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Internacional

Cuando todo se derrumba

Reflexiones latinoamericanas sobre la retirada de los Estados Unidos en Afganistán

Cuando todo se derrumba
Patrulla militar estadunidense en Baghdis, Afganistán, 2011. Foto: Kevin Wallace, U.S. Air Force

Los ojos del mundo están en Afganistán. Aunque vivimos muy lejos de los escenarios de esta catastrófica y humillante derrota militar de los EE. UU. luego de veinte años de ocupación, las ondas de este acontecimiento repercutirán también en nuestra región. La que era hasta hace algunos años la primera potencia mundial, que pretendió establecer un orden unipolar bajo su liderazgo luego de la disolución de su gran adversario clásico, la URSS, ha sufrido una aplastante debacle luego de haber malgastado 2.3 billones de US$, dejando un país en ruinas, miles de muertos y levantando muchas interrogantes sobre los escenarios futuro. Para algunos analistas, más de que una simple retirada, es una desbandada que marca el fracaso del proyecto unipolar de orden mundial abriendo un escenario de muchas incertidumbres, alrededor de la crisis interna de la sociedad americana, como sobre la situación internacional.

La analogía con la retirada de Saigón en abril de 1975, aunque altamente simbólica para retratar este momento, no es completamente apropiada para indagar sobre los escenarios futuros. Luego de su derrota y retirada de Vietnam, los EE.UU. encontraron recursos para sobreponerse. Poseían la economía más importante del mundo, encabezaban la innovación tecnológica de lo que sería la nueva era digital y ejercían una abrumadora hegemonía sobre la industria musical y cultural. Apoyados en esos recursos internos, supieron aprovechar las diferencias entre la URSS y la República Popular China para posicionarse en la escena mundial e iniciar una contraofensiva geopolítica global que culminó con la disolución de la URSS, la parálisis y debilitamiento del movimiento descolonizador de los No-Alineados y la instauración del orden neoliberal globalizador bajo su liderazgo.

La situación hoy, como se puede apreciar sin anteojeras ideológicas, es completamente distinta. La debacle en Afganistán ocurre en un contexto financiero muy turbulento donde asoman los temores de una crisis financiera de magnitudes desconocidas ante la desconfianza creciente en el rol del dólar como moneda de reserva internacional. Aunque la economía de los EE.UU. sigue siendo la primera, este puesto está seriamente amenazado por China que se apresta a tomar la delantera en los años venideros.

Algo similar sucede en el terreno de la innovación tecnológica, donde los EE.UU. están desesperadamente intentando competir con el creciente liderazgo chino en las tecnologías de la información, como lo muestran sus presiones para impedir el acceso de Huawei y la tecnología 5G en diferentes regiones del mundo. En términos geopolíticos la situación tampoco se les presenta favorable No sólo Rusia y China, se presentan en un sólido frente común para rechazar su proyecto de orden mundial, sino que muchos de sus más próximos aliados en la Unión Europea, América Latina y en el Sudeste asiático, preferirían una sana convivencia con los adversarios en Beijing y Moscú, antes que una agresiva confrontación que pondría en peligro la paz mundial. Aunque Washington tiene aún muchos recursos para sobreponerse a esta derrota militar, EE.UU. no puede seguir pretendiendo imponer un orden unipolar bajo su absoluto liderazgo. Mientras las élites dominantes en Washington no reconozcan esta realidad y acepten negociar un orden multipolar, seguiremos viviendo un escenario de muchas tensiones e incertidumbres que pueden dispararse en inesperadas catástrofes globales mayores.

Una mirada latinoamericana

Aunque los EE. UU. no pueden pretender ser más una potencia mundial incontestable, aún poseen todos los recursos para ser una potencia regional muy poderosa; de allí la importancia de analizar con detenimiento los movimientos de su reposicionamiento en el nuevo escenario mundial. Por el momento, aquél no es un consenso nacional entre las élites que definen la política exterior de los EE.UU. y por ello presenciamos marchas y contramarchas que dan la sensación de desorden en su política externa. Es conocido también que, en muchas ocasiones, instancias del mismo gobierno norteamericano persiguen objetivos diferentes y no obedecen siempre a las decisiones del Departamento de Estado. Considerando estos factores debemos avanzar en algunas hipótesis que debemos verificar constantemente en los hechos. Es importante insistir en el interés por alcanzar una mirada latinoamericana del reposicionamiento global de los EE. UU. dado que éste no se vivirá de la misma manera en todas las regiones.

Hasta donde vislumbramos, los EE.UU. están reduciendo su presencia militar fuera del continente americano e incrementando sus esfuerzos para imponer una Doctrina Monroe 2.0 en nuestra región, en una suerte de “neo-monroismo recargado”. No es una coincidencia que luego de reconocer el fracaso de sus denodados intentos de bloquear el gasoducto North Stream 2, de Rusia hacia Alemania, EE.UU. abandonaran simultáneamente sus pretensiones sobre la incorporación de Ucrania a la OTAN. Como algunos recordarán, el primer secretario general de la OTAN, Lord Ismay, acuñó la frase acerca del objetivo de la alianza militar que era: “mantener a los rusos afuera, a los americanos adentro y a los alemanes abajo.” Sucede que hoy Alemania busca recuperar una posición independiente y menos subordinada a los EE. UU. en el orden multipolar que se dibuja en el horizonte.

