9
Libros

"Rumikuna del mar" en la poesía de Carolina O. Fernández

"Rumikuna del mar" en la poesía de Carolina O. Fernández
Victor Mendivil | La Plebe

Carolina O. Fernández se define como una escritora “indisciplinaria”, y esta asunción no es menor. En su producción escrita, iniciada en los años noventa, O. Fernández ha incursionado en distintas disciplinas. La poeta se reivindica, asimismo, en diversos roles, como ama/trabajadora de casa, académica y docente. Sus libros académicos y ensayos indagan en la producción de conocimiento fuera de la matriz occidental. Su poesía dialoga con fuentes textuales coloniales e incorpora voces y lenguajes de lo que su poética denomina “historia no escrita”.

Rumikuna del mar (Hanan Harawi, 2021), su última entrega poética, se articula en torno al mito de la formación de las islas de Pachacámac, según el manuscrito quechua anónimo de Huarochirí del siglo XVI. Rumikuna… incorpora las entidades femeninas del mito que se revelan en el libro como principios: las huacas Cavillaca, Chuquisuso, Chaupiñamca. El libro destaca la presencia de Cavillaca como principio generativo y es a su vez un espacio mítico, con sede en el mar, donde es posible el encuentro del pasado con el presente. En el mito andino, Cavillaca huye hacia el mar de Pachacámac cuando se entera que su hijo es hijo de un mendigo, el dios disfrazado Cuniraya Viracocha, y se litifica en dos islas. Este principio materno-protector de Cavillaca guía todo el libro, como diada madre-hijo. La historia de la huaca y su voz estructuran momentos y voces que permiten la asociación con el mar, sobre todo en la primera sección (hasta el poema XIV).

El mar es el espacio que genera la conexión del mito con otras muertes en el océano: la voz del yo, la de la diosa y su niño, la invasión de América, la de las muertes de migrantes hacia Europa. El mar en la poesía de O. Fernández, en libros previos, permite las asociaciones como entidad atemporal y ahistórica. En No queremos cazar la noche (2019), el mar se amalgama con el yo poético, con la noche y el cielo. En Rumikuna…, el mar por su profundidad es vientre y también noche, y como espacio ahistórico y natural, además, posibilita la generación de poesía. Como Cavillaca y su hijo como principio generador, la poesía es rumikuna del mar: “Mis palabras se deslizan como piedras de mar” (22).

Otros principios son invocados en el libro como la presencia de Chuquisuso, la huaca que se litifica en el manuscrito quechua por exceso de deseo. Aparece como una sabia que puede leer o escuchar lo que no ha sido dicho, afín a la labor poética de O. Fernández: “El deleite de la bella/ era paladear/ la melodía de la historia no escrita” (36). Respecto de los últimos libros de O. Fernández, se puede reconocer procedimientos que sirven para registrar las voces de esa “historia no escrita”, por medio de la superposición de sujetos (históricos y no considerados en la historia) también presentes en Rumikuna: “entre la bugambilia diviso el rostro sonriente de Juanita la vecina/ lleva bastón y canasto de flores/ a su lado Hölderlin saluda con un suave ademán de su brazo en alto” (35). Mucho más presente en No queremos…, O. Fernández suele incorporar citas o registros textuales provenientes de diversos espacios discursivos (noticias, partes policiales, crónicas coloniales) que resultan voces activas dentro del texto. Junto a estos procedimientos, también se puede señalar la incorporación de repertorios de la imaginación de la poesía quechua.

En Rumikuna… tras la invocación al runasimi en el poema XV, se revelan los hijos. Se obedece al epígrafe “escucha primero a tu hijo, el último” del manuscrito de Huaochirí: se configuran como hijos Solsiret Rodríguez, víctima de feminicidio, y los asesinados y heridos del 14N (“Ustedes saben que las wawas se desvelan/ porque sus sueños se prenden y apagan) (48). Estas presencias son hijos, en cuanto necesitan de una protección dadora, en cuanto han sido despojados de vida y salud. Frente a la muerte y el despojo, la segunda sección se nutre de un repertorio de flores y naturaleza, como ofrendas (XXIII), proyección del cuerpo como jardín (XXIV), la dinámica de vida y muerte efímera (XXVI), en un contexto que se manifiesta difícil de soportar. La presencia de la naturaleza, en este caso naturaleza en la ciudad, vinculada a estos procesos de reflexión internos del yo poético, recuerda la dinámica entre naturaleza y meditación en la poesía quechua de, por ejemplo, Gloria Cáceres y Ch’aska Anka Ninawaman, que estudia Alison Krögel en Musuq Illa. Poética del Harawi en Runa Simi (2019). En ese aspecto, Rumikuna… recurre a otras matrices (texto colonial, poesía y universo quechua) como plataformas de sentido. En ese proceso se observa la dicción que pugna entre la voz poética individual y la voz colectiva, entre alternancia de versos extensos y cortos, y entre la oscilación entre la expresión individual y la voz comunitaria sin que el registro llegue a ser, sin embargo, coral.

Los últimos libros de O. Fernández coinciden con las nuevas poéticas de algunos libros aparecidos en los últimos años de jóvenes poetas mujeres, muchas de ellas provenientes de familias migrantes y de naciones originarias peruanas, en su indagación en las posibilidades del lenguaje y la imaginación de la memoria familiar de las madres y abuelas. Estos gestos se distinguen de otros ciclos de la poesía peruana, en que lo denominado “otro” ya no se expresa como una experiencia ajena mediada por la voz poética, sino como experiencia propia o legada. En ese aspecto, el linaje de la “historia no escrita” se ubicaría en las ancestras, como se lee en Mi abuela, mi patria (2018) de Gloria Mendoza Borda y en “el rugido de la matria que mi cuerpo atesora” (17) de Rumikuna del mar. Este carácter contemporáneo de la poesía de O. Fernández y la inminente aparición de Bordando Quilkas, que obtuvo este año una mención del premio de Casa de las Américas, invitan a renovar la atención en una obra poética e intelectual necesaria y vigente.

O. Fernández, Carolina. Rumikuna del mar. Hanan Harawi Editores, 2021.

siguiente artículo