Fueron años de mucha efervescencia
Desde 1970 hasta 1975 Carlos Franco participó en el gobierno de Juan Velasco Alvarado como asesor político de la Alta Dirección del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social, SINAMOS. En este breve apunte, su hijo Fabricio valora las principales reformas impulsadas por el velasquismo y el impacto del proceso en un paralelo entre la vida nacional y la vida familiar.
Cincuenta años después, el Gobierno de Velasco sigue siendo ¨la bestia negra¨ de la derecha en el Perú y, ciertamente, esta tiene razón para percibirlo de esta manera. Varias de sus reformas afectaron no solo la propiedad sobre las que se sustentaba el bienestar de estos sectores sino también las formas de relacionamiento de campesinos, migrantes y obreros urbanos con el resto de la sociedad y con el Estado.
Varias de los cambios que se llevan adelante entre 1968 y 1975, como la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, el fortalecimiento de sindicatos y una política exterior más autónoma, expresan un consenso reformista propio de los sesenta y setenta al que adscribían no solo sectores de izquierda. Por ejemplo, los primeros dos puntos eran, con diversos grados de intensidad, reconocidos como necesarios por sectores de centro y de derecha como el diario El Comercio.
Dimensiones que hoy son recusadas por diversos sectores, como una fuerte intervención estatal en la economía eran el enfoque prevalente en sociedades como la israelí, la inglesa, la alemana o la chilena y, la apuesta por los más pobres y un énfasis mayor por el gasto social estaban en la base de programas como el de Johnson en EE.UU o en el Concilio Vaticano II. En otras palabras y paradójicamente, el programa de cambios que llevó adelante el gobierno que varios consideran el más radical de la historia del Perú estaba dentro del marco de lo que hoy denominaríamos la centroizquierda.
Ciertamente, esto fue llevado adelante por un gobierno autoritario. Pero cierto es también que la democracia peruana entre los años cuarenta y sesenta era un sistema político débil en buena medida porque el Perú no era una sociedad de ciudadanos. Una parte importante de nuestra población rural, que alcanzaba en aquel momento cerca del 50%, estaba sometida a relaciones serviles y cerca del 40% era analfabeta. Justamente uno de los principales legados del Gobierno de Velasco fue iniciar la transición hacia mayor ¨ciudadanización¨ de la sociedad peruana, incorporando nuevos actores populares al espacio de lo público, más conscientes de sus derechos. Otro elemento clave cuyas bases sentó fue la construcción de identidad(es) peruana(s) más claramente identificada con sus raíces andinas y mestizas modificando los ejes bajo los cuales nos percibimos y definimos. En ese sentido, el Perú contemporáneo es tributario de estas transformaciones. Desde mi perspectiva, este rol emancipatorio es su principal legado y probablemente con el paso de los años cobre un mayor reconocimiento, sin desconocer que errores de enfoque hubieron varios.
En términos personales para los hijos de padres en mitad de sus treintas comprometidos activamente en el gobierno fueron años de mucha efervescencia, acompañándolos a actividades de entrega de tierras, marchas y mítines políticos y eventos culturales. Esto se combinaba también con algunas ausencias, particularmente de nuestro padre y con reuniones multitudinarias en casa con gente discutiendo y conversando de política, de las marchas y contramarchas de la gestión del gobierno. Si los años de infancia dicen que son definitorios en varios sentidos, estos los fueron notoriamente para nosotros.