Con escasos días de diferencia se realizaron dos declaraciones a la prensa altamente ilustrativas de estos tiempos. El presidente Zelensky de Ucrania confesaba al Washington Post su gran frustración con sus aliados occidentales al haber sido rechazado su ingreso a la OTAN, tras la oposición de Alemania y EE. UU. Lejos de Kiev, a orillas del Potomac en Washington el 9 de agosto pasado, Juan Gonzales, director principal del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental (NSA), declaraba sobre los resultados de la visita de Jack Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Biden a Argentina y Brasil. En ella reiteraba el apoyo del nuevo gobierno a la incorporación de Brasil a la OTAN iniciada por la administración Trump, que se sumaría a la de Colombia, “socio global” de la OTAN desde el 31 de mayo del 2018. Para algunos analistas estos movimientos indican un progresivo cambio de la alianza militar de “NATO a PATO” (Organización del Tratado Panamericano).

Este reposicionamiento geopolítico para asegurar su hegemonía militar en nuestra región está acompañado de otras iniciativas que analizó muy perspicazmente Jorge Elbaum en la revista argentina El Cohete a la Luna, donde nos cuenta, los entretelones de las conversaciones de la delegación encabezada por Sullivan a Buenos Aires con una agenda no muy diferenciada de la presentada por sus predecesores republicanos: el antagonismo tecnológico y comercial con la República Popular China, la pugna con la Federación Rusa en torno a la ciberseguridad y la persistencia del hostigamiento hacia Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Como es tradicional en su política con nuestra región, la delegación norteamericana manifestó su interés en salvaguardar la Organización de Estados Americanos (OEA) evitando su sustitución por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), tal cual fuera sugerida el pasado 24 de julio por el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO). En una ceremonia conmemorando el 238 aniversario del nacimiento Simón Bolívar, AMLO criticando dos siglos de injerencia e imposiciones de nuestro vecino del norte, planteo la necesidad de reemplazar a la OEA por “un organismo que no sea lacayo de nadie”. Resulta evidente que la primera razón de nuestra debilidad para contrarrestar la Doctrina Monroe 2.0 es y será la división y desintegración de nuestra región. Sin resolver el desafío de la integración latinoamericana en instituciones autónomas y soberanas, no podremos establecer un diálogo constructivo y respetuoso de los intereses mutuos con una potencia del calibre de EE.UU.

El otro punto de interés fue la presencia de China en la región. La comitiva estadounidense se completó con el director de Tecnología y Seguridad Nacional, el indio-estadounidense Tarun Chhabra, -encargado de relevar los convenios tecnológicos con la República Popular China, específicamente los relacionados con las redes de quinta generación, conocidos como 5G–, y el responsable de ciberseguridad, Amit Mital, coordinador de la pugna contra las hipotéticas milicias rusas de hackers. Los EE. UU. no se cansan de señalar el supuesto peligro y los inconvenientes para nuestros países de la tecnología 5G china producida por Huawei. Esta política se enmarca en un cuadro más amplio aprobado por el Senado americano, bajo iniciativa del senador demócrata Robert Menéndez, la Strategic Competition Act 2021, en donde se detallan una serie de medidas para contrarrestar la presencia e influencia de China a nivel global. Al ser el principal socio comercial de muchos países de la región, esta agresiva política anti china genera grandes tensiones en las cancillerías latinoamericanas, incluso en las de aliados cercanos a los EE. UU. ¿Hasta qué punto están dispuestos a llevar esta presión diplomática para desvincular nuestras economías de lo que ya es hoy el centro de la economía mundial? Esto lo veremos con mayor claridad en el futuro próximo, pero es más que evidente, que, más allá de posiciones ideológicas, los países de la región resistirán esta política que algunos han llamado de “garrote sin zanahoria”, dado que hipoteca nuestro desarrollo sin recibir a cambio mayores beneficios.

La gira de Sullivan también buscaba lanzar una malla de contención “dialogante” frente a hipótesis electorales del próximo bienio tras la derrota del golpe en Bolivia y el triunfo inesperado de Pedro Castillo: la probable victoria de Xiomara Castro en las elecciones de noviembre 2021 en Honduras, el progresivo posicionamiento de Gustavo Petro en Colombia de cara a los comicios de 2022, y –sobre todo– el posible retorno de Lula da Silva en Brasil. Estos escenarios son estudiados meticulosamente por el Departamento de Estado. Sus funcionarios han trabajado arduamente el último quinquenio para desmantelar las iniciativas de integración esbozadas desde la UNASUR y bloquear los intentos de cooperación planteados desde el ALBA-TCP. La semana pasada, en un simposio organizado en Dakota del Sur por el empresario trumpista y director ejecutivo de My Pillow, Mike Lindell, Steve Bannon, el asesor electoral de Donald Trump, puso su mirada en Brasil y las elecciones presidenciales 2022, partiendo de la premisa de que los comicios presidenciales estadounidenses del año pasado fueron robados. Así como en Perú la ultraderecha internacional se asoció en una campaña feroz para impedir el triunfo de Pedro Castillo, está lanzada la campaña para impedir el triunfo de Lula en Brasil el 2022.

En plena conmemoración del Bicentenario de nuestras independencias en la región nos enfrentamos al panorama lúgubre de un retorno de la Doctrina Monroe. Como herederos de los hombres de maíz, de los hijos del sol, de las épicas libertarias antiesclavistas en Haití, de las rebeliones indígenas y las luchas de los criollos independentistas, en el proceso de recomposición de este nuevo orden mundial, debemos bregar sin desmayar por alcanzar nuestra segunda y definitiva independencia. (30.08.2021)

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