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Pantallazos

La selva central: un supuesto romance con el fujimorismo

La selva central: un supuesto romance con el fujimorismo
Agencia Andina

A las 5 de la madrugada del 19 noviembre del 2000 Alberto Fujimori renunció por fax a la presidencia del Perú; horas más tarde un avergonzado Primer Ministro Federico Salas, anunciaba al país la decisión del Presidente de quedarse en Tokyo. A ningún analista político de ese entonces se le hubiera ocurrido que varios años después de esa indignante fuga y de todos los escándalos que la precedieron, alrededor de ese apellido se pudiese construir un grupo político y mucho menos que éste ocuparía un lugar protagónico en los procesos electorales presidenciales del 2011 y 2016 y que sus hijos Keiko primero (2006) y Kenji después (2011 y 2016) fueran los congresistas elegidos con la más alta votación.

No se puede negar que en nuestro país la memoria colectiva de lo negativo acontecido durante el fujimorato -que se ha hecho público hasta el hartazgo y con gran nivel de detalle- no es una traba para reivindicar el apellido Fujimori en las urnas. Llama la atención que esta preferencia no tenga clara preponderancia en un sector social específico: el fujimorismo contabiliza muchos votos en los grupos C y D pero también los hay –y no pocos– en los grupos A y B. Y no hay grandes diferencias entre votos urbanos o rurales.

La selva peruana no ha sido ajena al posicionamiento del fujimorismo. En la primera vuelta del proceso electoral de 2016 el fujimorismo tuvo una presencia contundente: 66.40% en Oxapampa, la selva de Pasco, 62.14% y 58.08% en Chanchamayo y Satipo (Junín), respectivamente. Si miramos las cifras de las provincias de la selva, en Huánuco y Ucayali, hay mucha similitud y si extendemos nuestro análisis a las provincias selváticas de las sureñas regiones de Ayacucho, Puno y Cusco; el resultado no indica un rotundo rechazo ni a Keiko Fujimori ni a lo que su apellido representa. Ya en 2011 los resultados electorales hablaban de un voto duro y consistente. En la segunda vuelta del 2016, casi no crecieron las preferencias, lo que indica que el voto naranja se había mostrado desde el inicio con su límite posible.

Cabe preguntarse las causas de este 'romance' entre el fujimorismo y la selva peruana y por qué otras propuestas políticas no han sido capaces de disputarle ese posicionamiento. Si bien al igual que en las grandes ciudades de costa y sierra, también existieron en las ciudades de selva colectivos de #NoAKeiko y #KeikoNoVa, las marchas que organizaron nunca lograron cuajar, porque los partidos que las lideraban tampoco tenían el respaldo local. No es casual que Keiko Fujimori optara por cerrar su campaña en la selva, consciente de que allí no habría huevos ni manifestantes con carteles de rechazo.


Llegué a la selva central hace diez años y la experiencia me hacía consciente de que la mejor manera de establecer un contacto fluido con sus pobladores, era no tocar tres temas sensibles para el común de los peruanos; fútbol, religión y política, por eso fui cauto en no señalar públicamente cuál era el equipo de fútbol de mis preferencias, si tenía algún credo religioso y mucho menos que desde 1997, había sido un militante infaltable de todas las manifestaciones contra el gobierno de Fujimori. Esa cautela me permitió recoger percepciones y preferencias, sin que ninguno de mis interlocutores se sintiera cohibido.

Ganadas las confianzas, no hubo impedimentos para que en el corto plazo los relatos se abrieran paso. El primer lugar lo ocuparon las narraciones sobre la época del terrorismo, sobre la muerte de pobladores, sobre los vejámenes de terroristas y militares, el secuestro y chantaje económico del que eran víctimas las familias, de los días y noches de terror que vivieron. El corolario de la gran mayoría de estas narraciones era reiterativo "hasta que llegó el chino". Para muchos pobladores selváticos fue Fujimori y su gobierno quien derrotó al terrorismo y le devolvió la tranquilidad a sus vidas. Este "tácito agradecimiento", se demostraba en comentarios complacientes y solidarios con el expresidente, que ya se hallaba preso en la DINOES.

Esta defensa de la honra de Alberto Fujimori no tenía exclusividad con algún grupo social o étnico, ya que además de los pobladores de comunidades nativas, también encontraba muestras de simpatía en migrantes andinos y en los descendientes de los colonos europeos; lo cual era entendible porque mientras a los primeros y segundos Sendero Luminoso les arrebataba sus hijos y sus recursos para sumarlos a su causa, a los últimos los secuestraban y extorsionaban por cupos financieros. Le reconocían al gobierno de Alberto Fujimori la decisión política para la recuperación de la paz social en la zona.

