Sobre "La domesticación de las mujeres: patriarcado y género en la historia peruana" de María Emma Mannarelli
“La domesticación de las mujeres: patriarcado y género en la historia peruana” reúne una serie de artículos de María Emma Mannarelli que, escritos a lo largo de 15 años, tienen como hilo conductor la reflexión acerca de la regulación de los impulsos en las sociedades jerárquicas, y su relación con la privatización de las funciones corporales, así como con el carácter de las instituciones.
El primer capítulo aborda la variación de los patrones matrimoniales en el área andina y el intercambio de mujeres en el marco de alianzas matrimoniales, donde su apropiación era fuente de prestigio y autoridad. Mannarelli muestra cómo las pautas de subordinación produjeron diversos posicionamientos de las mujeres: desde aquellas que permanecieron en sus comunidades viviendo en los márgenes y manteniendo sus costumbres tradicionales hasta quienes renunciaron a su calidad de indias mitayas y se emparejaron con hombres no indígenas; así como quienes se encaminaron a la resistencia abierta, adquiriendo papeles protagónicos.
La autora describe las relaciones de género durante la etapa de conquista, signadas por ideas de un honor masculino basado en la virtud y uno femenino anclado en el recato sexual. Asimismo, revisa el papel jugado por las mujeres en la reproducción de valores culturales hispanos, como responsables de la introducción de la cultura, los gustos culinarios, pautas de vestir y formas de cuidado doméstico y difusión de los preceptos religiosos. En la tradición ibérica la mujer era considerada moral y mentalmente inferior al hombre, y la idea de que era proclive al mal y débil frente a tentaciones justificaba que la Iglesia debía “velar” por ellas.
En cuanto a la relación entre la mujer y el ámbito público, la autora evidencia que la tutela masculina fue preeminente en la configuración de su interacción social. En la medida en que para estadistas y filósofos doncella, casada, viuda y monja era los únicos estados válidos para las mujeres, la reproducción familiar y el matrimonio era concebidos como pilares primordiales de la existencia femenina, mandato que alcanzaba el cuerpo femenino, sobre el que el esposo tenía (más) derecho.
El concepto de Estado Patrimonial expresa el peso de los poderes privados en la historia del Perú durante la Colonia y la República. Este Estado se resistió a tomar una postura que regule el comportamiento entre hombres y mujeres, por lo que se delegó esta responsabilidad a la Iglesia. En un mundo en el que la identidad femenina se sustentaba en la maternidad, en el permanecer en casa y no descuidar la descendencia, lo público está sostenido solo por el hombre y la prolongación de este estado de cosas ha sido una condición para mantener sus privilegios.
En cuanto a la idea de domesticación, esta aparece asociada a la sexualidad de las mujeres, con la reproducción, el cuerpo y el deseo de las hijas controlados por los padres y la monogamia como práctica casi exclusivamente femenina. Si el matrimonio trasladaba la protección de las mujeres del padre al marido, el divorcio era impensable porque dejaba sin titular dicha protección. El significado mismo del matrimonio quedó diferenciado por género: mientras el hombre se casaba por placer y para tener quien lo cuide, para la mujer la unión significaba una mejora de posición o tener alguien para que administre sus bienes; es así como la liberación femenina era la condición para poner en jaque al matrimonio por conveniencia.
De otro lado, Mannarelli diferencia entre la escritura como medio de comunicación y la escritura como medio de distinción/exclusión, condición que señala como predominante en la historia del Perú. Si la Iglesia excluía explícitamente a la mujer de cualquier instancia de poder, las mujeres no podían escribir públicamente y tribunales como el de la Inquisición fueron una manera de ejercer control sobre la actividad literaria de las mujeres.
En la República, la educación secundaria posibilita para la mujer un espacio independiente de la prédica de la Iglesia Católica. Este paso hacia la liberación trajo consigo actitudes castrantes por parte de los padres, con ideas como que las niñas no debían ir al colegio porque solo aprenderían a "mandar cartas a muchachos", según testimonios de mujeres adultas presentados por la autora. Por el contrario, escribiendo, las mujeres probaron su capacidad de elaborar un lenguaje propio y de producir conocimientos. Es así como el acceso de las mujeres a la palabra escrita fue una señal de expansión de lo público y de la ciudadanía.