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Pantallazos

Entre promesas e instituciones

El lado humanista del velasquismo

Entre promesas e instituciones
Fernando Bryce. Atlas Perú (detalle)

El proceso velasquista es un punto de quiebre en la construcción nacional y en la conformación del Estado. Gobierno de facto que escapa al “signo” característico de las dictaduras militares y terrorismo de Estado de la época. Pone en marcha reformas estructurales, pero también desde nuestro punto de vista, cambios institucionales y subjetivos, algunos de los cuales revierten y otros persisten y se resignifican.

Los códigos de género presentes en la cultura política e institucional no formaban entonces parte ni del discurso ni de la academia. Hubieron propuestas de cambio concretas, como la reforma agraria, pero orientaciones difusas y tensiones en torno a las libertades individuales. Respecto de la situación de las mujeres, algunos lineamientos generales pero escasas medidas gubernamentales. Podríamos apreciar entonces un Estado reformista duro con un lado humanista blando -sobre todo en torno a la reforma educativa- que se nutre o es interpelado desde las mujeres organizadas, sobre todo las de clases medias urbanas, que se atrevían a tener una voz pública.

La reforma agraria afecta el poder terrateniente, espina dorsal de la dominación nacional, e incide de modo directo en los brutales y ominosos lazos de dominio sobre las personas tratadas como siervos así como en las bases materiales del poder oligarca y gamonal. La reforma subvierte las representaciones que los campesinos tenían de sí mismos, no sólo en los lemas de la época, sino en la memoria que preservan. Eso no ha desplazado la figura del patrón, bueno o perverso, ni el que la mujeres sigan siendo “más indias” o sean las “cuidadoras” en el campo y en la ciudad.

En este proceso, la cuestión indígena fue subsumida en el problema de la tierra y se reelabora como símbolo en la figura de Túpac Amaru. Las mujeres no fueron incluidas como beneficiarias a pesar de que participaron del trabajo familiar y de las relaciones de servidumbre, incluso doméstica, en las haciendas. En el campo había altas tasas de analfabetismo entre mujeres, también altas tasas de mortalidad materna e infantil, que constituían áreas del quehacer de las políticas públicas indiferenciadas por género. Esta indiferenciación se produce tanto en el campo como en la ciudad, en las esferas partidarias como en las políticas públicas.

A lo largo de los setenta las mujeres más activas se involucraron en el trabajo gremial y en iniciativas organizativas en diversos escenarios. Estas experiencias como la ampliación de la educación y la profesionalización de las mujeres favorecen la generación de capacidades críticas desde donde se conforman agendas y demandas organizadas. El proceso velasquista coincide con los esfuerzos pioneros de diversos sectores de mujeres que reflexionan sobre su propia situación; desde entonces serán activas interlocutoras de las políticas públicas.

La ampliación de la educación, en marcha desde mediados de siglo veinte, llegó sobre todo a las mujeres de las ciudades incluyendo un lento y sostenido proceso de incorporación al mercado de trabajo y a las universidades. Esto ocurría en medio de pautas y marcos tradicionales, como la educación segregada para varones y mujeres, estereotipos de las ocupaciones femeninas, manteniendo los temas de sexualidad y reproducción como un tabú, y marcos jurídicos que consagraban la dependencia económica y subordinación de las mujeres. Las aspiraciones de progreso que la educación significa eran una promesa más que una realidad.

La reforma educativa del velasquismo insufló en el sistema educativo orientaciones modernizadoras e innovadoras para la época, que abordan parcialmente algunos de los problemas arriba enunciados, y que se vinculaban a las ideas humanistas de su principal artífice, el filósofo Augusto Salazar Bondy, quien atiende la sensibilidad de su entorno respecto de la situación de marginación de las mujeres e incorpora los aportes de colectivos en que participaron Helen Orvig, Violeta Sara Lafosse, entre otras. La reforma educativa estableció la coeducación, la educación bilingüe, oficializa el quechua, promueve la educación técnica. En 1972 se crea en el Ministerio de Educación el Comité Técnico de revaloración de la Mujer (COTREM) que incide en diversos niveles del sistema educativo y en textos escolares con criterios y contenidos referidos a la familia, la situación de la mujer y aspectos generales sobre la sexualidad. A nivel administrativo, este proceso permea otros sectores y cuenta con la participación de algunas representantes de organizaciones de mujeres.

Los lineamientos plasmados en la política educativa coexistieron con la “doble moral”, el disciplinamiento de las mujeres desde las familias, y marcos jurídicos tradicionales, así como con la desvalorización de las lenguas nativas. A pesar de estos límites, la reforma educativa abrió brecha en dinámicas institucionales que han perdurado, como la coeducación, suscitó entre funcionarios públicos y maestros sensibilidades y responsabilidades respecto del abordaje sobre la situación de las mujeres y coadyuvó con otras iniciativas nacionales e internacionales, y, de la sociedad civil sobre el valor de la persona.

La creación de la Comisión Nacional de la Mujer Peruana (CONAMUP) en 1975 fue recibida con desconfianza; no obstante suscitó gran expectativa y motivó un masivo registro de organizaciones de mujeres, nuevas y tradicionales, mostrando la efervescencia por espacios colectivos y voz propia, así como la irrupción de nuevas generaciones de dirigentas de base y de sectores laborales; a pesar de ello, la participación en las élites políticas era restringida. Los temas de agenda se centraron en educación, trabajo y en la “incorporación de la mujer al desarrollo”; habrá todavía un largo trecho por recorrer hasta que surjan en la agenda enunciados sobre derechos sexuales y reproductivos, la autonomía sobre el cuerpo y la sexualidad, la diversidad sexual, la perspectiva de género.

El proyecto velasquista encaró la necesidad histórica del conflicto redistributivo de la época en torno a la tierra y las aspiraciones de progreso en torno a la educación, aunque no logró avanzar hacia la salud y la vivienda. Innovó en términos de una sociedad autogestionaria y participativa, lo que en gran parte se revirtió, pero que a la vez lo condujo a incluir a las mujeres en algunas de sus políticas. Para las nuevas generaciones, el legado velasquista es de los pocos – en la historia peruana - intentos de construcción de un Estado social moderno, que buscó superar las taras del pasado y poner en marcha una economía planificada para una colectividad solidaria. Para las organizaciones de mujeres fue un interlocutor dialogante que no rompe con la moral social de la época pero que introduce en la función pública el discurso de la dignidad de las personas.

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