¿Se renueva el sindicalismo peruano?
La "crisis del sindicalismo" ha sido un tema casi permanente en muchos estudios sobre los actores gremiales. Como señala Padrón "parece claro que, al menos desde los años 80, el sindicato ha visto disminuido o estancado su poder. Este es un fenómeno a escala mundial, más allá de excepciones importantes en algunos países"1.
Crisis y revitalización en el Perú
En el Perú las cifras nos indican dos puntos esenciales. El primero es que desde mediados de la década del 80 hay un proceso sistemático de debilitamiento sindical expresado en la caída del número de pliegos presentados, de convenios alcanzados, de trabajadores en huelga. Entre 2008 y 2016 el número de trabajadores afiliados en el sector privado no se ha alterado sustancialmente. Si entendemos la revitalización tanto como el incremento de afiliación sindical o como el fortalecimiento del sindicalismo, no tenemos evidencias para señalar que hemos tenido un proceso de revitalización sindical en el Perú.
Avances y retrocesos
¿Qué ha ocurrido con el sindicalismo en las dos últimas décadas? La respuesta sencilla es "una crisis estructural". Ese diagnóstico tiene consenso tanto en la academia como en el espacio político. Las diferencias se dan en torno a la capacidad de agencia que ante esta situación ha tenido el actor sindical. La mayoría de analistas considera que el sindicalismo no ha tenido mayor capacidad de respuesta pues la derrota en el conflicto social desarrollado entre 1986 y 1992 alrededor de los cambios legislativos que desregulan e instauran las políticas neoliberales fue definitiva.
Nuestra interpretación es diferente. Sostenemos que se trata ciertamente de una crisis estructural, en tanto que la forma sindicato, construida en un contexto socio económico diferente, no se adecúa a la actual estructura productiva ni al mercado laboral que de ella se deriva. Sin embargo, desde muy temprano el sindicalismo peruano ensayó diferentes estrategias para enfrentar estos problemas.
Los años 90 supusieron un repliegue del sindicalismo y hacia el final de la década, la concentración de todas sus fuerzas en el objetivo de derrocar a la dictadura y regresar a un escenario democrático. La estrategia entonces, a partir de mediados de los años 90, fue priorizar una salida política antes que la reinserción en el espacio laboral. Como sabemos, la estrategia tuvo éxito y en noviembre del 2000, con la derrota de la dictadura fujimorista regresamos a un escenario democrático, con un gobierno de transición que, con Valentín Paniagua a la cabeza, abrió espacios de diálogo social.
En estas condiciones el sindicalismo asume una apuesta arriesgada, confiando en la legitimidad política obtenida en la lucha contra la dictadura. La transición democrática suponía la apertura de un conjunto de espacios para el dialogo social. El más emblemático de todos estos fue el Acuerdo Nacional, asimismo, se establece el Consejo Nacional de Trabajo. La CGTP, como principal gremio de trabajadores es reconocida por las autoridades del Estado, así como por la clase política en general. Se le invita a participar de los nuevos espacios de concertación y está acepta. La dirección sindical consideraba que la derrota de la dictadura había debilitado también el consenso neoliberal y por lo tanto era posible restablecer el conjunto de derechos perdidos en la década anterior, así como modificar el marco jurídico de las relaciones laborales y recuperar el rol tutelar del Estado en el ámbito laboral.
La estrategia sindical era combinar la participación en los espacios de diálogo con la presión social mediante la movilización de los trabajadores en momentos específicos. De esta manera, durante el gobierno de Paniagua se logró la norma que permitía la reincorporación de los miles de trabajadores estatales despedidos arbitrariamente durante el gobierno anterior; asimismo se levantaron la mayoría de las observaciones que la OIT había hecho a la legislación laboral del fujimorato y finalmente, se restableció el derecho a la negociación colectiva por rama que reclamaba el gremio de trabajadores en construcción civil desde 1992 cuando Fujimori lo anuló.
Estos resultados positivos fueron importantes y ratificaron la eficacia de la estrategia planteada por el sindicalismo. Sin embargo, el objetivo principal del periodo no fue alcanzado. Se trata del anteproyecto de Ley General del Trabajo (LGT) que fue discutido en el Consejo Nacional de Trabajo. Visto en perspectiva el sindicalismo dedicó más de una década entre reuniones y marchas para lograr la aprobación de dicha ley sin ningún resultado. La postergación y archivamiento de la LGT es, probablemente, la más importante derrota del sindicalismo en las dos últimas décadas.
