La política y los afectos
Sobre “El poder de los afectos en la política. Hacia una revolución democrática y verde” de Chantal Mouffe.
En línea con sus casi obsesivas preocupaciones, que abarcan por lo menos cuatro décadas, Chantal Mouffe vuelve a la carga1. Cabe recordar que buena parte del atractivo de su obra se debe, como en una composición musical, a las variaciones que el tema principal va ganando en el tiempo. El tema de Mouffe, por si hiciera falta explicitarlo, es la relación entre la política y lo político; la política en tanto conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden; y lo político, que se refiere al antagonismo como constituyente de las sociedades humanas.
Sobre esa base, Mouffe modula constantemente la idea de hegemonía como la necesidad de que la clase trabajadora/dominada/subalterna se abra a otras demandas, mediante, lo que en su momento ella y Ernesto Laclau denominaron “cadenas de equivalencias”. Así, según Mouffe, todo orden social es el resultado de la articulación de relaciones de poder y no un “orden natural”, que sería la expresión de una objetividad ajena a las prácticas contingentes que lo producen. Al respecto, Laclau y Mouffe proponen el fundamento de sus reflexiones: las complejas transformaciones experimentadas en el mundo contemporáneo han generado nuevas formas de antagonismo social, a las que no daban respuesta el socialismo y el marxismo clásico. La resolución política a esa situación es la idea de una democracia radical y pluralista, como proyecto emancipatorio, en el que se renuevan los conceptos de ciudadanía e identidad, algo formulado ya en 1985, cuando publicaron Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia.
Como sabemos, el tributo que Mouffe y Laclau rinden al psicoanálisis lacaniano es crucial. La teoría del discurso que desarrollan se sostiene en gran medida en las ideas de Lacan sobre el significado: las identidades y las relaciones sociales son construidas discursivamente, es decir, a través del lenguaje y la comunicación. Por otro lado, comparten una profunda crítica al esencialismo, a considerar las identidades como entidades fijas. Lacan lo hace a través de su concepto del “sujeto dividido”, mientras que Mouffe lo aplica a la política, argumentando que las identidades políticas son contingentes y construidas. De allí la importancia de las constantes y decisivas referencias a Yannis Stavrakakis, no sólo por su filiación lacaniana 2 sino también por su puntual interés en el discurso populista,3 un aspecto central en el argumento del libro.
Y no es solamente Lacan. Entre fines del siglo XX e inicios del XXI asistimos a la consolidación de la neurociencia, que al revelar cómo trabajan y se comunican entre sí las neuronas, ha revolucionado la manera en que entendemos el funcionamiento del cerebro y procesos como la memoria, el aprendizaje y las emociones. Esto ha permitido grandes avances en la comprensión del rol de los afectos en varios aspectos de la vida humana, como, por ejemplo, la interacción social, en la que deben destacarse los aportes, entre otros, de Antonio Damasio4 con la idea de los marcadores somáticos, señales corporales que influyen en nuestras decisiones al asociar experiencias pasadas con respuestas emocionales.
Entre Damasio y Mouffe no hay indicios de influencia mutua. Sin embargo, ambos comparten intereses en la intersección entre las emociones, la política y la sociedad, lo que conduce a ciertas convergencias en sus ideas. Ambos critican las perspectivas excesivamente racionalistas: Damasio argumenta que las emociones son fundamentales para la razón y la toma de decisiones, mientras que Mouffe critica las teorías políticas que ignoran el papel de las pasiones y el conflicto.
Las novedades de Mouffe no son solamente de contenidos. Más importante aún es lo que nos ofrece en las formas. En efecto, a diferencia de sus textos precedentes, su última publicación busca ir al encuentro del lector no iniciado en la trayectoria de la autora, con una redacción más llana. Aunque esto pueda interpretarse como una concesión al facilismo o, peor, una entrega plena a una difusión “populista”, en realidad es algo mucho más profundo. Recurramos a La ligereza,5 último conjunto de ensayos del cada vez más interesante autor colombiano Juan Cárdenas (Popayán, 1978).
