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‘Cielo Rock’: La historia de la música juvenil peruana contada con obituarios

‘Cielo Rock’: La historia de la música juvenil peruana contada con obituarios
Contracultura Ediciones

Dedicarse al rock en el Perú implica vivir entre el cielo y el infierno. Lo saben bien todos los involucrados en una subcultura y una estética que en este país nunca ha terminado de ser tomada en serio. El gozo inherente a expresarse artísticamente mediante esta música y la gratificante identificación que ella suele suscitar en audiencias receptivas, se contraponen al padecimiento que, en la mayoría de casos, supone enfrentar a la indiferencia o el menosprecio.

Por ello, un título como Cielo Rock (Contracultura Ediciones, 2021) puede remitirnos mentalmente a tierras baldías, pero también –con un poco de esfuerzo- a esas brevísimas etapas de nuestra historia en la que este género musical alcanzó altas cotas de popularidad. Sin embargo, no es de la efervescencia artística y comercial suscitada por el rock peruano en determinadas décadas (específicamente las de 1960, 1980 y 2000) sobre lo que este impreso versa. Se trata de una serie de biografías de personajes que, fuera de su vinculación con la música, tienen en común haber fallecido.

Situados entre el perfil y el obituario, los textos reunidos abundan en detalles poco conocidos de personajes que, salvo contadas excepciones, tuvieron un reconocimiento sectorizado y segmentado. No se trata, pues, de un mausoleo de celebridades sino de un cuartel de nichos de gente que recurrió a la música para darle color a su existencia. En estas páginas se habla, pues, de gente que se dedicó al arte desde márgenes distantes de los parámetros impuestos por la industria o la moda. Fue su persistencia y terquedad lo que les ganó a varios de ellos un reconocimiento minoritario pero sólido; en algunos casos colindante con el culto.

No resulta, pues, desubicado afirmar que Cielo Rock refleja el perfil y la posición que el rock ha tenido en la cultura popular peruana: a saber, un movimiento minoritario, casi siempre parapetado en los extramuros del mainstream y de la cultura popular, a la espera del momento adecuado para asestar golpes de efecto. El impacto de estos, finalmente, recién empezó a echar raíces en los años 80, con movimientos como el del rock cantado en castellano o el del rock subterráneo. Hablamos pues de un género musical al que le ha costado enormemente calar en la sensibilidad e idiosincrasia nacional; logro que, con menos esfuerzo, sí ha alcanzado con creces la música de raíz tropical, por ejemplo. Pero de todo eso no tienen responsabilidad los protagonistas de este libro ni sus autores.

Libros de esta naturaleza aportan mucho a la formación de un canon rockero nacional; elemento referencial aún en vías de constitución. Pese a que la historia del rock en el Perú se inició en 1957, recién desde la década de 1990, y a cuentagotas, empezaron a aparecer trabajos que han contribuido a establecer antecedentes, delimitar etapas y derribar mitos. Y si bien provienen de diversas tiendas –la periodística, la académica y la melómana- sus enfoques tienen como denominador común considerar y resaltar el entorno y el contexto en los que los artistas protagonistas de esta historia desarrollaron sus trabajos.

Es gracias a esos enfoques holísticos que puede empezar a estructurarse una historia del rock hecho en Perú acorde a la realidad y alejada de esas visiones subjetivas, cuando no tendenciosas, que algunos de sus protagonistas más prominentes y mediáticos imprimieron en ella durante décadas. Junto a esos esfuerzos editoriales, la reedición de grabaciones originalmente lanzadas entre las décadas de 1960 y 1990 también ayuda a aclarar perspectivas referidas a aspectos cualitativos y estéticos, y a entender mejor esos momentos escasos pero representativos en los que el rock alcanzó cierta masividad en el país. La contribución de Cielo Rock a este proceso de reconstrucción histórica consiste en individualizar y darle nombres y apellidos a quienes algo aportaron para hacer posible todo esto de lo que estamos hablando. Un reconocimiento que por ser póstumo no es menos valioso y oportuno.

Desde el Sótano Beat

Son los mismos artistas peruanos los que tildan de ingratos a los medios de comunicación y al público que alguna vez ensalzaron sus figuras. La volatilidad de la prensa local y lo impredecible que resulta el público peruano sustentan esa percepción. Estos factores también explican por qué artistas alguna vez prominentes y populares, como Jean Paul El Troglodita, Kela Gates y Danai –incluidos en el panteón de Cielo Rock- hoy sean evocados solo por sus contemporáneos o desde sectores minoritarios. De los 19 personajes presentados en este libro, Gerardo Manuel es el único cuyo nombre resultará de inmediata recordación para el lector promedio, más por su faceta de promotor mediático del rock que por su labor musical propiamente dicha. De hecho, fue el fallecimiento –acaecido en julio del año pasado- de quien en vida fuera la voz cantante de Los Shain’s, The (St. Thomas) Pepper Smelter y El Humo lo que gatilló este proyecto editorial, desarrollado en tiempos en los que la pandemia de la Covid-19 convirtió a la muerte en una ingrata compañera de nuestra cotidianeidad. Por fortuna, lo que podría haber devenido en un recuento morboso y oportunista, terminó siendo un conjunto de textos que abordan el trabajo y la memoria de sus protagonistas con respeto y corrección.

