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Internacional

Derechas europeas y derechas globales al calor de la crisis

Derechas europeas y derechas globales al calor de la crisis
Foto: Michael Probst, AP Photo | Tomada de luzernerzeitung.ch

El extremismo de derechas, populista y popular, dibuja sus perfiles pardos y crece a lo largo y ancho del planeta: desde la llegada a la India de Narendra Modi, cuyo partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party, dispone de mayoría absoluta en el Parlamento, hasta el conocido como Castigador, Rodrigo Duterte, en Filipinas, quien resuelve el problema de la criminalidad con asesinatos y recorte de derechos, pasando por sus émulos en América Latina como el popular Nayib Bukele, cuyas “soluciones” para las maras en El Salvador inspiran a más de un aspirante a jefe de estado en el continente. No olvidemos a países como Israel, que prepara una nueva Nakbah en Gaza, con el visto bueno de Estados Unidos y, aunque con matices, de la Unión Europea.1 Sin duda, en Estados Unidos la llegada de Trump a la presidencia de la Unión, y aquella de Jair Bolsonaro en Brasil, marcaron un hito, tal como ocurre ahora con Milei en Argentina.

Orígenes y estrategias de la extrema derecha europea

En la 78ª sesión de la asamblea general de la ONU en setiembre último, el presidente en funciones del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, evocó los peligros del crecimiento de movimientos antisistema y recordó los casos de la toma del Capitolio en Estados Unidos y el asalto a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia. Su preocupación se ubica no sólo en un contexto nacional en el que lucha por mantenerse a la cabeza del gobierno a pesar de la alianza entre el Partido Popular y el ultraderechista Vox en cinco de las autonomías españolas. Más allá de la península ibérica, sus palabras adquieren sentido si constatamos hasta qué punto la izquierda está marginada en Europa. Fuera de España, sólo Malta e Irlanda tienen gobiernos de izquierda.

En efecto, la crisis del Estado post moderno se asienta en la fragilización de la democracia representativa, la desafección de los ciudadanos y el descrédito de los partidos políticos. En un contexto de incertidumbre financiera, crecimiento alarmante de las desigualdades y asimetrías sociales de todo tipo, el miedo crece y sobre él se acomoda el pensamiento de extrema derecha en todas sus variantes. Porque como afirma el historiador Steven Forti en Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla (Siglo XXI Editores, 2021), la extrema derecha sabe ofrecer respuestas sencillas a problemas complejos. Si el crecimiento de la inmigración angustia a la población, el húngaro Viktor Orban construye una valla en la frontera con Serbia para bloquear la ruta de los Balcanes a los migrantes del Este; Trump promete construir un muro con México para frenar la “invasión” de latinoamericanos y Matteo Salvini, en Italia, proclama el “cierre” de los puertos italianos. ¿La gente se siente insegura por la delincuencia? La ultraderecha propone endurecer el código penal y expulsar a los extranjeros, considerados responsables. ¿La globalización amenaza nuestra cultura y nuestra economía? La respuesta es proteccionismo: el America first de Trump, el abandono del multilateralismo y una mezcla de identitarismo y etno diferencialismo. ¿Hay incertidumbre ante la agenda LGTBI? La extrema derecha dice que la “ideología de género” es un proyecto mundial para destruir a las familias. Y así, con todas las preocupaciones que persiguen a los ciudadanos.

Semejanzas y diferencias

Este fenómeno que, sin excesos, podemos calificar de universal, presenta sin embargo diferencias sustanciales en función del contexto en el que ocurren. Por ejemplo, en la Francia laica, Marine Le Pen no se opone al aborto ni al matrimonio gay.2 En cambio, estos matices son impensables en los países de fuerte tradición católica, como los latinoamericanos o España. Las nuevas derechas ultras se adaptan a sus contextos nacionales para crecer y ocupan progresivamente los espacios discursivos de las democracias, impotentes y fragilizadas por la crisis multidimensional. Se trata de una gran familia internacional que se mueve y desarrolla a escala global. Todas las formaciones de la ultraderecha actual tienen unos comunes denominadores: el ultranacionalismo, el identitarismo, el soberanismo, la islamofobia, la condena de la inmigración, la toma de distancia formal de las experiencias pasadas del fascismo y el nazismo. No es que no tengan diferencias sobre temas de sociedad, de economía o de geopolítica, pero éstas no impiden que se las sitúe en una misma macro categoría, una gran familia que dispone de lazos transatlánticos estrechos.