Según la CVR, entre los años 1989 y 1996, la arremetida senderista contra las poblaciones de la selva fue feroz. A causa de ello en 1990 se crea formalmente el Comité Central de Autodefensa y Desarrollo Asháninka, más conocido en el medio local como el "ejército Asháninka", cuyos integrantes lucharon con lanzas, machetes, arcos y flechas para recuperar a sus familias secuestradas, sin ayuda del Estado. Es recién entre los años 1992 y 1994 que el ejército peruano instala bases en la zona y reconoce a este comité de autodefensa, lo fortalece, capacita y mejora su logística (según señalan les proveyeron inclusive de escopetas para realizar rondas combinadas con el ejército). Este reconocimiento, los pobladores se lo atribuyen a Fujimori que en esos años visitó reiteradamente la zona.

Cuando me atreví a indagar sobre temas de derechos humanos como lo sucedido en La Cantuta y en los Barrios Altos; han minimizado las acusaciones e incluso algunos han saludado la decisión de enfrentar "sangre con sangre", poniendo abiertamente en duda la inocencia de las víctimas de ambos sucesos. En lo referido a las esterilizaciones forzadas y/o no consentidas, sorprendentemente, algunas mujeres –incluso de las etnias amazónicas– me señalaron, a lo largo de esta década de trabajo en la selva, su conformidad con la decisión, independientemente de lo violatorio del método. Expresaban que, por causa de su iniciación sexual temprana y sin planificación familiar, al momento de esa masificación de las esterilizaciones, muchas de ellas ya tenían muchos hijos y debido al terrorismo y a la poca capacidad de generar riqueza en ese violento contexto, la crítica situación económica no les permitía solventar las necesidades familiares. Cabe señalar que varias de las mujeres que se manifestaron a favor, me señalaron que accedieron al programa sin el consentimiento de sus parejas, porque sabían que existiría rechazo de parte de ellos. Estos testimonios no necesariamente colisionan con los manifiestos por los líderes indígenas que señalaban expresamente que se esterilizó "centenares de mujeres amazónicas, con engaños, presiones y humillaciones", sin embargo, coloca en el contexto del análisis una demanda de las mujeres de la selva por una planificación familiar que no siempre tiene el beneplácito de los varones.

Cuando el hielo se quiebra, no existen trabas para que en los coloquios de café, hombres y mujeres amplíen y justifiquen sus preferencias; "con el chino se construyeron escuelas, caminos, puestos de salud, nos trajo la electricidad, instaló agua… antes cuando habían huaycos y derrumbes, nos quedábamos aislados semanas… con el chino todo se hacía al toque… ", mis disquisiciones y repreguntas sobre la corrupción, la violación de derechos humanos y la apropiación de recursos del Estado, eran respondidas con apasionados argumentos, muy similares al "roba pero hace obra" y al "lo acusan porque lo odian, porque la derecha no le perdona que le haya ganado las elecciones y la izquierda lo odia, porque derrotó al terrorismo". Nunca ha sido mi intención entrar en debates sobre las preferencias políticas personales y en muchas ocasiones las he rehuido para evitar que sus incómodas aceptaciones entren en conflicto con mis conceptos sobre ese gobierno y todo lo dañino que acarreó para el país, pero es evidente que existe mucha tolerancia social sobre los delitos cometidos por el fujimorismo en la década del 90, he percibido inclusive cierto grado de victimización sobre la figura del expresidente.

De todas formas y a pesar de lo previamente señalado, los líderes nativos señalan que el fujimorismo es anti amazónico y anti indigenista, argumentando que, en la Constitución fujimorista de 1993, se anuló el carácter inalienable e inembargable de los títulos territoriales comunitarios y que sus congresistas votaron en el año 2010 contra la ley de consulta previa o se abstuvieron. Asimismo, imputan al partido fujimorista, su alianza con el partido aprista en la política del Perro del Hortelano, para privatizar los territorios indígenas, que terminó con el Baguazo, sobre el cual guardaron silencio. Causa extrañeza que en las elecciones de 2016, mientras los dirigentes nativos arremetían contra el Fujimorismo buscando un acercamiento con Peruanos por el Kambio y habiendo logrado el ofrecimiento de creación de un Ministerio con nombre propio, la respuesta de sus representados no se viera reflejada en las urnas, ni siquiera en los distritos de mayoría electoral indígena.

Keiko Fujimori ha capitalizado la memoria positiva respecto al gobierno de su padre y ha patrocinado con éxito candidaturas a sillones municipales provinciales y distritales: el fujimorismo ganó las alcaldías provinciales de Oxapampa (Pasco), Chanchamayo y Satipo (Junín) para el período 2011 – 2014. Durante sus campañas políticas como Fuerza 2011 primero y como Fuerza Popular después, no ha descuidado las plazas selváticas participando en mítines de campaña e inclusive ha enviado saludos vía Skype o grabados para en su ausencia ser transmitidos en las reuniones partidarias.

En contraste con los grupos políticos de derecha y de izquierda, el fujimorismo ha sabido identificar a personalidades locales afines a sus intereses y que tienen cierta ascendencia en los aconteceres locales, a los cuales les ha dado respaldo para establecer bases sin entrar en abierta confrontación con los movimientos locales, con los cuales compite en las elecciones municipales y establece pactos en las elecciones generales. Hay que recalcar que, a diferencia del fujimorismo; ningún grupo político con aspiraciones nacionales, sea de derecha o de izquierda, tiene presencia permanente en la selva central y sólo aparecen en coyunturas electorales, postulando a municipalidades o curules parlamentarias, personas que no siempre tienen posibilidades de trascender.