A nivel interno, sin embargo, la CGTP acuerda iniciar un proceso de "restructuración organizativa". Es un momento paradójico para el sindicalismo, nunca había gozado de tanta legitimidad en el escenario político, pero al mismo tiempo, su debilidad orgánica era cada vez más inocultable.
La reestructuración organizativa fue un proceso de cambios en el sindicalismo peruano que tenía como objetivo adecuar la estructura sindical al nuevo rostro de la economía post reformas neoliberales y al mismo tiempo recuperar presencia en los nuevos colectivos laborales. Una primera etapa se desarrolló a partir del XI Congreso Ordinario de la CGTP en agosto de 2001 donde se acuerda iniciar el proceso de reestructuración organizativa hasta noviembre de 2003 cuando se realiza un Congreso Estatutario que aprueba un renovado Estatuto. A partir de allí se empezaron a implementar paulatinamente los cambios establecidos hasta el XIV Congreso Ordinario realizado en noviembre de 2016 que hace un balance del proceso y acuerda volver a revisar el Estatuto en un próximo Congreso Estatutario.
El final de la primera década del presente siglo encuentra el movimiento sindical en una posición compleja. La estrategia de diálogo social no ha resultado, el Acuerdo Nacional ha devenido en una instancia decorativa en la política nacional y cada vez parece más difícil lograr una Ley General de Trabajo, mientras que los empresarios utilizan al Consejo Nacional del Trabajo para derivar todos los temas que no desean resolver.
Mientras tanto, la estrategia de renovación organizativa no logra resultados exitosos. La participación de mujeres y jóvenes no se incrementa sustancialmente; la afiliación directa nunca pudo ser implementada; el sistema de cotización no se establece de manera completa y la mayoría de las federaciones sigue condicionado su aporte a criterios políticos antes que sindicales.
A partir de 2010, la estrategia sindical cambia. Los espacios de concertación empiezan a ser vistos con menos entusiasmo y en determinadas coyunturas son abandonados por la CGTP. El Paro Nacional como medida de presión política siguió siendo parte del repertorio de respuestas sindicales, pero ante las dificultades de detener el proceso productivo o afectar el funcionamiento de las economías urbanas (especialmente Lima) se prefirió realizar Jornadas Nacionales de Lucha. Básicamente se trataba de movilizar todo lo que se pudiera en dónde se pudiera.
El cambio más significativo fue la articulación de la CGTP bajo el liderazgo de la FTCCP (Construcción civil) y otras federaciones como mineros, textiles y obreros municipales para lograr la aprobación en 2012 de una nueva ley en materia de salud y seguridad laboral, la Ley 29783 de Seguridad y salud laboral. En su versión original fue la norma más avanzada en materia de protección y participación de los trabajadores.
La prolongada crisis de representación del sindicalismo peruano tiene una serie de efectos que a su vez agudizan el desencuentro entre masa laboral y organización laboral. El más importante es la brecha generacional existente entre los trabajadores en general, los trabajadores afiliados y los dirigentes sindicales. Luego tenemos la brecha de género. En general, en las Asambleas de delegados de la CGTP, el porcentaje de delegadas mujeres no ha pasado del 30% en ninguna oportunidad y en promedio está alrededor del 10%. Un tercer problema derivado de los anteriores es el creciente nivel de despolitización del sindicalismo peruano, contra la creencia común de que el sindicalismo peruano está fuertemente politizado e incluso radicalizado alrededor de posiciones de izquierda.
Lo no tan nuevo en el sindicalismo peruano
A partir de 2010 aparecen algunos sindicatos nuevos. Uno de ellos es el Sindicato de las tiendas comerciales por departamento Ripley S.A. La experiencia es novedosa por varias razones. En primer lugar, se desarrolla en un sector económico que no ha estado sindicalizado en las últimas décadas; aunque ciertamente las cadenas comerciales Monterrey y Scala Gigante tuvieron sindicatos hasta su quiebra en 1993. En segundo lugar, organiza a un sector de empleados de sectores de la nueva clase media descendientes de migrantes, pero culturalmente limeños, desvinculados de las tradiciones sindicales existentes. En tercer lugar, se trata de un colectivo mixto con fuerte presencia femenina y joven. En cuarto lugar, los centros laborales están ubicados en zonas comerciales, de tránsito y accesibles, en conexión con las áreas de clase media, a diferencia de los centros fabriles, que están en las afueras de la ciudad o en áreas poco conectadas. Finalmente, los trabajadores organizados, por las razones señaladas disponen de mayores recursos para comunicarse entre sí y con los medios de prensa.
