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Libros

En busca de la antigüedad del error

Sobre “Cementerio general” de Tulio Mora

En busca de la antigüedad del error
Víctor Mendivil | La Plebe

Que en todo estilo de mutilación/ desde Sechín al SIN hay una misma geología

Tulio Mora. Traiciones peruanas 1985-2000 1

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A propósito de la edición 2021 de Cementerio general (Lumen) el poemario más emblemático de Tulio Mora (1948-2020), propongo una lectura que ponga atención en las estrategias de inmersión histórica que se puede advertir en su escritura, más de tres décadas después de su aparición.

Esta inmersión en la historia del Perú la realiza Mora mediante dos operaciones. La primera operación la he llamado, tomando un verso del autor, la búsqueda de la antigüedad del error; la segunda operación es la actualización de ese error en o mediante el texto poético.

En busca de la antigüedad del error

Hace unos pocos años, comentando una nueva edición de Cementerio general Mora declaró que una de sus intenciones con este libro era “decirnos a los peruanos que no somos buenos”, en un momento en que estábamos "muy lastimados como país" 2. No se trataba por cierto de una revelación, pues durante la escritura del texto y al momento de su publicación en 1989, varias coyunturas críticas habían confluido en una enorme crisis de miedo, escasez y muerte, al cabo de una década de despliegue de violencias subversivas, estatales, para estatales y estructurales.

“Los peruanos no somos buenos” más que un descubrimiento entonces, era una forma de organizar lo que se sabía ya, buscando en lo pasado no solamente una explicación o una raíz, un pecado original o un mito, sino un hilo de continuidad, una conexión entre una multitud de voces en un muy largo tiempo, y las voces del tiempo presente. En suma, se trata de la búsqueda de una identidad con lo pasado. Y digo lo pasado y no el pasado, porque justamente la inmersión en la historia tiene como universo un devenir en el que la antigüedad empieza no bien dejamos de escuchar nuestras propias voces y las de nuestros contemporáneos en un sentido de continuidad.

Así, en la búsqueda de la antigüedad del error, el instinto poético de Mora se dirige a un vasto y muy disperso archivo acumulado al margen de la oficialidad, en las notas a pie, en las menciones al paso, en los estribillos transcritos, en los rastros que la arqueología ha organizado como artefactos, aposentos y edificaciones, en libros desperdigados, en notas cazadas con oficio periodístico, lo mismo que en fotografías y sus negativos o alocuciones radiales registradas fragmentariamente. Todo ese archivo al que alude Mora revela en él como autor porciones de obsesión, porciones de previsión, porciones de disciplina y porciones de proyección respecto a la vastedad de materiales que pueden ser convocados a los actos de creación y re-creación. Dan cuenta de esta operación unos versos puestos por Mora en el imposible testimonio post mortem de Eduardo de la Piniella, periodista masacrado en la comunidad ayacuchana de Uchuraccay en 1983 y vuelto a masacrar en 1989 en las páginas de Cementerio general. Se trata de una

lectura de un escenario de obsesivos signos, llenando mis ojos con la antigüedad del error, aquel que ya ha excedido la tolerancia de los siglos y confundido periodificaciones históricas.

Actualización poética

Veamos la segunda operación. La de actualización en o mediante el texto poético. Esto tiene que ver con el rasgo característico de Cementerio general, su motivo estético, su estructura, que ha sido descrita como un campo de voces o de almas en pena, como una colección de monólogos que es también una secuencia de epitafios, lectura evidente desde el nombre del conjunto, que se refuerza página tras página con la fórmula de titulación de los poemas (un nombre propio, si lo hay, seguido de año de aparición y desaparición).

En esta línea, el escritor Maynor Freire ha hablado de una exhumación de personajes sepultados por la historia oficial,3 mientras que la poeta Rocío Silva, con acierto también, ha señalado que Cementerio general propone en este encuentro de personajes, una colisión entre lo tanático y lo épico.4 El propio Mora releva el ethos de su colección de hablantes, señalando que convocó en su proyecto a “los buenos, los ingenuos” lo mismo que a “los malvados, los torturadores” en la medida en que todas las emociones debían ser representadas, en busca, esto lo agrego yo, en busca de la antigüedad del error.

