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Velasquismo y política exterior

Velasquismo y política exterior
Salvador Allende y Juan Velasco. Captura de "Salvador Allende: A 40 años del golpe de estado", en el canal de Youtube "Huellas Digitales"

Antes de explicar en qué consistió la diplomacia en el velasquismo es necesario definir qué entendemos por política exterior y por política internacional.

Como señala el desaparecido Embajador Carlos García-Bedoya en su libro “Política Exterior Peruana. Teoría y Práctica”, la política exterior expresa los propósitos de un Estado en el ámbito externo. “Es decir, señala sus objetivos y los procedimientos mediante los cuáles cree que puede alcanzarlos” (p.60). De otro lado, la política internacional, “vendría a ser el resultado de esa convergencia de intereses distintos provenientes de centros autónomos de decisión y que compiten entre sí…” (p.60).

En ese sentido, toda política exterior es una “política interna” no solo porque la diseña y la concreta el Estado (y la sociedad) sino también porque es parte de un proyecto que está definido, entre otros factores, por la geografía, la historia y por los que gobiernan. De ahí que se pueda decir que la política exterior fue la “cara externa” del velasquismo y una pieza estratégica de un proyecto nacional que buscó desarrollar y transformar el país, y que partía de la idea que “la lucha por la independencia del Perú no ha terminado” (p.83). La política exterior de esos años fue moderna y progresista porque rompió con una vieja política exterior que daba prioridad a las relaciones bilaterales (o fronterizas) con nuestros vecinos, mantenía relaciones especiales con Estados Unidos, y estaba al servicio de la élite y del poder económico.

Podemos decir que la política exterior velasquista estaba orientada a “coadyuvar” el “establecimiento de esa independencia definitiva”, es decir, alcanzar la “plenitud de la independencia” (p.83). Por lo tanto, había que dejar de ser un país dependiente, sin identidad ni personalidad internacionales. Para ello era necesario una nueva política exterior. Dicho en palabras del Embajador García-Bedoya: “Esa es la esencia de la política latinoamericana del Perú, de la política andina del Perú respecto al SELA [Sistema Económico Latinoamericano] y al CECLA [Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana]. Esta es básicamente la esencia de la política exterior con respecto a lo que hemos llamado el nacionalismo latinoamericano; esto es buscar la propia identidad del Perú y América Latina en el contexto de la política mundial. De un lado, tomar distancias frente a los Estados Unidos, cosa que es inevitable para países como los nuestros, y, por otro, reforzar nuestra propia capacidad de negociación económica, de presencia internacional y de identidad internacional. De manera que la acción unitaria de la política latinoamericana no tiene relación directa con problemas de carácter bilateral…” (p. 132). Por eso no es nada extraño que diga que el máximo nivel de integración es el “político” y que el mismo se fundamenta en la “participación del pueblo”.

El General Velasco con Salvador Allende, presidente chileno que saluda al alcalde de Lima Chachi Dibós, observa la escena el General Leonidas Rodríguez Figueroa. Atrás el embajador Carlos García Bedoya. La Prensa. Lima, 3 de setiembre de 1971. Colección de Herman Schwarz

El General Velasco con Salvador Allende, presidente chileno que saluda al alcalde de Lima Chachi Dibós, observa la escena el General Leonidas Rodríguez Figueroa. Atrás el embajador Carlos García Bedoya. La Prensa. Lima, 3 de setiembre de 1971. Colección de Herman Schwarz</em>

En este contexto podemos entender mejor porqué el distanciamiento con Estados Unidos. (o antimperialismo) en esos años; el impulso a los procesos de integración subregional (andino) y regional; la apertura de relaciones con la Unión Soviética, la China Popular, Cuba y con el llamado bloque socialista; así como la política multilateral, la presencia activa del Perú en el Movimiento de los No Alineados, en el diálogo Norte-Sur, en el movimiento tercermundista. Todas estas políticas tenían como objetivos “la preservación de la propia identidad nacional”, mejorar nuestra capacidad de negociación y alcanzar “la plenitud de la independencia”, en un sistema internacional interdependiente al que era necesario democratizar. El último ejemplo de esta política exterior progresista fue lograr, gracias a la intervención de los países andinos, que Nicaragua, en plena guerra civil en 1979, fuese declarado “país beligerante”, lo que fue decisivo para el derrocamiento de la vieja dictadura somocista.

De más está decir que esta política exterior fue expresión de un grupo de militares encabezado por el general Juan Velasco, donde destacó el general Edgardo Mercado Jarrín, que llevaron a cabo un “proceso revolucionario”, como ellos mismos lo calificaron; y de un grupo de diplomáticos de carrera, nacionalistas, modernos, democráticos y al mismo tiempo progresistas, cuya figura principal fue el Embajador Carlos García-Bedoya, quien ejerció como Canciller y fue el diplomático más importante del último tramo del siglo pasado, fundador de una nueva política exterior. Murió en octubre de 1980 a la edad de 55 años.

Hoy nuestra política exterior ha tomado otro camino. Como en el pasado desarrolla un activo bilateralismo, sin integración subregional y regional con nuestros vecinos; una mayor dependencia política con los Estados Unidos y una integración puramente económica a un proceso globalizador vez más desigual.

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