El Sindicato de Ripley desde sus orígenes va a desarrollar formas novedosas de acción sindical. Quien mejor lo ha investigado es Sergio Saravia en su tesis de licenciatura. 2 Incorporan un elemento "nacionalista" al discurso sindical en la crítica a la empresa en tanto es una corporación de origen chileno. En los primeros plantones que desarrollan predominan las banderas peruanas. A esto se incorpora un mensaje destinado a los clientes de las empresas comerciales, solicitando su solidaridad por las precarias condiciones laborales en que se desenvuelven más los reducidos ingresos que tienen por el sistema de pagos por comisiones. Los líderes sindicales son trabajadores y trabajadoras jóvenes con un discurso que elude las definiciones políticas y los referentes tradicionales del "sindicalismo clasista". Al mismo tiempo, mantienen una posición de neutralidad frente a la CGTP y las otras centrales sindicales. Su apuesta era presentar un sindicato no ideologizado, de trabajadores con demandas económicas en base a reclamos que buscaban mostrarse sensatos. De esta manera se buscaba lograr la simpatía de los clientes y la apertura de un diálogo con la empresa.
Sin embargo, la respuesta empresarial no fue diferente a la habitual. Tanto el proceso de reconocimiento del sindicato como el inicio de la primera negociación colectiva se desarrollaron con extrema lentitud por parte de la empresa. De esta manera, hay un proceso de "radicalización" de algunos dirigentes del sindicato que termina en la constitución de la "Red Solidaria de Trabajadores" (RST) en el año de 2011.
La RST es un colectivo difícil de definir pues no posee una institucionalidad formal ni documentos a manera de Estatutos o reglas internas. Lo que sabemos de ella es a partir de notas periodísticas y algunos estudios basados en entrevistas a sus tres voceras. Se trata de un colectivo de trabajadores de diferentes sindicatos independientes, pero también afiliados a la CGTP, que articulan acciones de solidaridad frente a conflictos laborales. Desarrollan campañas de difusión y en menor medida de movilización acompañando a los sindicatos en conflicto. Mantienen un discurso crítico frente a las políticas neoliberales que afectan a los trabajadores, señalando que son parte de un nuevo sindicalismo en donde predomina la "acción directa". Son críticos de la CGTP por su "lentitud" o "indiferencia" a los problemas de los sindicatos. A nivel internacional tuvieron algunos contactos con la central Conluttas de Brasil que está vinculada con grupos troskistas. En 2016, Tania Turriate, una de las voceras participó como candidata al Congreso por la lista del Frente Amplio (izquierda) en las últimas elecciones, lo que motivo una primera fractura en la organización y la conformación de una "Red Obrera" con presencia de activistas troskistas pero menor influencia.
¿Qué representa la Red Solidaria en el panorama sindical? ¿Una alternativa de estructura y discurso sindical? Es muy pronto para responder estas preguntas y antes es pertinente recordar que, en la historia del sindicalismo peruano, los procesos de cambio se han dado más o menos siguiendo un patrón.
A fines de los años 20, la CGTP aparece como una instancia al margen de la Federación Obrera Local en una pugna con los anarcosindicalistas. La transición no es inmediata y la propuesta de Mariátegui coexiste con la FOL durante un tiempo. Luego, en la década de los 60, la CGTP, que previamente había operado como una Coordinadora de Unificación Sindical (CDUS) surge como una especie de "Red Solidaria" clasista frente a la vieja CTP de predominio aprista. En 1970 se conforma el Comité Magisterial de Unificación y Lucha (COMUL) como una instancia de coordinación de los profesores descontentos con los sindicatos existentes y que luego se concretaría en el SUTEP.3 Estas son experiencias exitosas de un cambio del modelo organizativo, discurso y práctica sindical.