Los orígenes. La ultraderecha avanza dentro del paisaje político abriéndose camino en espacios próximos. En La Nueva Derecha. Un análisis del conservatismo radicalizado (Katz, 2022) la politóloga austríaca Natascha Strobl analiza un fenómeno poco estudiado en América Latina: el desplazamiento progresivo del relato conservador hacia aquel de la extrema derecha. Sus orígenes hay que buscarlos en Francia a finales de los años sesenta. Entonces se funda un círculo compuesto por destacados intelectuales conservadores que reflexionan sobre las fórmulas de fortalecimiento estratégico aplicables a la derecha para ocupar espacios en el paisaje político nacional. No dudan en tirar por la borda la referencia directa al nacionalsocialismo y en acudir a clásicos del pensamiento marxista como Antonio Gramsci. No en vano Matteo Salvini, el actual vicepresidente del gobierno y líder la ultraderechista Liga (ex Lega Norte), se declaró admirador de Gramsci por su (dixit) lucidez política y estratégica.3

La hegemonía. Por su parte, la Nouvelle Droite elige un nuevo escenario para luchar por el espacio “pre político”, el de la cultura y la ideología. Esta estrategia alude a la idea gramsciana de la hegemonía. Para el marxista italiano, el poder se toma por medio de un ejercicio de concertación y alianzas (un bloque histórico). Pero esto requiere una previa hegemonía cultural en el espacio del relato público, en la educación y en los medios de comunicación. Hoy habría que agregar el soporte de las nuevas tecnologías y las redes sociales. En todos estos espacios lingüísticos y semióticos es preciso crear sensibilidades que construyan mayorías. Para alcanzar estos objetivos, explicitados por la Nouvelle Droite, esta derecha ha promovido activamente la creación de fundaciones como la Fundación FAES, presidida por José María Aznar, o la Fundación Disenso ligada a Vox, entre otras que veremos más adelante. Este gramscianismo de derecha fue la directriz teórica de la Nueva Derecha francesa.

El relato. La tercera innovación que introdujo la Nouvelle Droite es el establecimiento progresivo de vínculos entre conservadores y fascistas. Ella nace como un espectro mixto de estructuras superpuestas entre la derecha tradicional neonazi y el conservatismo histórico partidario del estado burgués. Buen ejemplo del fenómeno descrito es la creación en Europa Occidental, a partir del 2000, de centros de reflexión y acción como la Casa Pound Italia, que asocia la tradición del fascismo italiano con la cultura pop, la lucha cultural y las relaciones públicas. En Alemania están el Instituto de Política Estatal y la Editorial Antaios. En Francia, la Génération Identitaire, (ahora prohibida)4 que surge en 2012 y encontró imitadores en toda Europa, abriendo espacios especialmente en la esfera digital, con apoyo de imágenes, memes y videos. Algo semejante ocurre también en Estados Unidos con la llamada Alt Right (Derecha alternativa) que desempeñó un papel importante en el asalto al Capitolio en el año 2021.

Todos estos movimientos tienen como rasgo común el despliegue de una xenofobia que se ha renovado en el plano retórico. Ya no se define con los viejos clichés del racismo clásico antisemita. Ahora apunta en especial a los inmigrantes o a las poblaciones “provenientes de la inmigración”, es decir, de origen colonial, incluidos los nacidos en suelo europeo. El eje estructural de ese nuevo nacionalismo es la islamofobia. Y todos comparten otras afinidades como el nacionalismo proteccionista contra la globalización y el repliegue contra la Unión Europea, aprovechando los problemas que aquejan a este organismo regional. Todo esto, coronado por el autoritarismo y la apología de las políticas de seguridad.

