los aspectos que convierten a Lima de aquí a cien años en una cartografía de colonización: el crecimiento y éxito urbano de Lima ha supuesto la destrucción de otros espacios, habitados por minorías, y de quienes nada sabemos” (p. XLII).
El investigador entiende que para comprender los límites y alcances de la propuesta literario-ideológica de Julián M. del Portillo es necesario apelar a un análisis interdisciplinario, puesto que el siglo XIX evidencia una relación estrecha entre el campo literario y el campo político. Por ello, recurre a un análisis histórico de los conflictos entre caudillos y liberales antes de 1843. Su objetivo es descubrir cómo los procesos históricos determinan las estructuras textuales de esta obra. Esta estrategia metodológica hace posible identificar los contactos que Portillo intentó generar con políticos liberales de su tiempo, especialmente el empresario Domingo Elías. De este modo, el investigador se pregunta cómo es posible que un prosista sin estilo ni calidad haya sobrevivido tanto tiempo y llegado hasta nosotros. La respuesta, sugiere Elguera, es que Portillo se posicionó a favor del liberalismo. Esto nos obliga a entender a este letrado no solo como productor de ficciones, sino también como un ideólogo del colonialismo liberal. Durante doscientos años de vida republicana, las políticas coloniales de marginalización y opresión que posibilitaron la Lima futura se mantuvieron.
Christian Elguera cuestiona la racialización del espacio urbano, los conflictos políticos por el poder en el XIX y el rol de la mujer como eje de la familia liberal en esta Lima de 1943. También repara en la cuestión del incaísmo y los “incas permitidos” en el texto complemento de Carlos de A., Cuzco de aquí a cien años, que busca combatir el centralismo de Portillo parodiando su estilo y composición. Además, observa las limitaciones de la ideología abolicionista en Portillo, presentes en Amor y muerte, así como la variación estética y literaria que sufre en este texto la escritura del autor debido, posiblemente, a que se inspira en el libro Society in America de Harriet Marineau. Finalmente, cuestiona la construcción de un intelectual liberal en el prólogo de El hijo del crimen, mediante la comparación con otros paratextos como los de Clorinda Matto o Mercedes Cabello de Carbonera.
Uno de los aspectos más importantes de una edición crítica, además de la fijación del texto literario, es el estudio introductorio, pues realiza un rastreo profundo de las lecturas previas y plantea nuevas posibilidades de interpretación. Además, debe otorgar las herramientas necesarias para que el lector, que no es necesariamente un especialista en el texto o la época, pueda comprender el valor o las implicancias de la obra. Considerando estos aspectos, esta edición de los textos de Julián M. del Portillo cumple una labor necesaria para entender el rol que juegan las ficciones decimonónicas en la construcción de una nación colonizada.
Julián M. del Portillo. Amor y muerte. El hijo del crimen. Lima de aquí a cien años. Edición crítica y estudio preliminar de Christian Elguera. Lima: Ediciones MYL, 2021, 128 pp.
Footnotes
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El Hablador n.16: https://www.elhablador.com/est16_elguera1.html ↩
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Las clases, organizadas por la Red Literaria Peruana en abril 2020, pueden revisarse en: https://www.youtube.com/watch?v=cmJcjvX0twY, https://www.youtube.com/watch?v=5HjNP9TJ9RE ↩