Archivo La Plebe

Bien, ¿cómo funciona esto que llamo la actualización del error en/mediante el texto poético? Veamos solo el caso más notable. Las casi setenta veces que aparece la palabra Perú en el discurso de estos hablantes-sujetos-fantasmas, nos encontramos generalmente en la proximidad de la tragedia, la promesa rota o la traición. Incluso Curi Occllo, quien no conoce la palabra Perú declara que nuestra historia no es “nada más que intriga y miedo”. Pascual de Andagoya, desde el balbuceo Birú-Perú nos dice ya que “sus sílabas austeras aluden al aullido trágico y ventral de un cementerio general”. Tomas Lainez ante la directa pregunta por el significado de estas dos sílabas que nombran su país, replica: “ese era el nombre del dolor de mis hermanos”. Para Antonio Diaz Martinez, militante del PCP-Sendero Luminoso ultimado en el penal de Lurigancho, “en los rincones del Perú la soledad babea/ la misma baba mortal”.

Para Mora, ninguna de estas declaraciones está en el pasado. En este decir, sus personajes no representan un hecho que explica nada posterior, no participan de un encadenamiento de afirmaciones que revelan una gran verdad, no prefiguran, no elaboran consecuencias. Incluso, como Tupac Amaru, renuncian a su futurización, la intuyen y reniegan de la enunciación de su suplicio por parte de quienes en tal sufrimiento, esperan, cito, “encontrar sentido a sus asertos”. Lo mismo ocurre con el mártir amazónico Edwin Chota, asesinado en represalia por su combate a la tala ilegal en territorio asháninka, o con el joven Jovi Herrera, consumido criminalmente en el incendio de Las Malvinas, edificio de talleres precarios donde laboraba en condición de semi esclavitud hasta 2017. Incluso ocurre en lo que podríamos considerar la otra orilla de la historia: el ingeniero Meiggs, el gamonal Luis Felipe Luna, el cauchero Arana, están aquí como una muestra del error que implica buscar solo en las vidas sacrificadas, heroicas y ejemplares, en los mártires o en los humildes, el modelo de quiénes somos (los peruanos, las peruanas) y qué comunidad nacional formamos en los hechos (y no en la quimera republicana). Mora busca no a los que fueron excluidos de la historia solamente en el sentido de su postergación, sino sobre todo en el de su falsificación, su silenciamiento o su ocultamiento.

De este modo, los hablantes de Mora solo actualizan hechos, afirmaciones y consecuencias de su tiempo, de su propia contemporaneidad. Estos hechos, afirmaciones y consecuencias perviven actualizados en el propio desgarramiento de quien abra las páginas de este libro. Allí se actualiza el error. Preguntémonos entonces, como un pueblo-lector o mejor, como un pueblo-escucha, cuál es nuestro desgarramiento personal y social hoy, en 2021, y a qué palabras y sentidos asociamos la pronunciación de esa entidad llamada Perú, en momentos en los que sólo resuena la tragedia.

Cementerio general, de Tulio Mora. Penguin Random House - Lumen. 2021

Footnotes

  1. Indicado como inédito en Mora, T., 2009. Hora Zero: Los broches mayores del sonido. Fondo editorial de la Cultura Peruana.

  2. Tulio Mora: “No quise tocar la historia oficial”. Entrevista con Tulio Mora. Publicada en Diario La República, 18/07/17.

  3. Maynor Freire. Del poeta Tulio Mora: Segunda exhumación de Cementerio general. Publicado en Diario Gestión, 7/4/94.

  4. Rocío Silva Santisteban. Tulio Mora I.M. (1948-2019). Un homenaje al poeta de la generación de Hora Zero. Publicado en La Mula, 29/01/2019.