‘Cielo Rock sigue en espíritu y estructura la senda abierta con el libro Días Felices, editado en 2012 por la misma editorial, bajo la coordinación de la llamada ‘Columna Beat’; un grupo de melómanos cuya fascinación por la música popular peruana los convirtió en acuciosos investigadores de un pasado que hasta sus mismos protagonistas habían olvidado. Sótano Beat fue el nombre del fanzine en el que, desde el año 2000, esta pandilla plasmó el resultado de sus pesquisas. Poniendo énfasis en la escena musical juvenil peruana de los años 60 y en la del denominado ‘garage rock’ anglosajón, el fanzine contribuyó enormemente a despertar el interés de las nuevas generaciones por el rock peruano de antaño. Fuente de material valioso y de primera mano para periodistas e investigadores, los Sótano ubicaron y entrevistaron a personajes hasta entonces ensombrecidos por el olvido, entre ellos los entonces poco ubicables Saicos.

Días Felices parece haber sido el canto del cisne de este colectivo, pero a nivel impreso nada más, porque algunos de sus integrantes continúan activos en redes y medios de comunicación. Hugo Lévano, encargado de llevar adelante el proyecto de Cielo Rock, es uno de ellos, y su implicancia explica el tono ecléctico y ciertamente democrático de la elección de los artistas perfilados en el libro: una junta de protagonistas y de actores secundarios cuya valía se sustenta en sus trabajos y música.

Un mosaico pop

El tratamiento dado a la trayectoria de Gerardo Manuel es el más extenso, con 24 páginas a cargo de siete autores de diversa procedencia y ocupaciones. Las diversas perspectivas allí desarrolladas sientan la pauta de los otros textos que componen el libro: no estaremos frente a recuentos ortodoxos y sumamente rigurosos sobre la vida y logros de los personajes reseñados, sino ante relatos bastante ricos en cuestión de anécdotas y vivencias. Y si bien en algún momento uno empieza a pensar que el editor debió afilar un poco más la tijera (una de las secciones dedicadas al creador de ‘Disco Club’ termina asemejándose a un recuento de la discografía peruana de The Beatles, por ejemplo), la profusión de datos y referencias termina siendo más enriquecedora que atosigante, incluso en espacios como el dedicado a Edgar Zamudio, un personaje más cercano a lo que coloquialmente denominamos venta de humo que a la creación artística.

En líneas generales, Cielo Rock termina siendo un mosaico pop; una suerte de desfile de exponentes de las diversas tendencias musicales asociadas al rock y al pop que han asomado en nuestros escenarios. Su lectura equivale a un recorrido cronológico por varias de las diversas estéticas que han acompañado las manifestaciones de nuestra música popular contemporánea. Y es que música, estética y diseño siempre han ido de la mano. Por eso resulta paradójico que el aspecto visual sea lo menos estimulante de este libro. A una calidad de impresión que hace ver difuminadas a las valiosas fotografías de archivo incluidas, se añaden ilustraciones que en muy poco o en nada se condicen con la expresividad musical de los personajes abordados y las épocas en las cuales vivieron.

Volvamos al texto. El rock adolescente y proto punk de los Saicos y Los York´s, representados por Pancho Guevara y Walter Paz, y el brillo pop de Kela Gates y Jean Paul El Troglodita, nos dan luces sobre la riqueza de la escena musical juvenil peruana en los años 1960. Los eclécticos años 70 se encarnan en las trayectorias de Raúl Pereira, de El Polen, y en las de Tony Marín, de Los Teddy’s, y de Chocho Alván, de Los Zheros; estos dos últimos, personajes vinculados a la balada y la cumbia. Ambos, también, provenientes de la amazonia peruana. Su inclusión en este libro, junto a la de un artículo sobre músicos arequipeños, puede ser un punto de estímulo y partida para desarrollar exploraciones más exhaustivas que las ya existentes sobre la música popular hecha fuera de Lima.

Casi toda la segunda mitad del libro la comparten personajes provenientes de la escena pop – rock mainstream y del movimiento del rock subterráneo que se desarrollaron durante la década de 1980. Representando al primer espectro, la solista Danai y Miguel Tapia, del grupo Dudó, aparecen en perfiles en los que se percibe un afán de reivindicación que, a decir verdad, contrasta con la masividad y el amplio favor de los medios de los que ambos artistas gozaron en su momento. Por el lado del subte, los acercamientos a Cachorro Vial (Narcosis), Omiso (Sociedad de Mierda), Boui (Voz Propia), María T-Ta y el autoexiliado Cocó Revilla (Silvania), trazan con indisimulada pasión ese panorama social y existencialmente agitado al que estos personajes decidieron ponerle sonido. Se trata de recuentos vivenciales que –me temo- en algún caso resultan más estimulantes que la música a la que aluden, como ocurre con el perfil del intenso e imprescindible Leonardo Bacteria (Insumisión, Pestaña), quien coloreó con su energía parte de la escena underground más marginal los 90 y de los primeros años de este siglo.

Será el lector/oyente quien, finalmente, determine eso. Cielo Rock le dará las pistas necesarias para descubrir o redescubrir la valía y aportes de personajes que contribuyeron a que la música que nos identifica y gusta se desarrolle y mantenga su presencia. Eso es hacer historia donde aún no la hay.