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Herencias

El hijo del General Fernández-Maldonado

El hijo del General Fernández-Maldonado
Guillermo Fernández-Maldonado, junto a su padre, el general Jorge Fernández-Maldonado. Archivo Familiar, 1999

El general Jorge Fernández-Maldonado fue Ministro de Energía y Minas en el gobierno de Juan Velasco, de 1969 a 1975; luego, durante el gobierno de Morales Bermúdez fue Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de Guerra y Comandante General del Ejército. Se retiró en 1976. Fue uno de los fundadores del Partido Socialista Revolucionario y senador por Izquierda Unida entre 1985 y 1990. En esta nota, su hijo Guillermo comparte su mirada sobre aquellos años y su valoración del proceso velasquista

El gobierno del general Velasco Alvarado marcó la vida de mi familia y la mía. Soy el menor de cuatro hermanos y en 1968 tenía diez años. Mi padre fue uno de los cuatro coroneles que acompañaron a Velasco desde la preparación del golpe de Estado. En los siguientes ocho años mi padre desempeñará altos cargos en el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, desde Ministro de Energía y Minas hasta Ministro de Guerra y Primer Ministro. En dicho período se convirtió en uno de los principales líderes e ideólogos del sector revolucionario del gobierno, basándose en las encíclicas papales.

Conforme fui avanzando en edad, conocimiento y experiencia, mayor fue mi asombro por la audacia reformista del gobierno de Velasco hace 50 años y mejor comprendía el compromiso de mi padre con dicha revolución. Y es que este grupo de militares rompió la tradición militar golpista y conservadora de la región. No los movió la ambición ni se sublevaron contra un gobierno para poner “orden”. Se rebelaron contra un sistema que hizo un Perú profundamente injusto y contra una clase dirigente indolente ante la vida indigna de millones de peruanos. Intentaron cambiarlo con las ideas y medios de que disponían.

Yo hubiese deseado que un gobierno elegido haya intentado las reformas. De hecho, otros gobiernos en la región lo intentaron y hoy sabemos que fueron derrocados debido a la intervención de potencias extranjeras. Los propios militares sabían de sus limitaciones. Mi padre decía que la reforma agraria seguro fue deficiente en lo técnico, pero es que su objetivo era social y humano, no económico: devolver la dignidad a los campesinos explotados. Pese al tiempo transcurrido, son pocos los juicios desapasionados sobre dicho gobierno.

Mi etapa de “hijo del ministro” la pasé en el colegio Champagnat de Miraflores. Era un colegio de clase media y aunque no faltaban las burlas contra los “cachacos” y el gobierno, nunca me sentí acosado ni discriminado. Ayudó mucho tener profesores y hermanos maristas que nos dieron una avanzada formación crítica de la realidad peruana, con lecturas que incluían textos como Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui o Guano y burguesía en el Perú de Heraclio Bonilla. Claro, había de todo, como el profesor de trigonometría que solía exclamar ¡Maldito sea Velasco! cuando alguien fallaba en un examen. De modo que mi adolescencia no fue “normal”. Tenía un padre militar, ministro y de izquierda, en tanto mi círculo social juvenil era anti militar, reaccionario y racista.

Ya en la universidad, a mi padre no le agradó que eligiera estudiar derecho, pues decía que “los abogados son los profesionales para mantener el statu quo y yo soy un revolucionario”. Desde joven tuve muchas presiones para entrar en el activismo político, pero, aunque nunca lo hice, seguir la política siempre fue un foco de especial interés. Las mezquindades políticas que observé tras diez años de trabajo en el congreso fortalecieron mi decisión. ¿Qué hacer entonces para contribuir a un cambio?

Alberto Fujimori abrió la puerta que cambió mi vida. En 1992, la disolución del congreso por Fujimori me dejó sin trabajo. Allí empiezo a trabajar para la ONU en la Comisión de la Verdad de El Salvador. En los siguientes 25 años he seguido trabajando en la ONU, en especial en países en conflicto, como El Salvador, Guatemala, Afganistán y actualmente en Colombia, para apoyar a gobiernos y sociedades en su lucha por la vigencia de la paz y los derechos humanos. También hoy veo pocos juicios desapasionados sobre los derechos humanos.

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