En el caso de Europa, este proceso ha encontrado un punto de anclaje fundamental en los movimientos identitarios anti islámicos. No en vano Marine Le Pen, distinguiéndose de antisemitismo de su padre y fundador de Frente Nacional, afirmó que el enemigo hoy ya no son los judíos sino el islam, que constituye una amenaza para la civilización occidental. En Alemania, el Movimiento PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente, por sus siglas en alemán), fundado en el 2014 en Dresden, lucha contra la inmigración musulmana en el país y consigue cada vez más adeptos para la extrema derecha. Precisamente en los recientes comicios de Baviera y Hesse (octubre 2023) el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania se impuso como segunda fuerza en ambos estados, con más de 13 millones de votantes.

La polarización:”nosotros” y “ellos”

Los años 2015 y 2016 marcaron un hito en el crecimiento del relato extremista, provocado por varios factores. Por una parte, la llegada a Europa de un gran número de refugiados provenientes de Medio Oriente. Estos movimientos activaron una visible movilización extremista contra ellos y cohesionaron a la variopinta derecha identitaria. Por otro lado, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y el Brexit en Gran Bretaña, abrieron las puertas a una animada red de actores, desde predicadores evangélicos integristas como Paula White en o Ben Shapiro, comentarista político ultraderechista que se dirige a un público joven. Pero también se abrieron espacios para dignos herederos de la Nouvelle Droite francesa como Eric Zemmour, periodista del diario conservador Le Figaro hasta 2021, ensayista partidario de la inmigración cero y autor récord de ventas con su libro El Suicidio Francés.

Natascha Strobl hace referencia a un conservatismo radicalizado, representado por partidos con una larga tradición de alianzas transversales con la burguesía y el empresariado, el campesinado tradicionalista europeo, los trabajadores de “cuello blanco”, los académicos y ciertos sectores de la clase obrera. Se trata de un ejercicio parecido a aquél que había efectuado la socialdemocracia hacia la izquierda del espectro en tiempos anteriores. El relativo consenso alcanzado por centro izquierdistas (esencialmente la social democracia) y centro derechistas (los partidos liberales), se había expresado en una monótona alternancia. Este equilibrio se resquebrajó progresivamente desde el inicio del nuevo milenio mientras el electorado se desencantaba por la ausencia de soluciones reales a sus crecientes problemas. Las democracias europeas admitieron progresivamente en sus gobiernos a partidos de la extrema derecha. Y el relato oficial derivó hacia una polarización progresiva entre el “nosotros” y “los otros”. Según Strobl: “El conservadurismo radicalizado pretende actuar en nombre de una supuesta mayoría silenciosa para la que ahora reclama el poder político. Esta confrontación garantiza la exclusión de los grupos que se considera no pertenecen o que ya no forman parte de la sociedad”.5: Para la extrema derecha se trata de una guerra cultural que se basa en una visión del mundo dicotómica y maniquea.

Como era de esperar, esta situación se ve reflejada en las políticas de la Unión Europea. Así, en la última reunión de ministros del interior —bajo la presidencia rotativa de España—, se constató el endurecimiento de la legislación de acogida frente a las oleadas de inmigrantes que llegan a las costas mediterráneas. Italia expresó su desacuerdo con un punto del convenio relativo a las ONG de salvamento que recorren las costas intentando socorrer a los miles de náufragos de sus precarias pateras. En efecto, el gobierno post fascista de Andrea Meloni desea que se asocie estas organizaciones a los traficantes de personas y como tales sean perseguidas.