En el ensayo que da título a la publicación, Cárdenas señala que “todo gran arte trae consigo la marca de la ligereza. No importa cuán pesado luzca, no importa si sus procedimientos y sus materiales evocan el fárrago o la mole”, la ligereza es la seña inconfundible del arte en mayúscula: “si no flota, no es arte. Si se hunde, casi con toda seguridad, no será gran arte. El arte mediocre finge flotar o, incluso peor, hace todo lo posible por no elevarse, por verse grave y adoptar las muecas exteriores de aquello que antes ha sido identificado con el gran arte”. Sin embargo, advierte Cárdenas, no es fácil distinguir la ligereza, porque, por desgracia, a menudo es confundida con la frivolidad, que en el arte es “una rama triste de la repostería: ese merengue que promete quebrarse y liberar un polvillo etéreo y, sin embargo, al mínimo contacto con los dientes acaba derramando dentro de la boca el veneno cremoso y multicolor de la ideología dominante”.
Marta Sanz, comentarista de Cárdenas,6 interroga en tono conservador si Cárdenas no está finalmente ironizando con la acepción metabólica y anglosajona de lo light, que no es lo “desgrasado”, sino lo envenenado por “la ideología dominante”. En todo caso, si la nueva obra de Mouffe busca ser ligera, además de calzar obviamente con la acepción de Cárdenas, propone un nuevo pacto de lectura y se esfuerza para escribir una narración atractiva, sólida y firmemente sostenida.
¿Qué es lo que, pese a las notorias continuidades con otros momentos de su trayectoria, hace novedosa esta entrega de Mouffe? En el centro mismo de sus motivaciones está la erosión que hace el neoliberalismo de la igualdad y la soberanía popular, los dos pilares del ideal democrático, y, de otro lado, la expresión de diversas formas de resistencia a las transformaciones políticas y económicas que condujeron a ese resultado. En esa línea, Mouffe considera importante reconocer la especificidad de la coyuntura actual, que se caracteriza por un doble desafío: cómo hacer frente a las consecuencias sociales y económicas de la pandemia, y cómo abordar la emergencia climática causada por los efectos del calentamiento global.
Con el neoliberalismo, la política pasó a ser un mero asunto técnico de administración del orden establecido, un terreno reservado a expertos, mientras el capital financiero pasó a ocupar un lugar central, a expensas de la economía productiva. Además, la relevancia del rol del Estado en las prácticas reales del neoliberalismo, resultó ser una estrategia de “libre economía, Estado fuerte”, que restringe las funciones redistributivas del Estado y su rol en la planificación de la economía y, en cambio, refuerza sus funciones represivas para defender los derechos de propiedad y asegurar el funcionamiento del libre mercado. Las políticas de austeridad generadas por la crisis de 2008, abrieron exponencialmente las brechas de desigualdad, especialmente entre los países del Norte rico y los del Sur pobre, lo que afecta no sólo a los más desposeídos sino también a las clases medias.
Este es el sustrato del argumento de Mouffe. En esta situación lo que debe impedirse es el éxito de los movimientos autoritarios, los que, sin duda, han sabido escuchar el enojo, la decepción y el resentimiento de vastos sectores sociales y canalizarlo políticamente. Por ejemplo, el thatcherismo encontró eco en un amplio sector de las clases populares porque el modo burocrático en que se distribuían muchos de los servicios sociales había generado resistencia a la intervención estatal. La capacidad de Thatcher para sacar partido de los afectos en juego en esa resistencia, explica su éxito en la implementación de las políticas neoliberales en Gran Bretaña.
En tiempos recientes, la emergencia del coronavirus y su propagación por el planeta entero, se vio facilitada por la destrucción del ambiente y de los servicios públicos de numerosos países, que se encontraron poco preparados para enfrentar la pandemia. Si bien esta situación debió agudizar el enfrentamiento insalvable entre una economía moral popular de los derechos sociales de la ciudadanía y una economía capitalista, que insiste en la asignación de recursos según la justicia de mercado, alineada con los requerimientos empresariales, lo que mas bien ocurrió es que la pandemia le otorgó un nuevo impulso a la legitimidad del neoliberalismo.