Si la política es de gestos, el partido naranja desde hace varios años le hace gestos suficientes a la selva y en especial al productor de café, cultivo que es el principal generador de empleo en esa parte del territorio; no ha tenido temor en incorporar a sus filas a representantes de las organizaciones de productores con arraigo, para apoyarlos en candidaturas locales y congresales, aunque no se les haya conocido militancia partidaria alguna.

Un dato a ser considerado es que más del 30% de electores en la selva central es menor de 25 años y guardan lejanos o nulos recuerdos de los años previos al 2000; vale presumir que ante la ausencia de otras ofertas partidarias que lleguen a estos nuevos votantes, el fujimorismo capitaliza en su beneficio ese crecimiento del padrón electoral. Ello por la trasmisión de las preferencias electorales paternas que ensalzan al fujimorato y a su líder histórico, pretendiendo anular los argumentos que sustentan la estrategia #FujimoriNuncaMás, con gran impacto en las grandes ciudades de costa y sierra.

Los resultados de la primera vuelta de la campaña del 2016, fueron festejados por el importante número de congresistas alcanzados, sin embargo, en la segunda vuelta la derrota por tan mínimo margen, generó desazón, pero localmente fue justificada con el argumento de que la derecha y la izquierda peruana no han tenido reparos en renunciar a su propia e irreconciliable filosofía política por odio a Fujimori y a sus simpatizantes.

Después del indulto

Las primeras pintas con el eslogan "Fujimori Libertad" aparecieron en las carreteras de acceso y en los caminos del interior de la selva central; iniciativas organizadas por representantes de las bases para congraciarse con los líderes nacionales del partido naranja y en especial con Keiko que, en octubre del 2014, impulsaba un habeas corpus solicitado por su padre y cuando en Lima ya se hablaba de su situación de salud y de un supuesto arresto domiciliario.

Por ello sorprende que, en diciembre último, no haya habido manifestaciones de regocijo por el indulto, tal vez porque se percibía una oscura negociación tras bambalinas. A diferencia de las marchas masivas que se organizaron en Lima, Huancayo y otras ciudades, en la selva nadie movió un dedo para manifestar rechazo a la decisión de PPK. En un año electoral resulta "políticamente incorrecto" enemistarse con los simpatizantes fujimoristas locales, que pueden inclinar la balanza a favor de uno u otro candidato.

Tras la liberación del expresidente, es incierto el destino del fujimorismo en la selva central, teniendo en cuenta que su posicionamiento se debía en buena medida al discurso de solidaridad con el líder preso y caído en desgracia. De otro lado, pesa la visible confrontación entre los herederos de Fujimori, siendo vista Keiko como la hija que no se sintió cómoda con la liberación, mientras Kenji aparecía como el vástago abnegado que no tuvo reparos en pactar con PPK a cambio de ganar la indulgencia para el líder histórico de fujimorismo.

Quizá por todo ello las pintas y discursos de campaña en la selva eviten las menciones a Keiko o Kenji y las reivindicaciones del gobierno de Alberto. Menos aún se alude a los entretelones del indulto o a las acusaciones de corrupción que pesan sobre la mayor de los Fujimori. La opción ha sido posicionar a Fuerza Popular como "el partido del pueblo" –el viejo membrete del APRA–, que es odiado por la derecha 'lobista' que representa los intereses de las grandes multinacionales y por la izquierda 'caviar' que "defiende a los terroristas".

La renuncia de Kuczynski, precipitada por el escándalo de los "Mamani videos" fue el momento que Keiko esperaba: se sintió resarcida de su derrota electoral y de paso, se deshizo de una eventual candidatura presidencial de Kenji para el 2021, que podría arrebatarle la unidad de sus bases en la selva central. Junto a la cabeza de su hermano, rodaron las cabezas de quienes lo acompañaron en su aventura disidente.

Contrario al dulce sabor del triunfo que entonces pudo haber sentido Keiko, sus cifras de aprobación siguen descendiendo, contagiando al escenario electoral municipal. Pese a los resultados electorales anteriores, no todos los distritos y provincias selváticas cuentan con candidaturas de Fuerza Popular y las que las tienen, no convocan las preferencias locales. Todo indica que para muchos es hasta vergonzoso mantenerse fieles al partido naranja.

Si aún pretende una nueva campaña a la presidencia, es mucho lo que Keiko deberá bregar para recuperar el supuesto romance del fujimorismo con la selva central. Pero no hay cadáveres políticos. Y eso también va para Kenji, quien a pesar de su sanción y del escándalo que rodeó su salida del Congreso, podría aún ser protagonista en las elecciones del 2026, seguramente con amplia simpatía de la selva central.

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