En octubre los países de la UE se reunieron en Luxemburgo para sacar adelante el Pacto Europeo de Migraciones y Asilo, mientras niños, niñas y adolescentes que llegan por miles son devueltos sin comprobar su edad (lo que viola la convención sobre los derechos del niño). Los que llegan a puerto se encuentran en centros de detención, sin servicios esenciales. Las llamadas “devoluciones en caliente” son cada vez más numerosas. Las derechas duras acusan a los migrantes de todo tipo de delitos y fomentan el odio y la intolerancia. De hecho, los delitos de odio con motivaciones étnicas, religiosas, raciales, homófobas y machistas se han visto en aumento en todas las latitudes. De acuerdo con el índice global, elaborado por el Instituto de Economía y Paz entre 2015 y 2020, los atentados terroristas de extrema derecha crecieron un 320 por ciento en todo el mundo, superando por mucho al terrorismo yihadista.

El uso eficiente de los soportes informáticos para promover su discurso de odio y ampliar su hegemonía cultural se evidencia también en las redes sociales. Es lo que en Estados Unidos llaman shit-storms, con la difusión de mensajes a través de trolls y perfiles falsos. Y resulta difícil actuar frente a ellos. Por ejemplo, el cierre de las cuentas de Donald Trump en Facebook e Instagram tras los acontecimientos del Capitolio en el 2021 podía parecer eficaz, pero en realidad tiene más luces que sombras porque para los simpatizantes de Trump se ignoró el sacrosanto principio de la libertad de expresión. ¿Dónde está la línea roja? ¿Quién decide hasta dónde puede llegar un individuo, aunque se trate del presidente de la república y llame a la violencia? En una entrevista de 2022 para Telam, Forti hace al respecto afirmaciones inquietantes acerca de cómo las nuevas tecnologías marcan nuestra vida y las extremas derechas del nuevo milenio han sabido utilizarlas antes y mejor que los demás. “Si se ultraderechiza el espacio público, se normalizan estas opciones políticas y habrá cada vez más gente proclive a votarlas”, asegura.

Esta legitimación progresiva se expresa en las actividades de una suerte de internacional de la derecha extrema. Así, la primera Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) reunió en México a figuras como el estadounidense Steve Bannon, el chileno José Antonio Kast, el brasileño Eduardo Bolsonaro, el español Santiago Abascal de Vox, el polaco Lech Walesa y Javier Milei. Otro tanto ocurrió con el Foro de Madrid, convocado por Vox. En el 2019 publiqué en Quehacer un artículo titulado “Europa: Las derechas duras y la antipolítica”. Entonces denunciaba el crecimiento de estas corrientes, pero concluía con la esperanza del rechazo que aún producían en un porcentaje creciente del electorado. Éste se ha ido reduciendo progresivamente hasta alcanzar niveles realmente alarmantes. Esperemos que los movimientos pendulares de la Historia encuentren asideros para recuperar valores democráticos, que hoy parecen en trágica extinción.

Footnotes

  1. Benyamin Netanyahu (Partido Likud, conservador) fue nombrado en el 2009 y reemplazado sólo en junio de 2021, tras doce años ininterrumpidos de ejercicio. Volvió poco después luego de variopintos acuerdos con la extrema derecha ultraortodoxa israelí. Su gobierno, el más ultraderechista de la historia del país, promovió medidas en contra del estado de derecho y abrió las puertas a una contestación popular jamás vista. Es en este contexto, con reservistas y soldados que amenazaban con no aceptar más órdenes de ese gobierno, que ocurre el asalto de Hamas. Esta situación particular puede explicar las fallas de la inteligencia israelí en la detección previa del ataque, pero da pistas también sobre la ferocidad de su respuesta.

  2. Según la revista Têtu, en las elecciones europeas de mayo del 2019, 23% de la comunidad LGTBI francesa votó por la Reagrupación Nacional, nuevo nombre del antiguo Frente Nacional.

  3. Entrevista en la revista francesa Le Point. Octubre 2019.

  4. En marzo de 2021 el gobierno francés ilegalizó Generation Identitaire porque “promueve una ideología que incita al odio, la violencia o la discriminación de individuos por motivos de su origen, su raza y su religión y porque sus acciones demuestran la voluntad de actuar en tanto que milicia privada”.

  5. Strobl, N (2022). La Nueva Derecha. Un análisis del conservatismo radicalizado. Katz. Ver página 48.

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