Para Mouffe, muy probablemente la pandemia generó afectos ligados a una fuerte necesidad de seguridad y una demanda de protección, lo que fue exitosamente aprovechado por las opciones autoritarias. En tanto, dice, la izquierda malgasta esfuerzos enunciando consignas y medidas supuestamente excelentes que implementará una vez que acceda al poder, sin considerar que lo que impulsa a las personas a la acción colectiva no son planteamientos vagos en los que difícilmente reconocerán sus problemas y frustraciones cotidianas.
Para revertir esta situación, es necesario construir una nueva frontera política que profundice la democracia, en lugar de limitarla. Esto implica para la autora desplegar una estrategia populista, cuyo objetivo sea la constitución de “un pueblo” construido mediante una “cadena de equivalencia” entre una diversidad de luchas democráticas en torno a asuntos relacionados con la explotación, la dominación y la discriminación.
Así, el desafío es cómo hacer para que la población vuelva a reconocerse con las prácticas políticas originadas desde la izquierda. También consiste en salir de la complacencia de interpelar solo a los propios, a los convencidos, suponiendo que los votantes de los partidos de derecha están tomados por el odio, la homofobia, el racismo, o que tienen una especie de enfermedad moral que los vuelve irrecuperables.
Apoyada en Polanyi,7 Mouffe considera que cuando las sociedades sufren serias alteraciones en sus modos de vida, la necesidad de protección se vuelve una demanda central y la gente tiende a seguir a quienes considera capaces de satisfacer tal necesidad; sin duda, la disrupción generada por la pandemia produjo en diversos sectores un sentimiento generalizado de vulnerabilidad que se expresa en un deseo de seguridad y protección. Los gobiernos neoliberales sacaron provecho de ese sentimiento y fomentaron el desarrollo de una versión de tecno-autoritarismo, presentada como la mejor manera de brindar seguridad y protección, mientras que la izquierda volvió a mostrar sus recelos al deseo de seguridad, al que considera de carácter conservador y, por ende, contrario a los valores “progresistas” y cosmopolitas que dice abrazar.
El desafío, en suma, es intentar comprender por qué la gente se ve atraída por los planteos autoritarios: “¿Cómo redefinir el proyecto democrático para que vuelva a movilizar mayorías en pos de la justicia social y de la decisión de preservar un planeta habitable?” Puntualmente, debe buscarse la articulación de una “voluntad colectiva” transversal, un “pueblo” apto para asumir el poder y establecer una nueva formación hegemónica que propicie un proceso que debe radicalizar la democracia. Se trata, como puede colegirse, de una estrategia que no busca una ruptura radical con la democracia liberal pluralista, ni el establecimiento de un orden político, por completo nuevo. Por tanto, difiere tanto de la estrategia revolucionaria de la “extrema izquierda” como del estéril reformismo de los socio-liberales. Es, entonces, una estrategia de “reformismo radical” que, entre otras cosas, debe cuestionar la concepción racionalista de la política, porque “lo que en realidad está en juego en la adhesión a esas instituciones [democráticas] no tiene que ver con una justificación racional, sino con la disponibilidad de formas de identificación y prácticas múltiples que posibiliten la creación de ciudadanos democráticos”.
Footnotes
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Mouffe, C. (2023): El poder de los afectos en la política. Hacia una revolución democrática y verde. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. ↩
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Stavrakakis, Y. (2007): Lacan y lo político. Buenos Aires: Prometeo Libros ↩
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Ver en el portal La Trivial: Introducción al populismo. Entrevista a Yannis Stavrakakis.. Entrevista de Mary Economidou a Yannis Stavrakakis publicada originalmente en inglés en el portal The New Pretender en febrero de 2018. ↩
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De Damasio, ver: La sensación de lo que ocurre (Barcelona: Debate, 2001); En busca de Spinoza (Barcelona: Crítica, 2005); El error de Descartes (Barcelona: Crítica, 2006); Y el cerebro creó al hombre (Barcelona: Destino, 2010); El extraño orden de las cosas (Barcelona: Destino, 2018); Sentir y saber(Barcelona: Destino, 2021). ↩
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Cárdenas, J. (2024): La ligereza. Cáceres: Editorial Periférica. ↩
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Ver: La ligereza, de Juan Cárdenas: el arte como aspiración “a la condición elemental del pan” , en el suplemento Babelia, de El País, publicada el 28 de julio de 2024. ↩
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Polanyi, K. (2017): La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo (CDM: FCE). ↩