Pero también hay casos que no tuvieron el mismo éxito. A mediados de la década de los 70, en el marco del gobierno militar reformista de Velasco, se abre un debate en el sindicalismo peruano sobre la posición frente a las reformas de los militares. Entonces se constituye la Coordinadora de Unificación Sindical Clasista (CCUS) que fue una especie de "Red Solidaria radical" en la época. El objetivo era constituir una nueva central sindical con predominio de grupos maoístas y troskistas pero no logró mantenerse unida mucho tiempo.
Del mismo modo, en la década siguiente se constituye la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) adscrita a las posiciones internacionales del sindicalismo socialdemócrata. Con un discurso de crítica a la CGTP por su filiación "comunista", era una especie de "Red Solidaria no Comunista", en busca de crecer a costa de los sindicatos descontentos con la CGTP, apuesta que no tuvo éxito.
Todas estas experiencias indican que en la tradición del movimiento sindical peruano no es nada extraña la formación de colectivos e identidades sindicales alternativas a la posición hegemónica del momento. La dinámica social hace que regularmente tengamos fuerzas sindicales "renovadoras", es decir, con un discurso crítico. Ya sea porque a juicio de los renovadores, la posición dominante está muy orientada a la izquierda o porque, al contrario, no es lo suficientemente radical.
Se requiere de nuevas investigaciones para explicar las razones de sus éxitos o fracasos. Por el momento, planteo un par de intuiciones. Una primera es que los grupos "renovadores" centran tanto su identidad como su crítica en el discurso predominante del sindicalismo, antes que en el diseño organizativo existente. Si la manera de decir es más importante que la manera de organizar, los renovadores van a poner más énfasis en la performance antes que en la estructura; en el movimiento antes que en la institución.
Y de aquí desprendo mi segunda impresión. Las experiencias exitosas de la CGTP en los 20 y en los 60, se deben a que logró no solamente construir un discurso sindical nuevo frente a los anarcosindicalistas y al aprismo, sino que también representó una propuesta de desarrollo organizativo para los trabajadores. Es decir, la CGTP logró desplazar las experiencias anteriores porque tenía una visión "institucionalista" de la acción sindical.
Desde esta perspectiva, la actual "Red Solidaria de Trabajadores" no ha logrado constituir una estructura orgánica que brinde canales institucionales a la participación de sus afiliados y se acerca más a los procesos de revitalización sindical que hemos identificado como sindicalismo movimientista.4 En esas condiciones es poco probable que logre establecerse como una alternativa viable para la organización y movilización de los trabajadores asalariados, y que logre disputar la hegemonía del movimiento sindical a la CGTP.
El panorama sindical luce extremadamente complicado con una afiliación sindical que se mantiene por años en 5%; débiles estructuras sectoriales y territoriales, escasa presencia femenina y juvenil; inexistencia de sindicatos en sectores importantes de la economía; predominio de sindicatos de empresa y casi inexistencia de negociaciones colectivas a nivel de rama.
El escenario final entonces parece oscilar en disyuntivas parecidas a las que ha identificado Haidar (2009) para interpretar el caso argentino. De esta manera, en el balance, tenemos en la escena peruana un sector de sindicatos que ha logrado adaptarse a las difíciles condiciones del entorno neoliberal y se orientan a estrategias de resistencia que suponen un corporativismo segmentado. Son sindicatos orientados hacia adentro, es decir, a la defensa, capacitación y asistencia de su membresía sin propuestas prácticas en temas sociales o políticos más allá de un discurso.
Por otro lado, tenemos un sector de sindicatos que privilegia las nuevas formas de activismo desde las redes sociales y de esta manera compensar su menor número y convocatoria. Se trata de organizaciones que privilegian la creación de solidaridades a partir de la denuncia ante la opinión pública. El desencuentro entre ambos grupos es uno de los factores que impide resolver la crisis del sindicalismo.
Footnotes
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Padrón, A. (2011). Internacionalismo y renovación: Los desafíos del sindicalismo. Nueva Sociedad, (232), 71–85. ↩
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Saravia, S. (2015). "¡Ahora o nunca! #HuelgaEnRipley": El caso del Sindicato Único de trabajadores del grupo Ripley S.A Perú. (Tesis). PUCP, Lima. ↩
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Es interesante anotar el parecido con el proceso actual entre el Comité Nacional de Reconstitución y Reorientación Clasista (CONARE) con el SUTEP. ↩
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Haidar, J. (2009). Revitalización sindical en Argentina. ¿Sindicalismo de movimiento social o neocorporativismo segmentado? ALAS. XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires. ↩